Latidos Primera parte n_n

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Lenn_n
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Latidos Primera parte n_n

Mensaje por Lenn_n »

Hola, les dejo un relato que me gusta mucho, es un poco largo, pero espero que les guste, lo voy a ir dejando por fragmentos, si encuentran alguna falta de ortografía o gramática, no duden en decírmela.

Latidos

Para Leif era suficiente la humillación que le hacían pasar las mujeres a las que más bien llamaba urracas, aquellas “damas” nombradas en público, pero destrozadas con los improperios más escandalosos en privado, por la aristocracia de la época. En ese momento, Leif se sentía aún más vejada porque, Ain, Yun y Oph, las féminas en cuestión, asistían al cumpleaños del señor Heint sin invitación, y lo que más le provocaba ira a Leif, con un joven cuyo atractivo habíase visto ya comentado desde el momento que entró. De pelo negro y tez morena, no debía presentar más que desdén, que en efecto, sufría por parte de las demás, sin embargo, en Leif, que buscaba siempre un estilo diferente en los hombres, la obligó a sonreír un poco, observándolo sostener una copa, con la otra mano en el bolsillo y sin percatarse de ello, de pies a cabeza.
-¿De nuevo devorando a un incauto? -le preguntó un hombre al oído, llegando a su lado con una bebida. Leif rió cerrando los ojos.
-Parece no ser tan incauto, Lohn -respondió ella a su acompañante y cuando él hizo un ademán para preguntar si deseaba beber, obteniendo una respuesta afirmativa, tomó un poco de su copa y sin degustar el vino, pegó sus labios a los de Leif para que bebiera-. No puedo sentir nada de él -completó Leif al mismo tiempo en que Lohn le limpiaba la barbilla de donde rodaba una larga gota de vino.
-¿Hablas de tu don para saber lo que siente la gente que te rodea? -preguntó Lohn, ahora limpiándose los labios con un pañuelo.
-Maldición, más bien, una maldición -rectificó Leif mirando de nuevo al joven, quien bebía rodeado de las tres mujeres con aire perdido-. Un martirio que me hace sentir lo que siente la persona con la que estoy hablando, por ejemplo Lohn, ahora que estás a mi lado, presiento que estás triste. Y tu tristeza es profunda, no me equivoco.
Ahora fue Lohn quien rió con melancolía. Su esposa había muerto un año atrás, y aún no se perdonaba el hecho de no estar a su lado en los momentos en los que debió estar. Su pretexto fue por muchos años que era científico y el tiempo en el laboratorio lo absorbía, incluso no presenció el nacimiento de su único hijo, ni su fallecimiento tres años después a causa de su fragilidad. Su esposa, de apenas dieciocho años, con rostro y cuerpo demudados de esa belleza que la caracterizaba, parecía de treinta. La tristeza de perder a su hijo, la consumía poco a poco, devorada por la desolación y la fría presencia de un esposo que le hablaba con una palabra, sin mirarla y sin despegar los ojos de sus proyectos, terminaron por decepcionarla de la vida obligándola a morir de desesperanza.
-Pensaba… si este sería su vino favorito -explicó Lohn moviendo la copa lentamente, como buscando la respuesta en su interior, que invocaba con dolorosos y pequeños gemidos roncos. Después dirigió la mirada a Leif con una sonrisa taciturna-. Vaya que nunca te equivocas.
-No… -dijo ella sosteniéndose el estómago; como lo dijo antes, podía sentir el dolor de las personas en esa parte, y lo que pasaba por el corazón de Lohn, la invadía también.
-¿Sabes qué las haría rabiar? -preguntó entonces Lohn, sorbiendo vino tratando desviarse del tema para que Leif no sufriera por su culpa- Deberías ir allá y quitarles al crío. Parece que te ha llamado la atención.
-Me gusta su forma de caminar, ajeno a todo. Pero sobre todo, quisiera saber por qué no puedo sentir lo que él siente.
-Bah -se mofó Lohn y Leif respiró hondo su aliento a alcohol-. Primero lo llamas una maldición y luego quieres saber lo que siente un chiquillo.
-¿Chiquillo? Debe ser más joven que yo sólo por tres años.
-Chiquillo… he dicho… chiquillo. Todo un niñato aunque no te plazca. Pero en vez de perder el tiempo -hipó Lohn-, deberías dejarme experimentar contigo para saber la razón de tu maleficio… y quizá darle cura.
-¿Entonces ya terminaste con tus experimentos acerca de que si existe realmente vida después de la muerte? -inquirió ella intrigada, con un poco de temor al ver la idea de conocer un secreto tan aterrador. Él negó con la cabeza y ella suspiró con alivio-. No pierdas el tiempo con mi peculiar habilidad. No tiene una explicación científica y nunca la tendrá.
-Te equivocas, lo único que pasa es que todavía no tenemos la suficiente tecnología, pero de que es posible saberlo, eso no lo dudes.
-Fuiste tú quien dijo que sería una buena forma de hacerlas rabiar… -susurró Leif retomando la antigua conversación.
-¡Pues fóllatelo! -gruñó Lohn visiblemente afectado por el alcohol que le pesaba más porque tan sólo en su conversación, había tomado cuatro copas de un jalón. Él se perdió tambaleándose en el salón y Leif decidió que tenía que ir a arrebatarles al muchacho a aquellas rufianas, como también las llamaba. Se acercó al círculo que formaban entre las tres para rodearlo, y al tocar el hombro de Ain, ella se volvió sonriendo encantada, mas al ver que quien pedía su atención no era un hombre, vació su bebida en los zapatos de Leif.
-Deberías disculparte -dijo Oph entonces, uniéndose a las miradas desdeñosas de las otras dos-. No se involucra de esa manera, nadie que tenga un poco de educación, en una conversación que le es ajena.
-No creo tener motivos para disculparme, al contrario, es tu amiga la que debería suplicar perdón por su notable incapacidad de sostener bien algo. ¿Qué ciencia puede tener el agarrar una copa? ¡Amiga! ¡Sólo juntas los dedos y aprietas!
El joven, que miraba hacia el otro extremo aparentemente sin escucharlas, rió primero intentando contenerse y sin lograrlo, estalló en carcajadas. Las mujeres, al ver que el resto del público los observaba, se alejaron a regañadientes, lo que Leif sintió, mas sentía el enojo descomunal de ellas, y su alegría por el triunfo al mismo tiempo en el estómago, era un sentimiento excepcional.
-Vaya forma de alejar de mí a esos buitres -dijo el muchacho, que se había repuesto de inmediato, un poco humillado por no ser capaz de refrenar su risa y dando la media vuelta, caminó.
-¿Esa es tu manera de agradecer un favor? -inquirió Leif con una mano en la cintura y arqueando una ceja al mismo tiempo. El se volvió sólo la mitad, con lentitud y Leif lo observó, él seguía sosteniendo una copa con la mano derecha y con la izquierda escondida en el bolsillo, con los ojos entrecerrados sin expresión alguna.
-¿También tú vienes a sermonearme? -exclamó el joven y Leif no detectó nada en su voz, era realmente lineal. Se sintió un poco aturdida, el hecho de que no percibiera los sentimientos del joven, la hacía sentirse un poco mareada- Es increíble lo aburridos que resultan los grandes cuando tratan de darte lecciones de vida, o más bien sus lecciones. Hay un mal en el mundo y filosofan acerca de él, como si con saber de ello bastara. Aunque al parecer basta para ellos, saber un poco más. Y se vienen contigo para desahogarse, como si te tuvieran envidia por ser joven e intentaran amargarte el día para no sentirse tan mal. Sin entender que esa fue “su” realidad.
-Qué bebé -susurró ella despegando sólo un poco los labios-. Lloras por todo.
Una mueca, que parecía una sonrisa retorcida, apareció en los labios del joven. Observó a Leif un instante, hasta que dio la vuelta completa acercándose a ella. Una victoria indiscutible, pensó Leif, pero no estaba segura, pues ignoraba lo que el muchacho sentía. Ambos se sentaron inmutados en sillas paralelas a las pista de baile, observando el espectáculo iluminado por velas que colgaban desde el lejano techo. Conversaron uno junto al otro sin apartar la vista de los bailarines, pero con una familiaridad que sorprendió a la joven. Hablaron, como si se conocieran desde siempre, y aun así, tras esa media sonrisa en el rostro del joven y la rodilla de él que tocaba la suya constantemente, ella no tenía idea de lo que sentía. Siempre, gracias a su don, podía conocer los sentimientos de las personas, sabía si se sentían nerviosos al estar junto a ella, pero… él hablaba con naturalidad, fresco, con entusiasmo cuando le confesaba las atrocidades que hizo, como cuando se drogaba, alegando que era la sensación más maravillosa que había sentido, y sus noches de borrachera y vandalismo. Era la primera vez que se sentía así, tan divertida e insegura al mismo tiempo. Era deliciosamente detestable…
-¿Tomas? -preguntó él de repente sacándola de su melancolía.
-No para embriagarme -contestó ella, sin verlo y con una sonrisa burlona.
-Entonces no haríamos una buena pareja -dijo él y ella no supo qué hacer. La respiración se le cortó en un momento. ¿Eso quería decir que ya la había notado? ¿Qué no le había sido indiferente como parecía que todo el mundo le resultaba? Pensó. Leif tan acostumbrada estaba a su don, que no tenía idea de cómo se eran esos momentos de incertidumbre, donde se intenta descubrir, a través de la mirada y gestos, si la persona que te pone nerviosa, también lo está. Sin atreverse a mirarlo, intentó estudiar el tono de voz, sus actitudes pasadas, y al no entender nada, simplemente rió. ¿Él estaba esperando que le respondiese? ¡Cómo saberlo? Se mortificaba. Con su habilidad inservible en aquél muchacho, se sentía tan insegura.
-Fueron momentos increíbles -siguió el muchacho haciendo alusión a sus aventuras pasadas-. Pero tuve que dejarlas -terminó con un suspiro.
-¿Por qué? -inquirió ella, intentando corresponder al aire familiar.
-Debo evitar emocionarme.
-¿Evitar emocionarte?
-Una vidente me dijo que, cuando mi corazón llegué a determinado número de latidos, moriré. Y cuando te emocionas, los latidos aumentan, lo que disminuiría mi vida aún más. Por eso trato de mantenerme igual siempre.
-¿Te lo dijo una vidente? -preguntó Leif con escepticismo- No deberías creer en esas patrañas. Esa clase de personas sólo te engañan para sacarte dinero.
-Pues fue mi madre quien me lo dijo -contestó el joven ante la sorpresa de Leif-. También me dijo el número de latidos que pasarán antes de que muera. Según mis cálculos, sólo me quedan dos semanas de vida.
-Insisto en que no debes creer en eso.
El chico miró hacia el techo, dirigiendo su mirada a las velas, pero ausente.
-¿Nunca te ha pasado nada fuera de lo normal? -dijo finalmente con aire místico- ¿Algo que no puedes explicar, pero que ahí está?
Leif, pensó en su habilidad. Aunque no le agradaba la idea de confesárselo a una persona con la que no podía conocer sus sentimientos.
-Una vez… -comenzó entonces Leif- cuando coleccionaba a los muñequitos de la rosca de reyes, le tomé cariño a uno en especial, porque cuando partí el pan y lo saqué, me di cuenta de que le había cortado parte del estómago con el cuchillo. Lo cuidé como si la herida fuera real, incluso le hablaba y un día, él me habló a mí… pensé que estaba alucinando, sin embargo, seguí hablándole y cada vez que le pedía un favor, él lo realizaba. ¡Tenía vida! Pero llegó un día en que le pedí que le levantara la falda a la niña que me molestaba en el salón, lo hizo y todos nos burlamos hasta hacerla llorar, entonces vi brotar del cuerpo inmóvil de mi muñequito una lágrima. Desde entonces no le he vuelto a pedir ningún favor y él permanece quieto. Quizá se dio cuenta de que la vida no es cosa fácil.
-Eso no es nada. A mí me posesionó el espíritu de un espermatozoide fallido. No se resignaba a la idea de no tener vida y se apoderó de mi cuerpo. Mi madre fue la que me exorcizó, pero lo que hizo con mi cuerpo, fue toda una aventura.
Extrañamente, su conversación se convirtió en una especie de competencia, una competencia de la que ella estaba encantada. Él sólo era más grande que ella por unos diez centímetros, pero adoraba la manera en que conversaba, encorvado, con el rostro más cerca del suyo, como si le fuese a susurrar promesas absortas de los demás. Si ella se hubiese acercado más a él, no podría evitar besarlo, pero las palabras de él eran tan familiares que no se hubiera atrevido. Pasó entonces así la noche, de un tirón, lo último que recordaba Leif, eran las miradas de las tres repugnantes mujeres y al chico mirándola para despedirse, sin decir palabra, y alejándose antes de que ella pudiera decir más.
Leif, ya recostada en su cama, no pudo evitar dedicarse a traer a su memoria cada insignificante detalle de la cena, cada destello de las velas, cada nota que se confundía con la voz de él, cada estrella que iluminaba sus rostros... entonces Leif sintió un vacío repentino que la levantó a medias de entre los edredones: la conversación le resultó tan maravillosa, que había olvidado presentarse y peor aún, preguntar el nombre del chico. ¡Cómo era posible? Se desesperaba. Procuró nombrarlo la noche entera, hurgando el nombre perfecto para el muchacho, pero entre más lo intentaba, más lejos le parecía estar. Su corazón lo decía a cada rato, pero ella no lo entendía y por fin, en medio de la angustia y los gritos de su pecho ahogándola, logró caer en un profundo sueño.
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lucia
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Re: Latidos Primera parte n_n

Mensaje por lucia »

Lenn, hay algunas expresiones que no se entienden bien, como esta "promesas absortas de los demás". Para mi gusto es demasiado juvenil, pero las ideas que hay detrás son buenas, así que no te desanimes.
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Lenn_n
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Re: Latidos Primera parte n_n

Mensaje por Lenn_n »

lucia escribió:Lenn, hay algunas expresiones que no se entienden bien, como esta "promesas absortas de los demás". Para mi gusto es demasiado juvenil, pero las ideas que hay detrás son buenas, así que no te desanimes.

Al contrario, me sirven mucho las correcciones, ¿cómo qué otras expresiones te parecen sin sentido?
Por lo de muy joven pues es efecto creo que me falta mucho por vivir n_n Gracias lucia. Me importa mucho tu opinión y me pregunto si el texto en tu opinión valdría la pena leer lo que sigue, aunque es muy largo. :hola: :wink: :P :D :60:
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lucia
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Re: Latidos Primera parte n_n

Mensaje por lucia »

Tendría que volver a leerlo y no tengo tiempo, pero mi consejo es que si no estás segura de una palabra, la mires en el diccionario antes de usarla.

En la frase que te señalo es posible que te refieras a absurdo y no a absorto.
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