CN3 - Fun, fun, fun con sordina - Jilguero

Relatos que optan al premio popular del concurso.

Moderadores: kassiopea, noramu

Avatar de Usuario
Ratpenat
Murciélago
Mensajes: 5920
Registrado: 24 Sep 2012 14:11

CN3 - Fun, fun, fun con sordina - Jilguero

Mensaje por Ratpenat »

Fun, fun, fun con sordina

Jacinto
Jacinto marchaba raudo por la vereda y la hierba crujía a cada paso. ¡Menuda helada!, pensó. Debía pisar con cuidado pero sin aflojar el ritmo: regresaba de cerrar un buen trato y no había tiempo que perder. La camada de pavipollos de ese año había sido magnifica. Para Nochebuena había sacrificado parte de la pavada y el resto, todavía en la granja, lo acababa de apalabrar a un buen precio.

¡Mediodía ya y el sol aún no había podido con la escarcha! La temperatura había bajado una barbaridad en los últimos días. Por eso, porque no quería correr riesgos innecesarios, había acudido al pueblo muy de mañana en busca de un comprador para los pavos. En la cantina le dieron una octavilla de propaganda. Un tratante que casualmente se hallaba en la comarca, en busca de aves de corral para una gran cadena de supermercados, y se hospedaba en la fonda. Lo había encontrado desayunando y, entre bocado y bocado, iniciaron el regateo. Los tira y afloja se prolongaron un buen rato, si bien terminaron en un fuerte apretón de manos.

El pavero culminó la última loma entre jadeos y, antes de empezar el descenso, se detuvo a recuperar el resuello. El aire estaba muy frío y, al aspirarlo con rapidez, le producía una intensa quemazón en la garganta. Gracias a Dios, antes de partir, le había ordenado a Benito que, mientras no se fundiera la escarcha, mantuviera a los pavos dentro del cobertizo. El sol, demasiado alto ya, no le dejaba ver bien. Se colocó la mano a modo de visera y miró hacía el fondo de la cañada. Allí estaba la morera de la entrada y, oculta en parte por esta, la oscura techumbre del tinado. Amusgó un poco más los ojos y distinguió entonces la alambrada del corral y, algo más lejos, puntitos negros en movimiento. ¿Los pavos corriendo sobre la tierra helada? ¡Qué insensato era Benito! ¡Se estarían abrasando las patas! Y lo que era todavía peor: después de pasar tanto frío, desangrarlos les iba a resultar muy complicado.

Ansioso por llegar al corral, el pavero reanudó la marcha con largas y presurosas zancadas. Con tantos pavipollos a engordar no le había quedado otro remedido que buscarse un ayudante. Que al zagal le faltaba un hervor era un secreto a voces, pero también que le gustaban mucho los animales. El acuerdo había sido, pues, muy provechoso: vigilancia día y noche, fiestas de guardar incluidas, a cambio de la hatería y un catre en el chamizo del fondo del establo. Y en honor a la verdad, Benito había cuidado la pavada con un celo más propio de socio que de simple empleado. ¿A cuento de qué venía, entonces, volverse tan imprudente justo cuando más había en juego?

Jacinto avanzaba ahora a trompicones, deteniéndose a cada tanto para vigilar lo que ocurría en la granja. Los pavos se estaban comportando de forma muy extraña. De habitual deambulaban por el cercado cada uno a su aire, picoteando aquí y allá en busca de sabandijas y granos. Solo cuando algún afortunado daba con un buen comedero y aumentaba el ritmo de picoteo, los demás se arremolinaban a su alrededor. Pero ni siquiera entonces dejaban de moverse sin orden ni concierto. Hacía un momento, en cambio, los había visto avanzando al unísono. Al principio, una reata de puntos negros marchando en formación hacia la morera. Un arco de circunferencia luego, que se fue curvando poco a poco hasta formar una anillo en torno al árbol. Un cerco que a cada parada Jacinto veía volverse más estrecho. ¿Cuándo se había visto aquello?: ¡los pavos subiéndose a la morera a plena luz de día! En verano, si el calor apretaba demasiado, los dejaba pasar la noche a cielo abierto y, en cuanto atardecía, se encaramaban a los árboles para dormir a salvo de las alimañas. Pero jamás los había visto antes subirse a las ramas de día…

Crech, crech, crech, crepitó la hierba al reanudar la marcha. En cuanto llegara le iba a echar la bronca a Benito. Aunque pensándolo bien…, mejor lo dejaba para después de la matanza. Por las malas aquel bobalicón era terco como un mulo y no se podía permitir enfadarlo justo cuando más lo necesitaba. Se había comprometido a tener el género listo en veinticuatro horas y completar el ritual les iba a llevar su tiempo. Antes de degollarlos había que darles un buen lingotazo de aguardiente y, luego, hacerlos correr para que el efecto del alcohol fuera más inmediato. Hasta que los pavos no estuvieran bien achispados, Benito no podría desplumarles la nuca, ni tampoco él conseguiría darles un tajo certero en el gañote. Y mucho menos colgarlos después cabeza abajo y pretender que se quedaran quietos mientras recogían la sangre.

Un glu, glu, glu desafiante partió del fondo de la cañada y, tras rebotar en los murallones de piedra, se propagó ladera arriba. Jacinto se detuvo en seco y enarcó las cejas con asombro: ¡ni que le hubieran leído el pensamiento los condenados! Los pavos de ese año eran díscolos y bravucones. Y para colmo, antes de Navidad, Benito se había quitado de en medio y eso le obligó a salir del paso sacrificando a los más mansos. Quedaban vivos, pues, los machos de mayor tamaño y peor carácter. Unos matones de cuidado que, antes de lanzarse al ataque, se engrifaban —el cuello retraído, las alas y la cola desplegadas en abanico— para aterrorizar al contrincante. Un miedo, por otro lado, justificado puesto que, cuando los pavos se peleaban y había algún herido, el olor de la sangre los excitaba de tal manera que ya no había forma de apaciguarlos. Se convertían entonces en verdaderos salvajes: en verdugos, sanguinarios e incontinentes, que no dejaban de picotear con saña la presa hasta verla destripada a sus pies…

Un nuevo glugluteo de los pavos hizo que Jacinto sintiera un escalofrío. ¡Qué barbaridad! ¡Los pavos estaban excitadísimos! Atraparlos en ese estado iba a ser una odisea. Menos mal que esta vez Benito sí le ayudaría y, cuando lo deseaba, aquel descerebrado era capaz de convertir en manso cordero al más bravucón y pendenciero de los pavos…

Benito
Desde la rama de la morera, Benito acababa de dirigir los movimientos del batallón. El simulacro había sido un rotundo éxito y ahora se hallaba rodeado de pavos: los más, con las plumas aún erizadas en tierra; los menos, encaramados como él al árbol. La batalla estaba próxima y la excitación reinaba en el ambiente. No tenía dudas de que ellos fueran a ser los vencedores, pero eso no le libraba de sentir cierto desasosiego. Un nerviosismo que trataba de ahuyentar con canturreos navideños: «Todos los pavos del año se matan por Nochebuena. Y el mío no se mató porque se escondió en la leñera. Que toma que toma pastillas de goma que son pa la tos…». Aquel villancico se lo había enseñado su abuelo en una de las largas y gélidas noches del invierno. Anochecía muy pronto y, entretanto la sopa de la cena se hacía, se sentaban junto al fuego donde, iluminado por su luz, el abuelo le enseñaba canciones o le contaba cuentos. Canciones y cuentos cuyos protagonistas eran invariablemente animales. Animales no siempre fuertes, no siempre vistosos, pero sí valientes y, por tanto, vencedores. Así le gustaba a él que acabaran las historias, y así las hacía acabar el abuelo…

“Todos los pavos del año se matan por Nochebuena. Y los míos no los mató porque se defendieron a una...”, innovó esta vez Benito. Sí, aquellos pavos eran suyos y no iba a permitir que nadie se los quitara. Los había visto romper el cascarón y, con el plumón todavía mojado, dar los primeros pasos titubeando, como si estuvieran mareados. Algunos se mostraron valientes desde el primer momento. A otros, en cambio, no pareció gustarle demasiado lo que veían y corrieron a refugiarse de nuevo bajo el buche afiebrado de las cluecas. Pero lo que entristeció más a Benito fue comprobar que las madres daban de lado a los que, por haber nacido demasiado débiles, tardaban un poco más de lo habitual en ponerse de pie. Recordó, entonces, lo que le había contado su abuelo: una mañana, al ir a ordeñar las vacas, lo encontró en el pesebre liado en harapos y no dudó en criarlo como si fuera su nieto. Y tomó la determinación de hacer él lo mismo. Por eso, a los pavipollos desahuciados les dio de comer de su boca y, hasta que les creció el plumón, los calentó por las noches cobijándolos bajo la camisola. Eso sí, en cuanto cogieron fuerzas, los mezcló con los demás y los adiestró para que no le tuvieran miedo a nada. Ni siquiera a la amenazadora garrota del señor Jacinto. Consiguió así que los pavos más enclenques, los condenados a muerte por el despiadado instinto materno, fueran igual de fuertes y levantiscos que el resto. De hecho, entre los cabecillas del corral, entre sus mejores aliados, se encontraban Milagro, Malnacido, Pamplinas y Atontao, cuatro de sus protegidos. ¡Qué ganas tenía de que regresara el señor Jacinto para verlos entrar en acción! Por fin le iba a demostrar al abuelo que él no era tonto, y mucho menos un cobarde…

Quiá, quiá, quiá, exclamó de repente Benito. Los pavos del árbol saltaron al suelo y, una vez se unieron a los que ya estaban en tierra, se relajaron y volvieron a comportarse con absoluta normalidad. El patrón estaba al caer y no quería que sospechase nada. Era un tacaño de cuidado que solo pensaba en hacer negocio. Deseaba que los pavos estuvieran sanos y crecieran deprisa, pero no paraba de quejarse de lo mucho que costaba el afrecho y el grano. Con tal de no escuchar siempre la misma cantinela, en cuanto se les fortalecieron las patas, Benito le había propuesto dejar que los pavos corretearan con libertad por el campo. Comerían así lombrices, saltamontes y simientes silvestres y ocasionarían menos gastos. Pero, además de agarrado, el señor Jacinto era un timorato. Después de lo que había gastado en ellos, que se le pudiera perder alguno le asustaba tanto que los condenó a vivir encerrados en el corral. Por suerte, el patrón tenía la costumbre de marcharse de vez en cuando al pueblo y Benito aprovechaba esas escapadas para sacar los pavos de paseo. Tras la siega de los campos de cereales, los dejó corretear a sus anchas por los rastrojos en busca de saltamontes, grillos y chicharras. Luego vino el tiempo de las moras y, una vez se comieron todas las del aprisco, los llevó a esquilmar las moreras del arroyo. Y cuando las bellotas estuvieron maduras, al encinar del navazo alto...

«Veinticinco de diciembre», entonó esta vez Benito. «Fun, fun, fun», le replicó el singular coro de pavos con el batir de las alas. Era un funfunfun apagado, como de zambombas con sordina, pero que a Benito le llenaba de orgullo. Cuando se movían a una, en lugar de pavos de carne y hueso, parecían autómatas de una campaña de publicidad navideña. Después de tres o cuatro intensas series de aleteos, los animales levantaron las cabezas hacia la morera y, ante la ausencia de nuevas instrucciones, cada cual volvió a moverse a su aire. ¡Qué orgulloso estaba de sus pavos! ¡Ellos eran todo cuanto tenía! Por eso pasaba la noche en vela cada vez que descubría huellas de alimañas junto a la alambrada del corral. Y la tarde en la que les nevó durante el paseo, al regresar los encerró en el cobertizo y, a hurtadillas del señor Jacinto, encendió las lámparas incubadoras para hacerlos entrar en calor.

«Veinticinco de diciembre», ensayó de nuevo Benito. «Fun, fun, fun», volvieron a responder los pavos con acompasado aleteo. Además de su pavero, él era también su capitán y obedecían sus órdenes a ciegas. El adiestramiento no había sido fácil, sobre todo en el caso de los machos, mucho más fanfarrones y pendencieros. Pero con paciencia y muchas arrobas de maíz –menudas regañinas le había echado el señor Jacinto– lo había conseguido. Y ahora, si los llamaba por su nombre, acudían de inmediato… «Revoltoso, Trilero, Flacucho, Malnacido, Atontao, Santón, Pamplinas», gritó Benito para asegurarse. Y al instante había siete pavos bajo la morera, dispuestos en fila india, la cabeza ladeada alternativamente a un lado y otro, a la espera de recibir instrucciones. «Para Navidad, Benito, para Navidad», le había anunciado el señor Jacinto. Pero él nunca sabía en qué día del año estaban. Las nuevas plantas que brotaban en las praderas, las cosechas que se recogían en los campos de cultivo, eran su único calendario. De ahí que la escabechina de antes de Nochebuena le hubiera cogido por sorpresa. Esta vez, en cambio, estaban avisados y listos para hacerle frente al señor Jacinto. Benito sintió, con todo, una repentina desazón y trató de ahuyentarla canturreando de nuevo el estribillo del villancico. Y ya fuera porque los pavos notaran cierto titubeo en su voz, o bien porque olisquearan en el aire la proximidad del verdugo, esta vez las plumas se les encresparon todavía más y lanzaron un funfunfun tan desafiante que tuvo la virtud de sosegar al muchacho.

La cancela de la entrada chirrió a lo lejos. El señor Jacinto que regresaba. «Quiá, quiá, quiá», exclamó Benito sin perder ni un segundo. En respuesta, los pavos replegaron las plumas de las alas y la cola y recobraron una aparente normalidad. «¡El zurrón! ¿Dónde lo habría dejado?», se preguntó inquieto Benito. Siguiendo las instrucciones del patrón, había colocado la mesa de la matanza bajo la morera y, por suerte, sobre esta se hallaba el morral. Descendió raudo del árbol, se lo colgó en bandolera y, tras asegurarse de que todo lo demás estaba listo –el filoso cuchillo, los ganchos para colgar a los pavos, los cuencos de recoger la sangre, el caldero para el escaldado…–, se encaramó de nuevo a la morera. Sacó entonces la botella del saco y la agitó para asegurarse de que su contenido no se había coagulado. Echó un último vistazo a los pavos y respiró aliviado: ¡todo estaba en orden! Apartando un poco las ramas del árbol, vio que el señor Jacinto se aproximaba a grandes zancadas por el sendero de piedras. Le pareció que miraba a los pavos con demasiada fijeza. ¿Sospecharía algo? ¡Imposible!, prefirió pensar Benito con tal de no perder la calma. Había llegado la hora de demostrarle al abuelo lo que valía su nieto y no podía permitir que nada le minara la confianza. Sí, había llegado la hora de que todo el mundo se enterase de que Benito ni era tonto ni tampoco cobarde. Y por eso, porque ellos eran más listos y más valientes de lo que los demás pensaban, iban a ganar la batalla…

El niño
Lo que a continuación ocurrió en la granja sigue siendo un misterio. Cabe la posibilidad de que cada actor se metiera tan a fondo en su papel que ahora ya no sea capaz de poner en pie los hechos. Y quien, por hallarse ajeno a su participación en el reparto, podría ser un testigo fidedigno sigue en paradero desconocido. Lo que sí sabemos con certeza es que, al día siguiente, el pavero no se presentó a entregar la mercancía y que por ello el mayorista se marchó indignado del pueblo. Un plantón que causó sorpresa entre los lugareños. Que alguien tan cicatero hubiera tirado por la borda semejante negocio era impensable. Y como en los pueblos pequeños todo se sabe, sabían que Jacinto no tenía aficiones falderas que pudieran justificar aquella inopinada ausencia. Ni tampoco familiares ricos a los que pudiera haber heredado de imprevisto. Así, pues, más por curiosidad que por otra cosa, un grupo de vecinos acudieron en comandita a la granja. Todos eran sesentones jubilados y, por ende, ociosos. Salvo el niño, nieto y sombra de uno de ellos –y tal vez por eso más espabilado de la cuenta–, que se empeñó en acompañarlos.

A su llegada, les sorprendió encontrar la cancela de la granja abierta de par en par y a los pavos campeando en libertad por fuera del cercado, a excepción de unos pocos que se hallaban dentro en compañía del bobalicón de Benito. De Jacinto, en cambio, ni rastro. Al acercarse al zagalón, contemplaron con envidia las bondades de aquellos fuera de serie. Unos ejemplares enormes, de negro y brillante plumaje, cuello y moco de un rojo vivísimo y cabeza teñida de añil intenso. Al notar la presencia de extraños, los pavos se engrifaron. Intimidados por el hostil recibimiento, los paisanos de Jacinto se detuvieron en seco y, mientras duró la entrevista, guardaron una prudente distancia.

Entretanto, el niño se había quedado rezagado junto a la morera. De natural curioso, acababa de recoger un papel del suelo y ahora se hallaba inspeccionándolo. Era uno de los folletos de propaganda que el hombre del camión había estado repartiendo por el pueblo. Además de barro, la octavilla tenía unas manchas amarronadas que el niño reconoció de inmediato –entre las bandas de chavales era práctica habitual sellar los pactos estampando con sangre la huella del dedo índice—. Dobló el papel en cuatro y se lo guardó en el bolsillo del pantalón. Se volvió a acuclillar y, con el entrecejo fruncido, estuvo toqueteando la tierra en la zona donde mostraba una tonalidad más oscura. Luego se puso en pie y se unió al grupo. Y quizás por todo ello, cuando Benito les contó que dos días antes el señor Jacinto se había marchado al pueblo y que todavía no había regresado, los viejos se lo creyeron, mientras que el niño dio muestras evidentes de desconcierto.

Finalizada la visita, los integrantes de la comitiva se dispusieron a marcharse. Cuando el patrón volviera, que se pasara por el pueblo para quedarse más tranquilos, mintieron —pues no era preocupación, sino curiosidad, lo que sentían— al apamplado de Benito. El niño se hizo de nuevo el remolón y, en cuanto estuvo a solas con el zagal, sacó el papel del bolsillo y se lo entregó. Benito lo había visto cogerlo del suelo junto al tronco de la morera, pero no tenía la menor idea de lo que podría ser aquello. Lo desdobló con curiosidad y, a pesar de las inconfundibles manchas amarronadas, no se alteró lo más mínimo. «La Recova de la Abuela, S.A.», leyó todavía sin perder la calma. «Normas para la matanza y desangrado de las aves de corral: 1) Se emborrachan los animales para darle mejor gusto a su carne y, al mismo tiempo, volverlos más mansos y fáciles de degollar; 2) Se cuelga cada ejemplar de las patas y se le despluma la nuca…». Esta vez sí, el rostro se le descompuso y paró en el acto de leer. ¿Rabia?, ¿angustia?, ¿desprecio? o ¿todo ello a la vez? Difícil saberlo. Pero, en cuanto Benito levantó la vista y el niño le guiñó un ojo con candorosa complicidad, se olvidó de lo que acababa de leer y recobró su habitual sosiego. Le devolvió, entonces, el gesto al niño con pareja inocencia y, girando la cabeza hacia donde se hallaban los pavos, remedó su sordo funfunfun mientras el pecho se le henchía de orgullo.
Avatar de Usuario
joserc
GANADOR del IV Concurso de relatos
Mensajes: 1493
Registrado: 17 Ago 2006 13:52
Ubicación: Madrid

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por joserc »

Muy bonito relato y muy trabajado. Me gusta el ambiente campestre. Me recuerda a "Intemperie", aunque este no logró engancharme nunca. También hay un regusto a "Los Santos Inocentes" y ahí, autor, me has ganado. Es uno de mis libros y películas favoritos.

Los personajes están muy bien dibujados y me parece un acierto contar la historia desde sus puntos de vista. Este detalle es muy bueno y está conseguido además.

El final es donde me deja un poco descolocado, pero seguramente será cosa mía.
No entiendo si son los pavos los que han matado al dueño o ha sido el chaval, el cual entiendo que es casi retrasado, o algo así me ha parecido a mí.
Muy buen trabajo, autor. Ya me aclararás lo del final.
1
iliada
No puedo vivir sin este foro
Mensajes: 859
Registrado: 20 Ago 2012 20:34
Ubicación: Soria

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por iliada »

Qué buen relato!! Qué buen uso de las palabras, autor!!

Sobre el final, según las pistas que nos da: los pavos se excitan al oler la sangre y se convierten en verdugos, la botella que agita Benito para asegurarse de que el contenido no se ha coagulado, la zona de tierra más oscura, las huellas de sangre en el papel... El autor tiene tan buen gusto de no contar nada y decirlo todo. Un relato redondo.
1
Avatar de Usuario
Wintermute
Lector voraz
Mensajes: 215
Registrado: 09 Oct 2010 23:57
Ubicación: Barcelona

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Wintermute »

Coincido con lo de Los Santos Inocentes- aunque yo sólo he visto la película (y me maravilló). Benito especialmente me ha recordado a Azarías.

Pero a mi lo que me ha recordado es al Cementerio de Noceda, del concurso de humor. Aquel no me gustó, pero este sí. Encaja en la temática y el elaborado estilo, que en el otro me aburrió, ha hecho que este se me haga menos largo, aunque un pelín largo sí se me ha hecho. Está bien ambientado, evoca y transmite- aunque a mi personalmente no me ha llegado, creo que tiene cualidades.
1
Avatar de Usuario
Shigella
Bacteria
Mensajes: 5442
Registrado: 09 Jul 2008 13:18

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Shigella »

Lo estaba pasando mal con tanto desplumar y desangrar, menos mal que la historia acaba bien.
No sé, yo esperaba violencia. Quería ver cómo acababan con Jacinto. Otra vez será.
Muy costumbrista.
1, 2... 1, 2... probando...
Avatar de Usuario
barrikada
No tengo vida social
Mensajes: 2174
Registrado: 27 Oct 2011 19:37
Ubicación: Graná/Alacant/Roma
Contactar:

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por barrikada »

Un relato muy trabajado, de excelente manejo de palabras y muy lograda su ambientación. Cuando leí eso de "quía quía quía", además de que parece que tiene cierta deficiencia, pensé en el Azarías de Los Santos Inocentes, uno de mis libros y películas parecida. Creo, por otro lado, que me he perdido un poco entre tanto detalle, no es culpa del autor, pero cuando lo leí estaba ya muy cansado. El final lo he acabado de descifrar por los comentarios, pero imagino que será más de lo mismo, culpa de mi torpeza. Y poco más, creo que he de releerlo, porque no he sabido captar toda la magia que hay en él. Eso sí, me arrodillo, me aovillo ante ti, autor, está genial el relato y hay un trabajo brutal.
1
Avatar de Usuario
Sinkim
Dragonet
Mensajes: 53614
Registrado: 14 Nov 2008 13:54
Ubicación: Logroño

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado la historia, y el final con el niño dándole el visto bueno me ha parecido un acierto, mucho mejor que si solo hubiera engañado a la gente del pueblo :lol:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
Avatar de Usuario
Miss Darcy
Me estoy empezando a viciar
Mensajes: 309
Registrado: 13 Mar 2013 10:56

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Miss Darcy »

¿Quién no ha querido nunca un ejército de pavos? :mrgreen:

No sabía yo que los pavos se volvían agresivos al oler la sangre, interesante. Me ha parecido un acierto que dividas el relato entre los dos protagonistas y el niño, así vemos todas las perspectivas y nos hacemos una idea global de lo que pasa peero no vemos tanta sangre y resulta menos indigesto.
Se nota que no me gustan los relatos sangrientos, ¿verdad? :D

Un abrazo :60:
1
Avatar de Usuario
Orr
Lector voraz
Mensajes: 199
Registrado: 09 Abr 2014 13:02

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Orr »

Buen relato, me ha gustado mucho, se nota que el autor sabe de lo que habla (o de lo que escribe, más bien) porque vaya dominio de los tecnicismos rurales jejeje he tenido que echar mano del diccionario un par de veces. Los personajes me parece que están muy bien descritos, en especial el bueno de Benito. Respecto al final, muy bueno, con los viejunos y el niño cotillas. Un ambiente muy logrado.
Saludos.
1
Avatar de Usuario
Ororo
Diosa de ébano
Mensajes: 9162
Registrado: 14 Oct 2008 18:30
Ubicación: En África

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Ororo »

Este relato está muy bien escrito. Con calma y mesura, con palabras que no había oído nunca. Expresiones tan bonitas como "amusgar los ojos" :cunao:
¿Los pavos se suben a los árboles para huir de las alimañas? :shock: Lo que se aprende.

La historia, tan bien contada, tan estructurada, me ha parecido muy original. Muy buena esa venganza contra Jacinto por parte de un tonto que, mira, en su locura prepara un ejército.

Me ha gustado mucho el trayecto de Jacinto hacia donde están los pavos. Como a cámara lenta. Eso sí, a veces demasiado. Si hay algo que no me ha gustado nada del relato es que se me ha hecho muy largo. Está claro que contado con calma y detalle la historia gana, porque uno acaba creyéndosela y el autor, en lugar de intentar sorprender, nos machaca con imágenes de locos hasta que las consideramos normales. Bravo por eso.
No tan bravo por esos momentos en los que me parecía más de lo mismo y estaba deseando que avanzara la historia.

Buena elección de la estructura del relato, teniendo dos puntos de vista diferentes. El del niño no tengo claro si me gusta tanto, dando la razón a Benito. Quizá me habría gustado que el juicio de valor del lector no se hubiera visto encauzado por él.

Para acabar, me habría gustado alguna pistita más sobre el final de Jacinto. No te digo una descripción de la matanza, pero sí algo que no dejara la historia tan blanca.

Es una historia muy buena y así contada no está mal. Me ha gustado, pero podría haberme gustado más todavía :wink:

Edito: la verdad es que ese funfunfun de las alas da mucho miedo... yo no he visto tantos pavos juntos, pero tiene que dar un cague...
1
Avatar de Usuario
Isma
Vivo aquí
Mensajes: 7126
Registrado: 01 Abr 2010 21:28
Contactar:

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Isma »

¡¡Buenísimo!! Volveré para comentar más adelante, cuando lo relea. ¡Quiero engrifarme como los pavos!
Miss Darcy escribió:¿Quién no ha querido nunca un ejército de pavos? :mrgreen:
:lol: :lol:
Avatar de Usuario
Sinkim
Dragonet
Mensajes: 53614
Registrado: 14 Nov 2008 13:54
Ubicación: Logroño

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Sinkim »

"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
Avatar de Usuario
kassiopea
Vivo aquí
Mensajes: 12478
Registrado: 07 Dic 2008 19:18
Ubicación: Aovillada en la Luna...

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por kassiopea »

¡Juer con los pavos! :shock: No tenía ni idea de que pudieran ser tan agresivos. Me he reído un montón con el vídeo, Sin :lol:

Leer este relato es una delicia. Se nota muchísimo que el autor lo ha mimado y pulido palabra a palabra. Muy buena idea lo de contar la historia a través del punto de vista de cada personaje. Yo creo que todos nos hemos alegrado de que Benito, general del ejército de pavos, resultara el vencedor :wink: Es un personaje entrañable, perfectamente dibujado. Me pregunto si estará inspirado en un personaje real.

El autor no ha descrito "la matanza", pero se adivina perfectamente. A juzgar por la botellita de sangre que Benito escondía en el zurrón, y sabiendo que los pavos se excitan con la sangre, se deduce que Benito derramó la sangre sobre Jacinto y que entonces los animales le atacaron sin piedad hasta acabar con él. Justo bajo la morera, donde el niño aprecia la tierra más negra (tierra que ha absorbido la sangre de Jacinto) :twisted:

Lo que no me ha terminado de convencer es que el niño, tan avispado que pronto se da cuenta de lo sucedido, no se inquiete en absoluto, se convierte enseguida en el cómplice de Benito, sin dudarlo en absoluto :roll: Sí, la verdad es que yo misma me he alegrado de que Jacinto recibiera su merecido :lol: Pero bueno, una cosa es convertirte en cómplice de un personaje del libro que estás leyendo, sabiendo que es ficción, y otra ser cómplice de verdad, en un hecho real. No sé si me explico... Me ha extrañado esa complicidad absoluta por parte del niño. Tal vez en el caso de que fueran buenos amigos resultaría más creíble esa complicidad absoluta.

Bueno, sea como sea es un relato muy bueno. Ha habido otros relatos que tal vez me han llegado más, por gusto personal o porque me han llegado al alma, pero este está sin duda entre los mejores. Enhorabuena y gracias :60: :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


Instagram creativo: Los colores de Yolanda
Avatar de Usuario
Berlín
Vivo aquí
Mensajes: 12962
Registrado: 04 Ago 2009 10:07
Ubicación: Barcelona

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Berlín »

Milana...milana bonita... si, yo también he visto al bueno de Azarias con su milana en ese Benito grande y bobalicón. Bravo por ello. Y bravo por esos pavos que han salvado la vida.
Parece que está muy claro cómo ha muerto el dueño de los pavos :wink: Ya lo dice en el panfleto, si señor, ahí lo explica muy bien. Jo, ¡que bonito ejército, que soldados más bien alimentados y coloridos, que suerte tienen de ir a comer bellotas y moreras y de correr libremente, y que mimados están! Y que bueno que el niño grande y el pequeño se entiendan tan bien.
Un relato impresionante, magistral, fresco, se ve, se huele, yo qué sé... yo me pregunto que coño hago aquí cuando leo estas cosas.

¡Bravo de nuevo!
:60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Avatar de Usuario
Estrella de mar
Vivo aquí
Mensajes: 5094
Registrado: 12 Jun 2008 23:21
Ubicación: Aovillada en la Luna

Re: CN3 - Fun, fun, fun con sordina

Mensaje por Estrella de mar »

Muy bueno. Me ha encantado la ambientación. El autor me ha llevao por donde ha querío. Se nota que tienes mano. Y una buena pluma. :lol:
Es de una delicadeza exquisita cómo has contado la historia. También es un acierto describir todo a través de distintos narradores.
Dicho todo esto, tengo que decir que de las historias que llevo leídas esta es una de las que menos se me han quedado pululando en la memoria. :roll:

Gracias por plumearnos, cálamo vivo. :lol:
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
Responder