La tormenta (Microrrelato)
La tormenta (Microrrelato)
Aterido. Así es como se encontraba aquel pobre hombre después de esperar media hora a que llegase su cita en medio de la tormenta. Había buscado un refugio en los alrededores, pero nada, ni una mísera cafetería en las cercanías. Y debido a lo sorpresivo de la ventisca, el coche estaba con la gasolina justa para regresar, por lo que no podía encender la calefacción. Todavía no.
Esperaría al menos diez minutos, pues era una cita importante. La mujer le había prometido toda clase de cosas, menos el ser puntual. De eso se daba cuenta ahora. Pero se estaba quedando helado, por lo que debería moverse un poco si quería entrar en calor. Intentó algunos ejercicios para aumentar la circulación en pies y manos, pero nada. Tendría que salir del coche.
La nieve le azotó en la cara, lanzada con fuerza por el viento. Le lloraban los ojos y la nariz comenzó a moquear. Ojalá estuviese cerca de una chimenea encendida, y no ahí, dejado de la mano de Dios. Trató de despejar un trozo de acera antes de ponerse a saltar, pero ésta quedaba cubierta inmediatamente. No podía correr, y no se le ocurría ninguna otra cosa. Volvió al coche. Seguía aterido. Desistió, intentó arrancar el coche, pero no se oía el familiar ronroneo del motor. Estaba atrapado. Atrapado en medio de una tormenta de nieve que iba a acabar por enterrarlo dentro del coche. Volvió a intentar arrancar el coche y esta vez el motor se encendió. Engranó la marcha y pisó el acelerador. Se caló. No se había movido ni media pulgada. Tendría que esperar a la mujer para salir de allí, y esperaba que tuviese un 4x4. El frío comenzó a atenazarlo y sus pensamientos se desvanecieron.
Tres horas después amainó la tormenta y comenzaron a pasar los quitanieves. Un coche se acerca y se para. Se baja una mujer que se dirige al coche aparcado. Llama a la puerta. No responden y decide abrir. Dentro, el hombre de su cita, helado como Ötzi. En fin, siendo tan estúpido como para adentrarse en medio de una tormenta sin equiparse lo suficientemente bien, se lo merecía. El trabajo que tenía que ofrecerle era demasiado peligroso para dejarlo en manos de un amateur.
La mujer regresa a su coche, efectúa una llamada por el móvil, enciende el motor y se marcha, dejando al hombre muerto en su coche.
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Ahora mismo estoy casi tan atontada por el catarro como el hombre por el frío, pero espero que os guste.
Esperaría al menos diez minutos, pues era una cita importante. La mujer le había prometido toda clase de cosas, menos el ser puntual. De eso se daba cuenta ahora. Pero se estaba quedando helado, por lo que debería moverse un poco si quería entrar en calor. Intentó algunos ejercicios para aumentar la circulación en pies y manos, pero nada. Tendría que salir del coche.
La nieve le azotó en la cara, lanzada con fuerza por el viento. Le lloraban los ojos y la nariz comenzó a moquear. Ojalá estuviese cerca de una chimenea encendida, y no ahí, dejado de la mano de Dios. Trató de despejar un trozo de acera antes de ponerse a saltar, pero ésta quedaba cubierta inmediatamente. No podía correr, y no se le ocurría ninguna otra cosa. Volvió al coche. Seguía aterido. Desistió, intentó arrancar el coche, pero no se oía el familiar ronroneo del motor. Estaba atrapado. Atrapado en medio de una tormenta de nieve que iba a acabar por enterrarlo dentro del coche. Volvió a intentar arrancar el coche y esta vez el motor se encendió. Engranó la marcha y pisó el acelerador. Se caló. No se había movido ni media pulgada. Tendría que esperar a la mujer para salir de allí, y esperaba que tuviese un 4x4. El frío comenzó a atenazarlo y sus pensamientos se desvanecieron.
Tres horas después amainó la tormenta y comenzaron a pasar los quitanieves. Un coche se acerca y se para. Se baja una mujer que se dirige al coche aparcado. Llama a la puerta. No responden y decide abrir. Dentro, el hombre de su cita, helado como Ötzi. En fin, siendo tan estúpido como para adentrarse en medio de una tormenta sin equiparse lo suficientemente bien, se lo merecía. El trabajo que tenía que ofrecerle era demasiado peligroso para dejarlo en manos de un amateur.
La mujer regresa a su coche, efectúa una llamada por el móvil, enciende el motor y se marcha, dejando al hombre muerto en su coche.
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Última edición por lucia el 09 Mar 2007 17:06, editado 1 vez en total.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
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Yo las tengo en el maletero todo el año Pero lo que no entiendo es la gente que sale cuando el parte da nevadas y luego se queda por ahí tirada y protesta.
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¡Pobre hombre! Además de morir congelado, queda como un auténtico lelo. Mientras lo leía me estaba preguntando, ¿por qué el personaje es un hombre? Luego lo he entendido.
Está muy bien, llegas a sentir frío y desesperación. Pero el tipo da una pena... Y la mujer, ¡vaya actitud! Y tiene moraleja, como dice Evaluna: equipaos bien en invierno cuando salgáis a la carretera, sobre todo los hombres.
Está muy bien, llegas a sentir frío y desesperación. Pero el tipo da una pena... Y la mujer, ¡vaya actitud! Y tiene moraleja, como dice Evaluna: equipaos bien en invierno cuando salgáis a la carretera, sobre todo los hombres.
1
- felipoween
- No tengo vida social
- Mensajes: 1658
- Registrado: 17 Ago 2005 23:20
- Ubicación: EN MI MUNDO, SOÑANDO CONTIGO.
Es que cuando escribo en plan mujer, lo acabo haciendo en primera persona y quería hacerlo desde fuera.
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Lucía, me ha recordado cuando una vez iba en mi coche y cortaron el puerto por la nieve. Estuve toda la noche solo. A dos mil metros de altura. Encendiendo el motor cada media hora. Soplándome las manos enguantadas cada momento... Hubiera dado todo lo que fuera porque hubiera venido una mujer (por ejemplo mi novia) a darme calor. Por supuesto nunca la mujer de tu relato.
Saludos.
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Estuve viviendo al lado de Pajares y lo primero que hice fue meter una manta de viaje y unas cadenas en el coche. Lo segundo, evitar salir con nevada. Y es que de noche, con las luces y el movimiento del coche, parece que estés en el hiperespacio de la Guerra de las galaxias.
Además, no todas las historias tienen porqué acabar bien ¿no? La culpa la tiene el resultado de ayer. Y este es mi desfogue
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Era eso, o poner un tribunal de la Inquisición, pero eso ya me parecía exagerado
Claro que el trancazo que tengo colaboró a ambientar el tema un poco... a frío ¡claro!
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