CP XI Castigo divino - Acliamanta

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CP XI Castigo divino - Acliamanta

Mensaje por lucia »

CASTIGO DIVINO

A su regreso, doce años después, todo está igual. Sobre la mesa de noche, cubierta por una gruesa capa de polvo fino, la fotografía no parece haber perdido sus colores originales. La toma con cuidado, la sacude y se alegra de haberla dejado medio cubierta por el sobre. Apenas se ha desteñido un poco en una esquina, mucho menos de lo que cualquiera hubiera esperado.

Sacude el sillón, se sienta y la observa con detenimiento.

Sentada en la banca de un parque la muchacha está vestida con una camiseta roja sin mangas, pantalón negro y tenis negros con cordones rojos. Lleva una bufanda en tela estampada con flores negras sobre fondo blanco envolviéndole el cuello y una cartera grande, que parece de tela, de color negro. Una mano reposa encima de la pierna izquierda que cruza sobre la derecha y con la otra sostiene un helado, a medio consumir, recubierto con chocolate. Tiene la piel blanca, cabello castaño claro con reflejos dorados a la altura de los hombros, ojos claros, como verdes, es más bien delgada y no se ve muy alta, tal vez no alcance más de un metro con cincuenta y siete o máximo sesenta.

La sabía de memoria. En los días anteriores a la cita había pasado muchas horas mirándola con atención, grabando cada rasgo, con la ilusión de que, cuando la viera por primera vez, ella, y también él, sintieran que se conocían de toda la vida. En la cárcel no la tuvo a mano por las circunstancias de su detención y por la absoluta soledad con la que se movía en este mundo. Un par de veces vio una copia igual que la muerta llevaba consigo y que hacía parte del expediente pero esa, la suya, no la había vuelto a ver, hasta ahora, desde el día del arresto.

Casi sonrió al recordar que justo por los días en que recibió la nota estuvo pensando, aburrido, que hacía rato que en su vida no pasaba nada que lo sacudiera. Unos años antes un leve remezón con la notificación de su jubilación. Había completado veinticinco años como profesor y no lo cobijó el requisito de edad mínima recién entrado en vigencia por lo que, a sus cuarenta y nueve años, sin querer, un día cualquiera se encontró sin cosa distinta para hacer que dormir, fumar y leer.

Y mucho más atrás, aquel domingo cuando un conductor ebrio atropelló a su familia saliendo de misa de seis y dejó a su mamá y su hermana estampilladas contra el muro de la Iglesia de los Mártires mientras el padre, más ágil y con mejores reflejos, se estrellaba contra el pavimento, veinte metros más adelante, con la ventaja de sobrevivirlas apenas un poco más de tres horas.

Y eso sí que lo sacudió. Ese día, recién estrenados los diez y seis, se negó a ir con la familia a la iglesia y después de una agria discusión salió dando un portazo, se entretuvo en un cine y regresó al filo de la media noche para encontrarse con que, tal y como lo había pronosticado el padre unas horas antes, el Dios a quien él no había querido honrar, lo castigaba arrebatándole la familia y dejándolo solo en el mundo.

La carta también apareció un domingo. La metieron en el buzón y al final de la mañana, cuando salió a recoger el periódico, la encontró:


Hola papá, la persona que ves sentada en la banca soy yo, tu hija. Esta es una foto de ayer sábado. Tengo veinte años, me llamo Clara y mi mamá se llama Luisa.
Quiero que me conozcas.
Te espero el miércoles doce, a las diez, en el Parque Centenario. Estaré sentada en la misma banca al lado del reloj, vestida exactamente igual que en la fotografía.
Te quiere,
Clara

Tardó varios minutos en entender. Revisó el sobre para asegurarse del destinatario, leyó y releyó la nota, miró varias veces la fotografía y, nervioso, las dejó sobre la mesa de noche. Volvió sobre ellas un par de horas después, cuando pensó que al fin de cuentas no debía ser tan malo tener una hija y decidió dedicar los días que faltaban para la cita a prepararse para el encuentro.

-Tal vez Dios ya está satisfecho -se dijo.

Hizo memoria de las mujeres de su vida. Lina, Marcela, Gloria, Gladis… y la última, Inés, que lo dejó cuatro años y cinco meses atrás, por su renuencia a formalizar la relación. Luisa… Luisa… no recordó a ninguna mujer con ese nombre. ¿Gloria Luisa? ¿Luisa Marcela? Tal vez. No lo sabía y ya no importaba.

El miércoles se levantó temprano y antes de las ocho ya estaba listo para salir. No llevaría la fotografía, no hacía falta, la conocía de memoria. Iría caminando. El Parque Centenario está a menos de cuatro kilómetros de su casa y la caminata le ayudaría a abordar el encuentro con mayor tranquilidad.

Durante casi nueve horas estuvo ahí, sentado, esperando. Leyó y releyó el diario, distrajo el hambre con dos manzanas y no menos de ocho cigarrillos y cuando comenzó a oscurecer se levantó, dejó el periódico y la bolsa con el resto de las manzanas sobre la banca y cogió el camino de su casa.

Eso era todo. Se lo dijo a la policía en la madrugada del jueves cuando lo retuvieron a la salida del bar, a dos cuadras de su vivienda y lo repitió a los defensores de oficio que lo visitaron las dos o tres veces que, en doce años, algún juez recién nombrado retomó su caso. No conocía a la muchacha, sabía cómo estaba vestida por la fotografía que le envió, no está seguro de su nombre, no sabe nada más sobre ella, no sabe quién la estranguló ni por qué le cortaron las manos, no sabe cómo ni en qué momento embutieron su cuerpo acurrucado en la caneca verde al lado de la banca donde él estuvo sentado, y no sabe por qué está metido en este rollo.

Lo dijo muchas veces pero no sirvió de nada. Cada tanto parecia que alguien retomaría el caso y cada tanto y un par de meses más la carpeta encontraba acomodo en la gaveta de algún mueble desvencijado sin que alguno, siquiera uno, se hubiera interesado en agregarle la carta con la fotografía o en reactivar el caso.

-Realmente Dios sabe castigar -pensaba.

Y lamentaba la torpeza de que hizo gala cuando, creyéndolo innecesario, se negó a contratar un defensor de los muchos que le ofrecieron sus servicios al comienzo de su reclusión.

-Lo que no ocurrió no puede probarse -se decía.

Cuando por fin comprendió que necesitaba un abogado ya no hizo falta. Al igual que la hija y su arresto, la libertad también llegó como caída del cielo. Sin juicio. Sin sentencia. Sin saber cómo, logró colarse en la lista de los quince que fueron bendecidos con el perdón presidencial y la libertad inmediata por decreto, con motivo de la visita del Santo Padre.

Pero ahora ya no sabe qué pensar. Justo ahora cuando está empezando a creer que su Dios también sabe perdonar, le da por repasarlo todo y se percata de ese detalle…

En esta, la suya, la imagen no es igual a la de la foto que la muerta cargaba consigo. Esa, la que forma parte del expediente, deja ver, bajo las mangas del pantalón, unos calcetines rojos y ahora, repasándola, descubre que en la suya Clara no usa calcetines, ella lleva los zapatos sobre los pies desnudos. Se ve la piel… es de un tono beige, un poco más oscura que la de su rostro. Y el informe del forense dice que la muerta tenía, tatuados, cubriendo la cara superior de los pies desde la punta de los dedos y hasta mitad de la pantorrilla, un par de calcetines rojos.

Se recuesta y cierra los ojos.

-Mañana es miércoles –piensa- y sonríe.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Landra
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Landra »

Hay cosas que no entiendo en este relato. Creo que tiene una buena idea pero que no la ha sabido transmitir o es culpa mía el no entenderlo bien. Aun así, me gusta, la imagen de la niña en el parque...
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Mister_Sogad
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Mister_Sogad »

Curioso relato, creo que no eres español/a autor/a, da esa sensación por palabras y frases usadas. Eso no significa nada, la idea me gusta, sin embargo creo que me he encontrado confuso en cuanto al desarrollo de la historia, por algún lado no he acabado de unir todos los puntos de la historia, sobre todo en la parte final, tendré que releer y ya te pondré algo más en mi segunda vuelta de comentarios.

Por lo pronto, me gusta la idea de la que partes, pero mucho más la de fondo, ese castigo divino que hace reflexionar a tu protagonista, por las pérdidas al principio, por el lío posterior que lo lleva a la cárcel y, finalmente, el propio lector se pregunta al final si el hombre seguirá con su castigo. Por ese lado, como digo, es una buena idea de fondo.

Regresaré autor/a. :60:
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Gisso
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Gisso »

Este relato me resulta confuso, se me escapan detalles y eso hace que no disfrute de la historia. Pero, sobre todo, ¿a un asesino se le puede otorgar el perdón? Aun así, la verdad es que menuda mala racha. Sí, parece que Dios la tiene tomada con él.
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mariomc
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por mariomc »

El relato me ha resultado algo lioso y el final se me queda demasiado en el aire, aun así, me ha gustado bastante. La idea me parece buena y está bien escrito.
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Leticiamc
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Leticiamc »

Me mantuvo bastante atenta, muy bien escrito y el argumento me gusta. Ese final me gustaría entenderlo mejor, creo que hay algún detalle que puede ayudarme, lo volveré a leer. Día 12, miércoles, 12 años, no sé si va por ahí la cosa.
Enhorabuena por el resultado y suerte!
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Isma
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Isma »

Es decir, que la muchacha le mintió. No pudo hacerse la fotografía el día anterior a enviarla y tener tiempo para hacerse un tatuaje tan extenso antes de quedar con su (supuesto) padre. La fotografía debía de haber sido tomada con anterioridad, mucha. Que la chica tuviera varias copias en su poder también significa algo. Quizás fuera una embaucadora que se dedicaba a enviar cartas de ese tipo a hombres mayores y solteros que pudieran reconocerla como hija, para luego exigirles una pensión u otro apoyo económico. Lo que me queda claro es que no es su hija, y además enlaza con el hecho de que el protagonista no recuerda a la madre.

Por otro lado, que un asesino reciba el perdón presidencial solo puede significar una cosa. ¡El asesino es el presidente! Aun más, si suponemos que el autor/a es argentino, la conclusión es evidente. ¡La asesina es la Kirchner! Tiene antecedentes...

Bueno, al margen de mis teorías fabulosas, lo que más me ha gustado del relato son las reflexiones que intercala el protagonista acerca del castigo divino que aún le atormenta desde su infancia.

¡Suerte!
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ACLIAMANTA
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por ACLIAMANTA »

Se lee fácil y me atrapó desde el primer párrafo. Pero creo que hay algo que no acabo de pillar ya que cuando terminé me dije: y... ?
Tendré que volver a leerlo.
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Sinkim
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado el relato y la explicación del final que hace Isma me ha convencido. Además así podemos suponer que el que ha matado a la chica es otro de los hombres que ya fue timado por la chica anteriormente :lol:

Supongo que la frase final, "Mañana es miercoles", hará referencia a que ahora que está en libertad cada día es diferente a los demas :D

Por cierto, ¿tatuarse un calcetín rojo? Está claro que hay gente para todo :cunao: :cunao:

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"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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blinder
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por blinder »

Hola autor/a

La verdad que tu relato en ciertas partes engancha y mucho, eso es muy de agradecer. He tenido que leer los comentarios para poder entender qué ha pasado y todavía estoy en un sin vivir. No, no te asustes que soy yo corto de entendederas y no he sabido conectar los datos que nos facilitas.

De cualquier modo no puedo decir si me gusta o no porque tendré que releerlo. Aunque yo creo que le han engañado y ha sido víctima de un crimen que no ha cometido, pero que para él paga por otro que si cometió.

Gracias y suerte.

PD. Sinkim casi te piso. Desde luego no tienes igual con las imágenes eh? jajajjjaja
:batman:
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Berlín
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Berlín »

Es curioso, pero en el final del relato dices "mañana es miercoles" y él hombre sonríe. Cuando fue a encontrarse con la chica también era miércoles. Y luego la chica apareció muerta.

Bueno, me da que tendré que volverlo a leer, pero me ha dejado muy buen sabor.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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indigeitor
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por indigeitor »

Me ha parecido sencillamente genial. Poco más que decir.
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Frigg
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por Frigg »

Este relato es un jeroglífico para mí. Tengo que analizarlo con tiempo.
Me gusta cómo está escrito y lo que me hace pensar.
Puede que esté confundida, pero para mí, el prota le persigue un destino, y no es un castigo sino una salvación.
Se salva de ser atropellado primero junto a su familia y se salva de la condena no porque le crean inocente sino por otro acto milagroso. Aunque, ¿a veces la salvación no es en sí un castigo?

Pero no alcanzo a saber si es el asesino, o si hay alguien detrás que intenta echarle la culpa, citándolo en el parque mientras asesina a una chica y... ¿le tatúa los pies porque no encuentra calcetines rojos?.

Madre mía, tengo que leerlo más despejada.

Un abrazo autor/a, estaré dándole vueltas al coco...
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MomoEnSilencio
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por MomoEnSilencio »

El relato me ha parecido algo confuso, y quizá es por mi, o porque deja al aire demasiadas cosas. o no sé...

No está mal escrito, y la idea de que ocurran cosas "por casualidad" o por divinidad, me gusta. Creo que se enfrentan formas de ver la vida que se mueven en la humanidad.

Creo que volveré a leerlo, y volveré a comentarlo

Gracias y buena suerte!!
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ciro
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Re: CP XI Castigo divino

Mensaje por ciro »

Aspecto formal: bien, con alguna cosa mejorable.
Argumento: totalmente confuso. De hecho creo que todos los que han comentado no lo han entendido y yo...tampoco.
En lo que sí disiento es en que no me gustan nada los castigos divinos. Y menos porque no fue a una misa (ohh que gran pecado... :!: ). Por esa regla de tres, yo debería tener cadena perpetua. Es un relato mejorable en comprensibilidad y redacción.
La forma segura de ser infeliz es buscar permanentemente la felicidad
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