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Nº de páginas: 284 págs.
Editorial: Sajalín Editores
Lengua: Castellano
ISBN: 9788494062766
Año edicón: 2013
Plaza de edición: Barcelona
Termeer decide poner por escrito los hechos que lo han llevado a asesinar a su esposa, pensando que tal vez alguien algún día se verá reflejado en él al leer estas páginas. Un clásico de las letras neerlandesas y la obra maestra del escritor y dramaturgo Marcellus Emants (1848-1923). Prólogo de J.M. Coetzee.
Qué pinta Melinoe Gracias por abrirle hilo, a la lista de pendientes va
Busqué la sinopsis del libro y la verdad es que me gusta mucho:
Willem Termeer, el narrador de Una confesión póstuma, se presenta a sí mismo como un hombre apático, desagradable e indiferente a todo cuanto le rodea. Hijo de una madre fría y vanidosa y de un padre enfermizo e irascible, uno de sus primeros recuerdos es el de su ingreso en la escuela, donde se sentía como un conejito al que han arrojado a la jaula de las fieras. Sumido en un mar de pulsiones que es incapaz de satisfacer, Termeer culpa de su miserable existencia a sus genes y a una sociedad que se rige por una moral hipócrita. Una sociedad a la que odia y teme con intensidad porque se siente excluido de ella. Su matrimonio con una joven de provincias solo empeorará las cosas y lo conducirá, en última instancia, a cometer un acto del que solo podrá librarse a través del papel.
Una confesión póstuma es una de las novelas más relevantes de la literatura neerlandesa y, junto con Indigno de ser humano, de Osamu Dazai, y Memorias del subsuelo, de Fiódor Dostoievski, una de las mejores y más perturbadoras muestras contemporáneas del género confesional inaugurado por Rousseau. Publicada por primera vez en 1894, esta obra ha cautivado a escritores como J.M. Coetzee, autor del prólogo y de la única traducción al inglés de esta novela
Lía escribió:Hola Guille!!
Si encuentro el trajelibro me concedes este bailelectura??
Muy buenas Lía, cuanto tiempo.
Qué haces tú por aquí?... ah, perdona, que soy yo el que está en tu casa. Pues te toca hacer de anfitriona. Para mí cervecita (sí, tan temprano, no me seas madre) y alguna cosa para picar, lo que tengas por ahí.
Ya, si eso, te sientas y lees a mi lado, o sigues con tus quehaceres, como lo veas. Eso sí, la música que sea más bien alegre, para compensar con la lectura. LLevo poco pero ya te aviso que comedia no es.
No te preocupes, Lía, el rinconcito que me has preparado es de mi agrado. También ha sido buena idea que esperes a mi llegada para sacar la cervecita; me gusta fría. En cuanto a lo de picar… si la chica no ha puesto objeciones, yo encantado .
Pues te diré, Lía, que te gustará el libro si no te importa que apenas pase nada, que todo sea un continuo monólogo de un personaje más bien repelente que nos narra la lucha interior que ha sufrido toda su vida entre su ideal de ser humano y el ser humano que realmente es. La prosa es elegante; Coetzee, en el prólogo, relaciona a Emants con autores tan importantes como Flaubert o Turguénev (autores que no son santos de mi devoción, te apunto), y el estilo es un retratito al carácter apático del monologuista, nada que ver con el club de la comedia.
En definitiva, un tratado psicológico de un tipo de persona especial… o quizás no tan especial.
Me da la impresión de que ya te he desincentivado suficientemente la lectura del libro -una lástima- así que me contendré y pondré aquí la versión corta de mi reseña (pues si esta es la corta... a que lo piensas, eh? A que sí?).
Alguien que llega a su casa tras asistir al entierro de su esposa nos endilga una larga confesión acerca de las razones que le llevaron a matarla.
Tengo debilidad por el tipo de personaje que protagoniza esta novela, tortuoso, atormentado, incluso despreciable. Y también tengo debilidad por ese tipo de literatura que en otro sito califiqué como de literatura a martillazos; y más a más, mi debilidad aumenta con el subgénero en el que enmarco esta obra: novela-grito. Junto a la necesidad de escribir sobre sí mismo, de presentarse desnudo ante nosotros como una forma inútil de expiación pero también como producto de su profunda vanidad, la confesión no deja de ser, como muy bien apunta Coetzee en el prólogo, una súplica desesperada de compasión, un medio de hacer entender al mundo que él es la primera víctima de su carácter, de sus deseos, de sus afectos, de los que tiene y de los muchos que le faltan.
En cuanto al estilo, la prosa de Emants es elegante, contenida, sobria pese a lo narrado y, como es habitual en estas confesiones, repetitivo en las obsesiones del personaje. Los aspectos más truculentos se obvian, simplemente se hace una referencia escueta a ellos y, como no podía ser de otra manera, apenas hay diálogos ni descripciones: análisis de sentimientos, análisis de deseos, análisis de circunstancias, análisis de carencias… análisis de la sangre de este célebre holandés con un Rh siempre negativo, nunca positivo.
Un libro intenso, amargo pero también fascinante; un libro que puede producir rechazo a un cierto tipo de lector tanto por el fondo como por la forma pero que a mí me ha gustado, pero, claro, es que yo tengo una debilidad.
La novela es la tercera pata de la trilogía clásica sobre confesiones, junto a Indigno de ser humano, de Osamu Dazai (que leeré en algún momento) y, naturalmente, Memorias del subsuelo, con la que esta obra guarda tanto importantes parecidos como significativas diferencias.
Es cierto, Lía, tienes una debilidad, yo lo sé muy bien, estoy muy enterado .
(Me alegro de que no te haya desincentivado porque es un libro que merece mucho la pena, aunque solo sea porque plantea cosas que no son políticamente correctas y eso siempre es muy refrescante)