El pedo a modo de ensayo
El pedo a modo de ensayo
El pedo, también puede ser un “motivo” literario. Todo puede serlo. Hoy, por la razón que señalo más adelante, he querido hacer un repaso del pedo a través de la historia. Es un tema importante. O al menos tanto como lo puedan ser los árboles del bosque, las lágrimas, los bolsillos o las florecillas del jardín.
Con sinceridad: un pedo cautivo puede estropear una velada agradable y largamente deseada. Por ejemplo, puede ser que estemos en un restaurante distinguido y veamos a una dama o a un caballero abandonar su mesa dirigiéndose al excusado con cara de haber roto un secreto de familia.
Forma parte de nuestra rutina diaria. Afecta a grandes y a chicos. Puede hacer sentir los síntomas de una enfermedad inminente: un dolor agudo en el corazón, una insuficiencia respiratoria, un desmayo. También puede ser motivo de íntimos placeres y distensiones. Un pedo puede ser motivo de conversación. De hecho es uno de los temas más hilarantes que puedan abordarse. Yo he visto enrojecer de risa a muchas personas hablando de “¿te acuerdas aquella vez que...?”
Una vez iba en un ascensor acompañado por un familiar y necesitaba aliviar uno; un pedo. Y es que, hay veces que no se pueden retener..., es imposible. Comenzó a imaginar qué pasaría si en ese momento..., y surgió esa risa nerviosa que es difícil de aplacar. Le miré por ver qué contaba; qué le pasaba. Y entonces comenzó un carcajeo contenido y peligroso porque, como no podía ser menos, con los espasmos, se le escapó. Se le escaparon. Tranquilo, dando confianza, invité a mi acompañante, buena persona donde las haya, a que, ya que estaba, terminara sin apuros lo que tan apretadamente había comenzado. Todo acabó con acompañamiento sincopado de risa y pedo -¿sincopedo?- y con una oración para que el viaje llegara rápido a su destino. Siempre que nos vemos nos preguntamos: “¿te acuerdas de aquella vez en el ascensor...?” ¡Qué risa!
Un pedo puede ser motivo también de anécdotas inolvidables; hasta con literatos de protagonistas. Sabida es aquella de Camilo José Cela. Se conoce que ocurrió en una cena de gala de esas elegantes. El caso es que se tiró un pedo estruendoso. Se hizo el silencio. Hay que reconocer que Don Camilo sabía aguantar el tipo; sólo el tipo. Miró para una señora que tenía a su lado y le dijo a media voz: “Señora, no se preocupe, soy un caballero, y siempre sostendré que he sido yo”. A la señora esa cena no se le olvidaría nunca, imagino.
Un asunto como éste no debe considerarse baladí. Se ha escrito largo y tendido sobre el pedo. Ya en su día abordaron el tema Luciano, Hermógenes, Montaigne, Quintiliano; Jiménez Losantos, etc.
En el siglo XIX, se publicó un libro cuyo editor evitó estampar su nombre verdadero y se hizo llamar: “Gran Tronador, el hermoso tamborilero”. Su título tiene el didáctico título de “El arte de tirarse pedos o Manual del artillero socarrón” por el conde de la Trompeta. El libro es todo un tratado sobre el pedo, sus características y su realización como arte. Los divide en diferentes grupos o conjuntos: grandes o pequeños; plenos, vocales o semivocales; simples y compuestos... En este libro se asegura que una persona de constitución fuerte puede soltar veinte de un tirón. Lo del ascensor está claro que fue algo compuesto. Afectados, involuntarios, zullones, cagones..., en fin todo un catálogo interminable.
Un pedo puede traer consecuencias. Refiere el autor del libro que en alguna parte leyó que un diablo latino al querer un día tirarse un pedo le salió en cambio un zullón cagón ensuciándose los calzones y maldiciendo: “¿Acaso ya no hay buena fe en el mundo?”. Y dice que actúan muy bien aquellos que temiendo lo peor, se bajan los calzones y se levantan la camisa. Los considera gente sabia, prudente y precavida. (sic)
Más apuntes históricos:
Al enterarse el emperador Claudio de que algunos súbditos habían preferido morir antes de tirarse un pedo en su presencia, mandó publicar un edicto por el cual autorizaba a hacerlo incluso a su mesa con tal de que lo hicieran claramente. Y es que a un pedo no puede su autor dejarlo huérfano. Aunque sea feo e indecoroso, el pedo.
Ha habido culturas en las que ha sido visto como una crueldad el mantener sobre este tema cualquier escrúpulo.
Los egipcios hicieron del pedo un dios. Ponían su imagen en los aseos.
En la antigüedad, los druidas hacían vaticinios del tiempo atmosférico según fueran más o menos ruidosos sus pedos.
El libro que estoy leyendo estos días y que ha sido el motivo de plasmar aquí este humilde repaso por la temática ventosa, son, de nuevo, los diarios de Ernst Jünger: Radiaciones II. En ellos cuenta que estuvo leyendo “La Guerra Judía” de Flavio Josefo.
“...Se describe el comienzo de los desórdenes en Jerusalén bajo Cumano. Mientras los judíos se concentraban para celebrar la festividad de los panes ázimos los romanos emplazaron en lo alto del pórtico del Templo una cohorte para vigilar a la muchedumbre. Uno de los soldados se levantó ante ella el manto, volvió hacia los judíos, con una reverencia burlona, su trasero y ‘soltó un sonido indecoroso, en correspondencia con la posición en que se hallaba’ Aquello dio la ocasión a un enfrentamiento que costó la vida a diez mil personas, de tal modo que puede decirse que ha sido la ventosidad más funesta de la historia del mundo”
Este párrafo me ha recordado la visita que hiciera en el año 2000 el primer ministro Ariel Sharón a la explanada de las mezquitas y que costó la vida de muchas personas. Ignoro si en aquella ocasión se tiró también un pedo; pero el caso es que su visita provocó la segunda Intifada.
Bueno, volviendo con el tratado de los pedos, el autor se atreve a decir, no sin cierta razón, que los pedos son beneficiosos para la sociedad. Por ejemplo, un sonoro pedo cortará de raíz a un orador aburrido.
Otro ejemplo: en una reunión lánguida de amigos, un pedo salvará la velada con grandes risas y conversaciones.
Otro: en una disertación de filósofos pomposos, un pedo quitará solemnidad a los asuntos.
Para terminar he querido consultar en internet estudios serios sobre el tema. Y es increíble la cantidad de ellos que hay. En la wiki se atreven incluso a hacer análisis químicos de la sustancia. Parece ser que el componente del azufre es el causante desafortunado de su olor. Los hay:
NORMALES Y CORRIENTES, NERVIOSOS, DE TOS, PEGAJOSOS, VENDAVAL, CON PRESIÓN, Y FURTIVO.
Me refiero aquí a las clases de pedos de un estudio, no a los estudios propiamente.
Pero, lo más valioso, con todo, no es el estudio en sí, que lo es, sino las posibilidades multimedia: los pedos pueden escucharse con gran calidad y claridad.
No sé dónde llegaremos pero ya estamos muy lejos. No hace mucho oí decir a una experta investigadora que están desarrollando el software para que los usuarios de la red puedan oler a través de su PC todo tipo de esencias: perfumes, olor a selva, a algodón dulce, a hierba recién cortada, etc... Espero que sepan dotar a esos artilugios de ese inmediato futuro con filtros bien potentes.
EN FIN.
Con sinceridad: un pedo cautivo puede estropear una velada agradable y largamente deseada. Por ejemplo, puede ser que estemos en un restaurante distinguido y veamos a una dama o a un caballero abandonar su mesa dirigiéndose al excusado con cara de haber roto un secreto de familia.
Forma parte de nuestra rutina diaria. Afecta a grandes y a chicos. Puede hacer sentir los síntomas de una enfermedad inminente: un dolor agudo en el corazón, una insuficiencia respiratoria, un desmayo. También puede ser motivo de íntimos placeres y distensiones. Un pedo puede ser motivo de conversación. De hecho es uno de los temas más hilarantes que puedan abordarse. Yo he visto enrojecer de risa a muchas personas hablando de “¿te acuerdas aquella vez que...?”
Una vez iba en un ascensor acompañado por un familiar y necesitaba aliviar uno; un pedo. Y es que, hay veces que no se pueden retener..., es imposible. Comenzó a imaginar qué pasaría si en ese momento..., y surgió esa risa nerviosa que es difícil de aplacar. Le miré por ver qué contaba; qué le pasaba. Y entonces comenzó un carcajeo contenido y peligroso porque, como no podía ser menos, con los espasmos, se le escapó. Se le escaparon. Tranquilo, dando confianza, invité a mi acompañante, buena persona donde las haya, a que, ya que estaba, terminara sin apuros lo que tan apretadamente había comenzado. Todo acabó con acompañamiento sincopado de risa y pedo -¿sincopedo?- y con una oración para que el viaje llegara rápido a su destino. Siempre que nos vemos nos preguntamos: “¿te acuerdas de aquella vez en el ascensor...?” ¡Qué risa!
Un pedo puede ser motivo también de anécdotas inolvidables; hasta con literatos de protagonistas. Sabida es aquella de Camilo José Cela. Se conoce que ocurrió en una cena de gala de esas elegantes. El caso es que se tiró un pedo estruendoso. Se hizo el silencio. Hay que reconocer que Don Camilo sabía aguantar el tipo; sólo el tipo. Miró para una señora que tenía a su lado y le dijo a media voz: “Señora, no se preocupe, soy un caballero, y siempre sostendré que he sido yo”. A la señora esa cena no se le olvidaría nunca, imagino.
Un asunto como éste no debe considerarse baladí. Se ha escrito largo y tendido sobre el pedo. Ya en su día abordaron el tema Luciano, Hermógenes, Montaigne, Quintiliano; Jiménez Losantos, etc.
En el siglo XIX, se publicó un libro cuyo editor evitó estampar su nombre verdadero y se hizo llamar: “Gran Tronador, el hermoso tamborilero”. Su título tiene el didáctico título de “El arte de tirarse pedos o Manual del artillero socarrón” por el conde de la Trompeta. El libro es todo un tratado sobre el pedo, sus características y su realización como arte. Los divide en diferentes grupos o conjuntos: grandes o pequeños; plenos, vocales o semivocales; simples y compuestos... En este libro se asegura que una persona de constitución fuerte puede soltar veinte de un tirón. Lo del ascensor está claro que fue algo compuesto. Afectados, involuntarios, zullones, cagones..., en fin todo un catálogo interminable.
Un pedo puede traer consecuencias. Refiere el autor del libro que en alguna parte leyó que un diablo latino al querer un día tirarse un pedo le salió en cambio un zullón cagón ensuciándose los calzones y maldiciendo: “¿Acaso ya no hay buena fe en el mundo?”. Y dice que actúan muy bien aquellos que temiendo lo peor, se bajan los calzones y se levantan la camisa. Los considera gente sabia, prudente y precavida. (sic)
Más apuntes históricos:
Al enterarse el emperador Claudio de que algunos súbditos habían preferido morir antes de tirarse un pedo en su presencia, mandó publicar un edicto por el cual autorizaba a hacerlo incluso a su mesa con tal de que lo hicieran claramente. Y es que a un pedo no puede su autor dejarlo huérfano. Aunque sea feo e indecoroso, el pedo.
Ha habido culturas en las que ha sido visto como una crueldad el mantener sobre este tema cualquier escrúpulo.
Los egipcios hicieron del pedo un dios. Ponían su imagen en los aseos.
En la antigüedad, los druidas hacían vaticinios del tiempo atmosférico según fueran más o menos ruidosos sus pedos.
El libro que estoy leyendo estos días y que ha sido el motivo de plasmar aquí este humilde repaso por la temática ventosa, son, de nuevo, los diarios de Ernst Jünger: Radiaciones II. En ellos cuenta que estuvo leyendo “La Guerra Judía” de Flavio Josefo.
“...Se describe el comienzo de los desórdenes en Jerusalén bajo Cumano. Mientras los judíos se concentraban para celebrar la festividad de los panes ázimos los romanos emplazaron en lo alto del pórtico del Templo una cohorte para vigilar a la muchedumbre. Uno de los soldados se levantó ante ella el manto, volvió hacia los judíos, con una reverencia burlona, su trasero y ‘soltó un sonido indecoroso, en correspondencia con la posición en que se hallaba’ Aquello dio la ocasión a un enfrentamiento que costó la vida a diez mil personas, de tal modo que puede decirse que ha sido la ventosidad más funesta de la historia del mundo”
Este párrafo me ha recordado la visita que hiciera en el año 2000 el primer ministro Ariel Sharón a la explanada de las mezquitas y que costó la vida de muchas personas. Ignoro si en aquella ocasión se tiró también un pedo; pero el caso es que su visita provocó la segunda Intifada.
Bueno, volviendo con el tratado de los pedos, el autor se atreve a decir, no sin cierta razón, que los pedos son beneficiosos para la sociedad. Por ejemplo, un sonoro pedo cortará de raíz a un orador aburrido.
Otro ejemplo: en una reunión lánguida de amigos, un pedo salvará la velada con grandes risas y conversaciones.
Otro: en una disertación de filósofos pomposos, un pedo quitará solemnidad a los asuntos.
Para terminar he querido consultar en internet estudios serios sobre el tema. Y es increíble la cantidad de ellos que hay. En la wiki se atreven incluso a hacer análisis químicos de la sustancia. Parece ser que el componente del azufre es el causante desafortunado de su olor. Los hay:
NORMALES Y CORRIENTES, NERVIOSOS, DE TOS, PEGAJOSOS, VENDAVAL, CON PRESIÓN, Y FURTIVO.
Me refiero aquí a las clases de pedos de un estudio, no a los estudios propiamente.
Pero, lo más valioso, con todo, no es el estudio en sí, que lo es, sino las posibilidades multimedia: los pedos pueden escucharse con gran calidad y claridad.
No sé dónde llegaremos pero ya estamos muy lejos. No hace mucho oí decir a una experta investigadora que están desarrollando el software para que los usuarios de la red puedan oler a través de su PC todo tipo de esencias: perfumes, olor a selva, a algodón dulce, a hierba recién cortada, etc... Espero que sepan dotar a esos artilugios de ese inmediato futuro con filtros bien potentes.
EN FIN.
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- GANADOR del III Concurso de relatos
- Mensajes: 5070
- Registrado: 05 Mar 2006 12:19
- Ubicación: Al noreste de Madrid
Debía tener yo unos siete u ocho años y le había quitado algo a mi hermana la mayor que quería que le devolviera. Corría detrás de mí y yo la burlaba entre los árboles, dando vueltas alrededor de una mesa de ping pong cuando, en una de esas vueltas, ya muerto de risa, y cansado se me debió aflojar el vientre y se me escapó uno bien sonoro.
No perdió tiempo en hacerme el oportuno chantaje: o me lo devuelves o le digo a todos que te has tirado un pedo.
Dejé la cosa sobre la mesa y corrí a esconderme de verguenza en casa.
En otro hilo conté algo sobre cuescos y libros o algo así, sobre cuescos en Fnac mirando libros
No perdió tiempo en hacerme el oportuno chantaje: o me lo devuelves o le digo a todos que te has tirado un pedo.
Dejé la cosa sobre la mesa y corrí a esconderme de verguenza en casa.
Ya no nos queda pudor XF |
En otro hilo conté algo sobre cuescos y libros o algo así, sobre cuescos en Fnac mirando libros
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Gracias Fénix. Siempre me río con tus ocurrencias y tus refranes y dichos. Como un Sancho Panza que siempre tenía una frase para explicarlo todo.
Gracias Jane. Solo por una sonrisa ya me hubiera sentido feliz. Así que si me dices que te has reído...
Gracias Takeo. Esa táctica estaba muy vista: la del calamar. Suelta la “tinta” para despistar al enemigo.
El pudor. Takeo, yo creo que también intentamos escribir para ser distintos. Yo soy vergonzoso, pudoroso. Nunca he hablado de estos temas y fíjate que ahora me ha dado por escribir cosas de cacas, pedos, pises, moscas, pajas, etc. Quizá sea un querer soltarme la melena que no tengo. Jeje.
Fabian, gracias. En los adultos es verdad que no hacen tanta gracia pero sí los chistes, las historias, las anécdotas etc.
Un saludo.
Gracias Jane. Solo por una sonrisa ya me hubiera sentido feliz. Así que si me dices que te has reído...
Gracias Takeo. Esa táctica estaba muy vista: la del calamar. Suelta la “tinta” para despistar al enemigo.
El pudor. Takeo, yo creo que también intentamos escribir para ser distintos. Yo soy vergonzoso, pudoroso. Nunca he hablado de estos temas y fíjate que ahora me ha dado por escribir cosas de cacas, pedos, pises, moscas, pajas, etc. Quizá sea un querer soltarme la melena que no tengo. Jeje.
Fabian, gracias. En los adultos es verdad que no hacen tanta gracia pero sí los chistes, las historias, las anécdotas etc.
Un saludo.