En este caso nos encontramos con el enredo propiciado por dos gemelos, separados de niños, que llevan el mismo nombre. Tenemos a un Menechmo que vive en Epidamno, una especie de Corinto de la época, ciudad para los personajes de la obra de pocas moralidades y digna de pocas confianzas.
Menechmo está surcando mares a la busca de su hermano, Mebechmo, gemelo idéntico. Llega a la ciudad, acompañado de su fiel esclavo. Éste sabe cómo se las gastan en la ciudad y le advierten que harán cualquier cosa para engañarle. Y aquí tenemos la excusa de guión para que éste Menechmo no acabe de caer en la cuenta de que le están confundiendo constantemente con alguien igual a él, y que por lo tanto habría dado con su hermano. A su vez, el Menechmo habitante de la ciudad, se va ir viendo con las tempestades que promueven las confusiones con el otro Menechmo, y su manera de proceder (que es ser sincero, como cuanlquier turista foráneo, y asegurar y perjurar que no conoce a nadie). La verdad es que Menechmo viajante llega a una vida, la de su hermano, un tanto descalabrada. La mujer le controla mucho, y quizá por ello, él no para de escaparse a su amante (su meretriz querida). Que aparezca otro Menechmo igual pero que no sabe nada, ya se puede intuir que no hará sino las delicias de un público ávido de comedia. Es gracioso incluso el papel del Anciano (el padre de la mujer de Menechmo) , que al principio, con su pachorra, se pone de parte de Menechmo, diciendo que no está poco bien el que marche con otras, para sorpresa de su hija. Al final se reconocen ambos hermanos, pasaje muy bien conseguido, dando un cierre entrañable. |
Algunas situaciones me han recordado a alguna otra obra que leí donde también jugaba bastante con este tipo de confusiones entre dos iguales. Pero no recuerdo ahora cuál era.
Entretenida, desvergonzada y ágil comedia. Tenemos engaños, confusiones mil, esclavo sensato, parásito despechado, y vida a pie de calle. Plauto en estado puro.