Veo que soy el primero en comentar.
Primero tengo que decir que no soy neutral. Es obvio, porque lo cuenta, el homenaje a El jardín de los cerezos de Chejov, cosa que a mi querido Yarin68 le chirriará, pero me encantan este tipo de relatos donde no pasa nada y pasa todo a la vez en pequeños gestos y en muy poca acción.
Tenemos a unos auténticos inútiles, niños ricos, y también al marido de ella. Su padre era rico y es dio todo. Ellos son "artistas" teóricamente, en la práctica no son nada. No saben nada de la realidad, viven en su mundo, en contraste con el del padre y el de Lisa, que es el del dinero.
La propiedad, Springlake, es su jardín de los cerezos, que acabarán vendiendo porque derrochan sin sentido y no tienen ningún sentido del dinero, lo regalan literalmente. Hasta ahí el homenaje.
Pero hay un personaje novedoso: Maggie.
Maggie parece una cosa pero es otra, de tonta no tiene un pelo, es una superviviente nata, sobre todo a costa de los demás,
eso es lo que descubre el padre y por eso la echa, y cuando vuelve años después intenta repetir la jugada embaucando a los mismos de siempre, pero Lisa aparece dispuesta a repetir la historia y echarla de nuevo, pero Maggie ya ha aprendido la lección, quiere quedarse y para eso luchará demostrándole a Lisa su valía para su proyecto, para el que George es adoptado como una marioneta, debe fumar puros aunque lo odie, y Teddy y la madre de Lisa sobran, con lo que prácticamente se les expulsa a una casita. Lo que parece que es una apropiación de Maggie en realidad es un gran servicio en el que terminarán todos contentos: Salvan Springlake, Lisa obtiene un éxito profesional, George tiene por fin un cometido, dejando el arte para el que no servía, y su hermana y Teddy son libres para vagabundear enamorándose ambos de nuevo, sin faltarles el dinero, y Maggie obtiene la seguridad que siempre había deseado convertida además en una gran señora. |
En fin, un relato muy interesante, que tomando como base, como explica el propio relato, el jardín de los cerezos de Chejov, nos cuenta una historia con un final muy diferente, menos melancólico y mucho más alegre.
El jilguero de Donna Tartt. La Iíada de Homero. En la Tierra somos fugazmente grandiosos de Ocean Vuong.