Capítulo XIII.
Otra vez más, este miniclub me descubre una novela que me está gustando bastante.
Especialmente los primeros capítulos me han gustado mucho y se me han hecho muy amenos de leer.
Coincido con vosotros en que el archivero Sariette es un personaje buenísimo.
El desarrollo posterior, una vez desvelado el misterio inicial que dura poquillos capítulos, me ha gustado un poco menos, aunque coincido con Grimaud en que France le mete cera a la religión católica.
Y no solo eso, sino que también tiene ideas bastante avanzadas, creo yo como por ejemplo el personaje de Zita en el capítulo XIII:
Un ángel femenino que fuma. |
Está claro que los franceses siempre han ido un par de pasos por delante en el libre pensamiento.
Hay un punto de humor absurdo que me ha hecho bastante gracia:
En el capítulo XI, Arcadio le explica a Mauricio y a su amante, un poco indignado y pomposo, que eso de las alas de los ángeles es un tópico y que va contra las leyes de la genética de Lamark y Darwin. |
—Usted no tiene alas.
—Claro está que no las tengo. ¿Duda usted, señora, porque no me parezco a los angelitos representados en las capillas de agua bendita? Los mensajeros celestiales no siempre llevan sobre sus espaldas esos remos de pluma que agitados cadenciosamente cortan el aire. Los querubines pueden ser ápteros. En absoluto carecían de alas aquellos dos hermosísimos ángeles que pasaron una noche de zozobra en la casa de Lot, cercada por los varones de Sodoma; eran en todo semejantes a los hombres y el polvo del camino cubría sus pies, que el patriarca lavo con sus piadosas manos. Quiero advertir a usted, señora, que según la teoría de las metamorfosis orgánicas, formulada por Lamarck y Darwin, las alas, que los pájaros conservan aún, en los cuadrúpedos hanse transformado en patas delanteras y en los primates vinieron a ser los brazos. Acaso recuerdes, Mauricio, que en virtud de un fenómeno atávico bastante molesto, miss Kat, el aya inglesa que gustaba tanto de darte azotitos, tenía los brazos cortos y muy semejantes a los alones de un ave desplumada. Puede asegurarse que si un ser disfruta a un tiempo de brazos y de alas, es un monstruo que debemos incluir en la teratología. Existen en el Paraíso querubines o querubes en forma de toros alados, pero son abrumadoras invenciones de un Dios falto de gusto artístico. Sin embargo, es cierto, absolutamente cierto, que las Victorias del templo de Atenea Niké sobre la Acrópolis de Atenas, son hermosas con sus brazos y sus alas; también es cierto que la Victoria de Brescia nos encanta con sus brazos extendidos y sus largas alas replegadas sobre sus potentes costados. La creación de monstruos armoniosos es uno de los prodigios del genio griego. Los griegos acertaban siempre y los modernos siempre se equivocan. |
Pero luego en el capítulo XIII:
Luego condujo a su antiguo camarada celeste por el pasillo de la cocina, dejó la palmatoria, sacó del bolsillo una llave, abrió una alacena, descorrió una cortina y dejó a descubierto dos grandes alas blancas.
—Ahí las tienes —dijo—, las he conservado. De cuando en cuando, para distraer mi soledad, las contemplo. Me confortan…
Se frotó los ojos enrojecidos.
Después de un silencio conmovedor, acercó la bujía a las enormes alas, que se hallaban a trechos desprovistas de su blanco plumón, y murmuró:
—Se apolillan—Ponles alcanfor —dijo Arcadio.
—Ya se lo puse —respondió el músico, entristecido—. Les he puesto alcanfor, pimienta, sales; pero nada las conserva |
Pobre Arcadio, quiere ser un ángel ilustrado y científico, pero Dios le ha condenado con alas. |