Angel de Saavedra Duque de Rivas
Publicado: 11 Ago 2005 23:13
ficha editada por la moderacióm
Con once heridas mortales,
hecha pedazos la espada,
el caballero sin aliento
y perdida la batalla,
manchado de sangre y polvo,
en noche oscura y nublada,
en Ontígola vencido
y deshecha mi esperanza,
casi en brazos de la muerte
el laso potro aguijaba
sobre cadáveres yertos
y armaduras destrozadas.
Y por una oculta senda
que el Cielo me depara,
entre sustos y congojas
llegar logré a Villacañas.
La hermosísima Filena,
de mi desastre apiadada,
me ofreció su hogar, su lecho
y consuelo a mis desgracias.
Registróme las heridas,
y con manos delicadas
me limpió el polvo y la sangre
que en negro raudal manaban.
Curábame las heridas,
y mayores me las daba;
curábame el cuerpo,
me las causaba en el alma.
Yo, no pudiendo sufrir
el fuego en que me abrazaba,
díjele; "Hermosa Filena,
basta de curarme, basta.
Más crueles son tus ojos
que las polonesas lanzas:
ellas hirieron mi cuerpo
y ellos el alma me abrasan.
Tuve contra Marte aliento
en las sangrientas batallas,
y contra el rapaz Cupido
el aliento ahora me falta.
Deja esa cura, Filena;
déjala, que más me agrabas;
deja la cura del cuerpo,
atiende a curarme el alma".
CON ONCE HERIDAS MORTALESLos Poetas escribió:DUQUE DE RIVAS
(1791 – 1865)El Duque de Rivas; Ángel Saavedra, Nació en Córdoba. Perteneció al partido liberal, lo que lo coloca en oposición a Fernando VII. Por esto, tiene que irse al exilio, como otros de su época. Recorrió Malta, Francia, Inglaterra e Italia. En todos estos lugares estableció contacto con escritores que cultivaron el Romanticismo.
Al regresar a España tras la amnistía a los exiliados a Madrid, su éxito fue rotundo. Además de sus obras dramáticas, el Duque de Rivas escribió poesía. Sobresale por sus romances históricos, destacando entre ellos Un Castellano Leal y La Antigualla de Sevilla. También escribió leyendas, como hacen y harán sus coetáneos románticos, entre ellos Zorrilla. Muere en Madrid, siendo Director de la Real Academia de la Lengua.
En cuanto a las cualidades de su poesía, sin tocar las de dramaturgo, podrían resumirse diciendo que, aunque sus romances no gozan de la sobriedad encantadora de los romances llamados viejos, gozan de una brillantez descriptiva y plástica incalculable. Tanto los romances como las leyendas, un tanto fantásticas, tienen una fuerza, intriga y exotismo que absorben la atención del lector. El colorido local del medioevo y los valores caballerescos, unidos a una versificación e imaginería geniales, hacen del Duque de Rivas uno de los más gloriosos e influyentes autores del Romanticismo español.
Con once heridas mortales,
hecha pedazos la espada,
el caballero sin aliento
y perdida la batalla,
manchado de sangre y polvo,
en noche oscura y nublada,
en Ontígola vencido
y deshecha mi esperanza,
casi en brazos de la muerte
el laso potro aguijaba
sobre cadáveres yertos
y armaduras destrozadas.
Y por una oculta senda
que el Cielo me depara,
entre sustos y congojas
llegar logré a Villacañas.
La hermosísima Filena,
de mi desastre apiadada,
me ofreció su hogar, su lecho
y consuelo a mis desgracias.
Registróme las heridas,
y con manos delicadas
me limpió el polvo y la sangre
que en negro raudal manaban.
Curábame las heridas,
y mayores me las daba;
curábame el cuerpo,
me las causaba en el alma.
Yo, no pudiendo sufrir
el fuego en que me abrazaba,
díjele; "Hermosa Filena,
basta de curarme, basta.
Más crueles son tus ojos
que las polonesas lanzas:
ellas hirieron mi cuerpo
y ellos el alma me abrasan.
Tuve contra Marte aliento
en las sangrientas batallas,
y contra el rapaz Cupido
el aliento ahora me falta.
Deja esa cura, Filena;
déjala, que más me agrabas;
deja la cura del cuerpo,
atiende a curarme el alma".