Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

En principio incluye biografías, autoayuda, libros de viajes, arte y otros que no sean ensayos o de divulgación.

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SamV
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Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por SamV »

Cuando éramos honrados mercenarios

Páginas: 362
ISBN: 978-84-204-0506-3

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Los artículos reunidos en este libro se han publicado durante un tiempo que ha pasado de la euforia económica al derrumbe. El siglo XXI se abrió con el entusiasmo de la expansión financiera, el crecimiento de la Bolsa, la fiebre inversora, las rentabilidades rápidas, los créditos fáciles y muchas recalificaciones urbanísticas. Tanta frivolidad derivaría pronto en una de las crisis más profundas de la historia reciente. En este tiempo, Arturo Pérez-Reverte ha seguido publicando artículos semanales, como ha hecho puntualmente desde hace casi veinte años. En ellos está el latido de las incertidumbres que han dominado la primera década del siglo. Algunos han resultado premonitorios.

¿Qué es lo que hace que hoy, después de dieciséis años escribiendo semana tras semana, sigan impactando de tal manera estos artículos?

Estos textos son una mirada disidente, crítica y personal sobre el mundo. En una sociedad acostumbrada al tópico, a la manipulación, a la atonía de lo políticamente correcto, los artículos de Arturo Pérez-Reverte se atreven a observar la vida desde un punto de vista personal. Ése es su reto y su valor.

JOSÉ LUIS MARTÍN NOGALES

«Escribo con tanta libertad que me sorprende que me dejen.» ARTURO PÉREZ-REVERTE

http://www.capitanalatriste.com
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salva
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por salva »

Habrá que hacerse con él, ya que tengo Patente de corso y Con ánimo de ofender.
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SamV
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por SamV »

Entonces te falta el de No me cogeréis vivo, que va antes que éste.

También creo que existe uno con sus primeros artículos, pero nunca lo he visto ni sé como se llama.
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Bender
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por Bender »

Creo que venían algunos de sus primeros artículos agrupados con otros relatos en un libro titulado "Obra breve". Yo también lo acabaré comprando, supongo, me gustan sus artículos, pese a cierto abuso de los cojones y eso :D , no es tan fácil hacerlo sin caer en una vulgaridad permanente, y creo que consigue hacerlo bien. Sí, me gusta. Y me encanta cuando habla del mar, para alguien de secano como yo, le hace mucho bien.
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sergio,
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por sergio, »

Una amiga se lo ha comprado a su hermano :lol:
A mí nunca me ha atraído Perez-Recerte, ni en los artículos periodísticos :roll:
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salva
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por salva »

SamV escribió:Entonces te falta el de No me cogeréis vivo, que va antes que éste.

También creo que existe uno con sus primeros artículos, pero nunca lo he visto ni sé como se llama.
Sí ese también le tengo Sam, lo que pasa es que se me olvidó ponerlo :wink:
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salva
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por salva »

Aquí os dejo el artículo que publicó este Domingo en el Semanal.
UNA TUMBA EN DINAMARCA

Desde hace doscientos dos años, en un lugar perdido de la costa danesa frente a la isla de Fionia, donde siempre llueve y hace frío, hay una tumba solitaria. Tiene una cruz y dos sables cruzados sobre una lápida, y está pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia. De vez en cuando aparece encima un ramo de flores; y a veces ese ramo lleva una cinta roja y amarilla. Esto puede llamar, tal vez, la atención de quien pase por allí sin conocer la historia del hombre que yace en esa tumba. Por eso quiero contársela hoy a ustedes.

Se llamaba Antonio Costa, y en 1808 era capitán del 5.º escuadrón del regimiento del Algarbe: uno de los 15.000 soldados de la división del marqués de la Romana enviados a Dinamarca cuando España todavía era aliada de Napoleón. Después del combate de Stralsund, la división había pasado el invierno dispersa por la costa de Jutlandia y las islas del Báltico. Al llegar noticias de la sublevación del 2 de Mayo y el comienzo de la insurrección contra los franceses, jefes y tropa emprendieron una de las más espectaculares evasiones de la Historia. Tras comunicar en secreto con buques ingleses para que los trajesen a España, los regimientos se pusieron en marcha eludiendo la vigilancia de franceses y daneses. Por caminos secundarios, marchando de noche y de isla en isla, acudieron a los puntos de concentración establecidos para el embarque final. Unos lo consiguieron, y otros no. Algunos fueron apresados por el camino. Otros, como los jinetes del regimiento de Almansa, recibieron en Nyborg la orden de sacrificar sus caballos, que no podían llevar consigo; pero se negaron a ello, les quitaron las sillas y los dejaron sueltos: medio millar de animales galopando libres por las playas. En Taasing, viéndose perseguidos por los franceses y cortado el paso por un brazo de mar que los separaba de la isla donde debían embarcar, algunos del regimiento de caballería de Villaviciosa cruzaron a nado, agarrados a las sillas y crines de sus caballos. De ese modo, cada uno como pudo, aquellos soldados perdidos en tierra enemiga fueron llegando a Langeland, y 9.190 hombres –sólo unos pocos menos que los Diez Mil de Jenofonte– alcanzaron los buques ingleses que los condujeron a España; donde, tras un azaroso viaje, se unieron a la lucha contra los gabachos.

Como dije antes, no todos pudieron salvarse: 5.175 de ellos quedaron atrás, en manos de los franceses. Algunos terminarían alistados forzosos en el ejército imperial, en la terrible campaña de Rusia –a ellos dediqué hace diecisiete años la novelita La sombra del águila–. Otros se pudrieron en campos de prisioneros, o quedaron para siempre bajo tres palmos de tierra danesa. El capitán Antonio Costa fue uno de ésos. A causa de la indecisión de sus jefes, el regimiento de caballería del Algarbe perdió un tiempo precioso en emprender su fuga hacia la isla de Fionia, donde debían embarcar. Por fin, cuando Costa, un humilde y duro capitán, tomó el mando por propia iniciativa, desobedeció a sus superiores y se llevó a los soldados con él, ya era demasiado tarde. En la misma playa, casi a punto de conseguirlo, el regimiento fugitivo vio bloqueado el paso por el ejército francés, con los daneses cortando la retirada. Furioso, el mariscal Bernadotte exigió la rendición incondicional, manifestando su intención de fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa. Entonces el capitán Costa avanzó a caballo hasta los franceses y se declaró único responsable de todo, pidiendo respeto para sus soldados. Luego, no queriendo entregar la espada ni dar lugar a sospechas de que había engañado o vendido al regimiento llevándolo a una trampa, se volvió hacia sus hombres, gritó «¡Recuerdos a España de Antonio Costa!» y se pegó un tiro en la cabeza.

Así que ya lo saben. Ésta es la historia de esa lápida pegada al muro del cementerio de San Canuto, en Fredericia, Dinamarca. La tumba solitaria de uno que quiso volver y pelear por su patria y su gente. Reconozco que eso no suena políticamente correcto, claro: pelear. Esa palabra chirría. Tan fascista. Nuestra ministra de Defensa habría criticado, supongo, la intransigencia dialogante del tal Costa –maneras autoritarias y poco buen rollito, misión que no era estrictamente de paz, gatillo fácil–; y monseñor Rouco, nuestro simpático pastor de ovejas, su falta de respeto a la vida humana, empezando por la propia, incluido un serio debate sobre si, como suicida, tenía derecho a yacer en tierra consagrada, o no lo tenía –igual hasta era partidario del aborto, el malandrín–. Lo mío es más simple: el capitán Costa me cae de puta madre. Su tumba solitaria me suscita un puntito de ternura melancólica. Ese cementerio lejano, frente a un mar gris y extranjero. Por eso hoy les cuento su vieja, olvidada historia. Por si alguna vez se dejan caer por allí, o están de paso por las islas del Norte y les apetece echar un vistazo. A lo mejor hasta tienen unas flores a mano.
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Bender
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Re: Cuando éramos honrados mercenarios - Arturo Pérez-Reverte

Mensaje por Bender »

Lo acabo de leer hace un rato. Muy bueno. Y también tengo ahí pendiente y preparado el Vizconde, a ver si mantiene el nivel excepcional de los dos anteriores ;)
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