CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS - Fernando Vidal

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
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CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS - Fernando Vidal

Mensaje por lucia »

UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Era un día como los demás, levantarse, tomar el bus, trabajar en la oficina, volver a tomar el bus y regresar a casa. Luis no se quejaba. El coche se le había malogrado hacía dos meses pero no se quejaba. Esos días no eran ni buenos ni malos, quizá la única molestia era el bus de retorno, mucho más lleno de pasajeros que el de ida, con una alta probabilidad de viajar parado y apretujado, con una de las manos aferrada a la usualmente sucia barra que colgaba del techo y así, desde esa incomodidad, tener que explorarse los bolsillos con la otra mano para pagar a ese cobrador inoportuno que se abría paso entre los variopintos cuerpos y se pensaba que los pasajeros podían mantener un perfecto equilibrio mientras le entregaban las monedas solicitadas. Pero aquella tarde gris tuvo suerte porque apenas llegó al paradero de la avenida La Marina, el bus apareció y más de la mitad de sus asientos estaban vacíos. Luis pudo elegir convenientemente uno que juzgó adecuado, hacia la mitad del vehículo y al lado del pasillo. Estiró un poco las piernas y sacó un libro, una pequeña antología de Chéjov.
En el siguiente paradero subieron cuatro personas más: un viejo, dos empleados obesos y una veinteañera que inmediatamente captó la atención de Luis. Esbelta y alta, de cintura estrecha y cabello castaño con rulos; la muchacha caminó decidida hasta su lado y le pidió que le permitiera pasar al asiento de la ventana.
—Claro —contestó con cierta agradable sorpresa.
No era para menos. Entre esperar un bus lleno y sentarse en uno cómodo y con buena compañía había mucha diferencia. Eso solo podía ser señal de que la suerte volvía a estar de su lado, quizá este día no fuese como los demás.
Apenas ella se acomodó en el asiento, Luis le echó una rápida mirada. No se había equivocado, era atractiva, su rostro simétrico. Aquellos ojos almendrados y pestañas pronunciadas le recordaron a Karen. Sí, quizá se parecía un poco a Karen. Volvió a mirarla brevemente de reojo. Podría conquistarla, ¿por qué no? Al fin y al cabo las mujeres eran fáciles de conquistar, solo era cuestión de decirles las palabras adecuadas como aquella vez con Karen.
—¿Me quieres? —le había preguntado ella.
—Claro que te quiero, no sé cómo pude negarlo antes.
La expresión ruborizada de Luis y el tono irregular de sus palabras habían evidenciado que por fin reconocía sus sentimientos después de un oscuro tiempo de confusión.
—Yo siempre te he querido, tonto —había añadido Karen con ese acento chileno que tanto le hacía gracia.
El beso que se dieron había sido el desencadenante de lo que vino después. Era increíble cómo un beso apasionado podía abrir tan rápidamente las puertas del placer. Al principio a Luis le pareció extraño que todo hubiese salido tan bien, pero después se convenció de que no habría podido ser de otra forma. Si se había tomado la molestia de viajar hasta Santiago y alquilar una habitación en un hospedaje por una semana entera, era para que Karen sucumbiera ante él, y así fue a pesar de algunas pequeñas interrupciones…
El novio, esa figura molesta y absurda, pareció confabularse contra ellos porque no dejó de insistir con las llamadas, como si deseara fervientemente interrumpir tan magno momento, envidioso tal vez de no poder participar de las fricciones en las que se hallaban enzarzados Karen y Luis.
—Voy a contestar —había dicho Karen estirando el brazo hacia el celular que seguía vibrando en un extremo de la cama.
Luis se había mostrado de acuerdo pero no por ello renunció a interrumpir sus movimientos. Volvió a reposar sus manos en la cintura de Karen y la incitó a que siguiera cabalgándolo mientras contestaba la llamada.
—Hola, cariño…
Era interesante ver cómo Karen luchaba por reprimir los gemidos y mostrarse serena. Luis pensó que podía probar su resistencia, por lo que procuró agudizar sus embates cada vez que ella tenía que contestar los requerimientos de aquel novio remoto. Karen cerró los ojos y apretó los labios, como buscando una suprema concentración, y su voz no dejó escapar el más mínimo indicio del estremecimiento de su cuerpo. Supo que había vencido el desafío de Luis porque apenas concluida la llamada, arrojó el celular, estiró los brazos, sonrió pícara y se entregó nuevamente a los gemidos.
Esos gemidos parecían todavía retumbar en los oídos de Luis, abrirse paso a través del tiempo y el espacio y llegar hasta ese bus que cruzaba presuroso el puente de la avenida Pershing. Quizá la muchacha del asiento de la ventana tuviese una voz parecida a la de Karen, quizá su sonrisa y hasta sus gemidos fuesen similares. Al menos podría resolver algunos de aquellos enigmas preguntándole por una dirección o sonriéndole, pero todavía no parecía muy dispuesta a ello porque sus ojos se hallaban fijos en la nada. Sin embargo, Luis sabía que ella podía mirarlo por el rabillo del ojo, de manera discreta, imperceptible, en el momento más insospechado. Decidió pues inclinar muy ligeramente el rostro hacia la ventana, de manera tal que ella pudiera contemplarlo no solo de perfil sino también de una forma algo más natural. Después de todo, al examinar muchas veces sus fotografías había llegado a la conclusión de que ese lado su rostro era el más favorable, siempre lucía apuesto desde ese ángulo. Quiso sonreír.
Pero la muchacha mantenía la mirada incólume, como una de esas viejas que se quedan dormidas con los ojos abiertos, quizá como la abuela de Rocío. Luis recordó cómo Rocío y él habían aprovechado aquella ocasión en la que, después de compartir una merienda, la abuela se había quedado dormida, los ojos perdidos en la nada. Rocío le había explicado que eso era algo muy usual en la anciana y que ella solo se limitaba a cerrarle los ojos y dejarla dormir en el sofá donde solía abandonarse al sueño. A Luis entonces se le ocurrió preguntar por los padres de Rocío y ella, con una sonrisita sugerente, le había confesado que no llegarían sino hasta bien entrada la noche. Aquella información fue el detonante, porque Luis sintió que un singular ímpetu invadía su cuerpo y no hizo más que dejarse llevar por él. Al rozar los labios de Rocío supo que ella compartía su misma convicción y al poco tiempo ya estaban desnudándose en plena sala.
—No, aquí no. Está mi abuela —había advertido Rocío.
—¿No dijiste que tiene el sueño profundo? —había preguntado Luis desesperado.
—Sí, pero no podemos seguir frente a mi abuela.
—Entonces vamos a otro lado.
—Sí.
Luis recogió su camisa y la blusa de Rocío y se dejó conducir por ella.
—¿En el baño?
—Sí, en el baño.
—¿No será incómodo?
—Es el sitio más seguro.
Y Luis pudo comprobar que Rocío había estado en lo cierto. El inodoro se convirtió desde luego en el mueble principal sobre el cual había que entregarse a la lascivia; el inodoro, ese artefacto de evacuación que también contribuía a la consecución de cierto placer más oscuro y reservado, porque había ocasiones en que las evacuaciones llegaban a igualar el placer que una pareja podía compartir en los momentos culminantes, solo que, por algún motivo poco claro, las personas no tenían por costumbre admitir abiertamente aquella verdad irrefutable. Así se lo hizo saber a Rocío mientras ella todavía gemía, sentada sobre él, brindándole los pechos como si tuviese la intención de callarlo, como si ella también tuviese reparos en admitir que, en el baño, los placeres más oscuros eran igual de maravillosos que el placer que en esos momentos ambos estaban sintiendo.
Pero entonces, cuando ya estaban a punto de llegar a la cumbre de la montaña de la complacencia, cuando los gemidos se aceleraban y la sudoración se hacía más intensa, escucharon unos desafortunados ruidos. Primero remotos y ambiguos, el tipo de sonidos que no sirven para confirmar ni negar nada. Luis sugirió que quizá la abuela se había despertado, pero pronto llegaron otros sonidos más nítidos.
—¡Mis padres!
—¿Tus…?
—Sí, llegaron mis padres.
Luis sintió que aquella cumbre tan cercana se evaporaba por completo y que una fuerza poderosa lo arrastraba de vuelta hacia las faldas de la montaña; ya no podría alcanzar la cumbre. Hizo el ademán de levantarse pero Rocío lo retuvo en el inodoro a la vez que gritaba:
—¡Papá! ¡Mamá! ¡Estoy en el baño, ya salgo!
—¿Y tu amigo? —preguntó la madre.
—¡Ya se fue!
Y siguió moviéndose sobre el absorto Luis que no pudo hacer más que mantener el ímpetu para no desairar a Rocío. Para ella el camino no se había desvanecido y al poco tiempo pudo llegar a la cumbre en medio de gemidos reprimidos por unos labios cerrados que acercó a los oídos de Luis.
—¡Uf! —Rocío dio un último y prolongado suspiro. Luis le brindó una sonrisa de cortesía— ¿No pudiste?
Él movió la cabeza.
—No. Tengo que salir de aquí.
Rocío se mostró comprensiva. Su serenidad contrastaba con la premura de Luis. Había visto una foto del padre y le había intimidado su aspecto de boxeador veterano.
—No seas apurado, te estás poniendo mal el pantalón.
—Solo ayúdame a salir de aquí.
Ella le dio un beso en los labios, abrió la puerta y asomó la cabeza.
—Están en la cocina.
—¿Y tu abuela?
—Ella debe seguir durmiendo.
—Pero no estás segura.
—Solo sal, confía en mí.
Y lo empujó fuera del baño. Luis intentó mantener la serenidad, pero pronto se vio corriendo hacia la puerta principal al escuchar nítida la voz del padre. Ya iba a alcanzar la puerta pero la mala suerte se confabuló en su contra y provocó que pisara uno de los cordones de sus zapatos mal atados.
Quizá Rocío presintió que Luis tendría problemas porque cuando cayó de bruces contra el piso ella ya estaba a su lado. Abrió inmediatamente la puerta y lo empujó al exterior, dolorido y agitado. Luis había suspirado de alivio mientras se arrastraba hasta la verja de la casa.
¿Cómo podía recordar todos esos detalles? Luis presumía de tener una memoria muy buena. Quizá también, en unos años, se acordaría de ese bus y de esa tarde moribunda con toda precisión. Volvió a girar la cabeza hacia la ventana y se encontró con la mirada de la muchacha, esta vez viva, llena de vida. Juzgó que había llegado el momento oportuno para dar un paso decidido: le brindó una leve pero, al menos así lo creyó, cálida sonrisa. La muchacha no le devolvió la sonrisa pero tampoco se mostró hostil. Apartó su mirada con delicadeza y se puso a rebuscar en su bolso. Un libro familiar apareció entre sus manos. Una antología de Chéjov, no la misma que llevaba Luis sino una más gruesa, de color marrón y con la silueta del rostro del escritor en la portada. Luis conocía el libro, lo había visto un par de veces en una librería cercana a su casa. Había pensado en comprarlo pero, ¿y si la muchacha le prestaba el libro? ¿Por qué no? Unas palabras amigables, un gestos adecuados, una conversación interesante y tendría el libro en sus manos… y a ella también. Sí, en el fondo todo indicaba que ella se sentía cómoda a su lado. Luis sonrió una vez más pero para sí. Claro que se acordaría de ese día. Lo recordaría tan bien como recordaba los episodios con Karen, Rocío y especialmente con Marta.
El libro de la muchacha y su propio libro lo trasladaron a aquellas breves semanas en las que Marta había imperado en su vida. Marta, la bibliotecaria dueña de una interesantísima colección de novelas y de una figura generosa. Bajo esas gafas de pasta y esos pantalones de empleada municipal se escondía una mujer exigente que hizo que Luis se sumergiera tanto en los libros de su biblioteca personal como en el desenfreno del placer carnal. Por eso, aunque normalmente las lecturas empezaban en la pequeña salita del departamento de Marta, siempre acababan en su cama, los libros enredados en las sábanas y ellos dos exhaustos y complacidos.
El único detalle que a Luis no le gustaba era que Marta acostumbraba a arañarle la espalda en los momentos más intensos. ¿Tendría esta muchacha que ahora parecía enfrascada en las páginas de Chéjov la misma energía? ¿Tendría la misma costumbre de arañar espaldas? Por un momento Luis imaginó diciéndole: espero que cuando nos conozcamos mejor no me arañes la espalda.
Pero ella continuaba concentrada en la lectura. Eso no podía prolongarse demasiado. Ese viaje no era infinito. El paradero final de Luis no se hallaba lejos y la muchacha podría interrumpir su lectura en cualquier momento y pedirle que la dejara pasar al pasillo para bajar del bus. Había que actuar pronto, eso era evidente. Para tranquilidad de Luis, recordó que la suerte sin duda estaba de su lado. Podía sentir gran seguridad; además, recordó, a las mujeres solo hay que decirles las palabras adecuadas. Después, todo fluye con facilidad.
—Es Chéjov, ¿cierto? —hizo un esfuerzo para que su voz resultara lo más varonil posible.
La chica apartó los ojos del libro. Se miraron; ese rostro fino y vivaz merecía otra sonrisa, una sonrisa sugerente y seductora. Así lo hizo.
Ella parecía sorprendida, quizá su timidez le impedía encontrar las palabras adecuadas, quizá no podía terminar de creer que un hombre apuesto como él, de mirada profunda y sonrisa perfecta, finalmente se hubiera aventurado a hablarle. Luis decidió inspirarle aún mayor confianza. Acercó su mano derecha al libro de la muchacha y deslizó los dedos en las páginas aún abiertas hasta casi rozar una de las manos de ella.
—Yo también escribo cuentos, ¿sabes? No como Chéjov, pero en algo me ha influenciado…
El rostro de la muchacha se tornó de un rojo intenso.
—¿Usted está idiota? ¿Qué le pasa? —rugió iracunda.
—¿Qué?
—¡Qué le pasa, imbécil!
—Nada, nada, yo solo…
La mano que había pretendido rozar ahora se elevaba con fuerza en busca de su cara. Afortunadamente Luis pudo reaccionar a tiempo y esquivar la bofetada. Quiso explicarse pero se dio cuenta de que ella lo miraba con furia. ¿Pero por qué? ¿Furia de qué? Todos en el bus ya lo estaban mirado, algunos con la boca abierta, como verdaderos idiotas, pero la mayoría con groseras sonrisas en los labios, como si contemplaran a un vulgar payaso que pretende iniciar un discurso académico o a un jorobado demente que irrumpe en un desfile de modas.
No iba a esperar otra bofetada más. Saltó del asiento y corrió hacia la puerta del bus. Algo cayó al suelo y Luis se dio cuenta de que era su libro. El cobrador pretendió atajarlo, haciendo señas en dirección al libro pero él le espetó enérgico:
—Ya te pagué. Bajo aquí, bajo aquí…
Y bajó apenas el bus llegó al primer paradero que tenía por delante, un kilómetro antes de su destino previsto. Eso poco importaba. Se puso a caminar con prisa sobre las anchas aceras de la avenida Javier Prado como si se le hiciera tarde y tuviese que llegar a una cita importante. El corazón le retumbaba agitado, pero pronto el viento fresco del otoño hizo su efecto y sintió que su cuerpo se enfriaba.
Una derrota. Había sido una derrota, quizá la primera. ¿Había habido otras? Tal vez. ¿Pero otras así? Había perdido un libro y eso no era poca cosa. Siguió caminando. Su marcha se enlentecía, el apuro iba desapareciendo poco a poco y la calma volvía, pero no por eso aquella dejaba de ser una marcha de derrota, la marcha de un ejército vencido que no tiene más alternativa que abandonar el territorio conquistado y emprender una vergonzante retirada, el regreso a casa.
—El regreso a casa...
Cuando lo dijo ya se hallaba cerca. La tímida tarde ya se había disipado y la oscuridad creciente era contrastada con las coloridas luces de las casas, edificios y ocasionales restaurantes. Quizá al cruzar el umbral de su sala se olvidaría de todo y se concentraría en mejores cosas. Quizá para cuando comprara el coche nuevo la derrota desaparecería de su memoria… Abrió su maletín y sacó sus llaves.
Después de todo, este había sido un día como los demás: levantarse, tomar el bus, trabajar en la oficina, volver a tomar el bus y regresar a casa. Luis ya no se quejaba, así debía ser, había que pensar de esa forma. Esta derrota no importaba, no era nada; con algo de suerte hasta podría volver a comprar la antología perdida en su próxima visita a la librería. Abrió la puerta y esbozó una sonrisa, una sonrisa más alegre que cualquiera de las que había forzado en el bus. Tenía motivos, su esposa lo estaba esperando.
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Gisso
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Gisso »

En esta historia tenemos a un gourmet del amor, recordando sus degustaciones de platos pasados y viendo como se queda sin postre por su ego, y sin libro. Aunque cuando llega a casa parece que tiene un plato caliente esperando… La historia está entretenida, algo sugerente en ocasiones, pero nada fuera de lo común, no muy original. Me hubiera extrañado más que acabara con la chica que lo que ha ocurrido, aunque sí es verdad que el último giro me ha pillado un pelín por sorpresa. La contra es que no me ha llamado mucho la atención la historia, así que no te puedo dar más que una estrella Gissilín.

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Sinkim
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Sinkim »

Me ha parecido una historia curiosa, una sucesión de recuerdos de las hazañas del Don Juan protagonista :D supongo que estando casado durante todas ellas.

No me ha quedado muy claro ¿por qué la chica del autobús le rechaza de una forma tan brusca y exagerada, llegando incluso a abofetearlo? cuando él, en principio, solo está dándole conversación. ¿Es porque ve el anillo en la mano del protagonista o hay algún otro motivo? :D
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

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Larús
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Larús »

Por un lado, me ha gustado la idea de ir enlazando, casi sin que me haya dado cuenta, los recuerdos de las conquistas pasadas del protagonista. De la realidad pasa a Karen, de Karen a Rocío, a Marta, hasta volver a la realidad de la chica del bus y decidir ir a la carga con ella. Tiene ese punto canalla en los recuerdos que me ha hecho gracia, especialmente en el segundo relato, un punto de humor que le da un toque de frescura, y que si no me habría dejado el relato un poco soso.

Creo que está bien trabajado aunque algunas frases se me han hecho un poco largas:
Esos días no eran ni buenos ni malos, quizá la única molestia era el bus de retorno, mucho más lleno de pasajeros que el de ida, con una alta probabilidad de viajar parado y apretujado, con una de las manos aferrada a la usualmente sucia barra que colgaba del techo y así, desde esa incomodidad, tener que explorarse los bolsillos con la otra mano para pagar a ese cobrador inoportuno que se abría paso entre los variopintos cuerpos y se pensaba que los pasajeros podían mantener un perfecto equilibrio mientras le entregaban las monedas solicitadas.
No he terminado de entender si había alguna relación entre la historia que cuentas y que el bus, por algún motivo, fuese vacío ese día, o viene a decir que a pesar de que fuese vacío (por un motivo que desconocemos) y de que le hubiesen dado calabazas :cunao: era un día más.

Gracias por compartir el relato :60:
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Ororo
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Ororo »

Decepción.

Me estaba gustando mucho este relato al principio. Una situación cotidiana, un ser y sus pensamientos. Recuerdos… Me tenía muy intrigada y contenta el principio, pero luego ha tomado un camino que no me ha acabado de gustar.

Esas historias de antiguos encuentros no tienen por qué estar mal, pero una detrás de otra… y acaparando demasiado la atención... A mí me interesaba el tipo en el bus y la chica de al lado y te ibas todo el rato a los recuerdos.

Es cierto que me ha hecho pensar. Has hecho que me plantee si este hombre tan fantasioso, que está incomodando a la pasajera, también está fantaseando mientras recuerda, resultando que esos episodios tan calientes no sucedieron así. O sí, quién sabe. Eso me gusta.

Pero es que la frase final tampoco me ha gustado. Después de leer lo que podría haber sido un relato diferente, resulta que acaba con la típica “sorpresa” de que está casado. No me parece que esta información cumpla su cometido.

Me da rabia porque, para mi gusto, claro, esta historia podría haber tenido más gancho y ese algo mágico.
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Ororo
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Ororo »

Sinkim escribió: No me ha quedado muy claro ¿por qué la chica del autobús le rechaza de una forma tan brusca y exagerada, llegando incluso a abofetearlo? cuando él, en principio, solo está dándole conversación. ¿Es porque ve el anillo en la mano del protagonista o hay algún otro motivo? :D
Yo creo que la visión de él no es la visión de los demás, para empezar. Seguramente es un ser trastornado :cunao: Y, segundo, dice el autor que le toca la mano mientras miran el libro. Esas intenciones se notan y la otra reacciona mal. Normal.
larousse86 escribió:Creo que está bien trabajado aunque algunas frases se me han hecho un poco largas:
Sí, a mí también.

El título imagino que viene a decir que el tipo se pasa el día intentando seducir a mujeres, pensando que es un adonis o algo así :cunao:
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Shigella
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Shigella »

Sinkim escribió: No me ha quedado muy claro ¿por qué la chica del autobús le rechaza de una forma tan brusca y exagerada, llegando incluso a abofetearlo? cuando él, en principio, solo está dándole conversación. ¿Es porque ve el anillo en la mano del protagonista o hay algún otro motivo? :D
Se nota que eres hombre y nunca te han acosado en el transporte público. Yo no voy a contar mis batallitas porque aquí no procede, pero si un tío sentado al lado tuyo no para de mirarte, sonreír (seguramente con cara de pervertido, porque en ese momento estaba recordando sus encuentros sexuales) te roza la mano como si tal cosa y empieza conversación, lo tienes que cortar de raíz antes de que vaya a más (que va a mucho más, ya te lo digo yo :evil: )

Autor, si lo que querías conseguir es un sentimiento de asco y rechazo por el protagonista, felicidades. No puedo decir que esté mal escrito el relato, pero tampoco que me haya gustado. :?
1, 2... 1, 2... probando...
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Sinkim
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Sinkim »

Aclarado entonces :lol: :60: :60:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Leticiamc
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Leticiamc »

Me estaba pareciendo muy entretenido pero el final me dejó un poco plof.
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Iliria
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Iliria »

Al principio parecía apuntar a un día aburrido de oficina, como tantos otros. Me ha gustado cómo ha ido derivando hacia otro tema. El final no me lo esperaba, y a la vez me lo esperaba :roll: (es decir, siendo malpensada y viendo lo ligón que es, que estuviese casado entraba dentro de las opciones)

Al hilo de lo que comenta Shigella del acoso en el bus, hay algo que como mujer no me cuadra en el comportamiento de ella: si se supone que el autobús va medio vacío, ¿va a sentarse justo al lado de un hombre? ¿Y en el lado de la ventanilla, donde minimizas tu posibilidad de "huida"? No me parece una actitud muy lógica, y más si no quieres que te molesten... (lo mejor es buscar un espacio más abierto)

En general me ha parecido un relato entretenido, aunque mucho recuerdo para tan corto trayecto.
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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noramu
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por noramu »

¿Dos lectores de Chéjov en un autobús medio vacío sentados uno junto al otro? ¿Chejov, a quien me suena? :meditando:
El relato me ha parecido entretenido. Un tono subidito sin pasarse, un Don Juan recordano sus hazañas y que se da un tortazo inesperado, el lenguaje me ha chocado por palabras inusuales, la mujer que lo espera en casa dando sentido al título,... no está mal.
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Shigella
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Shigella »

Iliria escribió: Al hilo de lo que comenta Shigella del acoso en el bus, hay algo que como mujer no me cuadra en el comportamiento de ella: si se supone que el autobús va medio vacío, ¿va a sentarse justo al lado de un hombre? ¿Y en el lado de la ventanilla, donde minimizas tu posibilidad de "huida"? No me parece una actitud muy lógica, y más si no quieres que te molesten... (lo mejor es buscar un espacio más abierto)
Totalmente de acuerdo. Solo se me ocurre que sea el sitio habitual de la chica y no le apetezca cambiar su costumbre. Pero sí, es raro.

Por cierto, Chejov aparece dos veces en el concurso :cunao:
1, 2... 1, 2... probando...
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Gavalia
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por Gavalia »

Supongo que todos vivimos de las fantasías de alguna forma. Quién no?
Creo que este prenda es un pica flor fantasioso que se cree con derecho a no sé bien qué porque piensa que es guapete. Eso si, su mujer es lo mejor del mundo claro. Vaya elemento has creado autor. Te he leído del tirón, eso es buena señal. Me cuesta encajar ciertas formas que tienes de expresarte propias de donde procedes. No me parece muy original el relato, pero lo cierto es que me ha entretenido lo que ha durado su lectura. Gracias por compartir.
En paz descanses, amigo.
stradivarius
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por stradivarius »

El autor, o autora, es sudamericano seguro. Creo que no me equivoco en esto. Hay palabras muy de la literatura argentina, chilena...
El final me ha parecido excesivamente dramatizado. El desplante de la chica en el autobús provoca una reacción totalmente exagerada.
Sabiendo, como el autor nos cuenta al final, que además es un hombre casado, la verdad no se compadece mucho ese supuesto latin lover, con alguien al que afecte tanto el desaire de una muchacha.
Historia bastante inconsistente.
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jilguero
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Re: CP X - UN DÍA COMO LOS DEMÁS

Mensaje por jilguero »

Una tontería mía, pero no me ha convencido nada que el protagonista de etas hazañas tan "vulgares" llevara en la mano un libro de Chejov, salvo que lo llevara para hacerse el interesante. Supongo que esto un prejuicio absurdo, pero me ha chocado. Se deja leer pero, con esa temática, es difícil ser original y eso hace que la historia no me haya impactado demasiado. Por otro lado, no está mal escrito pero tampoco destaca por su buena prosa. Como positivo, justo lo que te ha acabado traicionando: elegir una historia sencilla, sin muchas pretensiones, muy acorde con el título. Pero, partiendo de estos ingredientes, necesitarías haberle dado algún giro especial para que el resultado fuera algo distinto, nuevo. Creo que no ha sido el caso. ¡Qué le vamos a hacer! :60:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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