Seres de la Literatura Fantástica (El Huargo)

Aunque los elfos y los hobbits están de moda, la fantasía es mucho más.

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Laurana
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Seres de la Literatura Fantástica (El Huargo)

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El Huargo. Ensayo, por ToniMJover, (Artículo extraído de Espada y Brujería)

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Que viene el lobo...

Muy probablemente, especialmente ahora en estos tiempos tolkienanos en los que andamos sumergidos gracias a Peter Jackson y su aún reciente trilogía cinematográfica de "El Señor de los Anillos", todos o casi todos hemos oído hablar del huargo.

El huargo es una suerte de gigantesco monstruo lupino, y digo "lupino" pues si bien las más de las veces es definido simplemente como un lobo gigante, otras es una bestia cuadrúpeda de diversa descripción (a veces con cresta en el lomo y otros atributos varios que nada tienen que ver con el aspecto de los cánidos salvajes), que no obstante presenta generalmente una cierta apariencia lobuna, ya sea más cercana o más lejana.

El huargo es siempre o casi siempre una criatura malvada, o al menos feroz y peligrosa y con muy malas pulgas. No es preciso señalar que, como buen lobo monstruoso, generalmente tiende a la antropofagia. Pero quizá el aspecto más recurrido y diferenciador de este personaje es su disposición a ser usado como cabalgadura, casi siempre por perversos jinetes de aviesas intenciones (orcos, demonios y otros pérfidos caballeros, a veces también humanos).

Hoy día los huargos abundan en la literatura de género fantástico–épico, y con asiduidad sus feroces aullidos se dejan oír en la novela, el juego de rol, la historia gráfica o el medio narrativo cualquiera en el que se pretenda recrear un contexto mítico–fabuloso. Los huargos conforman un mito fundamentalmente literario, si bien el pueblo común, en mayor o menor medida y a través o no de las letras, ha adquirido un concepto de lo que son o se les hace ser. Así pues, aunque sea tímidamente, se puede decir que el huargo ha trascendido sus orígenes novelescos y tiene vida propia, como muchos otros personajes nacidos de la obra del inigualable Tolkien o transformada por ésta.

Pero, pese a que es el huargo tolkienano el huargo por excelencia, nos abstendremos de momento de él para tratarlo luego con más detalle. Quiero empezar por el principio, o mejor dicho por el final, y analizar la figura desde su apariencia presente. No es necesario buscar el término "huargo", a veces transcrito también como "wargo" e incluso "guargo", en ningún diccionario castellano: lo más probable es que no figure (como no lo hace en el de la Real Academia Española), y si encontráis alguna valiente y actualizada edición donde sí aparezca será para hacer una escueta referencia al monstruo literario.

En cambio, sí hay entradas en los diccionarios para un término muy similar: "huerco". Forma hoy en desuso de este vocablo fue "huergo", cuya sonoridad fonética es precisamente muy cercana a la de "huargo". Variantes de grafía de ambos modos fueron "uerco" y "uergo".

La Real Academia da diferentes definiciones para "huerco". Nos dice que en castellano antiguo el vocablo hacía referencia al "infierno de los condenados", y que con el tiempo pasó a ser uno más de los nombres del "Diablo o príncipe de los ángeles rebelados". Añado yo que no fue sólo nombre propio sino común, sirviendo también como sinónimo de toda criatura de procedencia infernal, "diablo" o "demonio", en general. En "La Diosa Blanca", 1948, Robert Graves hace referencia a "huergo" o "uergo" como término del "español antiguo" usado para definir a un "demonio comedor de hombres", pero ignoro de qué fuentes se bebe para dicha aseveración ni he oído hablar de ella en ningún otro sitio. Sea como sea, la Real Academia incide en que dichas acepciones han acabado en desuso, y en que actualmente la voz se aplica tan sólo a la "persona que está siempre llorando, triste y retirada en la oscuridad", y, en México, al "muchacho u hombre que está en la mocedad".

El vocablo "huerco" tiene un peculiar sinónimo que en seguida nos resultará muy familiar y llevará nuestro pensamiento de nuevo hasta mundos tolkienanos: "orco". El término es una variante cultista, especialmente usada para hacer referencia poética al "infierno de los condenados" y a veces al "Diablo o príncipe de los ángeles rebelados", en ambos casos como nombre propio con inicial en mayúscula. También, ya en minúscula, sirve para definir a los ángeles rebeldes, diablos y criaturas infernales de toda índole. En ningún caso, un orco será una "persona que está siempre llorando, triste y retirada en la oscuridad", ni en México un "muchacho u hombre que está en la mocedad".

Ambos términos, "huerco" y "orco", derivan del latín "orcus": el primero es una evolución natural en lengua romance castellana, el segundo un latinismo introducido probablemente en la Baja Edad Media o el Renacimiento. El mismo origen etimológico parece tener el nombre del "urco" de las leyendas gallegas, demoníaco perro negro a veces cornudo que anuncia la muerte o acarrea desgracias a quien se le aparece.

El Orcus latino fue, primitivamente, un dios de la muerte y de los muertos, y por extensión el reino subterráneo de ultratumba que gobernaba: con el tiempo, Orcus acabó siendo uno más de los títulos de Plutón, aunque el uso de su nombre siempre se mantuvo para hacer referencia al "Infernus" o mundo inferior. Robert Graves, en su ya citada obra "La Diosa Blanca", considera a Orcus una masculinización de la diosa griega Forcis, hija de Gaia y Pontos y divinidad marina que acabó asociada a Deméter adquiriendo un carácter ctónico: en la imaginería, la Deméter-Forcis era muchas veces representada bajo aspecto de cerda.

Los suidos son animales a menudo asociados a los mundos subterráneos en las antiguas mitologías europeas, y es probable que el latín "porcus" tenga en su raíz los mismos orígenes que "orcus" y "forcis": de hecho, es fácil formular una posibilidad de evolución etimológica de "huergo" y "huerco" a partir de unos hipotéticos "fuergo" y "fuerco", derivados de "orcus" de la misma manera que "puerco" de "porcus". Los "orcos" de nuestras modernas mitologías, casualmente, presentan a menudo colmillos de jabalí, orejas de cerdo y otros atributos porcinos: ¡qué delicioso retorno inconsciente a los orígenes!

Pero nos estamos acercando demasiado a los orcos y alejando demasiado de los huargos, y además casi innecesariamente, aunque creo que el inciso habrá servido para no dar pie a confusiones. Y es que "huargo", o "wargo", es una castellanización importada directamente de un vocablo original inglés, "warg", que nada en principio tiene que ver con "huergos", "huercos", "puercos" ni "orcos". Son coincidentes por pura casualidad, y por la pura casualidad los huargos suelen ser montados por orcos dando lugar a una especie de redundancia de su parentesco etimológico. La responsabilidad de esto, supongo, se la debemos achacar a Luis Domènech, quien en 1977, para Ediciones Minotauro, tuvo el honor de traducir por primera vez al castellano "The Fellowship of the Ring", o "La Compañía del Anillo", primera parte de la trilogía de John Ronald Reuel Tolkien "The Lord of the Rings" o "El Señor de los Anillos"… Por supuesto, no hace falta presentación del autor ni de la obra referidos.

Domènech traduciría también, en 1979 y 1980 respectivamente, aunque en colaboración con Matilde Horne, las dos segundas entregas de la obra cumbre de Tolkien: "The Two Towers" o "Las Dos Torres" y "The Return of the King" o "El Retorno del Rey". Permítaseme un alto para elogiar la obra de traducción de Domènech y Horne, que supieron trasladar al castellano la misma musicalidad de los nombres originales con significación en inglés: Threebeard, literalmente "árbol-barba", fue Bárbol para los lectores españoles, y a Shelob, "ella-lombriz" o "ella-bicho", la conocimos como Ella Laraña… Son sólo dos ejemplos ilustrativos de lo sencillamente bello que fue el trabajo de Domènech y Horne.

Como veis, ya hemos llegado a la parte donde sí toca hablar de los huargos de Arda, el mundo fabuloso que a mediados del siglo XX germinó de la fértil imaginación del insigne J. R. R. Tolkien. Los "wargs" de Tolkien, inspiradores de los que hoy día forman parte del bestiario de criaturas míticas de la literatura fantástica, fueron más bien personajes secundarios, siempre a la sombra de los "orcs" o "goblins", "orcos" o "trasgos" en las traducciones castellanas, sirviéndoles como aliados y montura de avanzadilla o de batalla. En "The Fellowship of the Rings", Aragorn decía: "Donde el huargo aúlla, el orco ronda".

Los huargos tolkienanos son mencionados habitualmente como "lobos salvajes", y tenidos por malvados, perversos y antropófagos. Hablan entre ellos una espeluznante e ininteligible lengua gutural, por lo que se les debe suponer un cierto raciocinio. Aparecieron por primera vez en 1937, en el capítulo XVII de "The Hobbit". En esta su primera incursión en la literatura tolkienana, los huargos participaron en la Batalla de los Cinco Ejércitos en Erebor, la Montaña Solitaria, del 2941 de la Tercera Edad del Sol, como aliados y montura de los trasgos contra una alianza entre los enanos del pueblo de Durin del Reino Bajo, los elfos Nandor del Bosque Negro y los hombres de Esgaroth y Valle.

Los huargos de la Batalla de los Cinco Ejércitos procedían de más allá del Yermo, los alrededores de Erebor que habían sido arrasados por el dragón Smaug. En "The Hobbit" son descritos "brillantes y negros como cuervos", a pesar de que su líder, sin embargo, es un espécimen de pelaje gris. Poco más se dice sobre ellos en esta obra salvo que una vez derrotados desaparecieron de las Montañas Nubladas.

Tampoco se profundiza demasiado en la figura de los huargos en el resto de la obra de Tolkien. En 1954 volvieron a ser introducidos en las dos primeras entregas de "The Lord of the Rings", "The Fellowship of the Ring" y "The Two Towers". Aliados de Sauron y de nuevo asociados a los orcos, estos huargos no parecen del todo reales si no más bien producto de alguna suerte de hechicería: desaparecen sin dejar rastro ni huellas, y atacan a la Compañía del Anillo al Oeste de las Montañas Nubladas.

En la tercera parte de la trilogía, "The Return of the King", queda claro que el ámbito de estas criaturas, tras su derrota en la Batalla de los Cinco Ejércitos, había quedado reducido a Rhovanion, las Tierras Ásperas, al Este de las Montañas Nubladas que nunca volvieron a cruzar. Los huargos, esta vez sin duda completamente reales, vuelven a ser montados por los orcos y participan en la Batalla de los Campos del Pelennor en el 3019 de la Tercera Edad del Sol, la más decisiva de las que formaron parte de la Guerra del Anillo.

En la obra tolkienana pulularon otros lobos gigantes y malvados además de los huargos, o que al menos no fueron definidos como tales. Este es el caso de los "lycanthropes" o "licántropos", también llamados simplemente "wolfs", terribles espíritus "maiar" que durante la Primera Edad del Sol adoptaron el aspecto de enormes y fieros lobos que sirvieron de montura a los siervos de Melkor. De ellos se nos habla en las obras póstumas de Tolkien, revisadas y publicadas por su hijo Christopher, "The Silmarillion", de 1977, y "Unfinished Tales of Númenor and Middle-Earth" ("Cuentos Inconclusos de Númenor y la Tierra Media"), de 1980. El primero de todos los licántropos fue Draugluin, al que siguió en celebridad Carcharoth o "Fauces Rojas", cancerbero de las Puertas de Angband.

Pero profundizando más en el origen del "warg" o huargo, ¿hemos de suponerlo entonces una invención de J. R. R. Tolkien? No exactamente: el célebre escritor sólo le dio una vuelta de tuerca al personaje, lo ayudó a delinear más consistentemente una vaga silueta que ya tenía. El propio Tolkien, en su correspondencia privada, dejó constancia de que el nombre lo había tomado de un antiguo término inglés que significaba "lobo" y había acabado también sirviendo para designar a los criminales proscritos: "warg" se acomodaba perfectamente como nombre para su personaje, pues lo caracterizaba a la vez como lobo y como perverso.

Lo cierto es que "warg" ha venido siendo utilizado hasta el siglo XX en determinadas áreas dialectales de la geografía angloparlante, bien para uno de ambos significados o bien para los dos, "lobo" y "proscrito", a la vez. Es, incluso, un apellido, poco común pero existente. Parece derivar del inglés medieval "wearg".

En el "Beowulf", poema épico anglosajón datado hacia los siglos IX o X d.C., el monstruo Grendel es definido como "werga", "whertho" o "heorowearh", y su también monstruosa madre como "grundwyrgenne". Todos estos nombres incluyen raíces relacionadas con "wearg": "werg-", "wher-", "-wearh" o "-wyrg-". Dado el carácter acuático de Grendel, esta recurrente insistencia en referirlo con términos de etimología lupina puede resultar extraña, pero hay que tener en cuenta que tanto él como su madre son denominados en distintos pasajes del poema como "brimwylf", que vendría a significar algo así como "lobo de agua".

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Tanto "warg" como "wearg" parecen relacionarse a su vez con términos de otras lenguas germánicas, siempre de significaciones relacionadas con el lobo y especialmente con el lobo de carácter mítico, legendario o sobrenatural. En antiguo altoalemán existió el vocablo "warg", fonéticamente idéntico al que nos ocupa, que en la Edad Media se convirtió en "warge" y "arge": ambos términos fueron aplicados a Cerberus, el perro guardián de las puertas de los Infiernos, en la versión alemana de la "Eneida" latina realizada por Heinrich von Veldeke hacia el siglo XII o principios del XIII. Entre los antiguos francos consta el uso de la voz "wargus", y la de "vargr" en algunos viejos dialectos escandinavos de Noruega: en determinados textos, los "vargr" nórdicos son mencionados como perros demoníacos al servicio del dios Lóki.

El vínculo del huargo con el lobo, pues, es determinante. En un principio pudiera parecer obvio que la relación entre el proscrito y el lobo se debe a la comparación del primero con el segundo: en la Inglaterra altomedieval y otras regiones germánicas de la época, el proscrito por sus crímenes era expulsado de la comunidad, condenado a vagar por los bosques y a morir en ellos de hambre, frío o devorado por las fieras, convirtiéndose si sobrevivía en una criatura asilvestrada que podía ser asesinada legítimamente por cualquiera como si fuera un lobo.

Pero sin embargo, según los etimólogos, "warg", "warge", "wearg", "wargus", "vargr" y similares fueron todos ellos términos derivados del antiguo germánico "wargaz", y éste a su vez del indoeuropeo "wergh", que significa "estrangular". La estrangulación, así como la profanación de tumbas, fueron algunos de los crímenes que podían llevar a un hombre a ser proscrito y desterrado a los bosques entre los pueblos germánicos altomedievales.

Así pues, debemos interpretar el término "warg" y sus relacionados no estrictamente como "lobo", si no como "salvaje", "silvestre". Esto se hace evidente en la amplia nomenclatura pangermánica para definir al hombre que se convierte en lobo: el "hombre-lobo" o "licántropo", cuyo nombre nos retrotrae de nuevo al bestiario lupino de Tolkien. En normando fue "garwall", en alemán "währwölfe", en danés "waerulf", en sueco "warulf", en inglés "werewolf"… La traducción literal de estos términos no vale, como en el caso del "lykanthrópos" griego, del "hombre-lobo" castellano o del "lobishome" galaico-portugués, por "lobo humano". Pero probablemente tampoco tuvieron en su origen una intención redundante de combinar dos sinónimos, si no más bien de hacer referencia a un lobo salvaje, quizá a un "lobo estrangulador", asesino y antropófago: a un lobo perverso, en definitiva. Ello se contagiaría a las lenguas no germánicas, dando lugar al "bleiz-garv", literalmente "lobo malvado", que es el licántropo de los bretones, al "garou" o "loup–garou" francés, e incluso al "gerulfus" de los textos bajolatinos, que en castellano ha resultado en el cultismo, ocasional y completamente ya en desuso, "gerulfo".

Existe, sin embargo, una teoría que hace el recorrido a la inversa, y que parte de la utilización en textos latinos antiguos del término "versipellis", esto es, "el que cambia la piel de vestir", para hacer referencia al hombre que se transforma en bestia. Así, "versipellis" habría dado lugar a "gerulfus", y "gerulfus" a los usos germánicos mencionados. Personalmente, aunque a mí ni caso, me parece evidente que la raíz "-ulf-" en un vocablo bajolatino tiene resonancias claramente germánicas, pero no soy yo quien para llevar la contra a los expertos.

Y así, primero entre orcos y ahora entre licántropos, se me ha perdido el huargo. Y es que la Mitología es un complicado tapiz en el que un hilo se enreda con otro, y éste con otro, y este otro con el primero y con otro más… y así hasta el infinito: es parte de su encanto.

Aunque en el fondo la verdad es que… creo que se me han acabado las cosas que decir acerca del huargo, si no me estoy dejando nada en el tintero.

Muy atentamente, Toni M. Jover.

P.D: Quiero expresar un agradecimiento especial a la Sociedad Tolkien Española (http://www.sociedadtolkien.org/) y su delegación en Mallorca, muy apropiadamente llamada "Tol Eressëa" (http://www.mallorcaweb.net/toleressea/home.php), por la información amablemente facilitada. Y a Xavier "Amras", presidente de la misma, por los enlaces sugeridos.

Bibliografía:
- "La Diosa Blanca" ("The White Goddess, A Historical Grammar of Poetic Myth"), 1948, de Robert Graves.
- "Guía Completa de la Tierra Media" ("The Complete Guide to Middle-Earth"), 1978, de Robert Foster.
"Diccionario de Mitología Clásica", 1980, de Constantino Falcón Martínez, Emilio Fernández-Galiano y Raquel López Melero.
- "Tolkien. Enciclopedia Ilustrada" ("Tolkien. The Illustrated Encyclopedia"), 1991, de David Day.
- "Los Hombres Lobo. La Fiera Emergente", 1993, de Juan Antonio Molina Foix.
- "Werewolves and the Germanic Underworld", 1994, de Alby Stone.
- "Tolkien Enciclopedia", 2001, de José María Nebreda.
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juanma_88
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Mensaje por juanma_88 »

Pedazo de post Laurana! lo e tenido que leer en dos veces!
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Laurana
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Mensaje por Laurana »

:D :D :D Ya con eso estoy feliz!

Laurana.
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Pseudoabulafia
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Re: Seres de la Literatura Fantástica (El Huargo)

Mensaje por Pseudoabulafia »

Os diré lo que Gandalf oyó, aunque Bilbo no lo comprendiese. Los wargos y los trasgos colaboraban a menudo en acciones perversas. Por lo común, los trasgos no se alejan de las montanas, a menos que se los persiga y estén buscando nuevos lugares, o marchen a la guerra (y me alegra decir que esto no ha sucedido desde hace largo tiempo). Pero en aquellos días, a veces hacían incursiones, en especial para conseguir comida o esclavos que trabajasen para ellos. En esos casos, conseguían a menudo que los wargos los ayudasen, y se repartían el botín. A veces cabalgaban en lobos, así como los hombres montan en caballos. Ahora parecía que una gran incursión de trasgos había sido planeada para aquella
misma noche. Los wargos habían acudido para reunirse con los trasgos, y los trasgos llegaban tarde. La razón, sin duda, era la muerte del Gran Trasgo y toda la agitación causada por los enanos, Bilbo y Gandalf, a quienes quizá todavía buscaban.
EL Hobbit, de J.R.R. Tolkien.
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