Termina, en efecto, abruptamente, sin traca final, y con los personajes protagonistas fuera de escena. De todos modos me ha gustado ese encuentro entre la Piedra y el César. Nerón, Séneca, Petronio, Burro, Aulo Vitelio, Tigelino... sólo queda Popea para cuadrar las filas de los personajes principales de los últimos años del último de la primera dinastía imperial.
Coincido en que el periplo Pedro y el periplo Pablo ha resultado en algunos momentos desordenado, algo confuso, innecesario en tramos, demasiado prolijo y por momentos repetitivo y aburrido. Ha faltado ese pulso vibrante para narrar la formación de las iglesias cristianas en la capital aunque ha habido episodios muy interesantes, particularmente el duelo con Celso Salomón y sus representantes o las primeras congregaciones. La llegada a Roma de Pedro, Jacobo

, el deambular por las calles y el encuentro con esa vendedora... Encuentros y reencuentros. Como siempre, nunca ha faltado la calidad y esa maravillosa capacidad del escritor para reconstruir el mundo antiguo al papel ante nuestros ojos.
Y si quizás no ha habido pasajes tan espectaculares como en otras novelas, yo creo que sólo por el capítulo de Valerio Asiático merece la pena leer esta novela. Por otro lado, hay un par de diálogos entre Clío y Benasur verdaderamente tremendos, devastadores. La parte de la Hélade me ha gustado mucho también. Hemos visitado Delfos, la fuente Castalia, el Oráculo, hemos asistido a la carrera meteórica de la Celine Dion del siglo I desde el Festival de San Remo y de Benidorm de la Antigüedad, rompiendo corazones de efebos y de féminas.
Y muchas cosas más. Queda una última novela y el desenlace que yo intuyo que no va a defraudar y que va a cerrar como se merece una serie realmente maravillosa y memorable.