Los ensayos - Michel de Montaigne
Moderador: Pseudoabulafia
Los ensayos - Michel de Montaigne
Michel de Montaigne
Los ensayos
(según la edición de 1595
de Marie de Gournay)
Edición y traducción de J. Bayod Brau
El Acantilado, 153
Ensayo
ISBN: 978-84-96834-17-0
1738 páginas - 58 €
2ª edición
En 1580, Michel de Montaigne dio a la imprenta la primera edición de sus dos libros de Los ensayos. El éxito fue tan arrollador que, dos años más tarde, apareció una nueva edición, aumentada con un tercer libro y con notables adiciones y correcciones en los dos primeros. Se completaba así la redacción de uno de los libros que mayor prestigio e influencia han tenido en el pensamiento occidental. Sin embargo, el gentilhombre perigordino siguió trabajando en el texto de sus ensayos hasta su muerte, acaecida en 1592. Tres años más tarde, Marie de Gournay, «fille d’alliance» de Montaigne, presentaba una edición de Los ensayos siguiendo las instrucciones que le diera su autor, edición que durante siglos ha sido considerada canónica, hasta que Strowski preparó la suya entre 1906 y 1933. Hoy, el de Marie de Gournay es visto de nuevo, con justicia, como el texto de referencia, y sirve de base a todas las ediciones recientes fiables. Éste es también el que el lector hispano encontrará en la presente edición, enriquecida con referencias a los múltiples estadios que experimentó el texto y con un completo aparato de notas. Una edición útil al especialista y próxima al lector común.
Notas de prensa
"Como Cervantes o Shakespeare si empezamos a leerlo nos acompañará a lo largo de toda nuestra vida, y a medida que pase el tiempo y sigamos leyendo nos enseñará cosas que ni siquiera habíamos sospechado en las primeras lecturas."
Antonio Muñoz Molina, El País
"Sus ensayos son, hoy más que nunca, una isla de sensatez a la que acudir cuando el crimen, la imbecilidad y el cinismo se nos hacen insoportables."
Félix de Azúa, El Periódico
"Una obra espléndida, editada con esmero, bien traducida y anotada, que tanto sirve al especialista como al lector común."
Luis Fernando Moreno Claros, El País
"Esta edición de los ensayos de Montaigne es una apetecible ocasión de leer a uno de los padres del pensamiento liberal europeo... ¡Que festín azoriniano!"
Luis Antonio de Villena, El Mundo
"Sin Montaigne, tal vez no habría hecho Shakespeare enraizar a Calibán ni volar a Ariel, ni Proust jugar al Yo entre los reflujos de la memoria que hace del magma de la vida una historia y al pasado, una construcción del deseo presente."
Blas Matamoro, ABC
"Imprescindibles."
Enrique Vila-Matas
"En Los ensayos de Montaigne tienen cabida el relato, la poesía, la filosofía o la crónica, porque un buen ensayo es síntesis de lo mejor."
Andrés Trapiello, La Vanguardia
http://www.acantilado.es/ficha.asp?id=352
Es un lujo de libro le tenía unas ganas
Los ensayos
(según la edición de 1595
de Marie de Gournay)
Edición y traducción de J. Bayod Brau
El Acantilado, 153
Ensayo
ISBN: 978-84-96834-17-0
1738 páginas - 58 €
2ª edición
En 1580, Michel de Montaigne dio a la imprenta la primera edición de sus dos libros de Los ensayos. El éxito fue tan arrollador que, dos años más tarde, apareció una nueva edición, aumentada con un tercer libro y con notables adiciones y correcciones en los dos primeros. Se completaba así la redacción de uno de los libros que mayor prestigio e influencia han tenido en el pensamiento occidental. Sin embargo, el gentilhombre perigordino siguió trabajando en el texto de sus ensayos hasta su muerte, acaecida en 1592. Tres años más tarde, Marie de Gournay, «fille d’alliance» de Montaigne, presentaba una edición de Los ensayos siguiendo las instrucciones que le diera su autor, edición que durante siglos ha sido considerada canónica, hasta que Strowski preparó la suya entre 1906 y 1933. Hoy, el de Marie de Gournay es visto de nuevo, con justicia, como el texto de referencia, y sirve de base a todas las ediciones recientes fiables. Éste es también el que el lector hispano encontrará en la presente edición, enriquecida con referencias a los múltiples estadios que experimentó el texto y con un completo aparato de notas. Una edición útil al especialista y próxima al lector común.
Notas de prensa
"Como Cervantes o Shakespeare si empezamos a leerlo nos acompañará a lo largo de toda nuestra vida, y a medida que pase el tiempo y sigamos leyendo nos enseñará cosas que ni siquiera habíamos sospechado en las primeras lecturas."
Antonio Muñoz Molina, El País
"Sus ensayos son, hoy más que nunca, una isla de sensatez a la que acudir cuando el crimen, la imbecilidad y el cinismo se nos hacen insoportables."
Félix de Azúa, El Periódico
"Una obra espléndida, editada con esmero, bien traducida y anotada, que tanto sirve al especialista como al lector común."
Luis Fernando Moreno Claros, El País
"Esta edición de los ensayos de Montaigne es una apetecible ocasión de leer a uno de los padres del pensamiento liberal europeo... ¡Que festín azoriniano!"
Luis Antonio de Villena, El Mundo
"Sin Montaigne, tal vez no habría hecho Shakespeare enraizar a Calibán ni volar a Ariel, ni Proust jugar al Yo entre los reflujos de la memoria que hace del magma de la vida una historia y al pasado, una construcción del deseo presente."
Blas Matamoro, ABC
"Imprescindibles."
Enrique Vila-Matas
"En Los ensayos de Montaigne tienen cabida el relato, la poesía, la filosofía o la crónica, porque un buen ensayo es síntesis de lo mejor."
Andrés Trapiello, La Vanguardia
http://www.acantilado.es/ficha.asp?id=352
Es un lujo de libro le tenía unas ganas
os dejo un artículo que acabo de leer sobre este libro y que me hace morderme las uñas hasta que lo consiga;
Tal es la vigencia del legado humano, literario y filosófico al que dedicó sus últimos años el autor francés que la misma editorial Acantilado publicará en los próximos días Montaigne, de Stefan Zweig, un vívido complemento para el libro que nos ocupa y que supera las 1700 páginas; ninguna de ellas con fecha de caducidad.
Orson Welles reconoció: «Lo leo cada semana, a la manera en que la gente lee la Biblia, no durante mucho rato. Abro mi Montaigne, leo una página o dos, por placer, sin más». De semejante gozo como lector hablaba el crítico Eugenio Trías recientemente. Y con la misma entrega se han volcado en este libro autores tan imprescindibles y dispares como Gustave Flaubert, Friedrich Nietzsche o nuestro Josep Pla.
Editada originalmente en 1580, la obra fue un éxito desde el día de su publicación. Hecho que, por otra parte, no importó tanto a Michel de Montaigne (1533-1592), que siguió trabajando en ella hasta su muerte. La presente edición, impecable en su traducción y anotaciones, reproduce la que presentara Marie de Gournay, que ha resultado ser el texto de referencia, aunque durante casi 30 años Fortunat Strowski preparara y reprodujera otra.
Recomendamos este libro mediante un artículo de Rafael Argullol. ¿Te apetece leerlo? ¿Lo has leído ya? Nos gustaría conocer tu opinión.
***
¿Por qué Montaigne?
Rafael Argullol
Uno de los pocos autores clásicos que se citan últimamente con cierta frecuencia es Montaigne. Y no sólo se cita sino que se publica de nuevo en muchos países de Europa. Aquí ha tenido un éxito inesperado la traducción catalana reciente, realizada por Proa, y para noviembre se anuncia por parte de la editorial Acantilado la edición de los Ensayos según la edición póstuma de 1595 preparada por Madame de Gournay, ferviente discípula de Montaigne.
Por su propia textura los Ensayos invitan a la cita, y no olvidemos que Montaigne mismo construyó su obra sirviéndose, a modo de andamios, de una interminable sucesión de citas procedentes de la cultura griega y latina. Citar a Montaigne es, en cierta manera, seguir el juego por él propuesto ya que en ningún momento creyó que un escritor debía ser original, en el celoso sentido moderno, sino que, por el contrario, consideró que todo libro, por innovador que fuera, no dejaba de ser una glosa de los libros que previamente habían sido escritos.
Como literato Montaigne mismo fue, simultáneamente, un revolucionario y un tradicionalista. Al considerarse con una radicalidad sin precedentes el objeto de estudio de su libro fue un revolucionario. Recogió el desafío planteado diez siglos antes por San Agustín en las Confesiones, con el riesgo añadido de no poseer la fe de éste sino un escepticismo poco dado a ampararse en las creencias religiosas.
Pero también fue un tradicionalista con convicciones muy arraigadas con respecto a la jerarquía; la excelencia. Naturalmente, por su formación humanista, Montaigne estaba convencido de la superioridad de los valores clásicos. De ahí su gusto por las citas que en los Ensayos aparecen como compendios lapidarios de la maestría antigua.
Tan convencido estaba Montaigne de esta autoridad que su espacio vital íntimo, en la habitación más alta de su ahora famosa torre, estaba dominado por la presencia de los que tenía por sus maestros. Desde su mesa de trabajo se aseguró una visión de conjunto de su biblioteca, formada por un millar de volúmenes dispuestos en estanterías curvadas que seguían el curso del muro circular. Los libros, decía, le protegían. Además hizo labrar las vigas de la torre con sus sentencias favoritas. Quien quiera reconocer la columna vertebral sobre la que se sostienen los Ensayos tiene que leer obligadamente esta refinada antología formada por cincuenta y siete sentencias, en las que destaca el Eclesiastés al lado de Platón. Sófocles y Eurípides.
Sin embargo Montaigne no era únicamente tradicionalista porque respetaba la autoridad espiritual de la tradición antigua sino porque, en medio de una época de gran incertidumbre, marcada por violentas guerras de religión, pensaba que era necesario preservar los cauces que conducían a los hombres de generación en generación. Socarrón y poco dado a la reverencia Montaigne recomendaba, no obstante, el respeto de los rituales y de las costumbres. Experimental y osado en su pensamiento, hasta explorar regiones inéditas, detestaba el escándalo fácil y nunca cedió ante la tentación de la iconoclastia.
Es muy probable que sea esta sutil combinación entre rebeldía moral y respeto por la tradición la que ha erigido a Montaigne en uno de las escasos interlocutores de calidad literaria a los que rinde homenaje nuestra época, aunque sea a pequeñas dosis. Los Ensayos aparecen como una propuesta abierta, sin rigideces, elegantemente estoica, pero, al mismo tiempo, como un texto apasionado y exigente. No hay en ellos ninguna verdad absoluta aunque, como contrapartida, hay una continua búsqueda de la verdad.
Montaigne encaja bien, si así puede decirse, en esta época nuestra de gran resaca en la que la retirada, mar adentro, de los dogmas ideológicos ha dejado al descubierto una interminable tierra baldía. Para los depredadores que pululan en el erial Montaigne, que estaba lejos de ser un moralista, es un pensador excesivamente moral. Prefieren directamente a los cínicos. Además el hedonismo pausado de Montaigne poco tiene que ver con la rapacidad que quiere ser presentada con máscara hedonista.
En el otro lado, a los dogmáticos Montaigne se les hace doblemente incómodo porque no sólo va por otro camino sino que se ríe abiertamente del que ellos recorren. Los siglos XIX y XX fueron por lo general poco propicios al tipo de talante intelectual que se expande en los Ensayos, por más que, desde luego, no faltaron los que agradecieron su indagación antidogmática (entre ellos, aquí, Josep Pla, como es bien conocido). El exhibicionismo ideológico de estos dos últimos siglos hizo que se prefiriera a los grandes constructores de sistemas como Hegel o Marx, o a aquella vanguardia que oponía temerariamente -como después se ha visto- la revolución a la tradición. Hombres como Spinoza, Pascal o Goethe, pese a la enorme talla que se les otorgaba, nada tenían que hacer en un mundo de verdades establecidas por la ideología.
Algo similar ha ocurrido con Montaigne, quien ahora aparece más moderno a nuestros ojos que tantos próceres de la modernidad que han suscitado apostolados multitudinarios. Cualquier cita de los Ensayos de Montaigne aparenta ser fresca y prometedora frente a las enumeradas doctrinas de los dogmáticos. Claro que también cualquiera de las citas escogidas por Montaigne para ser grabadas en las vigas de su torre podría encabezar alguno de nuestros pensamientos en el caso de que nos decidiéramos todavía a pensar. Al fin y al cabo fue Montaigne quien popularizó la frase de Terencio que tantos han utilizado: "Soy un hombre; nada humano me es ajeno".
Artículo publicado en El País el 25 de septiembre de 2007
Tal es la vigencia del legado humano, literario y filosófico al que dedicó sus últimos años el autor francés que la misma editorial Acantilado publicará en los próximos días Montaigne, de Stefan Zweig, un vívido complemento para el libro que nos ocupa y que supera las 1700 páginas; ninguna de ellas con fecha de caducidad.
Orson Welles reconoció: «Lo leo cada semana, a la manera en que la gente lee la Biblia, no durante mucho rato. Abro mi Montaigne, leo una página o dos, por placer, sin más». De semejante gozo como lector hablaba el crítico Eugenio Trías recientemente. Y con la misma entrega se han volcado en este libro autores tan imprescindibles y dispares como Gustave Flaubert, Friedrich Nietzsche o nuestro Josep Pla.
Editada originalmente en 1580, la obra fue un éxito desde el día de su publicación. Hecho que, por otra parte, no importó tanto a Michel de Montaigne (1533-1592), que siguió trabajando en ella hasta su muerte. La presente edición, impecable en su traducción y anotaciones, reproduce la que presentara Marie de Gournay, que ha resultado ser el texto de referencia, aunque durante casi 30 años Fortunat Strowski preparara y reprodujera otra.
Recomendamos este libro mediante un artículo de Rafael Argullol. ¿Te apetece leerlo? ¿Lo has leído ya? Nos gustaría conocer tu opinión.
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¿Por qué Montaigne?
Rafael Argullol
Uno de los pocos autores clásicos que se citan últimamente con cierta frecuencia es Montaigne. Y no sólo se cita sino que se publica de nuevo en muchos países de Europa. Aquí ha tenido un éxito inesperado la traducción catalana reciente, realizada por Proa, y para noviembre se anuncia por parte de la editorial Acantilado la edición de los Ensayos según la edición póstuma de 1595 preparada por Madame de Gournay, ferviente discípula de Montaigne.
Por su propia textura los Ensayos invitan a la cita, y no olvidemos que Montaigne mismo construyó su obra sirviéndose, a modo de andamios, de una interminable sucesión de citas procedentes de la cultura griega y latina. Citar a Montaigne es, en cierta manera, seguir el juego por él propuesto ya que en ningún momento creyó que un escritor debía ser original, en el celoso sentido moderno, sino que, por el contrario, consideró que todo libro, por innovador que fuera, no dejaba de ser una glosa de los libros que previamente habían sido escritos.
Como literato Montaigne mismo fue, simultáneamente, un revolucionario y un tradicionalista. Al considerarse con una radicalidad sin precedentes el objeto de estudio de su libro fue un revolucionario. Recogió el desafío planteado diez siglos antes por San Agustín en las Confesiones, con el riesgo añadido de no poseer la fe de éste sino un escepticismo poco dado a ampararse en las creencias religiosas.
Pero también fue un tradicionalista con convicciones muy arraigadas con respecto a la jerarquía; la excelencia. Naturalmente, por su formación humanista, Montaigne estaba convencido de la superioridad de los valores clásicos. De ahí su gusto por las citas que en los Ensayos aparecen como compendios lapidarios de la maestría antigua.
Tan convencido estaba Montaigne de esta autoridad que su espacio vital íntimo, en la habitación más alta de su ahora famosa torre, estaba dominado por la presencia de los que tenía por sus maestros. Desde su mesa de trabajo se aseguró una visión de conjunto de su biblioteca, formada por un millar de volúmenes dispuestos en estanterías curvadas que seguían el curso del muro circular. Los libros, decía, le protegían. Además hizo labrar las vigas de la torre con sus sentencias favoritas. Quien quiera reconocer la columna vertebral sobre la que se sostienen los Ensayos tiene que leer obligadamente esta refinada antología formada por cincuenta y siete sentencias, en las que destaca el Eclesiastés al lado de Platón. Sófocles y Eurípides.
Sin embargo Montaigne no era únicamente tradicionalista porque respetaba la autoridad espiritual de la tradición antigua sino porque, en medio de una época de gran incertidumbre, marcada por violentas guerras de religión, pensaba que era necesario preservar los cauces que conducían a los hombres de generación en generación. Socarrón y poco dado a la reverencia Montaigne recomendaba, no obstante, el respeto de los rituales y de las costumbres. Experimental y osado en su pensamiento, hasta explorar regiones inéditas, detestaba el escándalo fácil y nunca cedió ante la tentación de la iconoclastia.
Es muy probable que sea esta sutil combinación entre rebeldía moral y respeto por la tradición la que ha erigido a Montaigne en uno de las escasos interlocutores de calidad literaria a los que rinde homenaje nuestra época, aunque sea a pequeñas dosis. Los Ensayos aparecen como una propuesta abierta, sin rigideces, elegantemente estoica, pero, al mismo tiempo, como un texto apasionado y exigente. No hay en ellos ninguna verdad absoluta aunque, como contrapartida, hay una continua búsqueda de la verdad.
Montaigne encaja bien, si así puede decirse, en esta época nuestra de gran resaca en la que la retirada, mar adentro, de los dogmas ideológicos ha dejado al descubierto una interminable tierra baldía. Para los depredadores que pululan en el erial Montaigne, que estaba lejos de ser un moralista, es un pensador excesivamente moral. Prefieren directamente a los cínicos. Además el hedonismo pausado de Montaigne poco tiene que ver con la rapacidad que quiere ser presentada con máscara hedonista.
En el otro lado, a los dogmáticos Montaigne se les hace doblemente incómodo porque no sólo va por otro camino sino que se ríe abiertamente del que ellos recorren. Los siglos XIX y XX fueron por lo general poco propicios al tipo de talante intelectual que se expande en los Ensayos, por más que, desde luego, no faltaron los que agradecieron su indagación antidogmática (entre ellos, aquí, Josep Pla, como es bien conocido). El exhibicionismo ideológico de estos dos últimos siglos hizo que se prefiriera a los grandes constructores de sistemas como Hegel o Marx, o a aquella vanguardia que oponía temerariamente -como después se ha visto- la revolución a la tradición. Hombres como Spinoza, Pascal o Goethe, pese a la enorme talla que se les otorgaba, nada tenían que hacer en un mundo de verdades establecidas por la ideología.
Algo similar ha ocurrido con Montaigne, quien ahora aparece más moderno a nuestros ojos que tantos próceres de la modernidad que han suscitado apostolados multitudinarios. Cualquier cita de los Ensayos de Montaigne aparenta ser fresca y prometedora frente a las enumeradas doctrinas de los dogmáticos. Claro que también cualquiera de las citas escogidas por Montaigne para ser grabadas en las vigas de su torre podría encabezar alguno de nuestros pensamientos en el caso de que nos decidiéramos todavía a pensar. Al fin y al cabo fue Montaigne quien popularizó la frase de Terencio que tantos han utilizado: "Soy un hombre; nada humano me es ajeno".
Artículo publicado en El País el 25 de septiembre de 2007
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He ido esta mañana a la librería (a la más famosa de la ciudad), y la pobre chica que estaba ahí para atender al público, la pregunto y no sé que cabeza tendrán o que base de datos, que ni le sonaba el libro, ni lo tenía en ''su información''.
Así que hasta mañana no iré a otro librería a comprarlo.
Por cierto, ¿está en el Corte Inglés? si sabéis que está me ahorro perder el tiempo de irme librería por librería en busca del libro.
Así que hasta mañana no iré a otro librería a comprarlo.
Por cierto, ¿está en el Corte Inglés? si sabéis que está me ahorro perder el tiempo de irme librería por librería en busca del libro.
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Pues no lo sabía , pero de todas formas le había indicado el título y autor...madison escribió:Pués vaya gente vendiendo si no sabe nada de este libro.
Yo lo compré en la librería de mi pueblo sin ningún problema, supomgo que sabes que es de acantilado de tapa dura.
Pero bueno con ése dato, si lo veo en alguna grande superficie, sabré que más o menos como es.
Gracias.
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oh!! montaigne, me encanta, es un filosofo muy carismático, le coges cariño rapidamente. yo me lo paso bastante bien leyendole y además aprendo mucho y no es aburrido como muchos otros, hay algunos que ni los entiendes, montaigne es claro en sus escritos.
sus libros son faciles de encontrar, yo lo pedí en una pequeña libreria y a la semana lo tenía, pero también está en los grandes almacenes.
sus libros son faciles de encontrar, yo lo pedí en una pequeña libreria y a la semana lo tenía, pero también está en los grandes almacenes.
Re: LOS ENSAYOS.-MICHEL DE MONTAIGNE
Estoy pensando en hacerme con los ensayos de Montaigne. Me atrae la edición de Acantilado pero como todos los libros de esta editorial es carísima. ¿Qué edición recomendáis?
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Re: LOS ENSAYOS.-MICHEL DE MONTAIGNE
Yo no dudaría y compraría Acantilado, es un buen libro y merece la pena tenerlo en buen formato
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Re: LOS ENSAYOS.-MICHEL DE MONTAIGNE
De acuerdo. A ver si puedo convencer a alguien para que me lo regale para navidad.
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Re: Los ensayos - Michel de Montaigne
Yo también te recomiendo esta edición. Es un libro para toda la vida.
Tiene unas 1600 páginas. Yo voy leyendo los ensayos poco a poco. Por ejemplo, cuando he terminado un libro más largo y antes de empezar otro, leo uno o dos ensayos. Y siempre me producen la misma sensación: de serenidad, de racionalidad, de equilibrio, de moderación.
Pla decía que dormía muy bien después de leer a Montaigne. A mí me pasa igual.
Tiene unas 1600 páginas. Yo voy leyendo los ensayos poco a poco. Por ejemplo, cuando he terminado un libro más largo y antes de empezar otro, leo uno o dos ensayos. Y siempre me producen la misma sensación: de serenidad, de racionalidad, de equilibrio, de moderación.
Pla decía que dormía muy bien después de leer a Montaigne. A mí me pasa igual.
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Re: Los ensayos - Michel de Montaigne
Yo tengo la edición de Acantilado y la verdad es que voy a tener que hacer como el Sr. Pla decía, coger y antes de dormir leer algunos de sus ensayos y así poco a poco leerlo. Además es curioso porque me lo regalaron dos clientes diferentes en una misma semana por lo que tuve que devolver uno de ellos, se ve que en la FNAC cuando dicen un libro para regalar a un abogado les dicen siempre éste...
Bajo tierra seca de César Pérez Gellida. Blackwater I: La riada de Michael McDowell.
Recuento libros leídos 2024
Recuento de libros adquiridos 2023
Recuento de libros adquiridos 2024
Recuento libros leídos 2024
Recuento de libros adquiridos 2023
Recuento de libros adquiridos 2024
Re: Los ensayos - Michel de Montaigne
Decidido, me estoy leyendo el ensayo sobre Montaigne que la misma editorial Acantilado publicó escrito por Stephan Zweig, y la verdad es que me está encantando así que voy a empezar también los ensayos y los leeré poco a poco.
Bajo tierra seca de César Pérez Gellida. Blackwater I: La riada de Michael McDowell.
Recuento libros leídos 2024
Recuento de libros adquiridos 2023
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Recuento libros leídos 2024
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