Hola,
Tenemos esta lectura propuesta en el miniclub lopesco de este año. Tocará comentarla a partir del 15 de este mes. Pero ocurre que he podido leer hoy la introducción que ofrece la edición de Cátedra.
Tres cosas que me han parecido de lo más interesantes que se comenta en el estupendo estudio introductorio en relación con lo que estamos por leer (o releer, según el caso):
Lo primero que recoge y que me ha resultado muy sugerente es la innovación que intenta Lope de ajustar las cosas a un nuevo tiempo, intentando dir dejando atrás el concepto de naturaleza bucólica tan idealizada en esos momentos, para ir aterrizando las cosas a un nuevo entorno "natural": la urbe. Sin ser una ruptura flagrante comenta el autor, Julio González-Barrera que es una nueva orientación y paso de cambio respecto a los cánones acostumbrados.
Un segundo elemento de interés para mí ha sido cómo en el personaje de Belisa vamos a encontrar un modelo femenino subversión, de malas prácticas, de adolescente que hace lo que estaba mal visto (engañar, urdir, hacerse notar y ver, etc). Por concretarlo más, me ha llamado la atención lo de ser "mujer ventanera", en sentido despectivo, que era ir contra la tenida por buena formalidad de discreción el estarse a la ventana para ver y ser vista, mostrarse, etc. Vamos, no he podido evitar pensar en lo que hoy muchas veces nos pasa en las redes sociales (y aquí ya cosa de todos y todas
) .
Y como tercer elemento, el tema de "opilar" o la "opilación", que me ha costado ver claro a qué se estaba refieriendo, ya que en este caso la RAE no aclara realmente del todo (no había leído nunca la expresión de opilarse). Además, entiendo que va a ser clave. Moda de la época el verse por un lado de tez lo más blanca posible ("color quebrado", se decía) y por otro lo más delgada posible (en términos coloquiales de andar por casa, plana, ya que se intentaba incluso reducir el busto). Para ello se expandió por doquier la moda de masticar y comer búcaros, cachitos de barro de alfarería. Una locura, visto ahora. Parece ser que de las altas esferas de Palacio (las Reinas y Princesas las primeras), fue llegando a todas partes y condiciones. El mascar esto daba paso a una situación de anemia muy acusada, que provocaba un color de piel blanco (terrible, la verdad), y por otro, una delgadez (de nuevo, derivado de un cuadro patológico, más bien sería estar macilenta). De hecho, entre otras cosas, según se explica en la Introducción, producía que no se generase apenas menstruación, muy poca (y cuando llegada, sin embargo, con mucho dolores). Esto último (falta de menstruación) es lo que la RAE recoge escuetamente como "opilar".
Pero claro, en el contexto social de su momento significaba mucho, ¡muchísimo más! Para irse reponiendo de esto, o para llevarlo mejor, lo que se hacía, según nos cuenta González-Barrera, era beber agua con hierro o acero. De ahí, el tomar
acero. Hete aquí que esto dio pie pues a otra costumbre social muy arraigada en su momento (afortunadamente ya no), que evidentemente, estaba asociada a lo otro, al comer barro. Para ayudar a reponerse de esta bebida, era practicada de común la actividad de ir a pasear un buen rato antes del amanecer cada día con el pretexto de completar así esta horrible "dieta milagro" del barro y el acero. Curiosamente, este paseo derivado de lo otro, pasaba a generar un espacio de tiempo y terreno de libertad para la mujer, que salía de casa sin una faena concreta con la justificación de ir llevando así el régimen de actividades correctas a la toma de barro y de acero. Pero esto abría un otro espacio de tiempo y libertad también para muchos, que tenían acceso a ellas, propiciándose "encuentros" que daban pie a escarceos de ligoteo o directamente sexuales. Anotar finalmente que una discusión que mantiene el autor del estudio es que realmente el motivo de opilarse era un asunto estético, y no anticonceptivo. Para esto segundo, se llevaban otras cuitas.
Como bien se recoge en un momento dado del estudio, se daban por entonces pues hasta cuatro o cinco sinónimos de "acero" en la época (espada, fortaleza o esfuerzo, brebaje por lo del barro y la opilación, o bien, finalmente, como connotación sexual del miembro masculino o de salir a ligar o ser ligada, digamos). Como ya se advierte, esta polisemia va a ser continua en la comedia que vamos a leer.
Comento todo esto porque me ha resultado muy interesante de conocer, especialmente lo de "opilarse". Creo que comenzaré pronto la lectura.