Auto de fe - Elias Canetti
Moderadores: magali, caramela, Ashling
Auto de fe - Elias Canetti
Auto de fe
Elias Canetti
OBRA COMPLETA II: AUTO DE FE
de CANETTI, ELIAS
DEBOLSILLO 2005
13.0x19.0 cm
720 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
ISBN: 9788497936781
Colección: CONTEMPORANEA DEBOLSILLO
Nº Edición:1ª
Año de edición:2005
Plaza edición: BARCELONA
9.95€
Nº de páginas: 624 (*)
Editorial: DEBOLSILLO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788497936781
Año de edición: 2017
Considerada, con toda justicia, una de las obras maestras de la literatura de entreguerras, en esta novela se lleva a las últimas consecuencias un drama social. Tragedia desmesurada, la vida de un intelectual aislado del mundo y prisionero de su dogmas, es un recorrido por los males de una sociedad que lo llevará, en última instancia, a autoinmolarse
casa del libro
Este es uno de la biblioteca de plata que hizo el circulo de lectores en su momento, lo leí hace demasiados años..., lo mismo es hora de empezar a releerlos...
Barroco emblema de un mundo a punto de estallar, su novela es asimismo una fantasmagórica creación soberana en la que el artista ha fundido sus fobias y apetitos más íntimos con los sobresaltos y crisis que resquebrajan su mundo.Hablar de "demonios" es en su caso indispensable.Los fantasmas obsesivos, cargados de amenaza, que circulan por la novela desde su título hasta la incineración libresca del final, tienen una doble, contradictoria valencia.De un lado,ya lo hemos visto, encarna el conformismo, la pasividad, la abdicación de una sociedad que muy pronto se convertirá en "masa".De otro, son las fuerzas y pulsiones irracionales que animan y lo inducen a crear.Auto de fe, denuncia simbólica de una sociedad que se deja dominar por los peores instintos, es también una novela que reivindica orgullosamente el derecho a la obsesión...
editado por moderación
(*) Actualización de imagen y datos por moderación, junio 2019
Elias Canetti
OBRA COMPLETA II: AUTO DE FE
de CANETTI, ELIAS
DEBOLSILLO 2005
13.0x19.0 cm
720 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
ISBN: 9788497936781
Colección: CONTEMPORANEA DEBOLSILLO
Nº Edición:1ª
Año de edición:2005
Plaza edición: BARCELONA
9.95€
Nº de páginas: 624 (*)
Editorial: DEBOLSILLO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788497936781
Año de edición: 2017
Considerada, con toda justicia, una de las obras maestras de la literatura de entreguerras, en esta novela se lleva a las últimas consecuencias un drama social. Tragedia desmesurada, la vida de un intelectual aislado del mundo y prisionero de su dogmas, es un recorrido por los males de una sociedad que lo llevará, en última instancia, a autoinmolarse
casa del libro
Este es uno de la biblioteca de plata que hizo el circulo de lectores en su momento, lo leí hace demasiados años..., lo mismo es hora de empezar a releerlos...
Barroco emblema de un mundo a punto de estallar, su novela es asimismo una fantasmagórica creación soberana en la que el artista ha fundido sus fobias y apetitos más íntimos con los sobresaltos y crisis que resquebrajan su mundo.Hablar de "demonios" es en su caso indispensable.Los fantasmas obsesivos, cargados de amenaza, que circulan por la novela desde su título hasta la incineración libresca del final, tienen una doble, contradictoria valencia.De un lado,ya lo hemos visto, encarna el conformismo, la pasividad, la abdicación de una sociedad que muy pronto se convertirá en "masa".De otro, son las fuerzas y pulsiones irracionales que animan y lo inducen a crear.Auto de fe, denuncia simbólica de una sociedad que se deja dominar por los peores instintos, es también una novela que reivindica orgullosamente el derecho a la obsesión...
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Auto de fe (carta a los escritores cont.) - Elias Canetti
Auto de Fe
A catorce de mayo de 2007:
Al igual que hizo Miguel de Cervantes mediante la redacción del célebre escrutinio a la biblioteca, hay veces en las que una se ve empujada a arrojar a la pira ciertos engendros de sus contemporáneos. No es lo propio de nadie que se precie contrario a las prácticas clericales decidir aquello que puede ser leído y aquello que no; de lo que se trata aquí es de sobreponer el fuego de la lucidez a las sombras que emanan de la literatura de este principio de siglo. Podéis permanecer tranquilos, economistas de la palabra y poetastros diversos, ya que, de momento, nadie reducirá a cenizas el producto material de vuestra inventiva.
El primer encantador del que debemos prevenirnos es el espectro de la llamada “literatura popular”, no fuera a ser que nos convenciera de un supuesto renacimiento de la rica sabiduría que, durante tanto tiempo, ha caracterizado a la tradición oral. Adalides del mal gusto como Almudena Grandes sostienen con orgullo que debe llamarse “popular” a una literatura fundamentada sobre temáticas banales y esquemas repetitivos cuyo mecanismo, advertido a la legua, podría traducirse por la serie de peripecias estériles que lleva a cabo un adulto de clase media para escapar al hastío de la vida en la ciudad. Nos encontramos frente a un reflejo fiel de nuestro fracaso, no frente a una lupa que pretenda analizarlo, y mucho menos frente a un salto cualitativo que pretenda superarlo. Sexo espolvoreado con torpeza, alusiones políticas vaciadas de cualquier significación, psicoanálisis a buen precio, miserabilidad vendida como estética (eso que llaman “costumbrismo”)… En el mejor de los casos, estos escritos logran desarrollar alguna metáfora encadenada bien conseguida, pero no me interesa el arte por el arte, “arte sometido, que rehúye el peligro y busca el calor de los aplausos”, en palabras de Aldo Pellegrini. [1] Estos personajes cómicos de la escena intelectual me recuerdan a un líder populista arrojando sucedáneo de pienso a una masa de trabajadores hambrienta de verdad y justicia. Gesto tanto más insultante que pretende asemejarse al que dio luz al Romancero Español, a la novela picaresca, al Refranero Popular o a la literatura anarquista acunada en el seno del movimiento obrero.
Quizá estos burdos imitadores de un Realismo edulcorado y ya carente de sentido nos estén comunicando que el pueblo jamás podrá aspirar a un mayor grado de sutilidad que el que les ofrece su prolífica pluma de oro. Alejandra Pizarnik, Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Leopoldo María Panero, Cesare Pavese e, incluso, Karl Marx… “¡Aristócratas de la literatura!”, dirán estos imbéciles que en nada entendieron a Vladimir Maïakovski cuando proclamaba a los cuatro vientos el imperativo de “saber organizar la comprensión de un libro”. [2] “¿Por qué no quisisteis adaptar vuestra genialidad a la simplicidad del pueblo en lugar de escribir para las elites?”, añadirán, compungidos, mientras encabezan la última manifestación promovida por el Partido Socialista para la perpetuación del espectáculo.
Hay que deshacer el equívoco según el cual todo aquello que requiere un esfuerzo interpretativo vive necesariamente separado de la sociedad, así como su flagrante consecuencia: que todo aquel discurso adaptado al código de la masa pauperizada vive necesariamente integrado en la sociedad. La pasión destructora de Mallarmé o el verbo atormentado de Baudelaire, como se ha dicho en tantas ocasiones hasta la fecha, juegan contra los intereses de la clase que mantiene en el analfabetismo funcional más abyecto a ese pueblo al que tanto dicen apreciar ciertos escritores alimentados por las subvenciones estatales. Lo que ellos aman en realidad es la ignorancia, que mantiene bajo seguro su fortuna.
No, señor compadre, – digo encarándome a mi amigo el cura – no olvide quemar también la última novela de Jonathan Littell y de conservar a buen recaudo Spleen e ideal, que todo cuanto está leyendo en estas líneas no representa un mero ejercicio de retórica. Si busca retórica, diríjase a los sobrevalorados intelectuales franceses de hoy en día. Ellos le hablarán del Holocausto con cinismo y autocomplacencia, cuando no con cierto candor y erotismo. ¿Quién le hubiera hecho a usted creer que del Zyklon B podrían germinar las flores del mal? Es una idea que ni siquiera a Baudelaire se le hubiese pasado por la cabeza. Cuando él hablaba del lado seductor de la maldad, lo hacía desde la óptica de la herejía y la alquimia; se proponía reflexionar sobre cuestiones que la literatura tradicional había dejado de lado, y lo procesaron en virtud de ello. Él jamás hubiese pretendido explicar moralmente la actitud de esos burgueses que lo apuñalaban con miradas acusadoras por visitar los museos en compañía de alguna prostituta y que tomaron la resolución de censurar sus poemas. Éste, y no el tiempo, es el abismo que lo separa de todos esos literatos oportunistas que explotan las desgracias humanas con implacable morbo.
Dicho esto, yo regreso a mi infecto cubil a copular con mis insaciables concubinas. Juntas prepararemos la llama que se agitará sobre la antorcha punitiva el día del juicio final. Esto sólo ha sido un aviso.
Atentamente:
Casandra Zdanevich
[1] PELLEGRINI Aldo, La acción subversiva de la poesía in La valija de fuego (poesía completa), p. 12, Editorial Argonauta, Biblioteca de Poesía, 2001.
[2] MAÏAKOVSKI Vladimir, “Los obreros y los campesinos no os comprenden” in Poesía y revolución, p. 95, Ediciones Península, Nueva colección ibérica, 1971.
A catorce de mayo de 2007:
Al igual que hizo Miguel de Cervantes mediante la redacción del célebre escrutinio a la biblioteca, hay veces en las que una se ve empujada a arrojar a la pira ciertos engendros de sus contemporáneos. No es lo propio de nadie que se precie contrario a las prácticas clericales decidir aquello que puede ser leído y aquello que no; de lo que se trata aquí es de sobreponer el fuego de la lucidez a las sombras que emanan de la literatura de este principio de siglo. Podéis permanecer tranquilos, economistas de la palabra y poetastros diversos, ya que, de momento, nadie reducirá a cenizas el producto material de vuestra inventiva.
El primer encantador del que debemos prevenirnos es el espectro de la llamada “literatura popular”, no fuera a ser que nos convenciera de un supuesto renacimiento de la rica sabiduría que, durante tanto tiempo, ha caracterizado a la tradición oral. Adalides del mal gusto como Almudena Grandes sostienen con orgullo que debe llamarse “popular” a una literatura fundamentada sobre temáticas banales y esquemas repetitivos cuyo mecanismo, advertido a la legua, podría traducirse por la serie de peripecias estériles que lleva a cabo un adulto de clase media para escapar al hastío de la vida en la ciudad. Nos encontramos frente a un reflejo fiel de nuestro fracaso, no frente a una lupa que pretenda analizarlo, y mucho menos frente a un salto cualitativo que pretenda superarlo. Sexo espolvoreado con torpeza, alusiones políticas vaciadas de cualquier significación, psicoanálisis a buen precio, miserabilidad vendida como estética (eso que llaman “costumbrismo”)… En el mejor de los casos, estos escritos logran desarrollar alguna metáfora encadenada bien conseguida, pero no me interesa el arte por el arte, “arte sometido, que rehúye el peligro y busca el calor de los aplausos”, en palabras de Aldo Pellegrini. [1] Estos personajes cómicos de la escena intelectual me recuerdan a un líder populista arrojando sucedáneo de pienso a una masa de trabajadores hambrienta de verdad y justicia. Gesto tanto más insultante que pretende asemejarse al que dio luz al Romancero Español, a la novela picaresca, al Refranero Popular o a la literatura anarquista acunada en el seno del movimiento obrero.
Quizá estos burdos imitadores de un Realismo edulcorado y ya carente de sentido nos estén comunicando que el pueblo jamás podrá aspirar a un mayor grado de sutilidad que el que les ofrece su prolífica pluma de oro. Alejandra Pizarnik, Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Leopoldo María Panero, Cesare Pavese e, incluso, Karl Marx… “¡Aristócratas de la literatura!”, dirán estos imbéciles que en nada entendieron a Vladimir Maïakovski cuando proclamaba a los cuatro vientos el imperativo de “saber organizar la comprensión de un libro”. [2] “¿Por qué no quisisteis adaptar vuestra genialidad a la simplicidad del pueblo en lugar de escribir para las elites?”, añadirán, compungidos, mientras encabezan la última manifestación promovida por el Partido Socialista para la perpetuación del espectáculo.
Hay que deshacer el equívoco según el cual todo aquello que requiere un esfuerzo interpretativo vive necesariamente separado de la sociedad, así como su flagrante consecuencia: que todo aquel discurso adaptado al código de la masa pauperizada vive necesariamente integrado en la sociedad. La pasión destructora de Mallarmé o el verbo atormentado de Baudelaire, como se ha dicho en tantas ocasiones hasta la fecha, juegan contra los intereses de la clase que mantiene en el analfabetismo funcional más abyecto a ese pueblo al que tanto dicen apreciar ciertos escritores alimentados por las subvenciones estatales. Lo que ellos aman en realidad es la ignorancia, que mantiene bajo seguro su fortuna.
No, señor compadre, – digo encarándome a mi amigo el cura – no olvide quemar también la última novela de Jonathan Littell y de conservar a buen recaudo Spleen e ideal, que todo cuanto está leyendo en estas líneas no representa un mero ejercicio de retórica. Si busca retórica, diríjase a los sobrevalorados intelectuales franceses de hoy en día. Ellos le hablarán del Holocausto con cinismo y autocomplacencia, cuando no con cierto candor y erotismo. ¿Quién le hubiera hecho a usted creer que del Zyklon B podrían germinar las flores del mal? Es una idea que ni siquiera a Baudelaire se le hubiese pasado por la cabeza. Cuando él hablaba del lado seductor de la maldad, lo hacía desde la óptica de la herejía y la alquimia; se proponía reflexionar sobre cuestiones que la literatura tradicional había dejado de lado, y lo procesaron en virtud de ello. Él jamás hubiese pretendido explicar moralmente la actitud de esos burgueses que lo apuñalaban con miradas acusadoras por visitar los museos en compañía de alguna prostituta y que tomaron la resolución de censurar sus poemas. Éste, y no el tiempo, es el abismo que lo separa de todos esos literatos oportunistas que explotan las desgracias humanas con implacable morbo.
Dicho esto, yo regreso a mi infecto cubil a copular con mis insaciables concubinas. Juntas prepararemos la llama que se agitará sobre la antorcha punitiva el día del juicio final. Esto sólo ha sido un aviso.
Atentamente:
Casandra Zdanevich
[1] PELLEGRINI Aldo, La acción subversiva de la poesía in La valija de fuego (poesía completa), p. 12, Editorial Argonauta, Biblioteca de Poesía, 2001.
[2] MAÏAKOVSKI Vladimir, “Los obreros y los campesinos no os comprenden” in Poesía y revolución, p. 95, Ediciones Península, Nueva colección ibérica, 1971.
Re: Auto de fe (carta a los escritores contemporáneos)
Zdanevich escribió:
Dicho esto, yo regreso a mi infecto cubil a copular con mis insaciables concubinas. Juntas prepararemos la llama que se agitará sobre la antorcha punitiva el día del juicio final. Esto sólo ha sido un aviso. .
Essstooooooo, yooooooo.... ejem, ejem,... ¿Puedo irme contigo a tu cubil? Es más que todo por lo de las concub... o sea, por lo del juicio final, que me da miedo.