Tetraplejía, de Faisanes.
Tetraplejía, de Faisanes.
Está publicado en Internet, con ese nombre, además de en lectoreselectronicos.com, recientemente. Lo comparto también con ustedes. Un saludo.
TETRAPLEJÍA.
Ahora no puede correr, ni andar, ni tomar un vaso de agua ni cortar una rosa o acariciar a un niño...
Aquel hombre no sabía acerca de la práctica del viejo arte de la equitación, aunque fue motorista y marchó por los montes erguido en su máquina trialera, despacio, vadeando arroyos, ascendiendo altozanos, creyendo a veces, iluso, que cabalgaba. Ya desde niño, en los circos, admiraba los caballos, a esas nobles bestias señoras de los sueños de los hombres, símbolos de libertad. Alejandro Magno, Don Quijote, Calígula, El Cid, una larga lista de personajes legendarios, reales o fantásticos, alcanzaron la celebridad junto a sus bizarros corceles. Gran lector, aprendió sobre razas, doma y utilidades para el hombre desde la más remota historia, pero nunca se decidió a actuar en cumplimiento de sus más íntimos deseos. Aquellos cuadrúpedos amigos vivían su vida, él la suya...
Ya cuarentón, se hizo socio de un selecto club deportivo, donde pasaba fines de semana y adonde descansaba siempre que podía, huyendo del agobio de su trabajo y la gran ciudad. Entre los servicios a cuyo uso tenía derecho como accionista, había un picadero con varios animales, incluyendo un par de ponis para los niños...
Un día, decidido por un inesperado impulso, montó a una noble y negra yegua, lista, dispuesta para otro. Vestido cual iba, para jugar al golf, sin miedo a caerse, salió a renglón seguido del recinto de adiestramiento. Fue un placer, sentir bajo su cuerpo y entre sus piernas al potente animal, otro ser vivo que podía llevarle adonde él le dirigiese. Y no se cayó, para asombro de los presentes, alertas para auxiliarle en el previsible accidente; los mismos que, aun temerosos, le vieron alejarse de las instalaciones, asombrados, pues el novato se puso de pie sobre los estribos, como el que practica trial, cual estilan los jockeys... ¡Al galope, la primera vez que se subió a un caballo!...
Por tal éxito inicial, repitió a menudo la vivencia original; tan pronto tenía ocasión iba alegre sobre aquella hembra amiga, durante horas. Mas una tarde de verano, vio a un conocido subirse a otra yegua, mucho más joven ésta; briosa, nerviosa e inquieta, color canela, recién comprada, recién acabada de domar...
Se dio cuenta de que lo que él hacía era pasear sin esfuerzo propio. Engañándose, dedujo que la esencia de la monta, realmente, era aquello que vio, sintió o presintió, la potra rauda e inquieta, espectacular, indómita de vocación, que marcaba a veces las pezuñas en la tierra, piafando por los giros o al salvar un repecho, reclamando un dueño y señor... Hacerse uno con eso, compenetrarse con aquello, sí...
Cierta mañana, con las primeras luces, creyéndose suficientemente ducho, se encaminó con sigilo a las cuadras: acharoladas botas de montar de cuero fino y cabritilla, sin zahones ni guantes, ni protección para la cabeza; un corto látigo mejicano colgando de su diestra. Su compañera la yegua oscura, relinchó saludándole, sin que él le prestara atención, dirigiéndose al cajón de la alazana, obseso. Con lo memorizado, no le costó demasiado aparejarla sin ayuda, aunque tardó más de lo habitual cuando lo hacía con la otra...
Salió montado de la caballeriza, hacia el campo abierto, evitando senderos y trochas, más al galope que al trote. Eufórico, notó el viento en su rostro, no importándole el que ya en los primeros minutos estuviera a punto de caer en dos ocasiones... A la negra, había que azotarla necesariamente, por eso él llevaba aquella recia fusta hecha de cuero de sección cuadrada trenzado y mordiente; sin hacer uso de ella, este animal de impetuosa naturaleza corría raudo por entre jarales, carrascas y olivares. Con las piernas flexionadas, buscando la postura más aerodinámica, recordó en segundos tantas y tantas historias sobre caballos, centauros bravíos, blancos unicornios, gauchos, mongoles; obras teatrales, películas, libros... ¡El caballo, el caballo, sí!...
La bestia sudaba; el hombre sentía un contento desconocido, proporcionado por la velocidad, el estrépito sordo de los cascos sobre el terreno, lo insólito de la situación... ¡Eso era lo que había querido experimentar, aquello lo que buscaba, lo que a lo largo de su vida deseó sin apercibirse o confesarse!... ¡No tenía por qué hallar américas, ni viajar a otros mundos enfundado en escafandras blancas, sudarios al fin!... La vida colmada estaba allí, la plenitud anhelada, el goce...
A veces tenía que agacharse, al pasar bajo las encinas; pegando una mejilla al cuello y crines de la jaca, se figuraba hermanado con ella, deleitándose en notar su profundo olor. En un ramalazo de locura sensual o embriaguez vital, aprestó el rebenque, haciéndolo restallar brutal y repetidamente en el lomo de su montura, llegando a herirla. Gimiendo de gozo, suspirando, con cada trallazo propinado exultaba internamente, enloquecido, aumentando su adrenalina, potenciando su sensualidad e, inesperadamente, su sexualidad... ¡Era hipogrifo, nueva clase de fauno cuadrúpedo!... ¡Era un dios, era dios, Dios!...
Testigo mudo, el sol contemplaba la acción... La hembra canela, sin cesar en su carrera, brincaba más que galopaba; volaba, sudorosa, con espuma en la boca, aterrorizada, abiertos desmesuradamente sus ojos, rebelándose ante el injusto castigo. Hasta que, decidida, frenó con sus remos traseros e inició un iracundo corcoveo coceando...
El temerario jinete cayó de cabeza, rodando luego sobre piedras sueltas de mediano tamaño, dañándose de forma irreversible la columna vertebral. Instantánea e instintivamente, se apercibió de lo grave del daño, allí en la ulterior soledad, sin dolor ni sensación alguna en tronco ni extremidades, yaciente boca abajo, viendo magnificada a una u otra hormiga e incluso a una mariposa que se acercó, misericordiosa. Olía la tierra y las hierbas. Descubrió que hasta las piedras calientes emitían asimismo su propia fragancia...
La yegua huyó del hombre con los estribos bamboleándose y tintineando. Suelta y frenética, por la querencia volvió en línea recta a su establo, resoplando. Hacía extraña estampa, moviendo su testa a derechas e izquierdas para soltarse de riendas y freno; sin dejar de trotar, escapando del hombre mas volviendo voluntaria a su cárcel, a su casa; donde otros la iban a montar, de seguro. En su modesto cobertizo fue atendida por el veterinario esa misma tarde, quien la anestesió localmente antes de coser la carne abierta, curando su anca sangrante, lavando y desinfectando al tintarla con rojos líquidos...
Cuando por fin encontraron al caballero novel, estaba éste sonriendo incomprensiblemente, boca abajo y en extraña postura; quieto como un muerto, como un roto muñeco de peluche. Lo primero y único que dijo fue que a nadie se le ocurriera sacrificar o dañar al animal, que no fue culpa de ella el accidente...
La inocente, luce hoy tres cicatrices, costurones apenas visibles. Pace cuando puede, aunque las más de las veces come en el pesebre, atada a un cabestro igual que el de los bueyes. El mismo albéitar que la curó, la hizo concebir, con semen descongelado procedente de un garañón inglés purasangre. Concibió y parió un potrillo juguetón, color crema claro, con ojos grises, una estrella negra en la frente y marfileña crin. Desde el alumbramiento no es tan majestuosa ni nerviosa, se ha acostumbrado al peso de los humanos, a obedecer sus órdenes y caprichos. Teme al castigo, mas no se rebela cuando lo recibe, respondiendo a las instrucciones de las bridas. Se sometió, es poco distinta, una más... En una Junta General del Club Deportivo se prohibieron los rudos vergajos y rebenques, definiéndose normativamente el tamaño, forma y dimensiones de las “civilizadas” fustas permitidas en sus instalaciones hípicas...
El tullido aún ahora es feliz, en el articulado lecho hospitalario donde vive. Tiene buen humor; las auxiliares y enfermeras le quieren, porque les sonríe casi siempre, les recita poesías de memoria y les cuenta de seres mitológicos...
En cierta ocasión, un médico internista, mientras tomaba el pulso al inmóvil paciente, creyó notar y oír un ritmo in crescendo, cual de cascos equinos. Separó el doctor sus manos, mirando a los ojos del inválido que le observaba risueño y magnánimo, volvió a buscar con dos dedos la palpitación sanguínea y la halló normal, acompasada; al compás, al paso. Dejó el galeno caer con cuidado el brazo ceroso del cuadripléjico, habló con él educadamente del tiempo y, saliendo de la habitación, se prometió no contar a nadie acerca de su ilusión auditiva, ni tan siquiera en su acostumbrada terapia de grupo semanal...
Diariamente, sin abandonar la habitación hospitalaria donde es atendido y de la que nunca saldrá, el fustigador fustigado vuelve a oler el romero y la jara en cuanto lo desea, en plena carrera desenfrenada. Se alborota imaginariamente su sexo paralítico, cree sentir mojadas sus yertas piernas por la transpiración de la yegua rojiza, le despeina el viento que genera el galope tendido. Ve luego volar alrededor de su cara amarillas e inmaculadas mariposas... Y en su sala de fluorescente luz eléctrica, fría y blanca, un sol siempre nuevo le calienta y broncea el espíritu, día a día...
© Fernando Sánchez Esteban.
TETRAPLEJÍA.
Ahora no puede correr, ni andar, ni tomar un vaso de agua ni cortar una rosa o acariciar a un niño...
Aquel hombre no sabía acerca de la práctica del viejo arte de la equitación, aunque fue motorista y marchó por los montes erguido en su máquina trialera, despacio, vadeando arroyos, ascendiendo altozanos, creyendo a veces, iluso, que cabalgaba. Ya desde niño, en los circos, admiraba los caballos, a esas nobles bestias señoras de los sueños de los hombres, símbolos de libertad. Alejandro Magno, Don Quijote, Calígula, El Cid, una larga lista de personajes legendarios, reales o fantásticos, alcanzaron la celebridad junto a sus bizarros corceles. Gran lector, aprendió sobre razas, doma y utilidades para el hombre desde la más remota historia, pero nunca se decidió a actuar en cumplimiento de sus más íntimos deseos. Aquellos cuadrúpedos amigos vivían su vida, él la suya...
Ya cuarentón, se hizo socio de un selecto club deportivo, donde pasaba fines de semana y adonde descansaba siempre que podía, huyendo del agobio de su trabajo y la gran ciudad. Entre los servicios a cuyo uso tenía derecho como accionista, había un picadero con varios animales, incluyendo un par de ponis para los niños...
Un día, decidido por un inesperado impulso, montó a una noble y negra yegua, lista, dispuesta para otro. Vestido cual iba, para jugar al golf, sin miedo a caerse, salió a renglón seguido del recinto de adiestramiento. Fue un placer, sentir bajo su cuerpo y entre sus piernas al potente animal, otro ser vivo que podía llevarle adonde él le dirigiese. Y no se cayó, para asombro de los presentes, alertas para auxiliarle en el previsible accidente; los mismos que, aun temerosos, le vieron alejarse de las instalaciones, asombrados, pues el novato se puso de pie sobre los estribos, como el que practica trial, cual estilan los jockeys... ¡Al galope, la primera vez que se subió a un caballo!...
Por tal éxito inicial, repitió a menudo la vivencia original; tan pronto tenía ocasión iba alegre sobre aquella hembra amiga, durante horas. Mas una tarde de verano, vio a un conocido subirse a otra yegua, mucho más joven ésta; briosa, nerviosa e inquieta, color canela, recién comprada, recién acabada de domar...
Se dio cuenta de que lo que él hacía era pasear sin esfuerzo propio. Engañándose, dedujo que la esencia de la monta, realmente, era aquello que vio, sintió o presintió, la potra rauda e inquieta, espectacular, indómita de vocación, que marcaba a veces las pezuñas en la tierra, piafando por los giros o al salvar un repecho, reclamando un dueño y señor... Hacerse uno con eso, compenetrarse con aquello, sí...
Cierta mañana, con las primeras luces, creyéndose suficientemente ducho, se encaminó con sigilo a las cuadras: acharoladas botas de montar de cuero fino y cabritilla, sin zahones ni guantes, ni protección para la cabeza; un corto látigo mejicano colgando de su diestra. Su compañera la yegua oscura, relinchó saludándole, sin que él le prestara atención, dirigiéndose al cajón de la alazana, obseso. Con lo memorizado, no le costó demasiado aparejarla sin ayuda, aunque tardó más de lo habitual cuando lo hacía con la otra...
Salió montado de la caballeriza, hacia el campo abierto, evitando senderos y trochas, más al galope que al trote. Eufórico, notó el viento en su rostro, no importándole el que ya en los primeros minutos estuviera a punto de caer en dos ocasiones... A la negra, había que azotarla necesariamente, por eso él llevaba aquella recia fusta hecha de cuero de sección cuadrada trenzado y mordiente; sin hacer uso de ella, este animal de impetuosa naturaleza corría raudo por entre jarales, carrascas y olivares. Con las piernas flexionadas, buscando la postura más aerodinámica, recordó en segundos tantas y tantas historias sobre caballos, centauros bravíos, blancos unicornios, gauchos, mongoles; obras teatrales, películas, libros... ¡El caballo, el caballo, sí!...
La bestia sudaba; el hombre sentía un contento desconocido, proporcionado por la velocidad, el estrépito sordo de los cascos sobre el terreno, lo insólito de la situación... ¡Eso era lo que había querido experimentar, aquello lo que buscaba, lo que a lo largo de su vida deseó sin apercibirse o confesarse!... ¡No tenía por qué hallar américas, ni viajar a otros mundos enfundado en escafandras blancas, sudarios al fin!... La vida colmada estaba allí, la plenitud anhelada, el goce...
A veces tenía que agacharse, al pasar bajo las encinas; pegando una mejilla al cuello y crines de la jaca, se figuraba hermanado con ella, deleitándose en notar su profundo olor. En un ramalazo de locura sensual o embriaguez vital, aprestó el rebenque, haciéndolo restallar brutal y repetidamente en el lomo de su montura, llegando a herirla. Gimiendo de gozo, suspirando, con cada trallazo propinado exultaba internamente, enloquecido, aumentando su adrenalina, potenciando su sensualidad e, inesperadamente, su sexualidad... ¡Era hipogrifo, nueva clase de fauno cuadrúpedo!... ¡Era un dios, era dios, Dios!...
Testigo mudo, el sol contemplaba la acción... La hembra canela, sin cesar en su carrera, brincaba más que galopaba; volaba, sudorosa, con espuma en la boca, aterrorizada, abiertos desmesuradamente sus ojos, rebelándose ante el injusto castigo. Hasta que, decidida, frenó con sus remos traseros e inició un iracundo corcoveo coceando...
El temerario jinete cayó de cabeza, rodando luego sobre piedras sueltas de mediano tamaño, dañándose de forma irreversible la columna vertebral. Instantánea e instintivamente, se apercibió de lo grave del daño, allí en la ulterior soledad, sin dolor ni sensación alguna en tronco ni extremidades, yaciente boca abajo, viendo magnificada a una u otra hormiga e incluso a una mariposa que se acercó, misericordiosa. Olía la tierra y las hierbas. Descubrió que hasta las piedras calientes emitían asimismo su propia fragancia...
La yegua huyó del hombre con los estribos bamboleándose y tintineando. Suelta y frenética, por la querencia volvió en línea recta a su establo, resoplando. Hacía extraña estampa, moviendo su testa a derechas e izquierdas para soltarse de riendas y freno; sin dejar de trotar, escapando del hombre mas volviendo voluntaria a su cárcel, a su casa; donde otros la iban a montar, de seguro. En su modesto cobertizo fue atendida por el veterinario esa misma tarde, quien la anestesió localmente antes de coser la carne abierta, curando su anca sangrante, lavando y desinfectando al tintarla con rojos líquidos...
Cuando por fin encontraron al caballero novel, estaba éste sonriendo incomprensiblemente, boca abajo y en extraña postura; quieto como un muerto, como un roto muñeco de peluche. Lo primero y único que dijo fue que a nadie se le ocurriera sacrificar o dañar al animal, que no fue culpa de ella el accidente...
La inocente, luce hoy tres cicatrices, costurones apenas visibles. Pace cuando puede, aunque las más de las veces come en el pesebre, atada a un cabestro igual que el de los bueyes. El mismo albéitar que la curó, la hizo concebir, con semen descongelado procedente de un garañón inglés purasangre. Concibió y parió un potrillo juguetón, color crema claro, con ojos grises, una estrella negra en la frente y marfileña crin. Desde el alumbramiento no es tan majestuosa ni nerviosa, se ha acostumbrado al peso de los humanos, a obedecer sus órdenes y caprichos. Teme al castigo, mas no se rebela cuando lo recibe, respondiendo a las instrucciones de las bridas. Se sometió, es poco distinta, una más... En una Junta General del Club Deportivo se prohibieron los rudos vergajos y rebenques, definiéndose normativamente el tamaño, forma y dimensiones de las “civilizadas” fustas permitidas en sus instalaciones hípicas...
El tullido aún ahora es feliz, en el articulado lecho hospitalario donde vive. Tiene buen humor; las auxiliares y enfermeras le quieren, porque les sonríe casi siempre, les recita poesías de memoria y les cuenta de seres mitológicos...
En cierta ocasión, un médico internista, mientras tomaba el pulso al inmóvil paciente, creyó notar y oír un ritmo in crescendo, cual de cascos equinos. Separó el doctor sus manos, mirando a los ojos del inválido que le observaba risueño y magnánimo, volvió a buscar con dos dedos la palpitación sanguínea y la halló normal, acompasada; al compás, al paso. Dejó el galeno caer con cuidado el brazo ceroso del cuadripléjico, habló con él educadamente del tiempo y, saliendo de la habitación, se prometió no contar a nadie acerca de su ilusión auditiva, ni tan siquiera en su acostumbrada terapia de grupo semanal...
Diariamente, sin abandonar la habitación hospitalaria donde es atendido y de la que nunca saldrá, el fustigador fustigado vuelve a oler el romero y la jara en cuanto lo desea, en plena carrera desenfrenada. Se alborota imaginariamente su sexo paralítico, cree sentir mojadas sus yertas piernas por la transpiración de la yegua rojiza, le despeina el viento que genera el galope tendido. Ve luego volar alrededor de su cara amarillas e inmaculadas mariposas... Y en su sala de fluorescente luz eléctrica, fría y blanca, un sol siempre nuevo le calienta y broncea el espíritu, día a día...
© Fernando Sánchez Esteban.
1
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Bienvenido al foro.
Me ha gustado mucho esta historia, la sensación de libertad y de poder que describes sobre el caballo es perfecta.
Ambicionar sensaciones aún más fuertes, un nuevo reto, una montura más salvaje, más veloz, despreciar el miedo, disfrutar, sentir incluso un placer sexual, todo eso lo has narrado excelentemente.
Tu protagonista es un hombre con muchas ganas de explorar lo que siente, de vivir, y creo que ha gozado cada segundo a lomos de ese caballo experimentando un placer y una libertad sin límites. Se ha caído y se ha malogrado la vida, eso es problema suyo, pero no parece triste porque lleva el galope de los caballos en sus latidos.
me ha encantado. Parece que conoces muy bien el mundo de los caballos.
Me ha gustado mucho esta historia, la sensación de libertad y de poder que describes sobre el caballo es perfecta.
Ambicionar sensaciones aún más fuertes, un nuevo reto, una montura más salvaje, más veloz, despreciar el miedo, disfrutar, sentir incluso un placer sexual, todo eso lo has narrado excelentemente.
Tu protagonista es un hombre con muchas ganas de explorar lo que siente, de vivir, y creo que ha gozado cada segundo a lomos de ese caballo experimentando un placer y una libertad sin límites. Se ha caído y se ha malogrado la vida, eso es problema suyo, pero no parece triste porque lleva el galope de los caballos en sus latidos.
me ha encantado. Parece que conoces muy bien el mundo de los caballos.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Empieza un poco flojito, como si buscases el pulso a lo que vas a escribir a continuación, que una vez monta a la yegua negra despega rauda y veloz como ella hasta el final.
Por cierto, lo de llamar jaca a una yegua de montar queda como un poco despectivo, ¿no?
Por cierto, lo de llamar jaca a una yegua de montar queda como un poco despectivo, ¿no?
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
- kassiopea
- Vivo aquí
- Mensajes: 12484
- Registrado: 07 Dic 2008 19:18
- Ubicación: Aovillada en la Luna...
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Me ha emocionado mucho tu narración, en especial cuando describes la pasión que siente el protagonista montado en la joven y nerviosa yegua. Consigues que el lector viva esa pasión, sensación desconocida para cualquiera que nunca ha montado. Ausente a todo sentido común, desafiante, el protagonista lleva su pasión al límite y, desgraciadamente, termina postrado en un lecho de hospital hasta el fin de sus días ¡¡¡Pero como ha disfrutado!!! Es feliz. Ese momento de pasión fugaz se convierte (mucho más que un recuerdo), en gozo eterno
Me ha gustado mucho, Faisanes. Un saludo
Me ha gustado mucho, Faisanes. Un saludo
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Lucía:lucia escribió:Empieza un poco flojito, como si buscases el pulso a lo que vas a escribir a continuación, que una vez monta a la yegua negra despega rauda y veloz como ella hasta el final.
Por cierto, lo de llamar jaca a una yegua de montar queda como un poco despectivo, ¿no?
Jaca es sinónimo de yegua. No es despectivo en ninguna de las acepciones o entradas de la R.A.E. (me forzaste a mirarlo ):
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición
jaca.
(Del ant. haca, este del fr. ant. haque, y este del ingl. hack, acort. de hakeney, de Hackney, localidad cercana a Londres, famosa por sus caballos).
1. f. Caballo cuya alzada no llega a metro y medio.
2. f. yegua (‖ hembra del caballo).
3. f. And., Can. y Am. Gallo inglés de pelea al que se dejan crecer los espolones.
1
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Berlín: Si uno escribe, si se considera escritor es, entre causas y motivos varios (incluso por necesidad vital), por oír o presentir o desear opiniones como la tuya, gratificantes. Me alegra de veras (no es una frase hecha) por tanto el que te gustara. No sé quién dijo que, con sólo una persona, una sola, que leyera un escrito que le hiciera sentir algo positivo, ya estaría justificado el trabajo de quien lo redactó.Berlín escribió:Bienvenido al foro.
Me ha gustado mucho esta historia, la sensación de libertad y de poder que describes sobre el caballo es perfecta.
Ambicionar sensaciones aún más fuertes, un nuevo reto, una montura más salvaje, más veloz, despreciar el miedo, disfrutar, sentir incluso un placer sexual, todo eso lo has narrado excelentemente.
Tu protagonista es un hombre con muchas ganas de explorar lo que siente, de vivir, y creo que ha gozado cada segundo a lomos de ese caballo experimentando un placer y una libertad sin límites. Se ha caído y se ha malogrado la vida, eso es problema suyo, pero no parece triste porque lleva el galope de los caballos en sus latidos.
me ha encantado. Parece que conoces muy bien el mundo de los caballos.
Un saludo.
EDITO: Me quedó por decirte que tu comentario es igualmente impecable, además de inteligente, sensible y por si fuera poco, escueto. Casi más valioso que el relato que comentas. Enhorabuena por como te expresas, más en un lugar como éste, en el que no solemos dar vueltas a lo que aportamos (mírame a mí, que no te dije antes lo que ahora hago constar ). Nadie de entre los que lo leyeron y me dieron o dieron su opinión, resumió la misma de forma tan magistral. Vale
Última edición por Faisanes el 05 Feb 2011 23:41, editado 2 veces en total.
1
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Kassiopea: Me remito a lo dicho a Berlín. De veras que por un ratito, ambos me hicieron sonreír satisfecho, por dentro, como el que cobra su sueldo a final de mes. De entre quienes leyeron Tetraplejía, cada uno saca un significado, enfoca su visión en cierta zona y cree descifrar o traducir cierto simbolismo de aquí o allá. Eso es bueno y además buscado; todos somos iguales, pero distintos, a la par. Un saludo.kassiopea escribió:Me ha emocionado mucho tu narración, en especial cuando describes la pasión que siente el protagonista montado en la joven y nerviosa yegua. Consigues que el lector viva esa pasión, sensación desconocida para cualquiera que nunca ha montado. Ausente a todo sentido común, desafiante, el protagonista lleva su pasión al límite y, desgraciadamente, termina postrado en un lecho de hospital hasta el fin de sus días ¡¡¡Pero como ha disfrutado!!! Es feliz. Ese momento de pasión fugaz se convierte (mucho más que un recuerdo), en gozo eterno
Me ha gustado mucho, Faisanes. Un saludo
EDITO: Tres cuartos de lo mismo de lo escrito en mi addenda para Berlín. En este foro, son ustedes críticos brillantes (¿todos? ), a fe.
1
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Faisanes escribió:Berlín: Si uno escribe, si se considera escritor es, entre causas y motivos varios (incluso por necesidad vital), por oír o presentir o desear opiniones como la tuya, gratificantes. Me alegra de veras (no es una frase hecha) por tanto el que te gustara. No sé quién dijo que, con sólo una persona, una sola, que leyera un escrito que le hiciera sentir algo positivo, ya estaría justificado el trabajo de quien lo redactó.Berlín escribió:Bienvenido al foro.
Me ha gustado mucho esta historia, la sensación de libertad y de poder que describes sobre el caballo es perfecta.
Ambicionar sensaciones aún más fuertes, un nuevo reto, una montura más salvaje, más veloz, despreciar el miedo, disfrutar, sentir incluso un placer sexual, todo eso lo has narrado excelentemente.
Tu protagonista es un hombre con muchas ganas de explorar lo que siente, de vivir, y creo que ha gozado cada segundo a lomos de ese caballo experimentando un placer y una libertad sin límites. Se ha caído y se ha malogrado la vida, eso es problema suyo, pero no parece triste porque lleva el galope de los caballos en sus latidos.
me ha encantado. Parece que conoces muy bien el mundo de los caballos.
Un saludo.
EDITO: Me quedó por decirte que tu comentario es igualmente impecable, además de inteligente, sensible y por si fuera poco, escueto. Casi más valioso que el relato que comentas. Enhorabuena por como te expresas, más en un lugar como éste, en el que no solemos dar vueltas a lo que aportamos (mírame a mí, que no te dije antes lo que ahora hago constar ). Nadie de entre los que lo leyeron y me dieron o dieron su opinión, resumió la misma de forma tan magistral. Vale
Gracias, me he limitado a decirte cuanto me ha gustado, nada más. No te creas, no soy demasiado buena haciendo críticas. Pero es que me ha parecido muy interesante y muy hermoso todo el relato. Me has hecho soñar y galopar a lomos de esos caballos y te lo tenia que agradecer.
bienvenido.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
-
- Foroadicto
- Mensajes: 3973
- Registrado: 25 Ago 2010 20:59
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Me a hecho entender el texto, que aun que despues te vaya mal, siempre es bueno dejarse llevar por el corazon y hacer lo que a uno le gusta
1
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Bien está, Karen, que hayas sentido o entendido eso.karen mendoza prada escribió: Me ha hecho entender el texto, que aunque despues te vaya mal, siempre es bueno dejarse llevar por el corazon y hacer lo que a uno le gusta
¿Por qué no llevas vida social?
Un saludo.
1
-
- Foroadicto
- Mensajes: 3973
- Registrado: 25 Ago 2010 20:59
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Si en caso esa es una pregunta para mi, pues no sé, supongo que me gusta ser ermitañaFaisanes escribió:Bien está, Karen, que hayas sentido o entendido eso.karen mendoza prada escribió: Me ha hecho entender el texto, que aunque despues te vaya mal, siempre es bueno dejarse llevar por el corazon y hacer lo que a uno le gusta
¿Por qué no llevas vida social?
Un saludo.
1
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
Karen: Por supuesto que era para ti. Ya veo que te tildas de ermitaña , aunque está claro que no lo eres. Los ermitaños y ermitañas, cuidaban de una ermita aislada, vivían allí, sin agua corriente ni comodidad alguna, alimentándose de un huerto y de lo poco que les llevaran fieles y vecinos. No tenían electricidad tampoco, ni agua caliente, ni (claro) Internet ; ni libros tenían, salvo alguno piadoso que les prestara el párroco más cercano... Eso es ser de veras eremita y (algo me dice que) tú no eres de esos, ¿a que no? Ninguno de nosotros. Pensaba que lo decías por algún impedimento físico (de ahí mi pudor al preguntártelo), pero quiero creer que a D.g., no van por ahí los tiros. Un saludo.karen mendoza prada escribió:Si en caso esa es una pregunta para mi, pues no sé, supongo que me gusta ser ermitañaFaisanes escribió:Bien está, Karen, que hayas sentido o entendido eso.karen mendoza prada escribió: Me ha hecho entender el texto, que aunque despues te vaya mal, siempre es bueno dejarse llevar por el corazon y hacer lo que a uno le gusta
¿Por qué no llevas vida social?
Un saludo.
1
-
- Foroadicto
- Mensajes: 3973
- Registrado: 25 Ago 2010 20:59
Re: Tetraplejía, de Faisanes.
no la verdad es que no tengo ningun inpedimento fisico, soy una chica normal, solo que no salgo mucho, eso es todo
1