Bien. Es una novela para reflexionar, no es fácil de leer, porque no es especialmente entretenida, en el sentido de que los sucesos corren muy despacio, la narración es minuciosa, retrospectiva, centrada en dos momentos clave en la adolescencia del narrador que ocupan las dos primeras partes y bastantes páginas. Dos historias por lo demás algo frías (la historia "de los padres" y su primera experiencia en "Canadá"), muy bien escritas, eso sí, en la que no hay sorpresas ni suspense, incluso el narrador se encarga de "chafarnos" la mínima intriga que podría esconder la historia. La última parte, la más breve, cierra una elipsis temporal de más de 50 años, narrada en presente, con un cambio de ritmo y que es fundamental para entender la novela.
Más allá de la historia, que puede gustar más o menos, Canadá es una metáfora, un “cruzar la frontera”, como cuenta el narrador en algún momento. Habla, creo yo, de la capacidad de adaptación al cambio, de la vida que nos vamos encontrando como una sucesión de hechos, algunos especialmente adversos, que nos afectan, pero a los que somos capaces de sobrevivir si los miramos de frente y aprendemos la lección, si nos mostramos firmes en los objetivos que queremos alcanzar. Es, me parece, un libro optimista, que mira hacia delante para dejar atrás la “pérdida”.
Quizá, por todo eso, es un libro que se disfruta más cuando se deja reposar. A pesar de todo, no es de los libros que me atrevería a recomendar, ni a regalar, pero es un libro de esos que te deja cierto regusto.
Quaputxeta
, en la traducción al castellano habla de estados unidos y estadounidenses, creo, no de “americanos”.