CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo - Kassiopea

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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julia
La mamma
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CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo - Kassiopea

Mensaje por julia »

Caía la noche sobre el malecón cuando alguien aporreó una puerta. Resonaron en el callejón los golpes enégicos, insistentes, desquiciados. La madera crujió, molesta, y la endeble construcción se encogió; había aprendido a protegerse. Unos ratones corrieron, buscaron refugio bajo algunas tablas podridas del suelo.

—¡Naval Mayor! —bramó el visitante desde el exterior—. ¡Abra la puerta!

Todos nos sobresaltamos dentro de la casa. Los adultos, que habían estado compartiendo una botella de ron tras la cena, entrecruzaron miradas y frunces de ceño. Los niños, alborozados ante la posibilidad de una movida inesperada, nos olvidamos de la lagartija que habíamos estado persiguiendo. Eso sí, recuerdo que agarré la cola cercenada del animal, la cual aún serpenteaba entre mis dedos, y que la alcé al tiempo que gritaba en señal de triunfo.
El abuelo me guiñó un ojo desde su rincón. Mi querido abuelo, aquel octogenario que se cosía los bolsillos para evitar llenarlos con nada que le pudiesen robar. Permanecía sentado en su mecedora, con una de sus talas de madera entre las nudosas manos.

—¡Abre, Naval! —ordenó mamá, molesta por tanto alboroto. Papá dejó la botella, rezongando, y obedeció.
—¿A qué viene tanto jaleo, carajo? —soltó papá, abriendo la puerta. Se tropezó con los ojos del visitante, inyectados de sangre.
—¡Ya te enseñaré yo a profanar lechos ajenos! —escupió el hombre, arrojándose sobre mi padre. Rodaron por el suelo. Las tablas crujieron peligrosamente y todos contemplamos la escena boquiabiertos. Fascinados.
—¡Ya está bien, coño! —vociferó mamá, arreando un escobazo sobre el trasero del recién llegado. Los niños estallamos en vítores.
—Pues sí, señora. De coños va la cosa —explicó el hombre, incorporándose. Se palmeó de forma muy concienzuda sus partes blandas—. Naval Mayor ha estado trincándose a mi mujer. Ella misma lo ha confesado hace un rato.
—¿Mi Naval? —preguntó mi madre, arqueando la ceja izquierda y arrugando la nariz; señal inequívoca de que algo andaba rumiando—. Vamos a ver... ¿Se refiere a Naval Mayor Bichero?
—Naval Mayor Trinquete, ha dicho la muy perra.
—Uhmm, lo sospechaba —declaró al fin mamá, colocando los brazos en jarras—. El hombre que está buscando no es mi marido... Se trata del abuelo.

Aquella noche no comprendí por qué ese desconocido acabó lloriqueando sobre el hombro de mi padre ni por qué apuraba un trago de ron tras otro e hipaba como un mocoso.
Sí recuerdo muy bien que años después, habiendo ya partido el abuelo hacia el paraíso de la gran guayaba, la esposa de aquel infeliz me hizo saber: «Mi marido nunca me dio tanta guerra como aquel viejo de ochenta años que casi le doblaba en edad..., y en otras cosas». Y habiendo dicho esto suspiró. Unas perlas de sudor, traicioneras ellas, resbalaron entre sus pechos enhiestos.

*************


El abuelo nunca estuvo enfermo. O eso aseguraba. Era alto y delgado, de andares desgarbados y mirada limpia y afable. Tenía tantos callos en las manos como en el corazón. Tal vez por eso fueran sus manos tan especiales, sí, puesto que eran capaces de amansar las ubres de las vacas más rebeldes y exigentes. Y luego, de vuelta a casa, esas manos acariciaban con mimo semejante los pedazos de madera, dándoles sinuosas y fantásticas formas. Elaboró con el transcurrir del tiempo diversas mecedoras, bancos y banquetas que adquirieron, a un módico precio, ciertos señoritingos de La Habana.
Algunas de esas elaboradas piezas llegaron a formar parte del mobiliario de un burdel elegante. Incluso una terminó en un fastuoso panteón, el de la familia Bacardi para más señas. Siempre me he preguntado qué contarían esas mecedoras y banquetas si pudiesen hablar. Pero claro, esa ya sería otra historia.
Cada día, al alba, el abuelo salía de casa y se dirigía hacia la granja para ordeñar las vacas. Entre ida y vuelta recorría varios kilómetros, aunque afirmaba que caminar le aligeraba el alma. Algunas de aquellas vacas no dejaban que ningún otro tocara sus ubres hinchadas; mugían y pateaban amenazadoras si otro lo intentaba. Y la leche se les tornaba agria.
A cambio de aquel servicio el abuelo recibía en compensación algunos litros de leche y, con suerte, un poco de queso. En ocasiones ni siquiera estaba rancio.
Solía encaminarse después hacia el monte en busca de guayabas y otras frutas. Fue durante una de estas excursiones cuando aconteció algo que me relataría años después, siendo yo niño, mientras compartíamos uno de sus famosos batidos de guayaba; tomaba uno sin falta cada mañana.
Él nunca aprendió a leer ni a escribir, como tampoco nunca concibió la idea de alejarse de su tierra. Yo sí hice ambas cosas y, la verdad, no he sido más feliz.
Ya hace un tiempo que andaba considerando la idea de escribir sobre él, puesto que creo que es bien merecedor de que alguien deje constancia de su historia tan peculiar. Ha llegado el momento.
Juzguen ustedes...

*************


Aquel día estalló una repentina tormenta mientras el abuelo recorría el monte. Una cortina de lluvia torrencial barrió todo el mundo conocido. Al poco, se encontró avanzando sin rumbo, desorientado por completo. Tropezó con las raíces de un árbol, que asomaban cual tentáculos, y cayó sobre el follaje embarrado. Perdió el conocimiento porque, por lo visto, se golpeó la cabeza al caer.
Cuando abrió los ojos descubrió que se hallaba tumbado bajo el árbol de guayaba más grande que hubiese visto jamás. A pocos metros corrían las límpidas aguas de un riachuelo. Ya no llovía. Tímidos rayos de sol empezaban a asomar entre la techumbre que conformaban las copas de los árboles.
Unas gotas cayeron entonces sobre su torso y descubrió con gran sorpresa que estaba desnudo. Miró hacia arriba y comprobó que las gotas procedían de sus propias ropas, puesto que colgaban de una rama del árbol.
Iba a incorporarse cuando oyó un chapoteo en el río. Y, de inmediato, una dulce voz femenina embriagó sus oídos. La mujer entonaba una melodía acariciadora, hipnótica. Su silueta comenzó a emerger de las aguas cristalinas.
Él ya no pudo dejar de mirarla. Recorrió extasiado las rotundas curvas de su figura mientras se le acercaba.
Era una venus de ébano, una belleza salvaje y majestuosa, salida de un sueño. Su piel olía a tierra mojada y los ensortijados cabellos a hierba recién cortada. Cuando le habló, él percibió en su aliento el aroma de las orquídeas salvajes.

—Hoy me siento generosa —dijo ella, inclinándose de forma seductora—, me apetece hacerte un regalo. Pero recuerda: no abuses de él.

Le besó en la boca y el perfume de las flores le poseyó sin remedio. Sin separar aún los labios de los de él, la diosa se acomodó sobre las caderas del hombre; le encarceló entre sus muslos suaves y calientes. Relucieron sus ojos de gata mientras le cabalgaba.
Puesto que yo era un niño por aquel entonces, el abuelo no entró en más detalles al relatarme la historia. Una lástima. No obstante, he recreado muchísimas veces aquella escena en mi imaginación... Otorgándome el papel protagonista, por supuesto. En imaginación no le voy a la zaga al abuelo.
Ya oscurecía cuando recobró el conocimiento, que no el sentido. No vislumbró a su alrededor ni rastro del árbol de guayaba gigante ni del riachuelo de aguas cristalinas. Se sorprendió entonces al sentir un cosquilleo sobre el vientre, no más que una leve y húmeda caricia. Le asaltó el recuerdo de la diosa de ébano. Tan confuso como ansioso fue a incorporarse. Descubrió que varios caracoles dibujaban estelas plateadas alrededor de su ombligo.
Regresó a casa pasada la medianoche. Llevaba una herida en la cabeza y un hatillo que había improvisado con su propia camisa colgando del brazo. Todos le interrogaron, preocupados, pero simplemente declaró que nunca se había sentido tan bien. A continuación rebuscó entre los pocos utensilios que teníamos para cocinar y, dándonos la espalda, se concentró en la tarea de elaborar el que se convertiría en su famoso batido de guayaba.
Solo él conocía la composición exacta. Era un secreto que le había revelado la gran guayaba. Aseguraba que se trataba de un regalo que la diosa de ébano le había hecho en el monte durante la tormenta. Todos pensaron que el abuelo había perdido la chaveta como consecuencia del golpe en la cabeza.
¡¿Quién sabe si fue un hombre tocado por los dioses, un elegido, un visionario, o un simple iluso?!
El caso es que siempre gozó de buena salud y que, con diferencia, fue el más longevo de la familia. Fue admirado por su vigor y sus hazañas como mancillador de camas —aunque hay que tener en cuenta que, con el boca a boca, esas historias siempre tienden a exagerarse y desvirtuarse—. Y, desde luego, muchos le envidiaban.
Incluso hubo quienes entraron en nuestra humilde casa, con nocturnidad y alevosía, con la osadía de intentar hallar el preciado elixir.

*************


Yo, ajeno a todo el revuelo que organizaban los adultos, apuraba cada mañana el batido de guayaba que el abuelo me ofrecía. Comprendo que él lo hacía con buena intención, deseándome lo mejor, pero... ¡Me convirtió en un adicto el muy bribón!
¿Por qué no me reveló el secreto de la composición en su lecho de muerte? Hubiera sido lógico que así lo hiciera. ¿Por qué me condenó a esta terrible desazón, a esta ansia desesperante?
Aunque, de hecho, he de decir que no murió en el lecho.
Se marchó una noche de tormenta. Algunos vecinos le vieron adentrarse en los callejones, avanzaba resuelto bajo la lluvia que le empapaba por completo. Cuentan que sus ojos estaban idos y que lucía una sonrisa bobalicona en los labios.
Se encaminó hacia el monte, dicen.
Fue a reunirse con la diosa de las guayabas, piensan. Y callan.

¿Por qué no me revelaste el secreto? Yo lo merecía, pues tú me convertiste en adicto sin saberlo. Cuando te marchaste para siempre rebusqué por toda la casa. Miré bajo las tablas del suelo. Excavé la tierra con mis propias manos y grité al viento. Incluso fui a visitar a tus fieles vacas, las cuales me recibieron con muy mala leche, por cierto.
No encontré nada. Me sentí traicionado.
No, aún no puedo perdonarte.
Fue una crueldad que te largaras de esa manera. Me dejaste desamparado, me quitaste el secreto de la vida tras mostrármelo. ¡Me negaste el elixir de la virilidad!
¡Maldita sea la gran guayaba que te llevó, abuelo!
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Sinkim
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Sinkim »

Me parece que era una buena idea pero que no les has sacado todo el partido que podías. La última parte no me parece muy acertada para una historia de humor, me hubiera gustado más si el relato acabará simplemente con alguna de las historias del abuelo :lol: Más que nada porque aunque la historia la cuente el nieto el verdadero protagonista es el abuelo :lol:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Wintermute
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Wintermute »

Este no lo he pillado. Hay un par de sonrisillas por ahí metidas, pero el relato en sí... no le he visto la gracia. Los chistes un poco irregulares, pero bueno...

Lo que creo es que el relato funcionaría mucho mejor si fuese decididamente por otro género- que tiene bastantes para escoger. Como humor, humor... no sé, igual me pilló extra-espeso...
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Nínive
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Nínive »

No lo veo como una idea para un relato de humor, de hecho, la última parte me parece un poco triste y la del medio, realismo mágico. No sé, no me termina de cuadrar esos retales así cosidos, sin hilvanar primero y sin pensar qué puntada debo elegir para que la costura sea vista o no. ¿Humor? ¿Tragedia? ¿Nostalgia? ¿Magia?
Y que conste que veo una pluma con una buena idea. Lástima el género en el que ha presentado el relato.
El abuelo guayabo da para más, autor mío. No lo desaproveches. (Así, en confianza, el nieto no. Me parece un pringado).
:60:
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Verditia
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Verditia »

Me ha parecido un relato precioso, muy al estilo de la literatura sudamericana, lleno de historias legendarias dentro de una familia. Pero no me ha parecido de humor. La única parte humorística sería el inicio, con un abuelo octogenario asalta-camas ajenas, pero a partir de ahí, es una historia de recuerdos y nostalgias.

Lo que más me ha gustado: excelentemente escrito, me ha transmitido mucho (pero no humor, lo siento).

El "pero": no hay ningún "pero", simplemente creo que no es un relato de humor.

¡Suerte!
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Tolomew Dewhust
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Ay, Nínive, que llega la hora de acostarse y hoy no he tenido la fortuna de verte sonreír...

Mándame un whatssapp aunque sea que ya me voy apañando...

Pero el presente mp no es para eso (que si me mandas la foto, pues mejor), sino para hablar del relato que pretendes enviar al concurso de humor.

Qué bien escribes. Pero si es que lo haces todo bien, no sé por qué me sorprendo. Si me aceptaras un par de consejillos creo que te quedaría redondo: por ejemplo, quita la diosa de ébano y pon directamente la "diosa Ororo", verás lo que nos reímos todos. Con eso tienes ya medio concurso ganado.

Otra cosa. Ahonda en la historia del abuelo, en la graciosa, en su afán de mancillar honores, de asaltar lechos, que eso hace mucha gracia por estos lares, y deja un poco de lado la fantasía de la guayaba que no termino de pillarle el puntillo.

Mira, mejor haz lo que te plazca porque sé que lo vas a hacer bien de todos modos. Ayyy...
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Isma
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Isma »

Bueno, bueno. Qué buen relato. Se lee estupendamente, sin altibajos, usando el lenguaje con precisión, con un sentido del ritmo más que envidiable. La historia me transmite... serenidad. Y me ha encantado imaginar a esos caracoles, casi tanto como imaginar a la diosa de la gran guayaba. Me apena no poder aportar ninguna cosa más constructiva que una impresión subjetiva, y es que no encuentro el humor. La historia me evoca ternura, pasión, la visión borrosa de los recuerdos, pero no humor. Hay recursos que podrían utilizarse para ello y no se ha hecho. El autor puede estar orgulloso porque el relato es magnífico, pero debe, quizás, admitir que, pese a su prosa excelsa, hay herramientas que no ha sabido utilizar para un concurso como este.

Un pequeño fallito: Enégicos.

Enhorabuena en cualquier caso porque he pasado un rato entretenidísimo.
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Isma
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Isma »

Por hacer de abogado del diablo: el humor podría encontrarse en la figura del abuelo, de algún modo un antihéroe sin moral y algo excéntrico con ese zumo de guayaba.
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barrikada
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por barrikada »

Bueno... Con este relato me voy a dormir.

Debo de decir que está increíblemente bien escrito, salvo alguna palabra que se salta del tono habitual. Humor no he apreciado mucho, sólo en el comienzo con la confusión entre el padre-hijo (esos detalles tontos me encantan) Y luego las partes... Me parecen a mí que están algo inconexas, de repente salta de la escena inicial a recordar la vivencia del abuelo, a cómo se va, pero no vuelven, parece como si cogieran capítulos sueltos de un libro y recortasen la mitad. Siento cómo si me faltara información (o sea excesivamente tonto)

No sé, me parece que hay buena materia prima, pero falta de concreción. Un placer.
1
Gabi
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Gabi »

Felicitaciones por el relato, es precioso :D
Me gustó mucho la idea y la forma en la que está escrito.

El inconveniente es que no me hizo reír en ningún momento :oops:
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Shigella
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Shigella »

Como ya te han dicho todos que no lo ven muy de humor, no voy a insistir mucho en eso, pero estoy de acuerdo. El relato está bien escrito, tienes imaginación, y sí que hay algún punto humorístico al principio, pero el tono general es más fantasía.

A mí me perdiste cuando la diosa de ébano cabalga al abuelo. Estoy de un mojigato en este concurso que no es normal, pero es que no lo veo muy a cuento. Si las batallitas sexuales fueran las del abuelo con las vecinas del pueblo gracias a la potencia que le da el zumo de guayaba me podría haber hecho hasta gracia, pero esta historia va por otros derroteros.
1, 2... 1, 2... probando...
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jilguero
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por jilguero »

Me ha gustado, autor, eso vaya por delante. :60:
Pero debo decirte también que me has dejado una sensación extraña. Un batiburrillo de sensaciones he tenido leyéndote.
Primero, la sensación de entrar en un ambiente un poco esperpéntico, con un señor cornudo gritando.
Luego, un ambiente melancólico y tierno (para mi gusto, el mejor) hablándome de la vida cotidiana del abuelo y de su encuentro con la gran guayaba.
Por último, la escena del nieto que me ha parecido más floja, como si rompiera un poco la magia.
Eso sí, todo narrado con una prosa dulce, casi poética por momentos.
Ya he dicho que no voy a valorar el humor porque soy un tanto daltónica a la hora de descubrirlo, pero tampoco es que sea del todo cegata y te debo de reconocer que los sentimientos que me has despertado, el sabor de boca que me has dejado, están muy, muy lejos de la risa.
Quédate, sin embargo, con lo que te digo al principio y que es lo más importante: me ha gustado leer tu relato. :D


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El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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RAOUL
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por RAOUL »

Sí, yo tampoco lo veo de humor. Pero en sí es excelente hasta llegar a la última parte. Yo no sé si ahí el autor ha querido buscar un efecto cómico, humorístico, con la desesperación del nieto en busca del secreto de la guayaba para de esta forma atraer el relato al género. No lo veo. Esa última parte no me convence ni me gusta. Sin embargo, el resto -incluido el arranque- y muy especialmente la parte central, con la aparición de la diosa de la guayaba, merece un aplauso. Está muy pero que muy bien.

O sea, que aunque no he sonreído durante la lectura -salvo el descubrimiento de la identidad del asaltacamas- sí me ha dejado una buena sensación y me ha puesto de buen humor. Enhorabuena.
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Gavalia
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por Gavalia »

Creo que tiene ritmo y al menos yo me lo he leído de un tirón, con algún que otro tropezón, pero sin incidencias graves. Quizá hubiera dispuesto ciertas frases de otra forma para llegar con más claridad al lector, pero eso es una opinión solo mía. En cuanto al argumento, la idea del zumo vigorizante no deja de ser original, si causaba ese efecto en el abuelo me preocupa como pudo afectarle al chaval, creo haber entendido que lo tomaba todos los días jajajaja. No me hagas caso y espero que encuentre la receta pronto. Suerte
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prófugo
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Re: CH1 El abuelo, la gran guayaba y yo

Mensaje por prófugo »

Estimado autor:

Me complace haber leído un relato tan magistralmente escrito. Tu prosa es muy fina...la elaboración es de maestro y la historia es muy bonita.

Lo que es humor...pues poco le he visto...salvo que el abuelo sea un portento afortunado...pero me ha gustado tanto leerte que mientras lo hacia mi subconsciente se alegraba sin pausa.

Aunque confieso que el final no me gustó...es más, no me pareció a la altura del resto del relato...debo admitir que tu criatura..hasta los momentos...pasa a ser uno de mis favoritos.

Además.. ya no solo por el tema de las guayabas sino también por ciertos modismos...se ve que el autor es latinoamericano...asi que..creo saber quien eres :wink:

Mi enhorabuena... :60:
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