Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Enamórate, emociónate y siente.

Moderadores: Ceres, Pikolina

Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por doctorkauffman »

Imagen

Título: Mis ojos llenos de ti
Autor: Carlos Roncero (doctorkauffman en el foro)
Edición a cargo de Lucía Bartolomé
Publicación: 07/2014
Subgénero: Contemporánea, comedia dramática

Amazon

Os presento mi nueva novela :D
Al final, he decidido probar suerte yo también publicando en internet, más en concreto, en Amazon.

Lo primero de todo, agradecer a Lucía su ánimo, esfuerzo y paciencia (esto último conmigo) a la hora de sacar este proyecto adelante.

Agradecer la colaboración en la portada del magnífico ilustrador Carlos Fortes :D http://carlosfortesart.blogspot.com.es/


Os hablo un poco del libro:
antes de nada tranquilizaros con el hecho de que no haya puesto spoilers. no cuento nada que no está ya presente desde el inicio de la novela.

Esta novela surgió de un sueño. Me desperté reteniendo aun con bastante claridad la imagen de una joven tocando el violonchelo en un cementerio. También había en mi sueño un niño que vivía allí, en el camposanto. Lo curioso es que no derivara en una pesadilla plagada de zombis, que es como suelen acabar siempre mis pesadillas. Ya os hablaré en otra ocasión sobre mi relación con los zombis. Solo pude retener esas dos imágenes en mi cabeza. Me rondaban y rondaban hasta que fui hilvanando mis propios recuerdos con la historia de tres personas que, de un modo u otro, deben vencer la soledad que ha invadido sus vidas.

Es una historia muy personal en el sentido más estricto de la palabra. Muchos de los pensamientos de Leonardo y de Arturo son los míos propios; incluso la evolución del primero podría ajustarse mucho a la mía desde mi adolescencia a la edad adulta. La soledad es un tema tan esquivo como atractivo; muy pocos la desean, pero desde el punto de vista literario es una fuente de inspiración. Ninguno de los tres protagonistas desea esa soledad; es como un agujero negro del que es casi imposible librarse.

A pesar del dolor en el que me sumerjo en este libro, o precisamente por ello, decidí revestirlo con una gruesa pátina de sentido del humor. Creo sinceramente que con sentido del humor podemos enfrentarnos mucho mejor a los problemas que nos presenta la vida. Es, desde luego, Leonardo quien concentra el mayor porcentaje de humor, pero, Sonia y Sandra también tienen su pequeña dosis; está claro que el dolor de ellas dos es mayor e intenso, provocado por causas ajenas a su voluntad, mientras que ha sido Leonardo, él solito, quien se ha convertido en un misántropo refugiado en el consuelo que proporcionan el cine e internet.

Una de las cosas que me atrajo poderosamente de esta historia fue la de poder meterme en la piel de un muerto. Dicho así, suena fatal, pero poder manifestar el pensamiento de un muerto que permanece junto a los suyos resultó ser para mí una vía de escape muy importante, como una terapia. Hablando por el espíritu de Arturo creía yo estar escuchando a algún psicoanalista interesado en atenderme. Otra forma perfectamente legítima de interpretar al personaje de Arturo es identificarlo como la conciencia de su esposa, Sonia. Totalmente válido, en especial para los agnósticos a los que les cueste identificarse con un espíritu.

Hay tantos temas tratados en esta novela, tantos como problemas y satisfacciones nos pueda dar la vida; porque de eso es de lo que trata esta historia, de la vida de estos tres personajes y su lucha por levantarse. Precisamente, como creo en la vida y en el amor, el libro desprende un aroma (espero que solo eso, un aroma) de esperanza, pues estoy totalmente convencido de que esta no debe abandonarnos jamás, ni nosotros a ella. Estoy plenamente convencido de que sin el amor que siento hacia mi pareja, esta novela no existiría; a ella está dedicada.

Habrá adolescentes que se vean reflejados en esta novela de un modo u otro, puesto que el acoso y el vacío van a formar el carácter de Sandra, la hija de Sonia. Intensificado por las redes sociales y, en general por las nuevas tecnologías, los abusos entre adolescentes han marcado la personalidad de muchos de nosotros. En esta historia me centro en el vacío deliberado que se ejerce sobre otra persona. Pocos padecimientos son comparables a ese. Nadie me habla, nadie me llama, a nadie caigo bien, todos me evitan…Lo que me ha llevado también a tratar dos lastres que, en mayor o menor medida, hemos cargado alguna vez: la inseguridad y su hermana mayor la falta de autoestima. ¿De qué manera nos afecta en el desarrollo de nuestra personalidad? ¿Cuántos proyectos e iniciativas hemos abandonado o se han quedado en el tintero por estar sufriendo una de esas dos desgracias (o las dos)? Me ha apasionado escribir sobre ello y, ¿quién sabe?, puede incluso que la lectura de este libro estimule positivamente a más de uno. Eso sería grande.

El tiempo es otro de los protagonistas, o, más bien, el paso del tiempo; en unos lento como una tortuga, en otros, vertiginoso. El tiempo y su principal interrogante, la muerte y el sentido de nuestra existencia. Físicamente he querido plasmar el paso del tiempo, más que en la transformación externa de los personajes, en el desarrollo de la tecnología, en especial internet. Dos mundos, el analógico que muere y el digital que nace y avanza esplendorosamente como los homo sapiens sobre los neandertales.

espero que disfrutéis mucho con esta novela y quedo a vuestra disposición para cualquier comentario :60:

aunque en Amazon aparecen las primeras páginas, os las dejo yo también en el siguiente post :D
Última edición por doctorkauffman el 09 Jul 2014 23:59, editado 2 veces en total.
1
Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Re: Mis ojos llenos de ti -Carlos Roncero (comedia dramática

Mensaje por doctorkauffman »

Mis ojos llenos de ti (primeras páginas)




Una entre un millón

Te diré una cosa: un día, un conocido de mi foro de internet, no importa su nombre, entró en una gasolinera tarareando el comienzo del estribillo de “Let the Midnight Special” de los Creedence y, cuando llegó al mostrador, la cajera le respondió con el siguiente verso del mismo. En serio, seamos honestos, ¿qué posibilidades hay de que eso te ocurra con una canción de los Creedence, aquí, en España? ¿Hace falta una explicación para entender que estaban hechos el uno para el otro? ¿Les hizo falta el móvil, una cena, un paseo romántico cerca del mar? No, rotundamente no. Lo suyo fue un flechazo instantáneo. Mi historia de amor, sin embargo, tardaría algo más en gestarse.


¿No te huele raro?

Nací entre muertos y he crecido entre ellos. Es lo que tiene ser hijo del enterrador y de la florista del cementerio. Para ambos fue, por lo visto, una cuestión hereditaria: el padre de su abuelo era…, y su hijo fue…, etcétera, etcétera. ¿Y yo?, ¿qué soy yo? ¿Un florista?, ¿un enterrador? No lo sé. Lo que sí es una certeza es que siempre fui el hijo del enterrador. Nunca en el colegio me llamaron el hijo de la florista, aunque casi lo agradecía; no puedes presumir de virilidad si para todos eres el hijo de la florista.
Así como no me costó entender el objetivo de la profesión de mi madre, con la de mi padre lo tuve algo más difícil.
-¿Por qué llora toda esa gente a esa caja grande?
Mi padre era hombre de pocas palabras. Nunca me tocó, ni para la ira ni para el afecto, pero yo era demasiado pequeño para detectar lo insoportable que se le hacían ese tipo de cuestiones, y mucho más si era en la hora del almuerzo y aparecía Jesús Álvarez con su sección de deportes en el telediario.
-Bueno, Leo- mi madre siempre usaba mi diminutivo, al contrario que mi padre que parecía querer gastar mi nombre con su voz cavernosa cada vez que me llamaba- En realidad, no lloran a la caja- me decía sirviendo el postre. Era una gran repostera.
-Sí, yo lo vi, lloraban a esa caja.
-¿Por qué has llevado al niño contigo? Es demasiado pequeño- le reprochó a mi padre.
-Cuando quise darme cuenta estaba detrás de mí y de Berto.
Berto era su ayudante, además de su hermano. Tradición familiar. Si mi padre no sabía lidiar con niños, a Berto parecían salirle sarpullidos solo con mi presencia.
-Mira, Leo- continuó mi madre-, no es a la caja a quien lloran sino a lo que hay dentro.
Mi madre poseía una inconsciencia única para despertar mi curiosidad.
-¿Y qué hay dentro?
La pobre quedó muda, estancada, como un actor que pide ayuda desesperadamente al apuntador.
-Mira, Leonardo- intervino mi padre para zanjar el asunto-, coge el postre-lo interrogué con la mirada-. Coge el postre, eso es. Ahora huélelo, ¿no te huele raro?
Inocente, ¿cómo iba a imaginar yo la trampa en la que estaba a punto de caer? Me llevé aquel hermoso trozo de tarta de chocolate y nata a la nariz, momento en el que mi padre empujó mi mano hacia ella estallándome el dulce en toda la cara. Reconozco que tuvo su gracia, pero mi padre ni se inmutó. Qué raro era. Ni siquiera apartó la vista de su querido deporte del telediario. Yo lloré. Como es natural, no entendí que aquello no había sido más que una broma. Lo interpreté como una agresión. No me había hecho daño, pero mi angustia la provocaba el estar seguro de no haber hecho nada malo. Solo estaba preguntando.
-Oh, qué bruto eres- le espetó mi madre-. Ven, ven, Leo, querido, ven que te limpie la cara.
Lo cierto es que el objetivo de mi padre se había alcanzado plenamente pues había olvidado yo el llanto de la gente, la caja grande y mis preguntas, al menos hasta la noche. En cuanto apoyé la cabeza en la almohada, la última respuesta de mi madre regresó a mi mente dispuesta a despertar mi imaginación. Ni que decir tiene que no tardó en conseguirlo. “La gente llora a lo que hay dentro” Lo repetí varias veces hasta ver aquellas cajas, enormes a mi vista, llenas de codiciados y añorados tesoros.


Tira mi ropa

Sonia, Sonia, ¿no reaccionas? Sigues en la cama pensando en la soledad de tu hija, aunque en realidad tus pensamientos vuelan hacia mi imagen. Qué guapo era; siempre te lo decían tus amigas, y tú lo confirmabas orgullosa. Reacciona, Sonia, levántate y ve a hablar con nuestra hija. No puedes, tu cuerpo se ha anquilosado, tu cerebro se paraliza. Te sientes desbordada. ¿Por qué no estoy?, ¿por qué ese maldito cáncer? Sí, ya lo sabes, yo mismo te lo decía: nada de preguntas sin respuestas. Lo importante es Sandra, apóyate en ella; nuestro fruto ha de servirte para recomponer tu vida. Lo intentaste, sé que lo hiciste. Hasta hoy mismo pensabas que tu existencia cogía camino, incluso hasta habías empezado a acceder a las presiones bien intencionadas, aunque alguna incordiante, de tus amistades para que conocieras hombres. Rechazas las páginas de internet que te aconsejan; siempre te gustó ver la cara de la gente. Piensas en aquel bar, ¿verdad?
Nos conocimos en ese bar, la noche de un sábado. Yo estaba más locuaz que de costumbre, o quizás había bebido más de lo acostumbrado, no sé; el caso es que te gusté, el caso es que nos enamoramos. Nada ocurrió ese fin de semana, ni los siguientes, pero nos conocíamos un poco más cada sábado en ese bar, en ese trozo de barra, sin que hubiéramos fijado una cita previa. Sabíamos que allí nos encontraríamos.
Sonia, Sonia, olvídame. Tu hija te necesita más que nunca. Piensa, trata de recordar. Te di una caja antes de morirme. Recuérdalo, haz el esfuerzo. No. Te das media vuelta y sigues llorando. Tu mirada cae en la fotografía de la mesa de noche. ¿Nuestra última fotografía? Sonreíamos, a pesar de todo. Mi sonrisa era sincera, de agradecimiento puro por la vida, por haberte conocido, por darme una hija maravillosa. La tuya era una sonrisa desconsolada, feliz, pero turbada por mi final tan próximo como injusto. De fondo, los canales de Venecia. Siempre lo habíamos postergado y cuando nos dijeron el diagnóstico no tardamos ni un día en ir a la agencia de viajes. Recuerdo la mirada extraviada, confusa, de la dependienta al ver tus lágrimas mientras decidíamos el hotel y yo le decía que llorabas de la emoción. No reparamos en gastos. Normal, iba a ser nuestro último viaje. ¿Y la niña?, ¿con quién la dejaríamos? Con tus padres.
Retienes tu mirada en esa fotografía. Deberías quitarla de ahí, ponerla en un sitio menos visible; quizás en un cajón debajo de mi ropa. Aún no has tirado mi ropa. Sonia, han pasado tres años. Céntrate. Nunca me haces caso. Qué tozuda podías llegar a ser, como cuando te empeñabas en que el coche te cabía en ese sitio y acabas aparcándolo después de cuarenta maniobras; y la sonrisa de satisfacción que me echabas cuando lo conseguías. Alargas la mano hasta que tus dedos alcanzan mi rostro. Quisieras que ese cristal que protege la foto, y que con tanto esmero siempre limpias, fuera mi piel. Lo haces cada noche. Ojalá el descubrimiento que has hecho hoy te sirva para empezar de nuevo. Descubrimiento doloroso, pero quizás sea una catarsis. No sé, es mi esperanza.

Solo unas castañuelas de Sevilla

Fue en la escuela donde primero detectaron el don con el que Sandra había nacido.
-¿Está seguro de eso?- preguntó su padre gratamente sorprendido.
Sandra tenía siete años, o quizás no los había cumplido todavía. El caso es que la profesora de música la hizo venir al despacho del director, alegrándose mucho de ver a sus padres ahí. Todos notaron la efusividad del abrazo con su padre y el saludo alegre, aunque monótono, quizás distante, que tuvo con su madre.
-Sandrita, querida- empezó la profesora de música-, ¿por qué no tocas la melodía que nos enseñaste ayer?
Sandra miró a su padre, quien le confirmó su permiso con la mirada. Se acercó al pequeño teclado que había sobre la mesa del director y empezó a tocar con la mano derecha. Su padre no tardó en tararearla.
-La conozco, es el himno de la alegría- dijo él feliz por lo que estaba viendo.
-Sí, de Beethoven- puntualizó presta la profesora-. Muy bien, Sandra, puedes parar; lo has hecho muy bien.
Sandra obedeció sentándose en las piernas de su padre.
-Muy bien, Sandra- la felicitó su padre estampándole un sonoro beso en la mejilla-, la has aprendido muy bien. ¿No sabía que les enseñaran desde tan pequeños a tocar instrumentos?- dijo mirando a la profesora.
-Verá, ese es el caso. Nadie le ha enseñado.
El silencio invadió la habitación, aunque no por mucho tiempo.
-¿Có-cómo?, ¿qué quiere decir?- preguntó el padre.
-Nosotros no se lo hemos enseñado- le contestó el director con ganas de intervenir desde hacía tiempo-, ¿se lo han ensañado ustedes?
-No, claro que no, ni siquiera tenemos instrumentos en casa- se apresuró a contestar la madre.
-Bueno, unas castañuelas de nuestro viaje a Sevilla, pero con eso no se aprende a tocar un teclado, ¿no?- añadió en tono de broma el padre.
-No es una melodía difícil de aprender y de tocar- añadió la profesora de música-, lo sorprendente es que lo haya hecho de oído y a la primera. Les puse esa audición y mientras hacíamos unos ejercicios, Sandra se levantó de su sitio, se acercó al teclado y la tocó.
Los allí presentes miraron asombrados a la niña, quien sonrió como si hubiera hecho una trastada.
Al salir de la reunión, Arturo y Sonia se apresuraron a tomar un café en el primer bar que encontraron. Ambos llevaban varios minutos sin hablarse, absortos seguramente en la experiencia recién vivida.
-Es asombroso, ¿no crees?- dijo él rebañando con la cuchara los restos de café del vaso, algo que no soportaba su esposa.
-Sí que lo es- dijo ella con más pesar que admiración.
-¿Ocurre algo?- preguntó Arturo tras detectar el sabor de aquellas palabras.
-Nada, que sé en lo que estás pensando.
-Pues imagino que en lo mismo que estarás pensando tú.
-¿Sí?, ¿estás pensando que a pesar de lo que acabamos de ver vamos a continuar con nuestra idea de meter a Sandra en ballet?
-¿En ballet?- dijo él casi con desprecio.
-¿Ves?, no estabas pensando lo mismo que yo.
-Pero amor, ¿quién puede estar pensando en el ballet después de lo que hemos visto?
-Baja la voz, ¿quieres?
-Lo lógico- continuó él en tono más moderado- es que probemos con algún instrumento. El piano, supongo.
-Pero habíamos hablado del ballet- protestó ella con pesar.
-¿Por qué?, ¿Porque tu madre y tú fuisteis bailarinas y hay que mantener la tradición?
-Pues sí- contestó Sonia molesta-, me hace mucha ilusión y lo sabes perfectamente.


¡Que hay un viejo dentro!

Así que lloraban al interior de las cajas. ¿Pero qué podía ser? Los rostros compungidos en dolor, las lágrimas inclementes, incluso personas que se derrumbaban justo en el momento en que mi padre empezaba con la pala o introducía con tío Berto la caja en una pared. Era imposible que yo pudiera conciliar el sueño con el nuevo dato aportado por mi madre.
No duré ni dos vueltas en la cama. Me levanté al amparo de la noche. La oscuridad era mi mejor aliada y el silencio mi única estrategia. Recuerdo haber sonreído al pasar delante del dormitorio de mis padres. Menudos ronquidos, ambos. La sensación me resultaba familiar. Entonces vino a mi mente la película de sesión de tarde que habían echado en la televisión. Me sentía como un pirata, o como un ladrón; como un ladrón bueno, se entiende, que los había, al menos en aquel film.
El frío me golpeó en la cara pero no consiguió echarme atrás. Sin embargo, todo aquel ímpetu inicial reconozco que se me fue atenuando a medida que me alejaba de mi casa, y no entiendo por qué, pues en aquel momento desconocía yo el significado de lo que era una tumba y jamás había escuchado historias de horrores nocturnos o de zombis. Imagino que la oscuridad se ocupaba ella solita de hacer mella en mi corazón de intrépido. Me agaché en aquella inmensa losa de mármol con la que mi padre había terminado de encerrar la caja aquel día. Imposible abrirla. Aún recuerdo su tacto tan frío como suave, una contradicción que incluso con aquellos años llamó mi atención. Por aquel entonces empezaba en mis primeras letras, de modo que me esforcé por leer lo escrito en la losa. “Yace”, “alma”, “Señor”, ¿qué era todo aquello? Podía leerlo pero no entendía su significado.
Suspiré desilusionado. Mi aventura acababa en aquel punto. ¿O no? Vi luz donde mi padre o tío Berto solían quedarse algunas noches, algo que tampoco me sabían explicar, aunque insistían siempre en que jamás apareciera por ahí. Sabiendo que era mi tío quien estaba aquella noche, sonreí y corrí como un jabato. Mi respiración se agitaba al punto de poder delatarme. Tuve que contener las ganas de reír al ver a mi tío sentado, con las manos sobre su inmensa barriga y la cabeza hacia atrás roncando más fuerte incluso que mis padres, juntos. Asomé mi pequeña e inquieta cabeza: nadie. Entré con la emoción apunto de desbordárseme y pasé junto a mi tío sin despertarle. Ahora solo faltaba entrar en la siguiente estancia.
Mi cabeza volvió a asomarse mostrando una sonrisa que tenía mucho de pícara. Solo había una persona. Curiosamente, también dormía. Quizás aquel pequeño edificio no fuera más que un sitio para dormir. Hice una mueca de incomprensión, pues con aquella conclusión mía entendía todavía menos las razones por las que mis padres me prohibían acercarme siquiera a él. La otra persona no roncaba. Debía de estar sumida en un sueño muy profundo pues ni su respiración podía escucharla. Sin embargo, lo que más me sorprendió, lo que me hizo acercarme a él era el lugar que había elegido para dormir y el pijama que llevaba.
Me acerqué con tanto sigilo que pensaba estar pisando el aire. Se trataba de un hombre mayor, blanco, muy blanco, el hombre más blanco que jamás hubiera vito en mi corta existencia. Vestía unas ropas muy similares a las de mi padre cuando fuimos a la boda de mi tío Berto. Tenía que ser muy incómodo dormir con aquello puesto. Pero lo que me maravillaba era que estaba durmiendo dentro de una de las cajas por las que la gente tanto lloraba. Me rasqué la cabeza no sé cuánto tiempo tratando de hallar una explicación lógica. Al fin lo logré; estaba claro. Aquel hombre de edad avanzada ocupaba esa caja para custodiar aquello de tanto valor que mi madre me había dicho que encerraban. Era lógico que se hubiera dormido en medio de la noche. Si alguien quería robar en su interior tendrían primero que despertarlo. Era perfecto. Sonreí ante la astucia del anciano y me fui con el firme propósito de presentarme muy de temprano al día siguiente para comprobar qué tipo de tesoro se guardaba en las cajas. Deshice el camino con la facilidad que lo había hecho y, sin apenas percatarme, mi cabeza volvía a reposar en la almohada. Cerré los ojos y me dormí como un angelito.
Sucede que cuando queremos despertarnos a una hora determinada y nos acostamos con la firme determinación de que ello suceda, no es necesario despertador alguno para lograrlo. Viví por primera vez semejante sobrenaturalidad aquella mañana. No tenía yo una idea clara del significado de la hora pero sabía perfectamente que necesitaba abrir los ojos con los primeros rayos del sol. Así sucedió. Sabía muy bien que las cajas solían enterrarlas antes del mediodía; incluso había habido ocasiones en que mi padre y tío Berto habían estado muy ocupados enterrando más de dos de esas enormes cajas en una mañana.
Sin el tiempo, ni la vergüenza, de salir en pijama al cementerio, corrí veloz hacia la habitación de las cajas. Rabié al ver unas cuantas personas reunidas en la puerta. De nuevo esa seriedad, esa tristeza que acompañaba siempre a las cajas. Una de las mujeres allí presentes lloraba desconsoladamente en el hombro de un joven. Pensé que lo que habían guardado en la caja debía de ser de gran valor y más ganas me entraron de verlo. Descartada la puerta, corrí hacia la ventana. Imposible encaramarme a ella. Ocurría por aquel entonces que yo era un niño muy vivaz, no como ahora, y de inmediato surgió una idea para escalar al alfeizar. No lejos de ahí, mi padre había ido reuniendo ladrillos de las distintas reformas y ampliaciones del camposanto. La primera parte de mi plan, correr hasta los ladrillos, se desarrolló sin demora; la segunda parte, trasladar el ladrillo hasta la ventana, fue otro cantar. Resoplé aliviado cuando conseguí llegar con él hasta la ventana. Cuál sería mi sorpresa al ver que de ninguna de las posiciones posibles en las que colocaba el ladrillo podía yo alcanzar la ventana. Mis manos, sí, llegaban al alfeizar, pero, por mucho que lo intentaba, no podía encaramarme. De vuelta a por otro ladrillo.
Qué alegría cuando mi cabeza pudo alcanzar la ventana y mirar al interior; cuánto asombro al encontrar que en el espacio de tiempo en el que había estado ocupado con los ladrillos, se había reunido en aquella habitación un enorme número de personas. Apenas alcanzaba a ver la caja. Sonreí, aunque seguidamente me extrañé, al ver que el anciano seguía dormido en la caja. ¿Cómo no se despertaba con todo aquel murmullo y llanto? De pronto sonó una especie de campanilla, que en el fondo me resultaba familiar, y vi cómo mi padre y tío Berto entraban en la habitación. Aquella mujer que había visto llorar minutos antes pareció entender bien el significado de la presencia de mi padre pues su llanto se intensificó considerablemente hasta llegar a lo desgarrador. Lo menos debía de haber unos tres tesoros juntos en aquella caja.
Lo que sucedió entonces me dejó helado. Mi padre y Tío Berto habían cogido la tapa de la caja y la habían cerrado, ¡con el anciano dentro! ¿Pero cómo no se habían dado cuenta? Me quedé tan impresionado que no pude articular palabra, simplemente señalaba a la caja pensando así conseguir que alguien mi hiciera caso. Pero todos estaban demasiado ocupados con lo que allí acontecía para darse cuenta de mi presencia. Mi padre hizo una señal con la cabeza y unos cuantos hombres se acercaron a la caja para cogerla. Justo en el momento en que empezó a salirme la voz, los ladrillos sucumbieron al precario equilibrio en el que los había colocado y caí al suelo. No me hice daño, o sí, no me acuerdo. Lo prioritario en aquel instante era avisar de la locura que estaban cometiendo todas aquellas personas.
Corrí hacia la entrada de la habitación para encontrarme con una pared humana. Imposible penetrarla. Por mucho que grité que me dejaran pasar no hubo forma de avanzar más de dos metros. Como ya dije antes, mi cerebro funcionaba muy deprisa en aquella época, ahora está demasiado acomodado, y pronto entendí que la mejor opción era rodear el cementerio para llegar a ellos de frente. Entonces sí que podría hacerme oír, podría detener semejante barbaridad y además todos me lo agradecerían; quién sabe si incluso mi madre me haría alguno de sus maravillosos dulces. Avancé tan veloz y ligero como el más veloz y ligero de los elfos. No recuerdo cuántas de aquellas lápidas pisé para atajar camino, cuantas flores tiré o aplasté. Pensé que la ocasión lo merecía. El caso es que en menos tiempo del que me di cuenta, tenía a la comitiva de frente.
Frené en seco: mi padre había abierto la caja. Menos mal, pensé, ahora saldría el anciano. Pero no se movió, ni siquiera cuando sobre él mi padre arrojó un polvo blanco que hizo apartar la mirada a más de uno. ¡Volvían a cerrar la caja!, ¿pero cómo era posible? ¿Estaban todos ciegos? Tío Berto entendía a la perfección cada gesto de su jefe. En su profesión el silencio era imprescindible. Viendo la mirada de mi padre se situó delante de la caja y, ante una nueva señal, ambos la levantaron con una agilidad que siempre me pareció sobrehumana.
-¡No, no, párate, no lo hagas!
No era ningún familiar quien gritaba esas palabras. Ay, sí, era yo corriendo hacia mi padre.
-¡Que hay un viejo dentro, que hay un viejo dentro!
Repetía tirando de la camisa de mi padre. Los presentes no terminaban de creer lo que estaban viendo. Un enorme “oh” exclamativo surgió de sus bocas al ver cómo tanto tío Berto como mi padre perdían el equilibrio justo en el momento en que introducían la caja en un agujero de la pared. Todavía hoy me pregunto cómo fue capaz de mi padre de, con una sola mano, enderezar el rumbo de la caja y con lo otra mano cogerme de la oreja. Así me llevó de camino a casa no sin antes disculparse ante los familiares por mi comportamiento.
-¡Que hay un viejo dentro, que hay un viejo dentro!- repetía yo angustiado y mirando hacia atrás.


El blanco de tu yeso

Por fin te levantas, Sonia. Has descubierto que nuestra hija está sola, que no tiene amigos. Te preguntas cómo pudo engañarte todo este tiempo; te castigas demasiado tachándote de ciega. Sandra es inteligente, jugó bien sus cartas. Incluso te engañó en tus propias narices cuando la dejaste en el cumpleaños de una de sus compañeras de clase. Ahora lo piensas: viste cómo se despedía con la mano en la puerta de la casa pero no la viste entrar. ¿Dónde fue entonces? Tiemblas al imaginártela vagando por un parque o en la soledad de una biblioteca pública. Vuelves a hundir tu cabeza en la almohada. No, no se trata de eso, Sonia. Se trata de afrontar la situación. Ve a hablar con ella.
Llego a pensar que me has escuchado pues te incorporas; por fin. Caminas hacia el cuarto de Sandra. El siguiente paso es más difícil, ¿verdad? Tu puño se queda a un centímetro de la puerta. Dudas. ¿Debes tocar o entrar directamente? La educación te dicta lo primero, pero eres su madre. No hay barreras entre padres e hijos. Decides tocar. En mi opinión te has equivocado: tocando le estás dando la opción de que te rechace. Yo hubiera entrado directamente, sin mediaciones.
-¿Sí?- la oyes decir al otro lado con voz débil.
-¿Puedo entrar?- le preguntas con miedo.
Ahora es el silencio lo que obtienes por respuesta. Te dije que no tocaras. Vuelves a cerrar la mano y cuando estás a punto de golpear, he aquí que nuestra hija abre la puerta. No te dice nada, pero al menos te ha abierto. Entras y no sabes dónde sentarte, ni siquiera sabes cómo plantear la situación. Ella se sienta en la cama con el arco del violonchelo en la mano.
-Intenté tocar-dice señalando al instrumento-, pero con este maldito yeso es imposible.
-Bueno, dos semanas más. No es mucho tiempo.
-Dos semanas más- se queja Sandra sin apartar los ojos del violonchelo-, es una eternidad.
El silencio se impone de nuevo. No sabes dónde posar los ojos.
-¿Cómo te diste cuenta?- te pregunta ella a bocajarro.
-Tu yeso- le respondes.
Ella se mira el brazo derecho sin comprender cómo has podido descubrir á través de su yeso que es una marginada. Confieso que también a mí me tienes en ascuas. Decides darle la explicación antes de que te lo pregunte.
-Te estaba esperando en la puerta del colegio. Desde el coche podía ver algunos niños jugando en el patio. Dos de ellos tenían el brazo escayolado. Me fijé que a ninguno de los dos apenas le podía distinguir el blanco del yeso. Lo tenían completamente firmado; de hecho, había un niño en ese momento buscando algún rincón donde poder escribir. Entonces pensé que tú llevabas dos semanas con el yeso y el blanco seguía intacto.
Vaya, me has dejado tan blanco como ese yeso. Creo que yo no hubiera podido relacionarlo como lo has hecho tú.
-Qué casualidad- empieza Sandra a decir sin quitar los ojos de su escayola-, precisamente hoy pensé en escribir algo en el yeso para que no sospecharas.
Te llevas las manos a la boca. Tienes ganas de llorar. Lo sé, conozco bien esas cejas que descienden en busca de la nariz cuando tus lágrimas están por desbordarse.
-¿Desde cuándo te pasa esto?
-¿Quieres decir desde cuándo soy una marginada?- escupe ella ya sin cortesía- No lo sé, no tengo ni idea; solo sé que un día me quedé sin amigas.
-¿Pero cuánto hace de esto?, ¿un mes?
A Sandra se le escapa una sonrisa. En su expresión ves lo ciega que has estado con ella.
-¿Un mes? No veas cómo me dolía cuando duraba un mes. Después de tres años ya ni me afecta.
Te congelas. Tres años es mucho tiempo para una adolescente de quince.
-¿Pero cómo no me lo dijiste?- protestas ahogada por las primeras lágrimas.
-¿Para qué?, ¿para que hablaras con la directora y las cosas fueran a peor? Además, tú y yo no es que hablemos mucho.
No sabes lo que es boxear, no sabes lo que es que la sangre te baje de la frente y te nuble la vista; no sabes lo que se sufre cuando el hígado se hincha de tanto golpe, pero imaginas que debe de ser lo mismo a cómo te sientes justo ahora. Te ha dicho una gran verdad. Llevo advirtiéndolo no sé cuánto tiempo: estás perdiendo a Sandra; la pierdes por momentos. Decides no entrar en ese tema. Quieres centrarte en lo que has descubierto hoy.
-¿Y no tienes ningún amigo?- preguntas esperanzada-, ¿ni siquiera en el conservatorio?
-Mamá, en el conservatorio no se hacen amigos. Ahí cada uno va a lo suyo.
-¿Y en el instituto?
Sandra calla; da la sensación de que quiere decirte algo, hablarte de su amigo, pero se lo guarda. Su silencio te conduce a una cuestión que te gustaría eludir pero que tienes que plantear.
-¿Alguien te ha pegado?
Sandra vuelve a mostrar esa sonrisa vencida.
-Ojalá. No, mamá, no me han tocado, no te preocupes.
1
Gisso
Vivo aquí
Mensajes: 9175
Registrado: 02 Jul 2011 12:23

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por Gisso »

Vaya, Doctor, que sorpresa me he llevado al ver este hilo. Aunque reconozco que entraba buscando otra historia :cunao: . He estado leyendo y me ha llamado mucho la atención, aparte que creo que mantienes la forma de escribir con la que me enganchaste.
Veo que también utilizas los sueños como vehículo para crear historias. A mí me han dado grandes ideas y alegrías, aunque no aspire a tanto.
Te deseo toda la suerte del mundo y espero que sea una experiencia bonita y positiva. Espero que nos vayas contando que tal :lista:

Por último decirte que ya lo tengo en el Kindle :D . Y aunque ahora tengo otra lectura entre manos, espero ponerme con él lo más pronto posible.

Lo dicho, enhorabuena y mucha suerte :60:

Enviado con el poder de mi mente desde el Más Acá
1
Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por doctorkauffman »

Muchas gracias, Gisso :60:
1
Gabi
Vivo aquí
Mensajes: 16995
Registrado: 16 Feb 2008 21:27

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por Gabi »

Dr: ya te felicité por privado y vuelvo a hacerlo acá. Enhorabuena!!!!!!!! :lol:
Me pone muy contenta tu libro y me encantó la forma tan cálida en la que nos lo vas presentando.
De más decirte que ahora que leí los párrafos que dejaste me quedé con las ganas de seguir conociendo sobre esos personajes que pintan ser entrañables.
Un abrazo grande y de nuevo, felicitaciones :D :60:
Avatar de Usuario
Gudula Bavón
Foroadicto
Mensajes: 3103
Registrado: 17 Jul 2009 15:23
Ubicación: Gante

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por Gudula Bavón »

La verdad es que pintan bien esas primeras páginas. Es usted una mala persona. Ahora nos deja con la miel en los labios... :mrgreen:

Lo leeré entero, pero, ¿cómo voy a hacer ahora para tener su autógrafo en mi ejemplar?
1
Avatar de Usuario
Kasty23
Lector voraz
Mensajes: 140
Registrado: 19 Nov 2013 09:48

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por Kasty23 »

Enhorabuena Cristian! Ya te las he dado en el otro post, pero quería hacerlo directamente!

Esas primeras páginas pintan genial! Prometo que estos días compro tu libro y me lo leo en cuanto tenga un hueco entre tanta edición para Createspace.

Te mando un privado para alguna cosilla!!!

Un abrazo!
1
Avatar de Usuario
lucia
Cruela de vil
Mensajes: 84497
Registrado: 26 Dic 2003 18:50

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por lucia »

Gudula, si te esperas unos días, estamos tratando de en :boese040: cajar la portada en la versión de papel.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

Imagen Mis diseños
Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (comedia dramátic

Mensaje por doctorkauffman »

aunque ya lo he colocado en mi firma, subo aquí mi nuevo blog.
acaba de nacer; lo iré trabajando poco a poco. :D

http://carlosroncero.blogspot.com.es/
1
Avatar de Usuario
Ayrween
Vivo aquí
Mensajes: 7311
Registrado: 01 Nov 2010 01:18

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por Ayrween »

Tiene muy buena pinta, Doctor. Ya la tengo en mi Kindle. :wink: Enhorabuena por tu nueva novela, que te dé muchas alegrías. :60:
Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por doctorkauffman »

Muchas gracias a todos :60:
os contaré un secreto :boese040:
en la página del enlace a amazon.es, aparece la portada del libro. debajo está la herramienta del zoom.
si aumentáis la portada veréis que las lápidas tienen inscripciones: son los nombres de los capítulos de la novela :shock: :lol:
se le ocurrió al ilustrador. Qué grande. :D
1
Gabi
Vivo aquí
Mensajes: 16995
Registrado: 16 Feb 2008 21:27

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por Gabi »

La verdad que si. Me gusta el detalle :P
Avatar de Usuario
Nelly
GANADOR del I Concurso de relatos
Mensajes: 12444
Registrado: 01 Mar 2006 16:17
Ubicación: Donde la música me lleve...
Contactar:

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por Nelly »

Qué belleza!!!
Ahora me pillas en el curro y no puedo leer los primeros capítulos, pero, ¡¡¡FELICIDADES!!!! Tiene una pinta estupenda.

Te pondré crítica en breve.... :mrgreen: :hola:
Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por doctorkauffman »

Gracias, Nelly :D

recordad que los primeros capítulos los tenéis también en mi blog en un formato quizás algo más cómodo para la lectura en el ordenador.
1
Avatar de Usuario
doctorkauffman
Vivo aquí
Mensajes: 7911
Registrado: 26 Ago 2007 02:04
Ubicación: Hill Valley

Re: Mis ojos llenos de ti - Carlos Roncero (Contemporánea)

Mensaje por doctorkauffman »

Ya ha salido la edición en papel :D
1
Responder