Empecé a escribirlo ayer y lo he terminado hoy. Iba imaginándome la historia y me ha salido un relato bastante largo...  |
Enredo en la corte de Valencia
Los ojos de la reina relampaguearon. Sus manos blancas estrujaron la larga falda de su elegante vestido y, luego, se cerraron en apretados puños. Sintió cómo las uñas puntiagudas se le clavaban en las palmas de las manos, y eso le hizo regresar a la realidad. Kassiopea y Milo se encontraban en un cenador, semi-oculto en las profundidades del jardín, rodeados de arbustos, flores silvestres y enredaderas. Después de muchos años, esa noche habían vuelto a reunirse en aquel solitario lugar para hablar a solas de un asunto de vital importancia.
—¡Esto es intolerable! —rugió la reina—. ¡Tenías que haberme informado antes!
—Pero la muy pícara me estaba haciendo chantaje —se excusó Milo—, ¡tenía en su poder el camisón de la novicia con la prueba de nuestros amores! ¿Imaginas el escándalo?
—¿Y te parece menos importante la información que ahora está en su poder? ¡Estúpido! Ahora Yuyu sabe que Ratpenat fue concebido fuera del matrimonio, ya estaba embarazada de ti cuando me casé con el rey.
—Sabía que tú sabrías solucionarlo. Siempre lo haces...
—¡Qué cansado es el trabajo de una reina, por favor! —Y echó una miradita a Milo sonriendo a medias—. No sé cómo un día me llegaste a engatusar, ay, bribón... Pero bueno, lo arreglaré todo. Y conseguiré que Rat se case con la joven Nínive, este enlace supondrá un florecimiento para las magras arcas de Valencia.
No solo la luna llena fue testigo de esta escena: unos ojos verdes observaban tras los arbustos. Eran los ojos de Ada, que trabajaba de criada en el palacio real para poder estar siempre cerca de su amado Ratpenat. Él la quería, se lo repetía todas las noches, cuando reclamaba su presencia en su alcoba. Juraba que la convertiría en su reina. No obstante, en sueños, él había mencionado a una tal Lía...
Todos regresaron al salón del trono, la fiesta estaba en su apogeo. Ratpenat, Tolomew y Sinkim se desgañitaban repasando todos los éxitos de los trovadores del momento. Esto del trovaoke era un gran invento. Un corrillo de atractivas invitadas, enfundadas en vestidos que apenas contenían su arrolladora pechonalidad, se reían a carcajadas a su alrededor. Todas reían, excepto la marquesa de Dènia, conocida como Lía, y Nínive, la joven hija del barón de Catarroja, conocido como banquero millonetis. "Es el momento", pensó Tolo. Dejó a sus amigos con el trovaoke y fue tras Lía.
Tolo, en su condición de mejor amigo del príncipe, estaba enterado de las últimas noticias: la reina Kassiopea había decidido que la mejor candidata era Nínive y así se lo había manifestado a su hijo. Rat había asumido la decisión de su calculadora madre, aunque Lía le gustaba mucho más, pues estaba estupenda cuando se enfundaba en su traje de cuero negro. Bien que lo sabía Tolo, pues les había estado espiando a través de un agujero que, a tal fin, había practicado en la pared de la alcoba del príncipe. Desde que la vio en acción con ese traje de cuero y látigo en mano, Tolo había suspirado por llevarse a la lianta al huerto y a donde hiciera falta. Por eso esa noche le había comunicado la decisión de la reina, y por eso ella estaba de tan mal humor.
—¡Encima les he regalado mis mejores vacas! —soltó Lía, enfurruñada. En ese momento se acercó una criada con una bandeja de fruta. Era Ada. Lía golpeó la bandeja e insultó a la chica—: ¡No me gustan los ajocuates, estúpida!
—Lo siento, Milady... —Ada se alejó con los ojos llenos de lágrimas.
—Pero las vacas pueden escaparse —sugirió Tolo cuando la criada hubo marchado—, yo mismo podría encargarme de ello.
—¿En serio harías eso por mí, Tolito?
—Eso no es nada comparado con lo que vos os merecéis, marquesa.
Ada regresó a la cocina muy apesadumbrada. Los celos, la rabia y la indignación la reconcomían por dentro. Toda aquella gente de la corte eren unos Judas que venderían hasta a su madre al mejor postor. Buscó en un pequeño armario y encontró raíces y hierbas que ella misma había recolectado. Los consejos de la bruja Pluf, que vivía independizada en el bosque, le iban a resultar, al fin, muy útiles. Puso agua a hervir, echó las hierbas adecuadas y empezó a preparar unos dulces muy especiales.
Aprovechando que Rat seguía ocupado con el trovaoke, Lía y Tolo subieron a la alcoba del príncipe. Las vacas ya se "habían escapado" y corrían por las calles del pueblo de regreso a las tierras de la marquesa. Lía se enfundó su famoso traje y Tolo le dio mandanga de la buena. Y luego al revés. Sinkim y su esposa Iris, que estaban hospedados en la habitación contigua, escucharon el griterío de los amantes y descubrieron el agujero en la pared. Tras ver a la otra pareja en acción, reencontraron el ardor perdido tras largos años de matrimonio aburrido.
En el salón, Ada apareció con una bandeja de dulces apetitosos. Fue ofreciéndolos a los invitados, especialmente a las mujeres. Lástima que no vio a la lianta por ningún lado. Una tras otra fueron engullendo aquellos pastelitos. Bastantes hombres también picaron. Al poco, se retiró de la estancia con la bandeja vacía y una sonrisa maliciosa en la cara.
La reina esperaba en sus aposentos. Había hecho llamar a Yuyu, con la excusa de una supuesta herencia que el rey había dejado en el testamento para su hija ilegítima. En realidad, Kassiopea había decidido terminar con la chantajista esa misma noche. Los problemas había que cortarlos de raíz cuanto antes, mejor pronto que tarde, y ese ya estaba durando demasiado. Escuchó pasos, alguien se acercaba. Tomó aquel florero tan feo —vaya regalo tan mísero para un banquero— y esperó junto a la puerta.
Milo, que se encontraba en el pasillo buscando un retrete, oyó el ruido de algo que se rompía. Luego escuchó los gritos de una mujer histérica. Corrió y descubrió que se trataba de la reina. Ante ella, en el suelo, había quedado aovillado el cuerpo del príncipe, con los restos del jarrón ensangrentados a su alrededor. Una gran mancha de sangre iba creciendo bajo la cabeza de Ratpenat.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Yuyu, que en ese momento llegaba—. ¿Seré reina?
Asesino: Kassiopea, la reina
Motivo: por estar en medio
Arma: el florero del artesano filósofo, ciego y sordomudo.