CN3 - Rodolfo y yo - Isma

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Ratpenat
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CN3 - Rodolfo y yo - Isma

Mensaje por Ratpenat »

Rodolfo y yo

Rodolfo es grande, peludo y rugoso; tan áspero por fuera, que se diría todo de alambre, que no lleva molla. Sólo los charcos legañosos de sus ojos son blandos cual cera tibia de abeja.

Lo dejo suelto, y se va al monte, a comer con sus molares desparejos el musgo, el verdín y el liquen pegado a las rocas, arrancando grandes trozos de ambos con su moqueante hocico… Lo tengo que llamar a grandes voces, ¡¡Rodolfo!! ¡¡Rodolfooooo!! y viene a mí con un trote enloquecido que me hace tragar saliva y apretar con fuerza el esfínter.

Come de todo menos cuanto le doy. Le gusta morder a las personas que se acercan a acariciarlo, en especial las ropas y el pelo. El castaño es su preferido. Después de dar el bocado deja en la cabeza trasquilada un reguero enorme de baba…

Es bruto y tozudo como un vejete cascarrabias, como una abuela cebolleta. Pero por dentro es simple como una gominola. Cuando paseo con él, los lunes por la mañana, por las callejas nevadas de la aldea, los trasgos, resacosos, huyen al verle:

—¡Corred, insensatos!

Corred, insensatos. Veloces y descerebrados, al mismo tiempo.

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La noche cae en la aldea finlandesa. Hace un frío de órdago y la escarcha hace presa en mi barba, dejando un crujiente manto de cristales blancos. Desearía llevar pantalones más gruesos. De pronto, un duende mal encarado, con un gorro puntiagudo y una botella, sube hacia nosotros arrastrando los pies. Rodolfo lo mira con lascivia. El duende, que nos advierte, incapaz de huir ni de evitarnos, se arrodilla.

—¡Por favor, señor, dispénseme!

Hoy me siento magnánimo.

—Vuelve a trabajar, desdichado. Y deja la botella ahí.

El duende nos hace reverencias mientras se aleja a trompicones, sin darnos la espalda. Rodolfo camina hacia él y el duende da un grito y sale despavorido. Pero no lo persigue. Coge la botella con sus labios babeantes y la alza hacia las alturas. La luna se refleja en la lisa superficie mientras el líquido desciende, a partes iguales, por su garganta y por su papada arrugada y rasposa…

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Cuando, al amanecer, Rodolfo y yo regresamos de parranda, escuchamos las voces de los duendes entonando canciones obscenas. Uno lleva una duende hinchable, el otro un sujetador puntiagudo sobre el suéter verde. Son como niños, hay que darles algo con que distraerse. Igual pasa con Rodolfo. Le dejo suelto, y de inmediato carga contra el grupillo. Sus largas patas resbalan sobre el hielo reciente. Al advertirlo, los trasgos huyen en todas direcciones. Corre, corre, que te pillo… como si de un juego se tratara, los duendes tocan en las redondas puertas de las casas, pero a esta hora todo el mundo está en la cama, durmiendo la larga noche ártica o simulando hacerlo, y nadie les franquea el paso. Pese a la velocidad de las cortas piernecillas, Rodolfo les gana terreno con sus largas zancadas. Los trasgos, aterrorizados, encuentran refugio, al fin, en el viejo cilindro tumbado de una gran barrica de aguardiente. Se aprietan los unos contra los otros al fondo del tonel y Rodolfo, incapaz de seguirlos dentro del hueco de madera, se encarama al mismo sobre dos patas y empieza a frotarse contra la puerta entornada. Escucho los chillidos de los duendes y después sus exclamaciones de sorpresa y asco. Rodolfo vuelve a mí, exhausto y agotado, y yo le palmeo el lomo áspero y rugoso, mientras caminamos de regreso a casa.

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Me rebozo en mi abrigo rojo, como quien no quiere la cosa, y en las mejillas siento el agudo cuchillo de los céfiros árticos. En el corral, los pingüinos mayordomo se han agenciado un braserito. Hace un frío sólido, tangible como una roca. Y en el cielo ¡cómo brillan las luces de la aurora! Su manto violáceo se extiende por el firmamento nocturno, con sus ondas nacaradas, con su fulgor de amatista. En Laponia hace frío, pero yo me río.

El silencio de la noche está ausente de todas partes: del atestado corral, de las callejuelas donde los duendes arrojan sus desechos, de las toberas de la fábrica de juguetes, humeantes y ennegrecidas… Y su ausencia se debe a los bramidos todopoderosos de Rodolfo, que ronca a pata suelta desde su establo, responsable, sin saberlo, de las ventanitas encendidas en las casitas de los trasgos, de los cuchicheos insomnes de los pingüinos, del deambular sonámbulo de los otros renos…

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Los duendes juegan y cantan.

—Hacia Belén va un reno, rin, rin, yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quitéé…

El corro de duendes gira y gira, en el largo crepúsculo boreal. Se han disfrazado vistosamente con retazos de envoltorios y cintas desechados, y su colorida variedad salpica el patio nevado. Saltan y ruedan, ahítos de la ilusión que rezuma de los regalos de los niños. Nieve, sol y frío. Rodolfo observa a lo lejos, indeciso.

—¡Y te toca a ti!

El trasgo elegido refunfuña y se queja con desabridos aspavientos. Los demás ríen y comienzan a dar palmas, a gritar, a llamar la atención de mi reno. Rodolfo, como es grande y lento, no se atreve a lanzarse en pos del grupillo de pilluelos, que se mofan de él dando volteretas y saltos. Mientras tanto, el duende que se la queda va acercándose por un lado, pasito a pasito, pasito a pasito, hasta que —¡corre corre corre corre!— se acerca como un rayo y deposita un gorro cónico en la cabeza de Rodolfo, que gruñe y muge. Ahora el patio es todo vítores y algarabía, y el vencedor, suspirando aliviado, corre a reunirse con el corro que le espera. Por fin Rodolfo, resignado, sacude la cabeza y asume su nuevo adorno, si no con elegancia, al menos con hombría…

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—Quieto, Rodolfo, quieto.

¡Mantén la compostura, hombre! ¿No ves que pones nervioso a los camellos? Sostengo las bridas rojas en mis manos enguantadas y observo con parsimonia a los tres invitados. Hemos celebrado nuestra reunión anual al aire libre, para aprovechar que hoy no nieva. ¡Qué frío pasan los pobrecillos! El moreno, al hablar, hace unos ruidos tenues y apagados, como un entrechocar de cucharillas. El que tiene el pelo blanco es el que mejor aguanta, pero todavía no ha sacado las manos de los bolsillos. Un pingüino está tirando de su túnica. El tercero me sorprende al hablar.

—Si los deseos fueran caballos, los mendigos cabalgarían.

Viajeros que venís del Sur, ¡qué lejos quedan vuestras casas y vuestros desiertos! Suelto un poco el bozal de Rodolfo y este se lanza hacia adelante, ansioso, los ojos llorosos y enrojecidos. Mis invitados retroceden un paso, asustados. Así está bien, Rodolfo, así está bien. Que sepan quién manda aquí, a pesar de sus dichos y sus refranes. Despliego frente a ellos un mapa y comienzo a repartir territorios sin oposición. Este año vamos a tener mucho trabajo, Rodolfo…

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Otro año más comenzamos la ronda. Los primeros son los niños ricos, como debe ser, porque son sus padres quienes mantienen la economía del país, pero ¿qué te importa a ti la bolsa, las finanzas o la inflación, Rodolfo? Nada, ya lo sé, nada, y por eso te dejo hacer, con tus músculos sudorosos por el esfuerzo, mientras yo desembarco los regalos en la gran mansión. Desde la chimenea puedo oír el chirrido de tu corpachón al frotar las cerdas duras como escarpias contra los coches en el garaje. Qué listo eres, Rodolfo. Aun sin conocer una palabra de ello, has encontrado otra manera de estimular la economía.

Tu inocencia hace que me sienta generoso y te invito a entrar. Los grandes ojos saltones recorren el salón con asombro, como un niño. Das un bocado aquí y allá, dejando tus babas en el esplendoroso abeto navideño, arrancando el mantel de la mesa —¿cuántas personas podrán comer aquí a la vez, Rodolfo?—, redondeando a mordiscos una de las esquinas del sillón... Junto al Belén navideño, más grande que el corral de los pingüinos, hay unos enormes calcetines rojos y una figura india, como un tótem tribal, otro ídolo al que reclamar unos regalos que nunca parecen ser suficientes. Muerdes y trituras la madera, dejando caer pedacitos, como de chocolate, sobre la alfombra persa que lleva las marcas de tus pezuñas.

—Si Manitú quiere su parte del pastel, que venga a verme como todo el mundo…

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El piso es estrecho, la ventana de aluminio apenas evita que entre la fría serpiente de la noche. En el cuarto todos duermen y sobre la mesa del comedor han dejado para nosotros medio turrón y un vaso de vino. Un Belén de figuras sombrías y gastadas decora el aparador ajado por los años. El cuarto no está en silencio, se escucha la televisión de algún vecino insensible, y yo camino por el suelo de gres, más frío que la nieve, con una zozobra de sueños rotos e ilusiones. Aquí también te voy a invitar a entrar, para que veas cómo vive la gente humilde. Y para ti abro la ventana y te hago entrar con la magia de mis dedos, y es un placer verte aquí en medio, Rodolfo, con tus largas patas de estaño moviéndose con cuidado, entre juguetes gastados por el uso y ropita de segunda mano, en el saloncito que apenas acoge tu corpachón robusto y acerado. Y la chispa de la comprensión te roza y vuelves los ojos grandes hacia mí.

—Chssssst…

En el vano de la puerta que da al dormitorio hay una carita redonda de niño, como una luna llena, con unos ojos igual de grandes que los tuyos, con una boca abierta por el asombro. Y en el brillo de las pupilas se refleja una figura roja, que le guiña un ojo con una sonrisa cómplice, y un gigantesco reno, altivo y majestuoso, resoplando aire por sus ollares, con una cornamenta nudosa como las ramas de un árbol. Por momentos como este vivimos, Rodolfo, por momentos como este…

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Encontré a Rodolfo echado en su cama de paja, los ojos tristes. Fui a él y le acaricié la cabeza grandota, con el guante puesto, para evitar males mayores. El pobre se removió bruscamente y quiso levantarse… no podía… le dejé tendido en el suelo y mandé llamar al ogro chamán que cura a los duendes.

El viejo Churrasco, así se llama el chamán, sacudió la cabeza apesadumbrado.

—Así que otra vez resaca, ¿eh?

No sé qué contestó… es difícil entenderle con esa boca llena de colmillos retorcidos que tiene… que, si tuviera algo de ron, seguro que se recuperaba… que se tenía que ir porque le iba a dar el sol… Al mediodía Rodolfo estaba muerto. La cuadra olía a pedo y a choto. Nunca fue mucho de lavarse, mi reno grande.

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Esta tarde he ido con los duendes a enterrar a Rodolfo. Han venido los ciento treinta y ocho. Los pingüinos nos han acompañado para dar un contrapunto de sobriedad a los chillones colores con que se han ataviado los duendes. Al llegar al enorme féretro, los trasgos se han quedado en silencio y han murmurado entre ellos, incrédulos. Los más ambiciosos se han echado a llorar, esperando ganar posiciones en la previsible lucha de poder que deja su muerte. Otros se pellizcan entre sí, anticipando los juegos por venir, libres de temor y de miradas por encima del hombro, sin vigías para avisar de la llegada del reno. Los más apenas se mueven, aún borrachos tras la celebración que ha durado horas. Me he adelantado por entre los cuchicheos cada vez más audibles y he carraspeado. A mi alrededor se ha hecho el silencio; los duendes aceptan el último trámite de un discurso antes de disfrutar de su recién ganada libertad.

—Levántate, Rodolfo…

Y Rodolfo rompe la madera de su ataúd y berrea con toda la potencia de sus pulmones, provocando una estampida enloquecida de los duendes en todas direcciones, chocándose con los pingüinos, resbalando en el suelo, los ojos aterrorizados, sombreros de punta en caídos y pisoteados por doquier, y Rodolfo se yergue en toda su majestuosa estatura como un mástil insaciable y libidinoso y vuelve a berrear rompiendo con su bramido la calma ártica, y los duendes huyen y corren y se esconden y lloran y gimen…

—¡Ho, ho, ho!

Rodolfo, amigo mío. ¡Qué sería de las navidades sin ti!


Dedicado a ti, Platero. Cien navidades caminando con nosotros.
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elultimo
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por elultimo »

Empiezo por este, más que nada porque he visto que no tiene ningún comentario.

Bueno, lo he visto un poco inconexo. Más que un relato, me ha dado la sensación de estar leyendo resúmenes de los capítulos de un libro, así que un poco más de conexión entre las distintas parte no le hubiera venido mal. Además, la redacción la veo un poco forzada, supongo que porque has querido escribir en un estilo que no es el tuyo.

En cuanto a la historia, me gusta que le hayas dado todos esos cambios de sentimiento y que mezcles lo gracioso y lo grotesco con la melancolía.

Entiendo, por la dedicatoria, que es un homenaje a Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. No he leído ese libro, pero si lo que has escrito es un paralelismo entre Yo-Papá Noel y Platero-Rodolfo, me parece una idea muy original.
Otra cosa es que después de haber leído este relato no haga falta que lea la obra de Jiménez :icon_no_tenteras: :cunao: :cunao: :cunao:
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Ororo
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Ororo »

El subversivo autor escribió:En Laponia hace frío, pero yo me río.
Me muero.
:meparto: :meparto: :meparto: :meparto:


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Gavalia
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Gavalia »

Tiene algo todo el conjunto que lo hace... ¿mágico por momentos? No sé muy bien como explicarlo. El cuento quizá sea algo confuso por la poco habitual forma de resolverlo, quiero decir de presentarlo a modo de una continuidad de escenas que parecen de algún modo discontinuas y que se atragantan un poco. Pero si me pongo en tu onda autor, creo que te sigo el cuento :mrgreen:
Trabajo tiene, o eso me parece a mi, cosa que valoro y mucho. Suerte y ya nos leemos por ahí... si eso..
986
:wink:
En paz descanses, amigo.
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joserc
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por joserc »

Qué bueno este Papa Noel tan grotesco y su reno, qué personajes. Me encanta la sordidez que transmiten. Esas verdades que duelen, como la de que los niños ricos van primero. Ese Rodolfo tan desagradable, tan salido, tan todo. Me has tocado otra de mis fibras, autor/a. El lado negro de la Navidad visto desde el fondo de la cloaca. Eres un desengañado/a de estas fiestas, no lo niegues.

Me has conquistado, lo admito.

Volveré a leerlo. A ver si te saco algo criticable.
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Tolomew Dewhust
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Tolomew Dewhust »

:164nyu:
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Topito
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Topito »

Ameno en ciertos tramos, aunque me llegó a cansar después de tres cuartos. Imagino que fue porque no hay un conflicto que hile todas las partes, sino anécdotas.

La idea me gusta y los personajes muy bien definidos.

Gracias por tu relato, autor.
Última edición por Topito el 04 Ene 2015 06:50, editado 1 vez en total.
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barrikada
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por barrikada »

Con diez o doce años un profesor del colegio me dijo, toma, lee, Platero y yo. Lo comencé, leí unas páginas y se lo devolví diciéndole, ¿esto qué es lo que es? Imagino que si no hubiera sido tan ignorante, hubiera disfrutado más de este relato y hubiera entendido el paralelismo entre ambos. Me ha parecido una historia entretenida, cargada de imágenes simpáticas, pero que a veces se tornaba un tanto confusa y yo me sentía un poco perdido. El final me ha parecido bastante bueno, aunque la forma de escribir algo trabada en ocasiones. Gran idea, pero se me antoja falta de una vuelta de tuerca.
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Ororo
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Ororo »

Juan Ramón Jiménez escribió:Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
El autor escribió:Rodolfo es grande, peludo y rugoso; tan áspero por fuera, que se diría todo de alambre, que no lleva molla. Sólo los charcos legañosos de sus ojos son blandos cual cera tibia de abeja.

Lo dejo suelto, y se va al monte, a comer con sus molares desparejos el musgo, el verdín y el liquen pegado a las rocas, arrancando grandes trozos de ambos con su moqueante hocico… Lo tengo que llamar a grandes voces, ¡¡Rodolfo!! ¡¡Rodolfooooo!! y viene a mí con un trote enloquecido que me hace tragar saliva y apretar con fuerza el esfínter.
Interesante :mrgreen:
Aquí tenemos al antagonista de Platero, Rodolfo, un buen elemento :lol: Muy original haber recurrido a esta obra aburrida y pastoril para darle el toque canalla opuesto.
He leído sobre la originalidad en el hilo general y a mí esto me parece original por tratarse de una versión alocada y crítica. La originalidad puede estar en la historia, en el desarrollo, en la forma...

Me ha gustado que al autor se le haya ocurrido irse a Platero para adaptarlo, que haya frikadas como el "Corred, insensatos" tan gandalfiano o el "En Laponia hace frío" :mrgreen: , los pingüinos que se han agenciado un braserito :icon_smile_blush: , las gamberradas de Rodolfo en general...

También el ambiente descrito como opuesto al navideño con esos duendes bebedores y, sobre todo, la forma de narrarlo. Me ha gustado leerlo y creo que tiene ritmo, fuerza y poder de penetración en el lector (o como se diga :lol: )

No me ha gustado todo. Ni mucho menos. Pese a lo anterior, que "el silencio de la noche esté ausente de todas partes" me traumatiza. Menos mal que tenemos a "la fría serpiente de la noche" magnífica y que es jodidamente cierto que "el suelo de gres es más frío que la nieve" :lol:

Tampoco que la crítica a las casas ricas y las humildes sea tan evidente. Me parece buena idea que Rodolfo raye con sus escarpias los coches de los ricos y tenga cuidadito con las viviendas pobres, pero me parece una distinción tan aplastante, tan sin matices, un tanto demagoga... Lo siento, me gusta el punto pero no cómo se ha llevado. Es aquí cuando he pensado que el relato se estaba dulcificando. Que no es bueno ni malo. Pero hay un cambio. Además, habría puesto FIN en lo siguiente: "La cuadra olía a pedo y a choto. Nunca fue de mucho lavarse, mi reno grande".

La resurrección es otro punto con el que no comulgo. Aunque tiene su punto de absurdo que no va mal al relato, me ha parecido fuera de lugar. Como digo, lo habría finalizado en el punto anterior.

Con todo esto vengo a decir que es un relato que da mucho de sí. Me ha hecho pensar mucho y he tenido que organizar las ideas para escribir este comentario.
Me ha gustado bastante. La chispa de la idea no es hacer algo que no se ha hecho jamás en su conjunto, sino tocar ciertas teclas para que se convierta en otra cosa. Para mí eso también es originalidad.

Cosas buenas y malas. Con toda mi admiración e intento de crítica constructiva en base a mis gustos y forma de entender las cosas.

Mira que me he quedao a gusto :lol:
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Shigella
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Shigella »

Como ya he dicho en el hilo general, me parece original la idea de hacer una versión macarrilla de Platero y yo. El formato en modo capítulos/sketches a mí no me molesta, al contrario, me parece que lo hace más ameno y fácil de leer.
El relato en general, por otra parte, no me ha enamorado. La historia como humor no me acaba de llegar y como historia le falta algo.
En resumen, me ha gustado mucho el "cómo" pero no tanto el "qué".

Lo mejor: "En Laponia hace frío pero yo me río" y que Rodolfo resucitase. La muerte de los animales la llevo muy mal, aunque sea ficticia.
1, 2... 1, 2... probando...
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elultimo
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por elultimo »

Shigella escribió:La muerte de los animales la llevo muy mal, aunque sea ficticia.
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iliada
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por iliada »

Un relato por escenas, personajes que aparecen hacen su papel y desaparecen, todo dentro de un marco grotesco y caricaturesco y homenajeando los 100 años de Platero y yo. Duendes borrachuzos y juguetones Uno lleva una duende hinchable, el otro un sujetador puntiagudo sobre el suéter verde :D :lol: Pingüinos con braserito :lol: Reparto de territorio con los Reyes Magos y reparto de regalos en las casas.
Como punto final la resurrección de Rodolfo.
Me ha parecido un buen relato y me ha sorprendido gratamente la idea argumental de Papa Noel con su reno en paralelo con Platero y yo, jamás hubiese pensado en esta idea para un relato de Navidad.
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kassiopea
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por kassiopea »

El subversivo autor escribió:En Laponia hace frío, pero yo me río.
Yo creo que el autor se lo ha pasado bomba, en efecto. Con nocturnidad y alevosía me he puesto a comentar, tras leer el relato, porque no me podía esperar: me ha encantado cómo le has dado la vuelta a todo. Has transformado a Platero, todo dulzura el original, en un reno bruto, grotesco, esperpéntico. Lo mismo has hecho con Papá Noel y los duendes, borrachines libidinosos :cunao: Pero luego, cuando Rodolfo y Papá Noel entran en las casas para dejar sus regalos, me has emocionado, autor. He pasado de la risa al llanto. Porque, por muy brutos que parezcan, tanto Rodolfo como Papá Noel saben que "su trabajo" vale la pena. Me ha encantado cómo Rodolfo se muestra tan cuidadoso en esa morada tan humilde :cry:

Eres atrevido y valiente, autor, pero también eres un sentimental, ¿eh? A mí me ha encantado que Rodolfo resucitara :wink:

En cuanto a la forma, dividir la historia en partes me ha parecido como una manera de imitar la poesía; cada parte como una estrofa diferenciada, y todas las partes (escenas) conforman un todo. Lo he disfrutado mucho. Enhorabuena :60: :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Estrella de mar
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Estrella de mar »

Ororo escribió: esta obra aburrida y pastoril
Se me acaba de romper el corazón. :cry:
Ya te pillará Juan Ramón en el infierno, ya... :lol:

Precioso homenaje. :babear: M'has robao la patata. :cunao: Vaya vuelta de tuerca y qué bien te ha quedado.
Volveré, plumífero/a. :boese040: Todo lo que huele a Platerillo me vuelve turulata. :08:
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Wintermute
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Re: CN3 - Rodolfo y yo

Mensaje por Wintermute »

A mi me ha gustado. No a lo bestia, pero vaya, tengo que apreciar la gallardía y bizarría del escritor (o escritora). Lamentablemente soy del club de los que no han leído Platero, pero creo que me lo voy a leer para poder valorar en su justa medida este relato.

Quizás la redacción sea por donde menos me ha entrado- pero quizás sea por querer emular la obra original.
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