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Los señores del alma - Leopoldo María Panero

Publicado: 26 Jul 2015 18:42
por lucia
Los señores del alma
Poemas del manicomio del doctor Rafael Inglot
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Colección: El Club Diógenes / CD-188
año: 2002
ISBN: 84-7702-408-1
págs: 128
precio: 5,90EUR
Valdemar escribió:Catalogado como «enfant terrible» o, simplemente, «loco», Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) es autor de la obra poética más radical y singular de la poesía española de los últimos tiempos. Pese a haber publicado hasta la fecha cerca de veinte libros de poesía, además de otros volúmenes de narraciones y ensayos, Leopoldo María Panero sigue siendo el último tabú de su generación, un autor condenado a la marginalidad y el escándalo, recluido la mayor parte de su vida en sanatorios psiquiátricos.

Recientemente, la Colección Visor de Poesía ha reunido en un volumen su poesía completa hasta el año 2000. En octubre de 2001 apareció en El Club Diógenes (núm. 168) Águila contra el hombre / Poemas para un suicidamiento. Los señores del alma (octubre de 2002) fue escrito en el manicomio del Dr. Rafael Inglot.

Re: Los señores del alma - Leopoldo María Panero

Publicado: 13 Ago 2015 00:13
por Pipeline
Ya hace más de un año que nos dejó... Supongo que casi todos llegamos a Panero a través de la película de Jaime Chávarri "El Desencanto", sus problemas mentales truncaron lo que podía haber sido la obra de un genio, en contra de lo que piensan muchos, la enfermedad le lastró, más que ayudarle. Pongo un poemilla suyo, para recordarlo.

EL LOCO

He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.