CV4 - La superficialidad - Barrikada

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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Lifen
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CV4 - La superficialidad - Barrikada

Mensaje por Lifen »

La superficialidad

La superficialidad no es una ilusión que
aspira a ser verdad. La superficialidad es una mentira
que a la luz de la verdad se convierte en una cuchilla
”.
Anónimo Pensador


Comienza una semana como comienzan todas para Ana. Despierta envuelta en su delicado pijama de lino rosa y enciende su teléfono. Una sucesión de avisos y mensajes enloquece al aparato, iluminando el rostro liso de la joven. Contesta con una ráfaga veloz de clicks a las notificaciones procedentes de las redes sociales y con una aleatoria elección de emoticonos a los mensajes personales salvo a los de Ramón, al que, generosa, le dedica dos de ellos. En su fuero interno, Ana se siente satisfecha y sonríe.
Se encierra en el aseo durante una hora para someterse a una ducha, sesiones de cremas, alisado de pelo, maquillaje y perfume. Entre tanto, se ha enfundado en un vestido verde ajustado que le realza la silueta y deja entrever sus pechos. Se fotografía mirando el espejo desde un ángulo previamente estudiado. Cuelga la instantánea a la red acompañada de un mensaje que reza “A por la semana con energía y alegría”. Mientras devora una deliciosa tostada integral de queso de untar light y pavo bajo en sal, el teléfono móvil de Ana vibra sin cesar. Al otro lado de las vibraciones se agolpa un tumulto de conocidos desconocidos que sueñan con acostarse con ella, amigas que bendicen la apasionante vida de Ana y enemigas que se mueren de envidia por ser ella.
Aunque es el día en que comienza las prácticas en el colegio, por fuera no parece nerviosa ni asustada. En el autobús y en la calle, Ana esquiva con disimulo las miradas de jóvenes rebosantes de hormonas, adultos que no se esfuerzan por evitar el choque con ella, viejos verdes y otras personas de moral recatada. A pesar de estar acostumbrada, a Ana le divierte el juego de esquivar miradas.

Al llegar al colegio estrena una preciosa bata de colores y se fotografía a sí misma en la puerta señalando el nombre de su centro educativo. Junto con el texto “Mi primer día de prácticas en el cole. Qué nervios…”, sube la foto a sus redes. En pocos instantes, el aparato se ve inmerso en una danza de temblores que repite de forma periódica. El profesor Rubiales, su tutor, le sugiere que los primeros días se coloque a un lado de él y observe su trabajo en silencio. Después, la examina de arriba a abajo y busca entre la bata el insinuante escote. Ana hace un amago de abrocharse el último botón de la bata, aunque no le disgusta la idea de que el profesor la mire.

Aprovecha la situación que su tutor le ha brindado de ser invisible para aligerar sus preocupaciones. “Hoy no creo que pueda quedar, amor. Tengo mucho trabajo. Tq”, escribe a Ramón. Al salir de clase, toma café con Susana. El monólogo en primera persona de Ana sólo se interrumpe cuando atiende a las injerencias del aparato. Destripa los intríngulis de la pasada fiesta en la discoteca, donde como de costumbre fue la reina y en la que Mario se le insinuó con descaro. Disimula que le encanta que el mejor amigo de Ramón se derrita por ella. Acto seguido, incide en la dureza de madrugar y en el oficio de maestra; enumera las últimas prendas que ha sumado a su colección; y atiza a los comportamientos de su amiga Paula. Susana intenta replicar, pero es acallada por el ímpetu y fuerza de la verborrea de su mejor amiga. Al fin y al cabo, se trata de Ana. Más tarde, Ana queda a tomar otro café, esta vez con Paula, y repite punto por punto la escena anterior, tomando a Susana como el centro de sus críticas.

Después de pasar por el gimnasio, con su respectiva fotografía y la repercusión de las redes, llega a casa a mesa puesta. Ana relata a sus padres lo agotador que ha sido el día y sus peripecias con los niños, los cuales, confiesa, le han robado el corazón y ella también a ellos. La pareja se muestra muy orgullosa de su hija. Ana es feliz en sus adentros y sonríe.

Después de cenar, con los apuntes sobre la mesa como espectadores, invierte cerca de dos horas en contestar todos los mensajes y en aplacar la insistencia de Ramón por verse. “Yo también quiero estar contigo, amor”, le escribe. Se quita la parte de arriba del pijama de lino y le envía una foto en sujetador. Después, toma el libro Y, firmado por el talentoso y adalid de la cultura del esfuerzo Misto de El Ejido. Lo lee durante cinco minutos y se maravilla con el fragmento “Tampoco creo en el esfuerzo. He visto a demasiada gente que se esforzaba toda su vida y no lo conseguía y sin embargo otros, sin dar un palo al agua, les salía todo bien. Pero sí en aquello que algunos llaman suerte, que para mí no es más que una combinación de talento, perseverancia y oportunidad". Ana difunde la incuestionable cita en sus redes, mientras en su fuero interno se vanagloria por la inyección de cultura recibida. Le gustaría leer más, piensa, pero no tiene tiempo para nada más.

En el segundo día de la semana, Ana se levanta y enciende el teléfono. Se encierra en el baño durante una hora y al cabo de la misma dispara una foto. Inusualmente, el ritual de belleza no ha sido interrumpido por notificaciones y mensajes. Ana se impacienta, mira el móvil y no entiende por qué no le llegan comentarios sobre sus fotos y sus interesantes aportaciones culturales. La raya de los ojos se le corre, el rojo intenso patina sobre sus labios, el alisador le abrasa parte del pelo. Aun así, saca una radiante sonrisa para, desde el ángulo estudiado, fotografiarse de espaldas remarcando la espectacularidad de su figura.

Sin embargo, cuando se dispone a colgar la foto, el programa le responde con un error de conexión. Tampoco le funciona el uso de datos. Ana se pone más nerviosa y despierta a su padre para que la arregle. No hay manera de repararlo y la hija le pide a su padre que llame al servicio técnico, pero éste no está operativo tan temprano. Él le ruega que se calme y entre sollozos ella le suplica una solución. Finalmente, el hombre le promete que si no consiguen arreglarlo, le comparará un nuevo teléfono. En su fuero interno, la tostada integral con queso de untar light y pavo bajo en sal sabe a ceniza.
Ana llega veloz al colegio y se mete en la sala de profesores para conectarse a internet. Para su fortuna, la repercusión de su cita literaria es altísima. Entre centenares de mensajes, Ramón le ha pedido quedar esta tarde, pero Ana le contesta que tiene mucho trabajo –además de tomar la vital elección de comprar un buen teléfono–. El profesor Rubiales la sorprende. En un rápido movimiento de manos, Ana desconecta todo el entramado social, pero en el profesor no se aprecia un ápice de recriminación. Mientras abandona la sala, el tutor aprovecha para fijarse en sus nalgas prietas. En el interior de Ana, la tensión y la furia han amainado.

Con nuevo teléfono, continúa el trascurso habitual de la vida de Ana: notificaciones, fotografías, comentarios, alabanzas, envidias, aprobaciones y mensajes. Sobre todo los de Ramón, que le confiesa que no puede esperarla más, que la desea y necesita verla. Antes de ponerse el pijama, para consolarlo, Ana le envía una foto desnuda de cintura para arriba, prometiéndole que se verán mañana. Él se consuela frotándose con la imagen y le contesta aliviado. En su fuero interno, Ana vuelve a ser feliz. Todo ha quedado en un susto. En el éxtasis de la euforia, Ramón le envía la foto de Ana a su mejor amigo, Mario, para que se muera de envidia.

En el tercer día de la semana, Ana se levanta y enciende el teléfono. No hay mensajes, no hay notificaciones, no hay nada. No hay conexión. Levanta a su padre fuera de sí y le exige que de una vez por todas solucione el sinvivir. Se retira al baño dando un portazo y allí descubre que una serie de erupciones rojizas con centro negro cubren su cuerpo y, especialmente, su cara. Ana grita aterrorizada, llora y sus padres acuden a socorrerla. Aunque la miran con cierta repulsión, prueban a sofocar los alaridos y sollozos que amenazan con despertar a todo el vecindario. Ana se mete en la cama y le pide a su madre que llame al colegio para decir que está enferma y que le encuentre un remedio urgente. No quiere ir al médico por si algún conocido la viera. Inventa una excusa para cancelar la cita con Ramón, pero éste se impacienta todavía más. Él quedará con Paula, la amiga de Ana, a la que siempre le ha tenido ganas.

Ana se pasa todo el día bajo las sábanas, desesperada, esperando a que su madre regrese con el remedio divino. Finalmente, vuelve con un potingue especial e infalible. Extiende por todo su cuerpo la solución divina en busca de un alivio que en primera instancia escuece y arde. Tampoco tiene conexión. El nuevo teléfono móvil que le ha traído su padre no se conecta y los técnicos no han sabido arreglar el router. Al ver su libro Y apoyado encima de su mesita de noche, descarga su rabia estampándolo contra el suelo. En su fuero interno, Ana intenta dormir enojada, ajena a que, mientras tanto, Ramón comparte cama con su buena amiga Paula.

En el cuarto día de la semana, Ana se levanta, enciende el teléfono y se encierra en el baño. Por suerte los granos han remitido, pero su piel parece un tanto erosionada y caen pequeños retales irregulares. Su cara repele el maquillaje, el alisador se revela arrancándole el pelo y sus labios y ojos rechazan el color de las pinturas. Escoge un vestido largo e intenta que lo que le queda de pelo tape un poco su cara. Sigue sin conexión, en aislamiento, sin la continua aprobación de sus contactos. No es nadie, Ana es un ser invisible. No la observan en la calle, ni en el autobús, sólo algún que otro osado o despistado. En el colegio busca el ordenador de la sala de profesores, pero allí se celebra un claustro. El profesor Rubiales la ignora. Ana no habla, no sonríe. ¿Dónde está Ana? Quiere, desea, tiene que conectarse y saber que existe, que multitud de chicos quieren acostarse con ella, que sus amigas se alegran de leer los apasionantes pasajes de su vida, que sus enemigas se derriten de envidia por ser ella. Pero no puede. Ana no existe.

Al llegar a casa, da cuenta de cómo la piel se desprende de su cuerpo incesantemente en retales. Se mira en el espejo y a duras penas puede reconocerse. Llora, grita, rompe el espejo y los cristales atraviesan sus carnes. Sin dar motivos, Ramón la llama para anunciarle que la deja. Ana llama a Paula para quedar, pero esta no contesta. Después llama a Susana y esta le cuenta que está circulando una foto de Ana desnuda de cintura para arriba, que todo el mundo la tiene. Ana le suplica quedar urgentemente, pero Susana alega que tiene cosas que hacer. Ana se deshace por fuera. Ana está rota por dentro.

En el quinto día de la semana, todos los perfiles en redes sociales de Ana han sido eliminados. No hay clases. No hay discoteca. No está Ramón, ni sus amigas, ni enemigas. No hay preocupaciones, aprobaciones, halagos, ni envidias. No hay Ana, ni a este lado de la realidad ni tampoco al otro. Hacia fuera, Ana es invisible. En su fuero interno, Ana ya no existe.
Última edición por Lifen el 04 Jul 2016 17:33, editado 1 vez en total.
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jilguero
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Re: CV4 - La Superficialidad

Mensaje por jilguero »

:hola:


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noramu
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por noramu »

:alegria:
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prófugo
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por prófugo »

Hola autor(a):

Relato muy interesante y actual donde tantos jóvenes (y maduritos) se encuentran obsesionados y esclavizados a las redes sociales.

Ana es la típica chica guapa que vive de su ego. Necesita urgentemente que la estén deseando, alabando. Requiere ser objeto de deseo y envidia a la vez.

Inmadura, chiquilla..pretenciosa...caprichosa...su mundo es mínimo...se encierra ella sola en un círculo vicioso del cual tiene miedo a salir.

No se que tan kafkiano sea, salvo por los párrafos finales donde empieza a perder la piel, el cabello, etc.

Me ha gustado :-)

Muchas suerte y un abrazo :60:
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Landra
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por Landra »

Prófugo lo explica perfectamente, es un buen relato bastante actual además.

A mi me ha enganchado de principio a fin. Enhorabuena autor.
Berlin??
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Berlín
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por Berlín »

Landra escribió:Prófugo lo explica perfectamente, es un buen relato bastante actual además.

A mi me ha enganchado de principio a fin. Enhorabuena autor.
Berlin??
¿Excuse mua?
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Berlín
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por Berlín »

Vamos a ver si me explico de una manera coherente que hasta para eso soy complicada. Ya me dijo alguien alguna vez que hablo igual que escribo o sea que el señor os pille confesaos. He leído este relato bajando del curro mientras iba en el bus y me ha llamado la atención, porque al levantar la mirada me he dado cuenta de que íbamos todos haciendo lo mismo: mirando el teléfono. A mi se me pone los pelos de punta, pero ya lo veo como un hecho normal.

De este relato lo unico que no me gusta es que no es absurdo. O sea es extraño que a Ana se le caiga el pelo y tenga pupas y esas cosas, pero incluso puede ser el estres, o el mono, o la desesperación de quedarse sin conexión. ¿Nunca os habéis dejado el móvil en casa y os habéis sentido como desnudos?

Pero sigo sin verlo kafkiano. Lo veria kafkiano si hubiese una cierta normalidad, si para Ana o para sus padres no fuese extraño lo que le ocurre a ella. Recuerda, autor, que a Gregorio lo que más le preocupaba cuando se despertó siento una cucaracha era que no le iba a dar tiempo de coger el tren de las ocho. Y luego se pone a pensar en el trabajo y en sus temas de vendedor. Y tú y yo, autor, seguro que mientras leíamos le gritábamos "¿pero hombre, como te preocupas por eso cuando te has levantado convertido en un bicho?

Me falta algo que no sé bien cómo explicar. Ojo, que el relato es bueno, pero para mi no es kafkiano.
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ACLIAMANTA
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por ACLIAMANTA »

La idea central me gusta y el fondo de la historia (un ser real a quien, día a día, va engullendo el mundo virtual) tiene mucha tela para convertirse en un relato kafkiano.

Pero hay algo en el desarrollo (que no puedo precisar) que además de un poco fatigante, no acierta a crear esa atmósfera absurda y medio trágica que según entiendo, se requiere para etiquetarlo como kafkiano.

Pero qué bien que te hayas atrevido autor! :hola:
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Mister_Sogad
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por Mister_Sogad »

Sentimientos encontrados tengo con tu relato autor/a. Me ha gustado como has planteado a tu protagonista y su rutina, su razón de "existir", etc, pero su caída se me ha hecho algo rara, no sé, no es que no esté bien la idea y su desarrollo, es más bien que quizá esperaba algo más, tal vez se me ha hecho demasiado "normal" o simplista, pero puede que sea cosa mía, que tenía en mente algo más surrealista por el marco del concurso. Pero, repito, has construido muy bien a tu protagonista, y utilizando el tema de las redes sociales que está tan extendido hoy día; es una buena idea, ya digo, porque has jugado con su psicología, pero además también con la de quienes la rodeaban (padres, novio, amigas, tutor, e incluso la gente que se tropezaba por la calle), y eso era más complicado, así que me ha parecido todo un acierto de tu parte.

Ya regresaré autor/a. :60:
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jilguero
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por jilguero »

Mira tú por donde, autor, me has tenido un rato bueno pensando en la cita del principio :D
No sé si está para ti llena de sentido o si bien has querido también criticar la superficialidad cultural. Ya me lo dirás.
Te diría que has retratado la superficialidad actual de maravilla y que, en ese sentido, tu texto es una buena crítica. Lo que pasa es que tu protagonista es demasiado superficial para ser kafkiana. :mrgreen: (prometí hacer una primera lectura sin fijarme en eso, pero na, que no lo puedo evitar :colleja: ).
Es una chica actual, mimada, caprichosa, pero en tu relato da la impresión de estar muy contenta consigo misma, no parece que en su interior haya ningún sentido de deber social y, por tanto, le importa quedarse aislada solo y exclusivamente porque van a dejar de admirarla, cuando más bien tendría que haberse mostrado muy preocupada de defraudar a sus admiradores, de no cumplir con su papel.
La idea desarrollada de otra manera igual hubiera sido muy interesante. Tal cual está, pues te resaltaría que tiene una prosa fácil (me ha entrado duda si se cuelga algo "a" la red o "de" la red, lo comento para que me saquéis de dudas solo) y retrata muy bien la superficialidad con la cual a menudo vivimos.
Resumiendo: no me ha entusiasmado, autor, pero me alegro de que te hayas animado a participar. :60:


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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por jilguero »

Me pregunto si habrás querido hacer una versión moderna de Un artista del hambre, en tu caso la prota sería artista de la superficialidad. :roll:
Se me ha ocurrido por el final. En el artista del hambre, aunque él sigue ayunando, este se hace invisible, nadie lo mira ya, y al final es barrido junto con la paja de la jaula. También a tu prota le ocurre algo parecido, aunque sea en sentido metafórico.
No sé, me da la sensación que no le has sacado partido a la idea por culpa de la manera que tiene ella de comportase. Es superficial pero de forma incosciente. Si hubiera sido consciente, si hubiera sido el papel a jugar, me da que otro gallo cantaría. Pero oye, me estás haciendo pensar y eso me gusta. :D


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Gavalia
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por Gavalia »

Es un gran relato con independencia del asunto kafkiano. Enhorabuena de verdad. Demuestras que escribir bien no es algo al alcance de todos. No hablo de virguerías, no es el caso. Hablo de hacerse entender con claridad además de con solvencia. A mi me tienes ganado con esa prosa tan eficaz. Bravo autor. En cuanto al relato ni fú, ni fa. El tema es actual y controvertido además de real. Intentar hacerlo kafkiano con tal final, viene a ser meter algo con calzador, para cumplir con el enigmático requisito. Lo digo porque a mi me ha pasado algo parecido con mi trabajo, que desde luego se encuentra a años luz del tuyo en cuanto a la prosa. Que envidia hacer las cosas tan sencillas como buenas. El relato en cuanto al argumento e interés despertado; cero pelotero, porque no me dice nada que no sepa y el final debería haber sido más irreal y contundente, por tanto, no me sorprende, emociona, entristece, contenta...
Enhorabuena y suerte.
En paz descanses, amigo.
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moniquemu
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por moniquemu »

La superficialidad

Curioso titulo para este relato. A mi se me han puesto los pelos de punta al leerlo. La protagonista tiene rasgos que podrían ser de tantas otras personas. Yo, entre ellas. Somos alguien por que nos hacen alguien los demás. Creo que también en un mundo 'carroza' sin portátiles y demás enseres Ana estaría horrorizada de desaparecer como individuo. Solo se siente viva gracias al eco que percibe de su entorno. Esto no me parece superficial, me parece mas bien lo natural de la vida. Ana no tiene otros canales para sentirse entera. Le gustaría leer, tal vez, le gustaría ser maestra.... Tal vez resucite después de este choc con fuerza y voluntad para crearse una vida llena por la vida y no por su propia imagen. Sorry, me encantan los finales felizes.

Te felicito. Me gusta mucho tu relato.
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Topito
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por Topito »

Lo he leído con frenesí, aunque no de forma superficial. El autor sabe escribir y lo hace de maravilla (frase muy utilizada en los concursos :mrgreen: ; pero muy cierta). No obstante, me falta ese punto subrealista que voy observando en casi todos los relatos. Al menos, eso me ha quedado claro sobre el tema kafkiano: la normalidad de lo absurdo.

No obstante, me ha encantado tu relato.

Pero por lo último que te he comentado te doy dos y medio de kafka on the beach.
No tiene los permisos requeridos para ver los archivos adjuntos a este mensaje.
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noramu
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Re: CV4 - La superficialidad

Mensaje por noramu »

Había decidido no tocar el tema de la temática en mis comentarios. Pero puesto que es una regla que me he impuesto yo misma la voy a transgredir sin más. Considero que es totalmente kafkiano. La muerte metafórica de Ana por causa de la exclusión de las redes sociales, por quedarse sin "me gustan" y por tanto por la pérdida de identidad que sólo se había construido a base de opiniones ajenas, me parece una "metamorfosis" en toda regla dentro de un mundo totalmente normal y además actual. Su invisibilidad a ojos del mundo desde que ya no es nadie en las redes asumida con total naturalidad por su entorno es un ejemplo claro de cómo el desmoronamiento de nuestra sociedad, tan superficial que es más importante publicar vivencias que vivirlas, ha influído en la protagonista. ¿Falta un poco más de surrealismo o originalidad? Quizá, pero el autor ha decidido plasmarlo así.
La redacción es correcta pero me chirría el "EN el primer día de la semana" y así sucesivamente hasta el quinto y sobre todo repites innumerables veces "en su fuero interno".
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