Ya sé que son las convenciones de la época, pero cuánto hubiera ganado esta obra si Cervantes la hubiera escrito en prosa y no en verso. Y es que lo que más falla, desde mi punto de vista, es el verso. ¡Está tan lejos de los otros autores teatrales del Siglo de Oro! Versos llenos de rimas fáciles, sin gracia ni elegancia, muy toscas. Mejor los octosílabos que los endecasílabos. Valga como ejemplo el imposible comienzo:
Esta difícil y pesada carga,
que el senado romano me ha encargado,
tanto me aprieta, me fatiga y carga,
que ya sale de quicio mi cuidado.
El lenguaje es elevado, como corresponde a la tragedia, pero el desarrollo parece muy rudimentario y forzado, como ocurre con la historia de amor entre Marandro y Lira, llena de tópicos y con ese final tan excesivo; o con lo reiterado de los sacrificios e invocaciones a los dioses para averiguar el destino de Numancia (Jornada II). Creo que la historia se pierde por la mitad y no se recupera hasta el final. Me quedo con el discurso de Cipión en la Jornada I, mucho más clásico.
Tiene fama de ser la mejor tragedia del Siglo de Oro. Debe ser porque no hay muchas o (sospecho) por el tono nacionalista que seguro ha sido oportunamente aprovechado en diferentes momentos de nuestra historia, empezando por el propio de Cervantes, pues bien que se encarga de señalar varias veces la Guerra que los tiempos cambiarán y el poder no será siempre de los romanos. Y entonces recuerda a los reyes del imperio español:
Sé bien que en todo el orbe de la tierra
seré llevada del valor hispano,
en la dulce ocasión que estén reinando
un Carlos y un Filipo y un Fernando.
Apunto varios aspectos que me han llamado la atención. En primer lugar, la aparición de figuras alegóricas (Muerte, Duero, Hambre, etc.), que me han recordado los autos sacramentales y, por su indumentaria llamarían mucho la atención del público. Así las describe en una acotación:
La enfermedad arrimada a una muleta, y rodeada de paños la cabeza, con una máscara amarilla; y la Hambre saldrá con un desnudillo de muerte, y encima una ropa de bocací amarilla, y una máscara descolorida. |
los ruidos bajo las tablas y del demonio robando el carnero sacrificado a Júpiter. Lo del zombi (con perdón) es total. Con lo a gusto que estaba el pobre en su tumba y venga a insistirle en que resucite y luego para nada... |
Por cierto, me impactó eso de
zamparse a los romanos prisioneros antes del sacrificio final de todos los numantinos: Y para entretener por algún hora la hambre que ya roe nuestros güesos haréis descuartizar luego a la hora esos tristes romanos que están presos y sin del chico al grande hacer mejora, repártanse entre todos... |
Quizá el problema es que se trata de un Cervantes muy primerizo o que yo no he sabido dejarme llevar por la historia, pero creo que esto en manos de Lope hubiera sido otra cosa. ¿O no?