El poema del día (o del mes, o de la estación...)
Moderadores: lunallena, Tessia
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
El poema de la estación
"""""""""""""""""""""""""
http://www.youtube.com/watch?v=kyb2oCHZR54
Canción de invierno y de verano
(Ángel González)
Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el
puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo
en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico Sur
bellas bañistas.
Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.
Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
-rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.
Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba -detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás en el mismo día
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http://www.youtube.com/watch?v=kyb2oCHZR54
Canción de invierno y de verano
(Ángel González)
Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el
puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo
en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico Sur
bellas bañistas.
Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.
Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
-rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.
Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba -detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás en el mismo día
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
Domingo
(Traducción de Francisco J. Uriz)
Nunca ocurre nada los domingos.
Nunca encuentras un nuevo amor en domingo.
Es el día de los infelices.
Día de pensión o día de familia.
Las horas más dolorosas de la amante
cuando se imagina a su amado
con sus hijos en las rodillas
mientras su mujer, sonriente,
entra y sale con tentadoras bandejas.
Un día maldito.
Alguna vez tuvo que haber sido diferente.
¿Por qué si no tendríamos todos
que esperar con ansias el domingo durante toda la semana?
¿Quizá cuando íbamos a la escuela?
Pero ya entonces las campanas sonaban
compungidas y grises como lluvia y muerte.
Ya entonces las voces de los adultos
eran débiles e insonoras como si buscasen a tientas
y en vano las palabras dominicales.
El olor a humedad y a pan mohoso,
a sueño, botas de goma y achicoria
ya subía entonces por la escalera
y la calle, que estaba dura, vacía y diferente
de una manera desolada
El olor dominical nos forraba
con la gruesa capa de la decepción
que sigue a una expectativa
sin meta específica.
Pero, entonces ¿cuándo? En un lugar anterior a la memoria
hubo felicidad, una expectativa irresistible
que todavía nadie había sido capaz de defraudar.
Entonces las campanas significaban que papá estaba en casa,
el bigote, las negras cejas y el olor a tabaco mascado
estaban allí y allí quedaban, en un lugar cercano,
y quizá la risa de tu joven madre
sonaba más alegre que los otros días.
Es domingo. Tú nunca encontrarás
un nuevo amor ese día.
Estás sentada en el cuarto de estar
apabullada y rígida como una figura de cartón
a los ojos de los niños.
Escarban con los pies
y se pelean sin energía.
«Deberíamos hacer algo», dices.
«Sí», dice una voz detrás del periódico.
Entonces os calláis los dos, porque todo lo que tenéis ganas
de hacer es oculto y secreto
y sería inaceptable para el otro.
Las campanas de la iglesia suenan. Las narices de los niños
se llenan de desesperanzado olor heredado.
Sobre sus dulces rostros se desliza
una fealdad pasajera.
Una luz marchita
nace en sus ojos.
Pero todos esperamos el domingo
toda la semana, toda nuestra vida,
esperamos la ilusión de cientos
de largos domingos vacíos, agotadores.
Día familiar, día de pensión,
el infierno de los amantes secretos.
Ese día en que la nauseabunda grisura de los adultos
impregna a los niños y establece
la incomprensible melancolía dominical de los años venideros.
Tove Ditlevsen
(Traducción de Francisco J. Uriz)
Nunca ocurre nada los domingos.
Nunca encuentras un nuevo amor en domingo.
Es el día de los infelices.
Día de pensión o día de familia.
Las horas más dolorosas de la amante
cuando se imagina a su amado
con sus hijos en las rodillas
mientras su mujer, sonriente,
entra y sale con tentadoras bandejas.
Un día maldito.
Alguna vez tuvo que haber sido diferente.
¿Por qué si no tendríamos todos
que esperar con ansias el domingo durante toda la semana?
¿Quizá cuando íbamos a la escuela?
Pero ya entonces las campanas sonaban
compungidas y grises como lluvia y muerte.
Ya entonces las voces de los adultos
eran débiles e insonoras como si buscasen a tientas
y en vano las palabras dominicales.
El olor a humedad y a pan mohoso,
a sueño, botas de goma y achicoria
ya subía entonces por la escalera
y la calle, que estaba dura, vacía y diferente
de una manera desolada
El olor dominical nos forraba
con la gruesa capa de la decepción
que sigue a una expectativa
sin meta específica.
Pero, entonces ¿cuándo? En un lugar anterior a la memoria
hubo felicidad, una expectativa irresistible
que todavía nadie había sido capaz de defraudar.
Entonces las campanas significaban que papá estaba en casa,
el bigote, las negras cejas y el olor a tabaco mascado
estaban allí y allí quedaban, en un lugar cercano,
y quizá la risa de tu joven madre
sonaba más alegre que los otros días.
Es domingo. Tú nunca encontrarás
un nuevo amor ese día.
Estás sentada en el cuarto de estar
apabullada y rígida como una figura de cartón
a los ojos de los niños.
Escarban con los pies
y se pelean sin energía.
«Deberíamos hacer algo», dices.
«Sí», dice una voz detrás del periódico.
Entonces os calláis los dos, porque todo lo que tenéis ganas
de hacer es oculto y secreto
y sería inaceptable para el otro.
Las campanas de la iglesia suenan. Las narices de los niños
se llenan de desesperanzado olor heredado.
Sobre sus dulces rostros se desliza
una fealdad pasajera.
Una luz marchita
nace en sus ojos.
Pero todos esperamos el domingo
toda la semana, toda nuestra vida,
esperamos la ilusión de cientos
de largos domingos vacíos, agotadores.
Día familiar, día de pensión,
el infierno de los amantes secretos.
Ese día en que la nauseabunda grisura de los adultos
impregna a los niños y establece
la incomprensible melancolía dominical de los años venideros.
Tove Ditlevsen
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
Cara a cara
En febrero lo vivo estaba inmóvil.
Los pájaros preferían no volar y el alma
roía en el paisaje como un barco
roza en el muelle al cual está amarrado.
Los árboles nos daban la espalda.
La altura de la nieve se medía con juncos.
Envejecían las huellas de pasos sobre el hielo.
Se derretía el lenguaje bajo un toldo.
Algo llegó hasta la ventana un día.
Se detuvo el trabajo, yo levanté la vista.
Los colores ardían. Todo se dio la vuelta.
El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro.
Tomas Tranströmer
En febrero lo vivo estaba inmóvil.
Los pájaros preferían no volar y el alma
roía en el paisaje como un barco
roza en el muelle al cual está amarrado.
Los árboles nos daban la espalda.
La altura de la nieve se medía con juncos.
Envejecían las huellas de pasos sobre el hielo.
Se derretía el lenguaje bajo un toldo.
Algo llegó hasta la ventana un día.
Se detuvo el trabajo, yo levanté la vista.
Los colores ardían. Todo se dio la vuelta.
El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro.
Tomas Tranströmer
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- Rhoda_Woolf
- Mensajes: 15
- Registrado: 22 Feb 2014 11:01
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
Sábados
Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo,
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
La tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre, la multitud de tu hermosura.
A despecho de tu desamor
tu hermosura
prodiga su milagro por el tiempo.
Esta en ti la ventura
como la primavera en la hoja nueva.
Ya casi no soy nadie,
soy tan solo ese anhelo
que se pierde en la tarde.
En ti esta la delicia
como esta la crueldad en las espadas.
Agravando la reja esta la noche.
En la sala severa
se buscan como ciegos nuestras dos soledades.
Sobrevive a la tarde
la blancura gloriosa de tu carne.
En nuestro amor hay una pena
que se parece al alma.
Tú
que ayer solo eras toda hermosura
eres también todo amor, ahora.
Jorge Luis Borges
Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo,
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
La tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre, la multitud de tu hermosura.
A despecho de tu desamor
tu hermosura
prodiga su milagro por el tiempo.
Esta en ti la ventura
como la primavera en la hoja nueva.
Ya casi no soy nadie,
soy tan solo ese anhelo
que se pierde en la tarde.
En ti esta la delicia
como esta la crueldad en las espadas.
Agravando la reja esta la noche.
En la sala severa
se buscan como ciegos nuestras dos soledades.
Sobrevive a la tarde
la blancura gloriosa de tu carne.
En nuestro amor hay una pena
que se parece al alma.
Tú
que ayer solo eras toda hermosura
eres también todo amor, ahora.
Jorge Luis Borges
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
No sabía muy bien donde podría encajar, pero al ser un tema de triste actualidad: ayer, hoy, mañana, lo dejo aquí.
Aquí
sobre vuestros pechos
persistimos
como una muralla
en vuestras fauces,
como cascos de vidrio
imperturbables,
y en vuestros ojos
como una tempestad de fuego.
Aquí
sobre vuestros pechos
persistimos
como una muralla
en lavar los platos en vuestros tugurios,
en llenar los vasos de los señores,
en frotar el enlosado de las cocinas negras
para poder sacar
el bocado de nuestros hijos
de vuestros colmillos azules.
Aquí
sobre vuestros pechos
persistimos
como una muralla
hambrientos,
desnudos,
provocadores,
declamando poemas.
Somos los guardianes de la sombra,
de los naranjos y de los olivos,
sembramos las ideas como la levadura en la masa,
nuestros nervios son de hielo,
pero nuestros corazones vomitan fuego;
cuando tengamos sed
exprimiremos las piedras,
y comeremos tierra
cuando estemos hambrientos.
Pero no nos iremos
y no seremos avaros con nuestra sangre.
Aquí
tenemos un pasado
y un presente.
Aquí
nuestro futuro.
(Tawfik Az-Zayad)
Aquí
sobre vuestros pechos
persistimos
como una muralla
en vuestras fauces,
como cascos de vidrio
imperturbables,
y en vuestros ojos
como una tempestad de fuego.
Aquí
sobre vuestros pechos
persistimos
como una muralla
en lavar los platos en vuestros tugurios,
en llenar los vasos de los señores,
en frotar el enlosado de las cocinas negras
para poder sacar
el bocado de nuestros hijos
de vuestros colmillos azules.
Aquí
sobre vuestros pechos
persistimos
como una muralla
hambrientos,
desnudos,
provocadores,
declamando poemas.
Somos los guardianes de la sombra,
de los naranjos y de los olivos,
sembramos las ideas como la levadura en la masa,
nuestros nervios son de hielo,
pero nuestros corazones vomitan fuego;
cuando tengamos sed
exprimiremos las piedras,
y comeremos tierra
cuando estemos hambrientos.
Pero no nos iremos
y no seremos avaros con nuestra sangre.
Aquí
tenemos un pasado
y un presente.
Aquí
nuestro futuro.
(Tawfik Az-Zayad)
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
"Nocturno sin patria"
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.
Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire...
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie...
Y todos tienen su parcela de aire.
(Jorge Debravo)
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.
Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire...
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie...
Y todos tienen su parcela de aire.
(Jorge Debravo)
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
OTOÑO
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Juan Ramón Jiménez
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Juan Ramón Jiménez
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- Aben Razín
- Vivo aquí
- Mensajes: 57552
- Registrado: 19 Feb 2009 14:28
- Ubicación: Al lado del Torico.
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
A veces pienso que algo se prepara.
Cada mañana veo en el espejo
un hombre que me mira, un hombre viejo,
un viejo que me mira cara a cara.
No le conozco, pero -cosa rara-
me mira con sonrisa de conejo
y me coge el cepillo, si le dejo,
y se afeita en mis barbas, y no para.
Y no para y no para de imitarme.
No sé si es un actor o es un abuelo,
un viejo actor que estudia bien mis gestos
o un abuelo que viene a consolarme.
Es más viejo que yo, ya es un consuelo,
mi compañero de los ratos estos.
(La edad - Llorenç Gomis)
Cada mañana veo en el espejo
un hombre que me mira, un hombre viejo,
un viejo que me mira cara a cara.
No le conozco, pero -cosa rara-
me mira con sonrisa de conejo
y me coge el cepillo, si le dejo,
y se afeita en mis barbas, y no para.
Y no para y no para de imitarme.
No sé si es un actor o es un abuelo,
un viejo actor que estudia bien mis gestos
o un abuelo que viene a consolarme.
Es más viejo que yo, ya es un consuelo,
mi compañero de los ratos estos.
(La edad - Llorenç Gomis)
Pasado: Los perdedores de la Historia de España de Fernando García de Cortázar.
Presente: La deseada de Maryse Condé.
Futuro: Adiós muchachos de Sergio Ramírez.
Presente: La deseada de Maryse Condé.
Futuro: Adiós muchachos de Sergio Ramírez.
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
Día de otoño
Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.
Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.
No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.
Rainer Maria Rilke
Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.
Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.
No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.
Rainer Maria Rilke
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
Atardecer de septiembre
No olvidéis esa tarde de septiembre,
ni las horas aquellas gloriosas del crepúsculo:
vuestros cuerpos supieron
—en el destartalado, triste cuarto
que la ocasión dispuso— ser alegres y jóvenes
y arrebatarle al tiempo,
en breve espacio, tanto paraíso.
Las cosas como fueron de Eloy Sánchez Rosillo
No olvidéis esa tarde de septiembre,
ni las horas aquellas gloriosas del crepúsculo:
vuestros cuerpos supieron
—en el destartalado, triste cuarto
que la ocasión dispuso— ser alegres y jóvenes
y arrebatarle al tiempo,
en breve espacio, tanto paraíso.
Las cosas como fueron de Eloy Sánchez Rosillo
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
bajo el cielo fiel junio corría
arrastrando en sus aguas dulces fechas,
ardientes horas en la luz deshechas,
frutos y labios que mi sed asía.
Sobre mi juventud junio corría:
golpeaban mi ser sus aguas flechas,
despeñadas y obscuras en las brechas
que su avidez en ráfagas abría.
Ay, presuroso junio nunca mío,
invisible entre puros resplandores,
mortales horas en terribles goces,
¡cómo alzabas mi ser, crecido río,
en júbilos sin voz, mudos clamores,
viva espada de luz entre dos voces!
Octavio Paz
arrastrando en sus aguas dulces fechas,
ardientes horas en la luz deshechas,
frutos y labios que mi sed asía.
Sobre mi juventud junio corría:
golpeaban mi ser sus aguas flechas,
despeñadas y obscuras en las brechas
que su avidez en ráfagas abría.
Ay, presuroso junio nunca mío,
invisible entre puros resplandores,
mortales horas en terribles goces,
¡cómo alzabas mi ser, crecido río,
en júbilos sin voz, mudos clamores,
viva espada de luz entre dos voces!
Octavio Paz
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
TRANSMUTACIÓN DE LA ENERGÍA
El aire sofocante del verano
es el medio por el que se propaga
esta extraña energía de la vida,
que a veces amenaza con borrarnos:
pasa una moto lejos, tal vez una pareja,
buscando un sitio oculto
donde follar en calma,
o vete a saber quiénes;
cerca, en la calle, ríe
un grupo de vecinos,
comentarios obscenos, griterío soez,
la vorágine absurda y cotidiana;
el eco de un ladrido, las vigas de madera,
que crujen, como si lamentasen
lo que tienen que oír y lo que han visto.
Una pequeña selva inextricable.
Tú acechas en la sombra,
te preguntas, insomne,
cuánto tiempo te han dado
antes de que el azar dé con tus huellas,
antes de que el azar se te abalance,
antes de que el azar tire la puerta abajo
y que la vida, enloquecida, ruja,
en tu oído, implacable, hasta borrarte.
Los países nocturnos - Carlos Marzal
El aire sofocante del verano
es el medio por el que se propaga
esta extraña energía de la vida,
que a veces amenaza con borrarnos:
pasa una moto lejos, tal vez una pareja,
buscando un sitio oculto
donde follar en calma,
o vete a saber quiénes;
cerca, en la calle, ríe
un grupo de vecinos,
comentarios obscenos, griterío soez,
la vorágine absurda y cotidiana;
el eco de un ladrido, las vigas de madera,
que crujen, como si lamentasen
lo que tienen que oír y lo que han visto.
Una pequeña selva inextricable.
Tú acechas en la sombra,
te preguntas, insomne,
cuánto tiempo te han dado
antes de que el azar dé con tus huellas,
antes de que el azar se te abalance,
antes de que el azar tire la puerta abajo
y que la vida, enloquecida, ruja,
en tu oído, implacable, hasta borrarte.
Los países nocturnos - Carlos Marzal
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
¡Marzo! ¡Viene Marzo...! El astro de rubios
cabellos, la huerta satura y orea.
Son las brisas tibias y llenas de efluvios...
¡Marzo! ¡Viene Marzo! ¡Bendito sea!
Las flores despierta de su frío sueño
abriendo a los besos del sol sus corolas
sobre los sembrados de verdor risueño
florecen sangrientas miles de amapolas.
Bulliciosas aves van en batallones
por el claro espacio batiendo las alas.
El almendro, mágico, rompe sus botones
y los tallos viste con sus níveas galas.
¡Marzo! ¡Viene Marzo pródigo y amigo
reanimando vidas y sembrando flores!
¡Marzo, te saludo! ¡Marzo, te bendigo!
Miguel Hernández
cabellos, la huerta satura y orea.
Son las brisas tibias y llenas de efluvios...
¡Marzo! ¡Viene Marzo! ¡Bendito sea!
Las flores despierta de su frío sueño
abriendo a los besos del sol sus corolas
sobre los sembrados de verdor risueño
florecen sangrientas miles de amapolas.
Bulliciosas aves van en batallones
por el claro espacio batiendo las alas.
El almendro, mágico, rompe sus botones
y los tallos viste con sus níveas galas.
¡Marzo! ¡Viene Marzo pródigo y amigo
reanimando vidas y sembrando flores!
¡Marzo, te saludo! ¡Marzo, te bendigo!
Miguel Hernández
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Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
¡Qué hermosura de poema!
Gracias madison
Gracias madison
Re: El poema del día (o del mes, o de la estación...)
La Primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
_ recordé _, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡ Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar !
Antonio Machado
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
_ recordé _, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡ Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar !
Antonio Machado
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