El cielo sobre nosotros
- LuisBermer
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El cielo sobre nosotros
EL CIELO SOBRE NOSOTROS
La amplia plataforma se elevaba constantemente sobre el pilar metálico que tomaba como único eje, eterno en su ascensión hasta perderse entre las distantes nubes grisáceas. Allí, apilados azarosamente por toda su extensión, hallábanse los recursos necesarios para que la mujer y su hijo disfrutasen de una vida sosegada. La mujer cuidaba a su pequeño, prodigándole todo su amor; lo alimentaba, lo aseaba, le cantaba tiernas canciones melódicas para tranquilizarle y facilitar su descanso. Ella le enseñó a contemplar el milagro de la belleza que esperaba en el lejano cielo sobre sus cabezas y a expandir su imaginación, más allá de las brumas que ocultaban las cumbres del inalcanzable horizonte. Juntos reían cuando pequeñas criaturas voladoras cruzaban las distancias dejando a su paso un halo de minúsculas partículas de colores, que se difuminaban envolviéndolos en un mágico instante de pura fantasía. Por la noche hablaban con su amiga Luna y contaban las caprichosas estrellas una por una, llamándolas por su nombre, jugando a descubrir las figuras que para ellos dibujaban sobre el firmamento con tinta de luz blanca.
En ocasiones, cuando el pequeño dormía cobijado por la noche, la mujer miraba en la única dirección que su hijo desconocía. Miraba hacia abajo, donde, a pesar de la creciente lejanía, podían distinguirse con claridad los círculos de ámbar que eran los ojos de aquella monstruosidad inmensa, oscura, y sus repugnantes fauces siempre abiertas, imperturbable en su infinita paciencia. Entonces la mujer apartaba la vista, secando con el dorso de las manos las lágrimas que corrían por sus mejillas. Nunca dejó escapar el más mínimo sollozo que pudiese perturbar el sueño de su hijo.
Una mañana, la mujer cogió en brazos a su pequeño y, mirándole fijamente a los ojos, le preguntó:
-¿Me quieres, hijo mío?
-Te quiero mucho, mamá –respondió inmediatamente.
-Si de verdad me quieres...¿Harás un pequeño favor que yo te pida?
-Sí, mamá.
-¿Me prometes que nunca mirarás hacia abajo? ¿Me lo prometes, cariño mío?
-Claro que sí, mamá, te lo prometo –y se abrazó a su cuello con fuerza.
El tiempo pasaba lentamente, y las nubes parecían, sólo parecían, estar un poquito más cerca. El pequeño maduraba imperceptiblemente al mismo tiempo que su madre envejecía de igual modo. Mas la alegría siempre se mantuvo resplandeciente por encima de las demás cosas.
Cierto momento, cuando un atardecer teñía con su presencia el perenne azul del cielo, el hijo hizo una pregunta a su madre:
-Mamá...¿Qué hay allá abajo?
-Mi querido hijo, existen preguntas que no pueden ser contestadas; debes confiar en tu madre, que te dio la vida. ¿Recuerdas tu promesa?
-Sí, mamá –y besó sus mejillas.
Llegó un día como otro cualquiera, en que las nubes parecían, sólo parecían, estar al alcance de la mano. Aquel día la mujer se encontraba débil, blancos cabellos enmarcaban su joven rostro cubierto de arrugas, no podía incorporar su cuerpo. Su hijo estaba arrodillado a su lado.
-Hijo mío...¿Me prometes que nunca, nunca mirarás hacia abajo? ¿me lo prometes, cariño? –susurró su voz cansada.
-Sí, madre...
El niño cerró suavemente con su mano aquellos ojos anegados en lágrimas que desconocía, que humedecieron su piel, que sintió como suyas.
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Visita http://www1.webng.com/luisbermer/ …si te atreves…
La amplia plataforma se elevaba constantemente sobre el pilar metálico que tomaba como único eje, eterno en su ascensión hasta perderse entre las distantes nubes grisáceas. Allí, apilados azarosamente por toda su extensión, hallábanse los recursos necesarios para que la mujer y su hijo disfrutasen de una vida sosegada. La mujer cuidaba a su pequeño, prodigándole todo su amor; lo alimentaba, lo aseaba, le cantaba tiernas canciones melódicas para tranquilizarle y facilitar su descanso. Ella le enseñó a contemplar el milagro de la belleza que esperaba en el lejano cielo sobre sus cabezas y a expandir su imaginación, más allá de las brumas que ocultaban las cumbres del inalcanzable horizonte. Juntos reían cuando pequeñas criaturas voladoras cruzaban las distancias dejando a su paso un halo de minúsculas partículas de colores, que se difuminaban envolviéndolos en un mágico instante de pura fantasía. Por la noche hablaban con su amiga Luna y contaban las caprichosas estrellas una por una, llamándolas por su nombre, jugando a descubrir las figuras que para ellos dibujaban sobre el firmamento con tinta de luz blanca.
En ocasiones, cuando el pequeño dormía cobijado por la noche, la mujer miraba en la única dirección que su hijo desconocía. Miraba hacia abajo, donde, a pesar de la creciente lejanía, podían distinguirse con claridad los círculos de ámbar que eran los ojos de aquella monstruosidad inmensa, oscura, y sus repugnantes fauces siempre abiertas, imperturbable en su infinita paciencia. Entonces la mujer apartaba la vista, secando con el dorso de las manos las lágrimas que corrían por sus mejillas. Nunca dejó escapar el más mínimo sollozo que pudiese perturbar el sueño de su hijo.
Una mañana, la mujer cogió en brazos a su pequeño y, mirándole fijamente a los ojos, le preguntó:
-¿Me quieres, hijo mío?
-Te quiero mucho, mamá –respondió inmediatamente.
-Si de verdad me quieres...¿Harás un pequeño favor que yo te pida?
-Sí, mamá.
-¿Me prometes que nunca mirarás hacia abajo? ¿Me lo prometes, cariño mío?
-Claro que sí, mamá, te lo prometo –y se abrazó a su cuello con fuerza.
El tiempo pasaba lentamente, y las nubes parecían, sólo parecían, estar un poquito más cerca. El pequeño maduraba imperceptiblemente al mismo tiempo que su madre envejecía de igual modo. Mas la alegría siempre se mantuvo resplandeciente por encima de las demás cosas.
Cierto momento, cuando un atardecer teñía con su presencia el perenne azul del cielo, el hijo hizo una pregunta a su madre:
-Mamá...¿Qué hay allá abajo?
-Mi querido hijo, existen preguntas que no pueden ser contestadas; debes confiar en tu madre, que te dio la vida. ¿Recuerdas tu promesa?
-Sí, mamá –y besó sus mejillas.
Llegó un día como otro cualquiera, en que las nubes parecían, sólo parecían, estar al alcance de la mano. Aquel día la mujer se encontraba débil, blancos cabellos enmarcaban su joven rostro cubierto de arrugas, no podía incorporar su cuerpo. Su hijo estaba arrodillado a su lado.
-Hijo mío...¿Me prometes que nunca, nunca mirarás hacia abajo? ¿me lo prometes, cariño? –susurró su voz cansada.
-Sí, madre...
El niño cerró suavemente con su mano aquellos ojos anegados en lágrimas que desconocía, que humedecieron su piel, que sintió como suyas.
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No me esperaba una historia tan tierna viniendo de ti.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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- LuisBermer
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¿Cómo que no? ¡Si está muy bien! Todo el rato pensando en lo que pasará cuando el niño desobedezca a su madre y mire hacia abajo y, al final, resulta ser una historia de amor maternofilial.
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No tengo fe en el ser humano: el niño mirará hacia abajo.
Por cierto LuisBermer ¿por qué al final del relato se menciona al personaje como "niño"? Me ha dado la impresión de que le has hecho madurar lo suficiente en el trascurso de la historia como para variar ese término, ¿no?.
Interesante el lugar que describes.
Por cierto LuisBermer ¿por qué al final del relato se menciona al personaje como "niño"? Me ha dado la impresión de que le has hecho madurar lo suficiente en el trascurso de la historia como para variar ese término, ¿no?.
Interesante el lugar que describes.
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- dualidad101217
- Me estoy empezando a viciar
- Mensajes: 439
- Registrado: 12 Mar 2006 19:30
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Comentario a LuisBermer
Aloja, Luis, cómo va?
Me ha gustado la historia. Se deja leer sin sobresaltos.
La tensión del condicionante que la madre impone al hijo, me resultó especialmente incómoda, y le ubico como centro del relato. Por ello, al final, yo esperaba que el hijo mirase hacia abajo, pero que no lo haga deja como con más suspenso al relato.
Un abrazo, y gracias.
Me ha gustado la historia. Se deja leer sin sobresaltos.
La tensión del condicionante que la madre impone al hijo, me resultó especialmente incómoda, y le ubico como centro del relato. Por ello, al final, yo esperaba que el hijo mirase hacia abajo, pero que no lo haga deja como con más suspenso al relato.
Un abrazo, y gracias.
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- LuisBermer
- Lector voraz
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- Registrado: 07 Ene 2007 15:01
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Protos: le llamo "niño" en fina ironia, pues, como bien descubres, al final de la historia el niño es ya un hombre (responde -"si, madre"). El miedo de la madre es que su hijo pierda media vida pensando en la muerte, aunque sea casi inevitable verla, pues es esa la autentica victoria de la muerte...
¡Saludos y gracias por vuestros comentarios!
PD: perdonad la falta de acentos (mi PC se ha vuelto "analfaburro" )
¡Saludos y gracias por vuestros comentarios!
PD: perdonad la falta de acentos (mi PC se ha vuelto "analfaburro" )
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- GANADOR del III Concurso de relatos
- Mensajes: 5070
- Registrado: 05 Mar 2006 12:19
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Protos escribió:No tengo fe en el ser humano: el niño mirará hacia abajo.
¿Crees que es cuestión de fe, Protos?
Pienso que cuando los niños crecen, se 'liberan' de lo que vivieron con sus padres, empiezan a enfrentarse solos a su vida, necesario para conocerla y saber vivirla pues sus condicionantes son diferentes a los que ellos vivieron, luego las respuestas también. Creo que llegará un momento en que el niño tendrá que mirar hacia abajo para encontrarse su propia realidad y enfrentarse a ella por sí mismo. Su madre ya no estará para guiarle, defenderle, protegerle, decirle lo que tiene que hacer etc.
Como metafora, el cuento está bien, aunque quizá con demasiada metafísica.
Literariamente, me ha encantado cómo describes todo: el lugar, la relación madre/hijo, la ternura...
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