Furiosos relámpagos desgarraban la oscuridad de la fría noche y golpeaban la tierra con su rabia elemental mientras el viento y la lluvia arreciaban contra las paredes de ominoso y tétrico castillo que, como único refugio de los peregrinos, se alzaba al final del camino.
Desde las ventanas de su habitación en la torre más alta Sinkim había estado viendo como sus invitados iban llegando de uno en uno y por fin ahí estaba la última viajera, estaba claro que tenía que ser la kender, nadie más iría dando botes y cantando en medio de una tormenta. ¡Dioses del mal, como odiaba a esa raza de seres felices y despreocupados!
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A las 10 de la noche los invitados fueron conducidos desde sus habitaciones al salón principal, donde se ha había preparado un lujoso ágape, por Inmax, una criada, que todo lo que les dijo fue:
- Acompáñeme al salón, por favor.
Lo extraño no fue la frase en sí sino la absoluta carencia de sentimientos que había en su pronunciación y que hizo que todos los invitados la miraran con desconfianza y aprensión.
Una vez en el salón Líalo Too no perdió tiempo y se dirigió, corriendo a la pata coja, a la mesa mientras gritaba:
- ¡Comida, por fin! Ya iba a siendo hora de que nuestro anfitrión mostrara un poco de hospitalidad. Esto en mi tierra no hubiera pasado, todo el mundo sabe que los kenders somos el epitome de la amabilidad...
Las últimas palabras casi no se entendieron porque ya tenía un trozo de carne en la boca, un panecillo en una mano y un cuchillo con blasón en la otra, aunque ese cuchillo no tardaría demasiado en estar en uno de los múltiples bolsillos de Lialo.
Iréz do'urden y Leonita de Mondarín mucho más cautas y desconfiadas se acercaron despacio a la mesa y comprobaron la comida antes de empezar a comer, de todas formas Iréz se quedó mucho más tranquila cuando vio que su fiel pantera Devoralía engullía la comida sin ningún problema, sabía que el olfato de Devoralia era capaz de detectar cualquier cosa extraña en la comida. Leonita no necesita la ayuda de ninguna pantera pues su maldición la había bendecido con unos sentidos mucho más desarrollados que los del resto de los mortales y en seguida comprobó que la comida no estaba envenenada.
Gissomir de Gondorim permaneció apartado viendo la situación y observando al resto de los invitados, hasta estar seguro de que allí no había ningún peligro, para luego acercarse a la mesa.
Antes de que ninguno de los invitados, incluido el Kender, dijera nada, un nuevo personaje apareció por la puerta, un joven imberbe con las vestiduras propias de un hechicero.
A pesar de su cara inocente Gissomir se puso en guardia de inmediato y Leonita e Iréz dejaron de comer, aunque Lialo y Devoralia siguieron tranquilamente a lo suyo tras dedicarle un ligero vistazo de refilón.
- Buenas noches, damas y caballero, permítanme que me presente, soy Nuevo, el aprendiz del excelso hechicero Sinkim, mi maestro y esta noche su anfitrión. El insigne Sinkim me ha ordenado que les comunique que estará ocupado un rato pero que pueden empezar a comer sin esperarle.
- Ese sí que es un buen anfitrión, sí, señor, ¿no crees, preciosa? – dijo Lialo Too a la pantera que comía tumbada al lado suyo mientras movía una mano para acariciarla.
Devoralia solo le respondió con un gruñido, Grgrgrgr, que permitió ver a Lialo una enorme boca llena de dientes, afilados como puñales, capaces de partir un hueso de un bocado. Aún así la mano de la kender continuó acercándose a la pantera como si ésta no hubiera dicho nada.
- Gatita bonita, ¿quién quiere un poco de jamón? - preguntó Lilalo con su voz más melosa.
- ¡Aléjate de ella! – grito Iréz – A la última persona que se acercó a ella mientras comía ahora el conocen como El manco.
Lialo se apartó refunfuñando de mala gana y diciendo entre dientes:
- ¡Qué renegona, seguro que la gatita sí que quiere ser mi amigasi!
La única persona que oyó sus palabras fue Inmax que diligente y silenciosamente continuaba trayendo comida y llevándose los platos vacios.
De repente se oyeron unas voces que discutían mientras se acercaban al salón:
- ...te crees que soy tonto y que no veo lo que pasa antes mis ojos! – gritaba una voz de hombre claramente cabreado.
- ¡Te repito que son todo imaginaciones tuyas, cuantas veces tengo que decírtelo! – una voz femenina obviamente hastiada de esa discusión le respondía en el mismo tono
- ¡Di lo que quieras pero me estoy hartando de esta situación, tú eres mía y de nadie más! Recuerda lo que te digo...
El hombre se calló de golpe al entrar en el salón y ver que no estaba vacío, tras observar a todos los presentes se volvió inmediatamente hacia Nuevo y gritó:
- ¡Aprendiz! ¿Quién diablos es toda esta gente y que hacen en mi castillo?
- Estooo..., Conde Tito von Drac, son los invitados de mi señor, Sinkim y tengo que recordarle que en realidad ya no es su castillo sino el del Gran Sinkim – repondió Nuevo entre balbuceos.
- ¡Maldito insecto! ¿Cómo te atreves, cómo osas?
Tito casi no podía hablar de la rabia que sentía, ya era bastante que su esposa le estuviera poniendo los cuernos con ese nigromante como para que encima ese rata humana se atreviera a recordarle la derrota que sufrió hace siglos en su combate contra Sinkim, derrota que le costó la posesión de su adorado castillo familiar y a la que únicamente sobrevivió por la intercesión de su amada esposa Lifen de Salemet que, de alguna manera, logró persuadir a Sinkim para que no le matara.
- Tranquilo, cariño, no te excites, sabes que Nuevo solo es un mandado y que no se merece tu furia – dijo Lifen mientras acariciaba el brazo de Tito que, poco a poco, fue relajándose.
Además Tito había estado pensando, todo el mundo sabe que el poder de los vampiros aumenta con el paso del tiempo y ya habían pasado varios siglos desde la batalla, estaba casi seguro de que si se volvieran a enfrentar ahora él tendría todas las de ganar, al fin y al cabo él no había dejado de hacerse más fuerte mientras que Sinkim era más viejo cada año que pasaba.
De todas formas esa escena no había pasado desapercibida al resto de invitados que se habían puesto en posición de lucha en cuando vieron los colmillos que sobresalían de la boca de Tito, hasta Lialo Too había dejado de comer y había cogido su jupak. Devoralia también se había levantado y estaba a su lado con todo el cuerpo en tensión y enseñando los dientes mientras rugía.
- ¡Un sucio vampiro y una hija de Baahl! Preparaos a morir seres del averno – gritó Gissomir con su espada desenvainada.
Que Lifen de Salemet era una bruja es algo que nadie pondría en duda una vez que la viera enfadada con ese aura de poder que la rodeaba y la magía y energía que rezumaba por todos sus poros.
- ¡Señores por favor, haya paz,
todos son invitados de mi señor Sinkim y estoy seguro que el no desea que haya un derramamiento de sangre en
su salón! – dijo Nuevo mientras se interponía valientemente entre los dos grupos.
Tito von Drac miró fijamente a Nuevo, su referencia a “todos” no le había pasado desapercibido y se juró que, aunque fuera lo último que hiciera, ese bastardo pagaría su insolencia
De repente un fuertísimo trueno retumbó en el exterior mientras una corriente de aire, salida de no se sabe donde, apagó todas las velas de la estancia incluyendo el fuego de la chimenea.
Mientras todos se estaban preguntando que estaba pasando una luz apareció en lo alto de las escaleras.
- Bien hecho, aprendiz, no me gustan las manchas de sangre en la alfombra – dijo una voz gutural que parecía salir del fondo de una cueva. – Pero, que sea la última vez que te atreves a suponer que deseo o pienso – continuó mientras un brillo maléfico brillaba en sus ojos y un relámpago surgió de su dedo índice para golpear a Nuevo en el pecho.
Nuevo cayó en el suelo entre convulsiones pero no tardó demasiado en recuperarse y arrodillarse para contestar entre gemidos:
- Si, amo, por supuesto, lo que usted mande, no volverá a pasar.
Una sonrisa apareció en los labios de Sinkim mientras pensaba en que esa sí que había sido una buena entrada, las primeras impresiones siempre son muy importantes.
- Por favor, sed todos muy bienvenidos a mí castillo, espero que las habitaciones os hayan parecido cómodas y que la comida sea de vuestro agrado. – Dijo Sinkim con una sonrisa aparentemente sincera, aunque bien mirado se notaba que no le llegaba a los ojos, mientras chasqueaba los dedos y todos los fuegos de la habitación volvían a encenderse.
Y si Tito sintió la referencia a “mi castillo” como un insulto se cuido muy, mucho de dejar que su cara lo reflejara.
- Bien, amigos, supongo que estaréis deseando saber que es exactamente lo que os ha traído hasta aquí, todos habéis demostrado vuestro valor, fuerza y habilidad al haber conseguido llegar hasta aquí solos, superando los innumerables peligros del bosque maldito, el pantano de la podredumbre y las cuevas ignominiosas únicamente por el ligero rumor de un artefacto mágico muy poderoso.
Pues tengo buenas noticias para vosotros, el artefacto existe y es éste.
Mientras decía eso Sinkim levantó la mano derecha dejando ver un anillo en su dedo corazón
- Este anillo es un anillo mágico capaz de conceder a su portador tres deseos con solo repetir el deseo en voz alta tres veces.
Todos los presentes se quedaron con la boca abierta incapaces de creer lo que habían oído.
- Sí, habéis oído bien y uno de vosotros saldrá del castillo con él, aunque para eso antes tendréis que darme algo – la sonrisa que apareció en la cara de Sinkim no auguraba nada bueno.
- Vamos a celebrar una subasta para ver quien da más por él, pero antes de empezar a pujar tenéis que tener en cuenta un par de cosas:
1º Yo no quiero dinero, no lo necesito.
2º Al contrario que en las subastas normales en ésta sólo habrá una puja y yo decidiré cual es la ganadora.
3º Además de con la puja ganadora me quedaré con todo lo que haya pujado el resto, así que aseguraros de que lo que me prometáis sea algo que podáis perder ganéis o no ganéis porque si no me lo dais no saldréis vivos del castillo.
Todos los presentes se quedaron de piedra al escuchar las desorbitadas condiciones de Sinkim y no tardaron en protestar a voz en grito hasta que la voz de Sinkim se alzó sobre el resto y dijo:
- ¡Basta! Esas son mis condiciones el que quiera es libre de marcharse sin participar en la subasta, yo no obligo a nadie a quedarse.
- Una pregunta – dijo Lifen
- ¡Hombre, que sorpresa! Adelante, Lady Lifen.
- ¿Yo también puedo participar en la subasta?
- Por supuesto, querida, pero ¿estás segura de que quieres hacerlo? Sinceramente no creo que tengas nada que no me hayas dado ya – respondió Sinkim con una mirada lasciva.
Lifen se quedó blanca y con la boca abierta aunque la ira no tardó en hacerla ponerse roja,
- ¿Cómo se atrevía ese cerdo a dejarla en ridículo delante de todo el mundo, y más aún delante de Tito? A ella, a la gran Lifen de Salemet, la más poderosa hechicera viva, vale que al principio había estado aprendiendo de Sinkim pero hace años que tenía la impresión de que Sinkim cada vez le estaba enseñando menos, ya no tiene nada que aprender de ese vejestorio, seguro que ahora ella mejor hechicera que él. – Pensaba Lifen mientras la ira iba cediendo paso a las ganas de venganza.
Lifen se giró para mirar a Tito y lo que vio la asustó más de lo que nada le había asustado nunca. La cara de Tito era una máscara de odio como ella no creía posible y sus ojos miraban a Sinkim con una intensidad que hubiera dejado temblando a cualquiera que no fuera un nigromante de la talla de Sinkim.
- Bueno, amigos, me retiro a mi habitación a descansar, tenéis toda la noche para pensar en vuestras ofertas, espero que valgan la pena – dijo Sinkim mientras desaparecía en una nube de humo, si una buena entrada es necesaria una buena salida es indispensable.
Todos se quedaron absortos en sus pensamientos mirando a ver que podrían ofrecer para ganar la subasta.
Lifen y Tito salieron de la habitación pero ya nadie les prestaba atención, Inmax cogió una bandeja y con una mirada que no parecía tan ausente como siempre se fue a la cocina mientras su mente daba vueltas a unos pensamientos extraños que hacía tiempo que no oía y que no acaba de ser capaz de concretar.
Nuevo abandonó la habitación con un pasó inseguro, aún no del todo recuperado del rayo que Sinkim le había lanzado, mientras leía algo en el libro que siempre llevaba consigo y pensaba en que, por fin sabía, qué es lo que Sinkim había estado estudiando tan secretamente estos últimos años.
Iréz acaricia a Devoralia mientras recapacita si sería capaz de sacrificarla por devolver la vida a su hermana y en qué tipo de persona se convertiría si lo hace, alguien capaz de cambiar la vida de una compañera de tantos años, que tantas veces le ha salvado la vida y que se ha convertido, casi, en una parte de si misma por la de una hermana. ¿Eso la hacía más o menos humana? No lo sabía y no sabía si podría vivir fuera cual fuera su decisión
Leonita, no sabía que hacer, no se le ocurría que podría ofrecer a Sinkim que valiera lo suficiente, por un momento había pensado en ofrecerle a su próximo hijo pero sabía que nunca podría hacer eso, así que había seguido pensando y al final había decidido ofrecerle un año de su vida y los servicios de una mujer leona durante ese tiempo, aunque a lo mejor un año es poco, ¿tendría que subir a 2 o mejor a 3 para asegurarse la victoria?
Gissomir estaba destrozado, pactar con alguien como Sinkim iba contra todo lo que él era, su alma se rebelaba contra la idea de hacer alguien por ese maldito nigromante y encima pensar que a lo mejor le ofrecía algo que luego él encontraba insuficiente estaba corroyéndole por dentro, ¿qué podría darle para asegurarse la victoria, su cota de malla de mithril, su caballo Nieblablanca, el último de los mearas, su espada mágica, todo...? No lo sabía pero sí sabía que ese anillo podría ser la última posibilidad de Gondorim y tenía que ser suyo.
Lialo Too estaba seria por tercera vez en su vida, no sabía que podía hacer para conseguir el anillo, ella no tenía nada que alguien como Sinkim pudiera desear, abrió el saquillo que llevaba a la cintura, donde guardaba sus más valiosos tesoros, y empezó a rebuscar, una piedra lisa y bonita que seguro que botaría muy lejos en un lago de aguas cristalinas, una aguja de pino de la que, cuando estaba en el árbol, pendía una gota de agua que brillaba con los colores del arco iris y cuya belleza la había tenido paralizada 10 minutos, una cuchillo afilado que perdió un inconsciente ladrón que intentó atracarla creyéndola indefensa, una botellita de veneno de araña negra de las cuevas sin nombre, unas cuantas monedas que había ido encontrando a lo largo de sus viajes, una anillo liso de oro sin inscripciones visibles que lo único que hacía es adaptarse al dedo del portador y que había "perdido" un joven bajito de pies peludos que iba acompañado de un amigo con los pies muy peludos (está claro que no conocían la depilación) y los pétalos de una rosa blanca que le había regalado su Kyle poco antes de morir. De repente se le ocurrió lo que podría ofrecerle a Sinkim, podría darle sus recuerdos de Kyle, sería muy duro vivir sin acordarse del amor de su vida pero era lo más valioso que tenía e intuía que Sinkim encontraría retorcidamente divertido resucitar a Kyle a la vez que Lialo lo olvidaba todo sobre él.
En su habitación Sinkim reía sentado en su sofá mientras imaginaba a sus invitados devándose los sesos intentando pensar en que podrían ofrecerle cuando lo que en realidad tendrían que estar preguntándose es ¿Por qué alguien como Sinkim estaría dispuesto a renunciar a un anillo con 3 deseos? La respuesta era obvia, el maldito anillo no funcionaba correctamente, o mejor dicho, sí que funcionaba pero, en verdad, estaba maldito y los deseos que concedía acababan siempre volviéndose contra su usuario.
Sinkim había pasado los últimos 5 años analizando el anillo con todos los hechizos y pociones que se le ocurrían y todos llegaban a la misma conclusión, los deseos al final se volverían contra él así que cambiar un anillo inservible por lo que fueran a darle sus invitados era un trato absolutamente perfecto.
A la mañana siguiente, tras una noche en la que nadie consiguió dormir, se reunieron todos otra vez en el salón a esperar la aparición de Sinkim pero la única que apareció por la puerta fue Inmax para decir con su acostumbrada voz sin inflexiones:
- Sinkim ha muerto y el anillo ha desaparecido.
Armas:
- Garras y dientes
- Veneno
- Hechizo
- Arma blanca en el corazón
Motivo:
- Te lo merecías, bastardo (Venganza)
- El anillo será para mí.
- Es hora de que el alumno superé al maestro.
Puntos extra para el que también responda correctamente a la pregunta ¿Quién acaba teniendo el anillo?