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@Ceinwyn, aunque solo sea para este hilo, si no se te pasa no importa. Me ha encantado.
Ojo al título de este...
Amanecer.
¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared?
¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye?
¿Se echa uno a correr, como el que tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?
¿Cuál es el rito de esta ceremonia?
¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana?
¿Quién aparta el espejo sin empañar?
Porque a esta hora ya no hay madre y deudos.
Ya no hay sollozo. Nada, más que un silencio atroz.
Todos son una faz atenta, incrédula
de hombre de la otra orilla.
Aquí en este vagón
soy Eva
con mi hijo Abel,
si ves a mi otro hijo,
Caín, hijo del hombre,
dile que yo ...
Dan Pagis
Al parecer este poema recibe a los visitantes del campo de concentración de Belzec, en Polonia. Y el vagón del título y el vagón del primer verso son dos diferentes en hebreo. El vagón en el que va Eva es de mercancías, de los que usaban para llevar a las personas a los campos de exterminio.
No conocía al poeta, gracias Cein, me ha emocionado.
De noche en noche más alto parecía
en la memoria ardiente el árbol de los sueños,
como si tú tuvieras de nuestra vida el fuego,
el poder de una hoguera.
Tantas y tantas veces
de este mundo irreal, prisionero y rehén,
con qué esperanza hoy veo el contorno vivísimo
del día, la realidad de un momento,
con qué avidez, con qué fervor distingo
la voz, la mano, el pecho.
Alfonso Costafreda (1926-1974).
Pasado: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
@Velaluka, @Ceinwyn, vuestros poemas y comentarios me han recordado una cosa. Hace años compré un libro en Italia titulado Lettere di condannati a morte della resistenza italiana (Cartas de condenados a muerte de la resistencia italiana), publicado por Einaudi (la editorial de Pavese, por cierto). Imaginaos la fuerza y la desolación del contenido, pero también es interesante saber que es un libro que se editó poco después del final de la Segunda Guerra Mundial como homenaje a los que cayeron, para que sus mensajes y testimonios no cayeran en el olvido, como escriben en el prólogo los editores. El libro se ha ido reeditando y se seguirá haciendo, creo recordar que escriben, para continuar con esa deuda y homenaje, pasen los años no que pasen. Me parece una iniciativa para elogiar.
¿Cuántas estrellas ha de apagar un hombre
para dejar de ser cegado por el sol?
en las antorchas de la sangre vive un ángel
que pone el paño y lo unta de brea,
el fruto alado es el hijo que corre,
como mazorca de su carne es engullido
por la guadaña del cielo dorado,
hay un destino que alarga los brazos
y otro que cruza arrancando la hierba
que crece en el sueño,
hay un panal de las abejas del silencio
que van libando el corazón de lo nacido
y con lo íntimo hacen miel en lo sagrado,
solo la nube de cristal busca ser senda
y queda un río que vuelve secreto, vacío y desnudo.
Mónica Manrique de Lara
Tengo que explorarla. Volveré.
Silba la calandria y nos sorprende en vela, amuchados, con ganas de seguir.