El bujío de Santa Catalina 1 (Bordeando la realidad)

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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

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Operación Casiopea: diario de abordo


Jueves, 1 de diciembre de 2016
Hoy hemos partido de Cádiz a bordo del buque-escuela Barco Mundo. Es la primera vez que navego en esta embarcación y, sin embargo, la ausencia de Chaqueta Blanca me pesa. A lo largo del día, he creído verlo en varias ocasiones. En todos los casos ha resultado ser un espejismo. ¿Cómo es posible echar de menos la compañía de alguien que nunca ha sido nuestro compañero? «Maestro del arpa de las paradojas», le llamaban en uno de los legajos. ¿Será esta sensación de vacío una de esas paradojas?

Después de aceptar mi participación en la Operación Casiopea, recibí documentación sobre su vida. Su discurso era sugerente y misterioso y creo que dejó su impronta por todas partes. Me consta que sin esa ola traicionera, sin ese golpe de mar que lo barrió de la cubierta de este buque, nuestra misión no se habría puesto en marcha. ¿A qué viene, pues, lamentar ahora su ausencia?

Por suerte, Cata, Mona y Lu no saben el nombre del barco ni tampoco cuál es nuestro destino. Se han pasado la mayor parte del día en cubierta, mirando el horizonte. Es la primera vez que se enrolan en una empresa como esta y, sin embargo, se las ve muy tranquilas. Me alegro de que sean ellas, y no otras, las elegidas para llevar a cabo la Operación Casiopea.


Martes, 6 de diciembre de 2016
Después de varias jornadas de tormenta, por fin ha vuelto la calma y se puede estar en cubierta. El mal tiempo nos ha obligado a convivir por primera vez estrechamente. Y aunque las cuatro hemos puesto de nuestra parte, al final las horas se nos han hecho eternas. En cuanto se ha apagado el piloto rojo y se han desbloqueado las puertas y las escotillas, Cata, Mona y Lu se han apresurado a salir al exterior. Necesitaban cambiar de aire, estar a solas por un rato. También yo necesito tener delante un horizonte más amplio, más lejano. En cuanto termine de hacer estas anotaciones, me reuniré con ellas en cubierta.

En estos días de encierro he tenido oportunidad de releer mis notas. No es fácil desenredar la madeja, darle una interpretación axiomática a las palabras de Chaqueta Blanca. Quizás solo fue un pobre visionario que se acabó creyendo sus propias alucinaciones. Pero Ellos no lo creen así y por eso han puesto en marcha esta expedición. Poco antes de accidente, Chaqueta Blanca había hecho una serie de afirmaciones sorprendentes: «Ya no nos hará falta ancla […] estamos a punto de adentrarnos en aguas turbias y revueltas; ha llegado la hora de lanzarnos al horizonte; este buque atraviesa mares que nunca antes fueron navegados…». O esa otra de «La derrota que seguimos sin necesidad de remar habrá de llevarnos a casa». Aunque lo más sorprendente de todo es ese plural cuando afirmó: «Somos muchos los marineros en este Barco Mundo que nos hemos cansado ya de esta farsa». No sé a qué farsa se refería, pero sospecho que fue por culpa de estas palabras que la ola se lo llevó.

También he tenido tiempo de revisar cómo lo veían sus compañeros. Resulta evidente que lo consideraban un extraño. Un extraño porque en las noches de plenilunio les hablaba de un lugar misterioso, llamado Ultramar, en el que "el presente" y "el siempre" se confundían. Un extraño porque llevaba todos los astros en su memoria y en uno de ellos se ocultaba su verdadero hogar. Y un extraño porque no solo tenía en su camarote una brújula capaz de señalar todos las direcciones a la vez, sino también un cuadro rendija por el que se podía entrar en el corazón de la luz.

Los demás lo consideraban un extraño y, sin embargo, lo llamaban amigo, confiaban en él. Incluso cuando perdió la paciencia y les dijo aquello de «Necesitáis mi catalejo. Con él veréis más allá», en lugar de tomárselo como una ofensa, miraron a través de él. Cada uno de ellos vio entonces una bandada de pájaros sobrevolando un grupo de islas paradisíacas y, un poco más abajo, en el agua, una ballena gigantesca aproximándose al atolón.

Sí, lo que aquellos marineros divisaron con el catalejo fue el Archipiélago de Jonás...


Jueves, 8 de diciembre de 2016
Un nuevo día soleado y tranquilo en el que avanzamos sin sobresaltos hacia nuestro próximo destino. Da gusto contemplar esta inmensidad azul que nos rodea. Arriba, una bóveda de un celeste risueño y vaporoso; abajo, una planicie azul mucho más densa y oscura; y en medio, como si hubiese sido trazada con un tiralíneas, una estrecha banda de un azul más intenso. Un abanico de azules inmaculados de no ser por la estela blanquecina del barco y de los juguetones delfines que parecen ahora escoltarlo.

Ayer hizo también una noche muy apacible. Estuvimos en cubierta hasta muy tarde contemplando las estrellas. Es increíble cómo brillan en medio de este desierto de agua. Aproveché la ocasión para mostrarle a Cata la constelación que da nombre a nuestra misión ―de momento lo ignoran, pero es hacía allí hacia donde nos encaminamos―; y ya de paso, le indiqué el lugar exacto de faldellín del Orión en el que se halla la nebulosa del Niño Gades. Noté cómo le emocionaba oír su nombre. Después de la euforia y los nervios iniciales, Cata se ha venido un poco abajo. Echa de menos a los suyos o, para ser más precisa, le preocupa caerles en falta. Lleva tanto tiempo dedicada a ellos que se le hace muy cuesta arriba tenerlos tan lejos. Le aconsejé que se olvidara del mundo exterior, que disfrutara de la travesía ahora que puede. En cuanto tenga que ocuparse de los embriones ―según parece, al final no será uno sino dos―, tendrá que cuidarlos y apenas si le quedará tiempo para ocuparse de ella misma. No estoy segura de haberla convencido pero, cuando nos dimos las buenas noches, la noté más animada.

Mientras conversaba con Cata, Lu no dejó de recorrer la cubierta de extremo a extremo. Ella no parece echar tanto en falta a la gente que ha dejado atrás. Debe viajar a menudo y eso le hace estar acostumbrada. La inactividad, sin embargo, le crispa los nervios muchísimo. De hecho, anoche tuve la sensación de tener a mi espalda un animal salvaje ejaulado: uno de esos tigres de los circos o de los zoológicos que dan vueltas sin parar dentro de su jaula. Le gusta asumir responsabilidades y se cansa enseguida de estar sin hacer nada. A Lu le habría gustado hacer la travesía en un velero convencional. Seguro que habría disfrutado peleándose con el velamen y ocupándose de llevar el timón. Pero, desde que ocurrió el accidente, la nave ha sido totalmente automatizada y, más que un velero, Barco Mundo parece ahora un submarino al que, como glamuroso atrezo, le han puesto velas.

Mona tiene una tremenda capacidad para adaptarse a cualquier situación. Sospecho que es posiblemente la que reúne más características de las requeridas para llevar a cabo este tipo de empresas. Los años de convivencia con Peter la han humanizado tanto que, cuando estás junto a ella, te acabas olvidando por completo de su naturaleza simiesca. Al principio él se divertía con ella tal cual lo había hecho antes con muchas otras. Pero Mona es muy receptiva y la influencia de Peter le ha hecho adquirir pronto un comportamiento social más propio de una mujer que de una simia. Aunque el proceso de domesticación la ha vuelto más sumisa, no ha perdido la libertad interior. Gracias a esa mezcla tan rara de conseguir entre los humanos ―seres dóciles y al mismo tiempo libres―, Mona se adapta a todo con una sonrisa. Sin ir más lejos, ayer tarde se sentó en cubierta y, tras adoptar la postura de flor de loto, se comportó como si fuese una placa solar heliotrópica cargando las baterías. En ningún momento perdió esa sonrisa que deja a la vista sus peculiares paletas conejiles. Reconozco que la noticia de que la cuarta tripulante sería una macaca humanizada no me hizo mucha gracia. Ahora, empero, estoy encantada de poder contar con su compañía.

¡Uff, veo que Cata y Lu se están achicharrando! Les voy a recordar que no deben salir a cubierta sin aplicarse antes el protector solar.


Domingo, 11 de diciembre de 2016
Durante los últimos días, la travesía ha sido muy plácida. En parte, porque el tiempo ha acompañado; pero, sobre todo, porque cada vez estamos mejor adaptadas las unas a las otras. Hasta nos permitimos ya gastarnos alguna que otra broma ―aunque todavía lo hacemos con cierta timidez, con cierto miedo―. En realidad, este periodo previo de navegación tenía precisamente como objetivo eso, que se rompiera el hielo entre nosotras. Podríamos haber volado hasta el aeropuerto más cercano al lugar en el que se halla la nave nodriza y solo habríamos navegado en mar libre un par de días. Sin embargo, Ellos querían estar seguros de que somos compatibles antes de que Barco Mundo entre en el vientre del transbordador espacial Orca.

Ayer tarde, le pedí a Lu que nos cortara el pelo a todas. No es que lo tuviésemos demasiado largo, pero pensé que un rato de actividad le vendría bien. Por si acaso su maestría con las tijeras no era la declarada, decidí ser yo su primer conejillo de Indias. Le pedí un corte de pelo a lo Mia Farrow ―en breve, ese será el corte de pelo oficial―. Salvo que me ha dejado sin patillas, lo clavó. Luego le tocó el turno a Cata. Ella es mucho más coqueta que yo y no dejaba de hacerle observaciones a Lu. Por un momento me temí lo peor. Pero Mona se colocó junto a Cata y, en cuanto empezó a hacerle muecas a través del espejo, se acabaron los problemas. Ni que decir tiene lo que nos reímos con el flequillo de Mona. En lugar de crecer hacía abajo, lo hace hacia arriba. Por más que se esmeró Lu en domesticarlo no hubo manera. Según parece, para compensar la docilidad de su carácter, Mona tiene un flequillo indomable...

Por la noche, después de cenar, estuvimos viendo las estrellas. Desde que le enseñé cómo es Orión, lo primero que hace Cata cada noche es localizar en su faldellín la nebulosa del Niño Gades. Anoche también lo hizo y fue la primera en darse cuenta que el Cazador Celeste se hallaba cabeza abajo... ¡Por fin hemos cruzado el ecuador!


Martes, 13 de diciembre de 2016
Hoy estoy con los nervios a flor de piel. Pero debo disimular para que las demás no lo noten. A pesar de la falta de información, se sienten seguras, confían en mí. Y justo en este momento, en el que está a punto de iniciarse la cuenta atrás, no me puedo permitir sembrar en ellas ni el menor atisbo de duda.

Esta tarde tendrá lugar la última video conferencia antes de entrar en Orca; y eso es lo que me hace estar tan nerviosa. Espero que Detmmar Gansler sea más explícito esta vez. Supongo que no lo ha sido hasta ahora porque Ellos se lo han prohibido. Le debo mucho al bueno de Detmmar. Entre otras cosas, formar parte de esta expedición. Él es un excelente paleontólogo y, por eso mismo, un profesional honesto. Cuando comprendió que la fauna de aquel cenote quedaba fuera de su especialidad ―lo suyo son los fósiles y aquellos animales estaba vivos―, buscó ayuda. Fue así como nos conocimos. En aquella época todavía estaba casado, pero tanta dedicación a su trabajo terminó en divorcio. Actualmente es libre y habría deseado formar parte de la tripulación que se dirige a Casiopea. La consigna, sin embargo, ha sido evitar los conflictos de poder a bordo excluyendo la presencia de varones. No creo que el bueno de Dettmar nos hubiese creado problemas. Desde luego, tenerlo de compañero habría sido para mí un gran apoyo. Pero ni siquiera con él han querido hacer la excepción... ¡Sus motivos tendrán!

Tampoco conmigo fueron transigente entonces. Me mandaban las muestras al laboratorio y yo les elaboraba los informes. En general, el aspecto de aquellas especies me resultó bastante familiar. Por su morfología podría haber pensado que pertenecían a algunos de los numerosos grupos taxonómicos que pueblan nuestros mares. Su genética, en cambio, indicaba que llevaban eones separadas del resto de la fauna marina del planeta. Ni siquiera después de comunicarles esa singularidad me dejaron visitar el cenote. Pero Dettmar, que comprendía mi necesidad de saber más ―compartimos una misma pasión: hacernos preguntas y hallarles respuesta―, me contó muchas cosas. Me contó, por ejemplo, que el cenote era mayor que el gran agujero azul de Belice y que estaba en el centro del atolón principal de un archipiélago perdido en los Mares del Sur. Y me habló de un extraño diario hallado en el interior de una gruta. Del diario de unos seres antropomorfos que comían arena mientras aguardaban la llegada de la gran ballena que los llevaría de regreso a casa...

Sí, el bueno de Dettmar me contó más de lo que debía. Pero yo he sabido ser discreta todos estos años. Quizás por eso no solo han contado conmigo ―lógico, puesto que estoy familiarizada con parte de su fauna― sino que han decidido que sea yo quien vaya recibiendo la información con cuenta gotas...

¡Ojala que la gota de esta tarde sea lo bastante sustanciosa como para devolverme la calma que tanto necesito!


Viernes, 16 de diciembre de 2016
Por contratiempos de última hora, el acoplamiento de Barco Mundo no se ha producido hasta la pasada noche. Aunque Dettmar me aconsejó que me despreocupase, que todo estaba bien atado, no he podido pegar ojo. El proceso ha sido casi perfecto, notándose en la nave solo el cabeceo típico de cuando el mar anda un poco revuelto. Supongo que debido al oleaje ocasionado por la apertura y cierre de la escotilla de acceso al vientre de Orca.

Creo que ellas no han notado nada. Durante el desayuno se las veía descansadas y tranquilas, igual que cualquier otra mañana a bordo. Eso sí, Mona ha olisqueado reiteradamente el aire y, como si hubiese identificado algún olor placentero en el ambiente, ha sonreído. Luego me ha mirado fijamente a los ojos y, por un instante, he tenido la impresión de que pretendía decirme que ella está al tanto, qué sabe dónde estamos ahora. Pero posiblemente haya sido fruto de mi preocupación porque todo transcurra con la opacidad prevista.

Es increíble el grado de sofisticación del transbordador espacial después de su última reforma. El martes por la tarde, Dettmar me explicó lo esencial, sin entrar en demasiados detalles técnicos ―ni él ni yo tenemos la suficiente formación como para entenderlos―. Según parece, para llevar a cabo el acoplamiento, Orca ha emergido a la superficie como lo habría hecho un submarino convencional. Eso ha permitido que el buque escuela haya entrado en su interior navegando. Una vez cerrada la escotilla herméticamente, se ha procedido al vaciado del compartimento en el que vamos a realizar el viaje: un microcosmos con modernos sistemas de simulación que nos permitirán viajar por el espacio con la sensación de que seguimos navegando en un mar terrícola.

Ahora esta nave nodriza avanza en medio de un día que ya será siempre luminoso, sin noches, invariable ―salvo cuando atravesemos alguna nube densa de polvo interestelar, supongo―. Sin embargo, una vez se ha puesto el piloto verde y se ha desbloqueado la escotilla de salida a la cubierta, he podido asistir a un falso amanecer en medio de un mar que al principio parecía de oro líquido; pero que luego se ha ido poco a poco azuleando conforme el falso sol se ha ido elevando en el horizonte. Es más, hasta la brisa me ha traído el familiar olor a salitre y alquitrán de los días previos. Tal vez no han previsto que el olfato simiesco de Mona es más fino y han olvidado simular el efecto olfativo de alguna sustancia secundaria. Ella habrá echado en falta ese matiz y por eso andaba esta mañana olisqueando el aire con fruición.

Dettmar me aclaró que la información se me irá suministrando a medida que esta me vaya haciendo falta. Ante mi protesta de que no entendía la razón de tanto secretismo, decidió explicarme con brevedad los problemas que tuvieron en el pasado con los tripulantes de esta nave. Eran todos varones y tendían a enfermar de amores. Incluso algunos se suicidaron quitándose las escafandras cuando estaban realizando alguna misión en el exterior. Empezaron, además, a protestar porque consideraban que el transbordador era ya demasiado anticuado ―por lo visto, en eso no les faltaba razón― y decidieron desertar todos. Eso sí, antes de abandonarlo, tuvieron el detalle de ponerlo en rumbo a la estrella más cercana para no dejar chatarra espacial.

Lo curioso es que Orca acabó regresando a casa y hay científicos que han creído ver en ello un fenómeno imprevisto de aprendizaje de los circuitos electrónicos de la nave. Está claro que, sea cual sea la rama de la Ciencia a la que pertenezcamos, a todos nos encanta plantear hipótesis, a cual más descabellada, con tal de reducirlo todo al campo de lo racional. Lo cierto es que la nave regresó al mar del que había despegado y que la silla del capitán estaba ocupada por un esqueleto humano. El análisis del ADN reveló que los restos óseos pertenecían a un antiguo empleado de la limpieza de Orca: un hombre casi centenario en el momento de su muerte. En cualquier caso, fue una broma de mal gusto colocar sus restos en semejante posición antes de abandonar la nave. El antiguo capitán negó que eso lo hubiese hecho uno de sus subordinados, pero resulta evidente que alguien tuvo que hacerlo.

La última conversación con Dettmar me ha hecho comprender mejor por qué en esta nueva fase han preferido automatizar al máximo la nave nodriza. Y también entiendo mejor ahora el empeño en que las ocupantes de Barco Mundo seamos todas del sexo femenino. La especie humana ha tardado demasiado tiempo en aceptar los inconvenientes que ocasionan los niveles altos de testosterona, sobre todo en los viajes espaciales, donde la convivencia es forzosamente estrecha y endogámica durante largos periodos de tiempo.

Cata me está llamando y parece estar un poco asustada. Mejor salgo ahora a ver qué le pasa y ya continuaré más tarde con el diario.


Lunes, 19 de diciembre de 2016
Ya han empezado a notarse los efectos colaterales de estar encerradas en este sofisticado microcosmos. Es increíble la velocidad con las que nos crece el pelo. Por fortuna, la aceleración del crecimiento solo afecta al cabello y al pelo terminal primario de cejas y pestañas. Dettmar me explicó por encima las razones de este cambio fisiológico, pero la verdad es que no le presté demasiada atención. Me hizo gracia su comentario de que esa era otra de las ventajas de que no hubiese tripulantes varones: en las condiciones actuales, la barba y el bigote les crecerían a ellos a una velocidad todavía mayor, con el consiguiente trabajo extra para mantenerlos a raya. Aunque en la Tierra eso sería una nadería, en un viaje espacial hasta algo así acaba teniendo su importancia.

Desde que tiene que cortarnos el pelo a diario, Lu está menos crispada. Cata y yo lucimos ya el look oficial a lo Mia Farrow. A Mona, sin embargo, no ha sido posible aplicarle ese corte. Además, como es tan peluda, ¡menudo trabajito le está dando a la peluquera...! Lo más desagradable para mí es el momento de enrasarme las pestañas. Al cortarlas crujen como si fuesen patitas de insectos que estuviesen siendo quebradas. Un chisporroteo que me produce mucho repelús. Cata, en cambio, aguanta estoicamente esa parte del pelado. Se nota que es una persona acostumbrada a adaptarse a la circunstancias adversas y, superada la desconfianza del primer día ―Lu le ha demostrado ya que es muy diestra con las tijeras―, la deja trabajar sin emitir ni una sola queja. Un buen fichaje sin duda.

Mona es la que más me preocupa ahora. Cada día está más inquieta y sonríe menos. Eso sí, sigue olisqueando a menudo el aire. Tengo la impresión de que busca algo que echa en falta o, bien, que hay algo nuevo en este microcosmos que le resulta familiar y trata de hacer memoria. En esos momentos, me recuerda la historia del niño argentino que desapareció tras un malón y, pasados los años, un soldado les habló a los padres de un indio de ojos celestes. Ellos lo buscaron y, cuando creyeron reconocerlo, se lo llevaron a casa. El niño era ya un hombre y no entendía la que había sido su lengua materna. Aunque se dejó llevar con mansedumbre, se detuvo ante la puerta como si no supiese para qué servía. Pero luego, de súbito, dio un grito, atravesó corriendo la casa entera y, de un escondrijo en la chimenea, sacó un cuchillo que había ocultado allí de pequeño. Al final, el autor de ese texto se pregunta «si el hijo perdido renació y murió en aquel éxtasis o si alcanzó a reconocer, siquiera como una criatura o un perro, los padres y la casa.». Cuando tras olisquear Mona me mira a los ojos, lo que yo me pregunto es si no sabe algo que yo no sé. Es más, creo que ella está también enterada de la farsa…

¡Qué curioso! Inopinadamente he usado la misma palabra que Chaqueta Blanca para denominar nuestra situación en esta nueva etapa a bordo del buque escuela. «Somos muchos los marineros en este Barco Mundo que nos hemos cansado ya de esta farsa», fueron exactamente sus palabras. Lo extraño es que él lo dijese justo cuando el barco estaba navegando de verdad en los Mares del Sur terrícolas. Habló también de esa ola que lo llevaría de regreso a casa y, poco después, un golpe de mar lo barrió de la cubierta. ¿Era Chaqueta Blanca capaz de adivinar su futuro hasta ese extremo?

Tantas interrogantes me crean inseguridad. Tengo la sensación de estar siendo utilizada, de avanzar a ciegas sin necesidad. En la próxima charla con Dettmar le voy a pedir que sea por favor más explícito, que confíe en mi discreción y me explique en qué consiste de verdad la Operación Casiopea. Me conecto con él una vez a la semana y, entre conexión y conexión, no debo activar el intercomunicador espacial salvo caso de emergencia. La otra tarde, por cierto, estuve a punto de pulsar el botón. Cata me llamó asustada porque había visto pasar corriendo por la cubierta un conejo y, detrás de él, persiguiéndolo, una especie de perro pequeño de orejas puntiagudas y cola muy larga. La tranquilicé diciéndole que serían engaños ópticos por llevar tanto tiempo mirando la estela del barco en el mar. Pero ella siguió insistiendo en que los había visto de verdad y, para tranquilizarla, le propuse que se fuese a descansar un rato mientras yo me quedaba vigilando.

Aunque a nuestra cubierta llegan sonidos de la supuesta tripulación del barco ―Ellos opinan que es mejor que nos creamos acompañadas para evitar que cunda el pánico en caso de ocurrir algún imprevisto―, nunca accede nadie a ella porque se supone que es privada y que se lo tienen prohibido. Está situada en la popa de Barco Mundo y el simulador se encarga de recrear la estela del barco. A Cata le gusta mirar y, todavía más, oír el murmullo del oleaje que genera la nave a su paso. Para protegerse del sol, se acomoda debajo de una de las tordillas que hay en cubierta. Pues bien, me coloqué en la misma posición en la que ella se suele colocar y le pedí que se fuese a su camarote. Por supuesto, en cuanto Cata se marchó, yo me olvidé de su alucinación. Me relajé tanto que se me empezaron a cerrar los ojos y, en estas, entre las dos líneas perfectas que ahora delimitan mis pestañas―¡increíble la mano que tiene Lu―, también yo los vi. Aunque mi escena fue mucho más bucólica: como si se tratase de una sombra chinesca, una pareja de conejos comistreando por la cubierta y, una vez se acabó esta, sobre la superficie del mar. Reconozco que me sobresalté y que estuve a punto de activar el intercomunicador, pero a última hora me contuve.

Está claro que en la nave hay animales y me molesta que me lo hayan ocultado. Con todo, eso es ya algo secundario. Lo que de verdad me preocupa ahora es que los polizones se vuelvan a colar en los sistemas de simulación ―resulta evidente que la otra tarde lo consiguieron― y eso haga que ellas descubran la farsa. Por suerte mañana toca conexión y podré discutir el asunto con Dettmar. Confío en que él me sepa dar una solución para mantenerlos a raya.


Viernes, 23 de diciembre de 2016
Necesito recuperar la serenidad. En la última conexión fui demasiado brusca y eso me puede perjudicar. Cuanto mayor control de mí misma demuestre, mayor confianza inspiraré y más comunicativo se mostrará Detmmar conmigo. Pero yo no sabía aún nada y es comprensible que su reacción de júbilo ante mi enfado me hiciese perder los papeles. Le acababa de decir lo mucho que me había molestado descubrir conejos y perros a bordo sin que nadie me lo hubiese advertido, y lo escuché exclamar: «¡Conejos a bordo, esto se pone interesante!». Fue entonces cuando perdí el control y me comporté de manera bochornosa. Detmmar es un buen amigo y le debo mucho. No fui justa con él. Pero mi falta de compostura ha servido al menos para algo. Creo que esta vez se ha convencido de que, si no quiere que pierda los nervios, debe tenerme mejor informada.

Detmmar me ha aclarado que la presencia de los conejos no estaba prevista. Me contó que, desde hace unos años, en la nebulosa de Orión hay una plaga tremenda de conejos. De conejos terrícolas para más inri. Todo empezó una década atrás: durante un boom de nacimientos de estrellas, no tenían suficientes voladores formados y se vieron obligados a mandar a la Tierra a gente poco preparada. Uno de los voladores novatos presenció en París la caída a la calle de una docena de gazapos: once blancos y uno negro. En lugar de esperar a que se estrellasen contra el pavimento para hacerse con sus almas, el volador novato decidió recoger en el aire al negro. Cuando regresó a Orión con su cargamento, el Niño Gades se colocó el conejito en el regazo y, después de acariciarlo un rato, ya no fue capaz de sacrificarlo. El mal ejemplo cundió y, a ese primer conejo vivo, siguieron otros… Desde entonces hay en la nebulosa algunos planetas infestados de logomorfos.

Por aquella época, uno de los planetas infestados estaba en la ruta de Orca; en uno de los acercamientos de carga y descarga, se colaron algunos conejos en la bodega y se convirtieron en las nuevas ratas de la nave. Cuando descubrieron la invasión, decidieron combatirla introduciendo zorrillos plateados oriundos de Casiopea. Por lo visto, eso fue poco tiempo antes de que tuviese lugar el motín a bordo y la tripulación abandonara la nave a su suerte. De ahí que, cuando de forma todavía no explicada Orca regresó a casa, además de los restos óseos del barrendero en el asiento del piloto, encontrasen en su interior multitud de huesos y pelos de los conejos que se habían ido zampado los zorros. Por supuesto, durante la remodelación del transbordador, se ha hecho una descuniculización a fondo de todos los compartimentos. Solo le perdonaron la vida a un zorro plateado que decidieron convertir en mascota de la nave. Para que se alimente durante el viaje, le han montado en la bodega un comedero automático de pienso granulado. No hay duda, pues, de que la silueta que Cata confundió con la de un perro de cola larga y orejas puntiagudas era, en realidad, la del zorro.

Me habría gustado preguntarle por qué le parecía interesante que de nuevo hubiese conejos y, sobre todo, que me dijese cómo evitar que los animales entrasen otra vez en el compartimento de los simuladores. Pero Detmmar me cambió de tema porque le urgía que hablásemos del cuidado que Cata va a tener que darle a partir de ahora a los embriones. De hecho, esta misma mañana se ha desbloqueado la escotilla de acceso al compartimento de las incubadoras y, mientras hago estas anotaciones, Cata está ya con ellos. Espero que la experiencia no le esté siendo demasiado desagradable. Cuando le aclaré que, por ahora, no tendrá que tocarlos ni ocuparse de su alimentación, noté que se sentía defraudada. Hasta que estén más desarrollados, lo único que tiene que hacer Cata es conectarse a los embriones a través de una serie de electrodos y receptores de sonidos. Mientras estén conectados, se espera que tanto Cata como ellos tengan sensaciones parecidas a las que tendrían de estar alojados en su vientre. Tendrán tres sesiones de convivencia al día. Al menos esta primera vez me habría gustado acompañarla, pero Detmmar fue tajante: Cata debe quedarse a solas con los embriones durante las conexiones.

Ya que estábamos hablando del tema, aproveché para enterarme de algo que me tenía intrigada. Deseaba saber por qué razón llevamos embriones masculinos a bordo. Detmmar intentó eludir el tema con el anuncio de que en breve se desbloqueará la caja fuerte de mi camarote. En su interior hallaré un dossier completo de todos los objetivos de la operación Casiopea. Ante mi protesta de que seguía dándome la información con cuentagotas, me adelantó que llevamos embriones para tratar de que se produzcan embarazos y partos naturales en nuestro destino. La verdad es que no pude evitar soltar una carcajada. Que nosotras podamos parir cuando ellos sean adultos me parece una idea absurda. Me habló de que estamos viajando a tanta velocidad que el tiempo se dilata para nosotras, mientras que en la cámara de los embriones está previsto que se acorte ―espero que eso no le afecte negativamente a Cata.

Que me estaba hablando de la teoría de la relatividad lo capté, pero la verdad es que no lo entendí del todo. Eso sí, me hizo recordar una historia preciosa que me contó no hace mucho un poeta gaditano. Siendo ya muy anciano, un jardinero removió la tierra de su jardín con un cucurucho de cartón y sembró en ella un lustro de su propia vida. Poco después, brotó del suelo una niña cubierta de arena y que tenía por ojos dos uvas rojas bien maduras. El jardinero le enseñó a beber el rocío de las hojas y a volar cometas. Pero la muy ladina se quejó de que ella sola no podía y, cuando él le ayudó a tirar de una cuerda cuyo fin ni se veía ―la cometa era tan grande que volaba por encima de las nubes―, le susurró al oído: «Tú eres viejo y yo muy nueva, y este cordel un distraído». El jardinero no se lo pensó dos veces y le entregó de golpe nueve años más de su vida. Y así, de travesura en travesura, fue ella ganando edad y él volviéndose más joven hasta que sus edades se emparejaron y «volvió la mar equivocada al salón que antes fue suyo». Y sus cuerpos se trenzaron entonces en tal abrazo que hasta el cordel distraído se sintió celoso.

Mi inglés no debe ser todo lo bueno que yo suponía, pues tuve la impresión de que Detmmar no había entendido el final de la historia. Una suerte, por cierto, ya que eso dio pie a que, después de unos segundos de reflexión, me dijese que él pretendía hacer algo parecido. No entendí a qué se refería y le rogué que fuese más explícito. Me hizo prometerle que sería discreta y luego me hizo una confesión sorprendente. ¡Qué sagaz ha sido Detmmar! Como no le han permitido formar parte de la expedición, se las ha ingeniado para que al menos sus genes viajen a Casiopea. Hay que reconocer que la testosterona sublimada es capaz de gestas muy poéticas.

Lo que de momento me trae más de cabeza es el comportamiento tan extraño que tiene últimamente Mona. Es cierto que ya ha dejado de olisquear el aire y que vuelve a tener el carácter apacible de los primeros días. Pero ahora me cuesta la misma vida conseguir que salga a cubierta para que Lu la pele ―¡ya necesitamos dos pelados diarios!―. Con la pasión que tenía al principio por solearse, a Mona le ha dado ahora por pasar la mayor parte del tiempo encerrada en su camarote. Un cambio de conducta inexplicable y, lo que es aún peor, sospechosísimo...

Cata ha debido de acabar ya la sesión con los embriones. Está hablando con Lu y no parece estar tan descontenta como yo esperaba. Voy a preguntarle qué le ha parecido la experiencia.

Domingo 25 de diciembre de 2016
¡Venticinco de diciembre...! Navegar por este sempiterno mar en calma nos ha hecho perder la noción del tiempo. Anoche fue Nochebuena y no nos dimos cuenta. Claro que, después del descubrimiento que había hecho Lu por la mañana, no me extraña que se nos pasara la fecha.

Ayer, tras el desayuno, Lu fue en busca de las tijeras para hacernos el primer pelado del día. No las encontró por ningún lado y nos preguntó a Cata y a mi si las habíamos cogido. Ante nuestra negativa, pensó que igual Mona había hecho alguna de las suyas ―Mona sigue con su actitud arisca y, desde hace unos días, le ha dado por llevarse cosas al camarote, sobre todo comida―. Según nos contó luego, cuando estaba a puntos de llamar en la puerta del camarote de Mona, ella salió de este con las tijeras en la mano. Su reacción al ver a Lu fue apresurarse y cerrar la puerta muy deprisa. Lu mantiene que Mona no quería que ella viese el interior del camarote. Algo que solo consiguió en parte: antes de que cerrara la puerta, Lu pudo ver que en el suelo había muchos pelos cortados y, lo más sorprendente, una pata peluda que se movía. Aunque Cata y yo intentamos convencerla de que igual había sido una confusión, Lu siguió jurando y perjurando que Mona tiene compañía. La verdad es que ya no sé ni qué pensar.

No me atreví a registrar el camarote de Mona por la fuerza y sé, por supuesto, que ella no me lo va a permitir por la buenas. El resto del día me lo pasé vigilando de cerca todos sus movimientos. Acabé agotada y encima fue en balde. Mona es muy esquiva y por las malas es casi imposible ganarle una batalla. Para colmo, cuando anoche me metí por fin en la cama y apagué la luz, vi unas líneas luminosas muy tenue en el testero opuesto al falso ojo de buey que hay en cada camarote ―lo que se ve desde ellos son también simulaciones―. Era un resplandor casi imperceptible; de ahí que no lo hubiese notado hasta ahora. Pese al cansancio, la curiosidad me pudo y volví a encender la luz. Deduje que la leve luminiscencia se correspondía con una especie de panel que hay encajado a presión en el resto del fuselaje. Me hice de un destornillador y, tras un buen rato de forcejeo, logré desencajar ligeramente una esquina del rectángulo. El camarote se iluminó de súbito con un resplandor tan intenso que me tuve que proteger los ojos con las manos.

Aunque en el momento no le presté atención, al inicio del viaje Dettmar me comentó que, cuando se viaja a tanta velocidad como lo hace este transbordador, el campo de visión se curva a nuestro alrededor de tal manera que se tiene la impresión de avanzar por un túnel hacia un destello de luz blanca cegadora y pura ―sin rastro de estrellas―, y dejando tras de sí la oscuridad más absoluta. Según parece, el verdadero ojo de buey del camarote se halla tras ese panel y la experiencia de anoche me hizo congratularme de que los hayan cegado: los simuladores nos permitan viajar en unas condiciones luminosas mucho más agradables.

En cuanto me recuperé del sobresalto, aquel resplandor me recordó lo que había leído sobre el cuadro rendija que tenía Chaqueta Blanca en su camarote. Por él se podía entrar en el corazón de la luz, tal como yo acababa de hacer. Y por primera vez, fui consciente de que este camarote es el mismo que ocupaba Chaqueta Blanca y, lo que es todavía más esclarecedor, que tanto él como el resto de la tripulación viajaron en las entrañas de Orca.

¡Menudo día y menuda nochecita! Con razón no caí en la cuenta de que era Nochebuena.

Miércoles, 28 de diciembre de 2016
Esta vez Detmmar no me ha engañado: ayer tarde se desbloqueó el cerrojo de la caja fuerte de mi camarote y por fin he tenido acceso a un dossier completo de la Operación Cassiopea.

Me he pasado toda la noche leyendo la documentación. No he pegado ojo, pero el esfuerzo ha merecido la pena: lo que he leído es apasionante. Necesito digerir mejor la información y reflexionar sobre algunas dudas antes de tener una idea clara de la dimensión de nuestra empresa. Aunque hay aspectos sobre los que ni siquiera Ellos parecen estar seguros. Que exista cierto grado de incertidumbre no me preocupa: es lo normal en el mundo científico y estoy acostumbrada a moverme por el terreno pantanoso del conocimiento. Pero en la Operación Casiopea no todo responde a la lógica convencional y eso sí me hace sentirme insegura.

Según figura en el dossier, hay pruebas de que en la constelación de Casiopea existe un planeta donde es posible una vida análoga a la de la Tierra. Se sospecha que ese planeta es el legendario Tlön, donde los objetos se duplican cuando se los busca, y donde las cosas se vuelven amorfas e indistinguibles las unas de las otras cuando todo el mundo las olvida. Aun más, los nacidos en ese planeta son capaces de provocar la materialización de los objetos por simple sugestión o bien fruto de la esperanza.

Aunque también se sabe que conocer la naturaleza de lo que se busca hace que el proceso multiplicador se inhiba y el buscador no encuentre lo que busca. De ahí la necesidad de que Cata, Mona y Lu no sepan que viajan encerradas en un sofisticado microcosmo en el vientre de Orca; ni que cuando lleguemos sepan que Barco Mundo estará ya navegando en un mar de Tlön. Se desea demostrar que, gracias a esa ignorancia, podrán encontrar allí cualquier cosa que echen en falta.

Desear algo y tener la certeza de que no podré tenerlo es el precio que yo habré de pagar por saber. Hacía falta un testigo, alguien que fuese tomando nota de todas las observaciones relevantes con el rigor requerido en este tipo de experiencias. Dettmar los convenció de que yo podría desempeñar ese papel. Me apasiona el experimento y me honra que hayan contado conmigo. Tengo asumido que habré de renunciar a muchas cosas, aunque no pierdo la esperanza de poder hacer realidad mis deseos gracias a ellas: ese será mi experimento personal, mi aportación a esta empresa. Me consta que Cata es una oyente atenta y generosa, y confío en que ella sea mi principal aliada. En las noches estrelladas de Tlön ―¡qué ganas tengo ya de saber cómo es su cielo!―, le hablaré de mis anhelos y, con un poco de suerte, conseguiré que los sienta también suyos.

Formamos parte de un experimento muy ambicioso: llevamos a bordo dos embriones masculinos y a una futura eva. Aunque suene a frivolidad, uno de los motivos por los que eligieron a Lu fue por llamarse Lucía. En 1974, se encontraron en Etiopía los restos óseos de una hembra bípeda de una de las especies de homínidos más antigua que se conocen. El esqueleto estaba bastante completo y consideraron conveniente que tuviese una denominación propia. En el momento en que los antropólogos andaban barajando distintos nombres, en la radio del campamento empezó a sonar la canción de los Beatles «Lucy in the sky with diamonds» y no dudaron en bautizar a la homínida con el nombre de Lucy. Detmmar opina que, cuando Ellos planearon que se produjesen nacimientos humanos en Tlön, por asociación de ideas decidieron que uno de los requisitos de la futura madre debería ser el llamarse también Lucy. Aunque yo estoy convencida de que la elección del nombre no es ninguna frivolidad ni un hecho azaroso, sino un ejemplo más de esas casualidades necesarias que, concatenadas, acaban siendo mucho más decisivas en la vida de lo que nuestra ególatra especie está dispuesta a admitir.

Que se produzcan nacimientos de niños en el planeta de Casiopea es la parte más crucial e interesante del experimento. Se confía en que, una vez regresen a la Tierra, los hombres nacidos en Tlön conserven la capacidad de duplicar las cosas perdidas y de generar nuevos objetos por sugestión o fruto de su esperanza. Supuesto que se fundamenta en lo que parece haberles ocurrido a los hombres comedores de arena. Originarios de Tlön, en cuanto llegaron a nuestro planeta, se dedicaron de nuevo a rumiar arena. Pero puede que, mientras lo hacían, se entretuviesen recordando los tiempos en los que, todavía niños, se zambullían en el agua de los mares de su planeta. La fauna del cenote que yo analicé podría ser la materialización de esos recuerdos. De hecho, desde que el atolón central se quedó desierto, el agua del cenote y las especies foráneas que lo habitaban se convirtieron en un fluido blancuzco e impreciso. Aun más, hay quien mantiene que era el deseo de volver a casa lo que hacía que, cada cierto tiempo, en el horizonte terrícola de los hombres comedores de arena apareciese un transbordador pisciforme, similar a Orca, capaz de llevarlos de regreso a su planeta.

No es esa, sin embargo, la única teoría sobre el origen de las especies de Tlön que se encontraron en el cenote y que yo analicé en mi laboratorio. Algunos opinan que fue Chaqueta Blanca quien, cuando se hallaba surcando los mares terrícolas, miró a través de su catalejo y, por mera sugestión, provocó la presencia de los hombres comedores de arena en la Tierra. De niño fue grumete en uno de los cargueros que acudían a recoger arena en las playas del Archipiélago de Jonás ―el auténtico archipiélago se encuentra en el corazón de Casiopea―. El barco naufragó y él despertó varado en la playa de uno de los islotes. En medio de aquellos seres antropomorfos circunspectos, y que no hacían otra cosa que comer arena, la vida de Chaqueta Blanca fue muy aburrida hasta que descubrió el cenote. Luego, en cambio, se pasaba el día buceando y casi se convirtió en uno más de sus habitantes acuáticos. Tanto es así que, cuando llegó el siguiente carguero, el grumete se había acostumbrado a aquella vida paradisíaca y se lo tuvieron que llevar a la fuerza. La época de buceador en el cenote fue la más feliz de su vida. Tal vez por eso, al hallarse Barco Mundo perdido en los mares terrícola, Chaqueta Blanca deseó naufragar de nuevo para regresar al atolón y su deseo se materializó con la aparición de una copia terrícola del archipiélago y de un golpe de mar que lo barrió de la cubierta. De la existencia de los islotes no hay duda, puesto que otros marineros los vieron a través del catalejo. Pero quizás, estando ya en el agua, a Chaqueta Blanca le faltó convicción y por eso esta vez se ahogó.

La lectura del dossier me ha hecho acordarme también de unos seres desdibujados de los que me habló, meses atrás, una poetisa barcelonesa. Los había visto en sueños y eran unas criaturas humanoides de rostros difuminados. «Como si alguien les hubiese frotado la piel con una goma de borrar hasta desdibujar sus facciones», fueron sus palabras exactas. En sus pesadillas los veía entrar y salir de un fortin muy alto desde el que se podía divisar un mar enfadado. Enfado que mostraba por medio de una ola gigantesca que parecía estar a punto de hacer naufragar a un gran buque. La poetisa mantenía, además, que se había encontrado con unos de estos seres estando despierta. Cuando lo vio por primera vez tenía aún el rostro bien dibujado y su metamorfosis, hasta quedar convertido en una masa informe sin facciones, tuvo lugar en su presencia.

No hago más que preguntarme si esos seres desdibujados no serán los hijos de la desesperanza o del olvido de algún otro habitante de Tlön que se encuentre actualmente en nuestro planeta. Incluso me he llegado también a plantear que Ellos sean aborígenes del planeta plateado de Casiopea, y Detmmar y nosotras sus cobayas... ¡Uff!, me da miedo que tanto darle vueltas en la cabeza a estas ideas me haga perder el juicio. Necesitaría compartir mis sospechas con alguien. No sería justo, sin embargo, descargar ahora mis miedos en ellas. Mejor aguardo hasta la siguiente conexión y lo hablo con Detmmar.

Domingo, 1 de nero de 2016
Aunque cada vez me fascinan más las distintas hipótesis que se pretenden probar llevando a cabo la Operación Casiopea, no puedo evitar el sentirme abrumada, incluso asustada, por la responsabilidad que he asumido. Llevo unos días en los que sueño con un ser desdibujado al que trato de dotar de facciones. Es como si pretendiese emular al hombre del Sur. Él arribó en canoa al lugar donde estaban las ruinas de un antiguo templo que el fuego había destruido años atrás. Su propósito era muy ambicioso, casi imposible: soñar un hombre. Pretendía, además, soñarlo con tal exactitud que acabase imponiéndose a la realidad. En las primeras noches comprobó que modelar la materia irracional y voluble de los sueños era una tarea mucho más difícil que «tejer una cuerda de arena» o que «amonedar el viento sin cara», y estuvo en un tris de rendirse. Pero era un hombre con tesón y paciencia y una noche, cuando ya no se lo esperaba, soñó con un corazón que latía. A partir de ese momento, noche tras noche, en una labor que le llevó un lustro entero, fue soñando el resto de los órganos vitales hasta soñar el hombre completo. Un hombre hasta tal punto igual a cualquier otro de su especie que una noche, mientras el otro lo soñaba, se despertó. El hombre del Sur contempló su obra y se sintió orgulloso: ¡parecía de carne y hueso! Lo único que ensombrecía su contento era el miedo a que el hombre soñado descubriese la verdad, y que saberse un simple simulacro le hiciese sentirse humillado. No fue, sin embargo, el hijo soñado sino el padre soñador quien, justo antes de morir, con una mezcla de alivio, humillación y terror, descubriría que también él estaba siendo soñado.

Sueños dentro de los sueños. Mujeres a bordo de un barco que navega en las entrañas de otro barco, en un mar simulado. Un zorro del planeta plateado de Casiopea que, cansado de comer comida artificial, busca conejos donde no los hay y los encuentra porque es su deseo quien los engendra ―«¡Conejos a bordo, esto se pone interesante!», fue la exclamación de Detmmar―. Una simia de Tlön que, tras ser domesticada en la Tierra, echa en falta a su compañero y que solo deja de olisquear su rastro cuando consigue tener un doble de Peter en su propio camarote. Réplicas terrícolas de los comedores de arena creadas por la añoranza de un marinero mientras navega en los mares de nuestro planeta. Simulacros anidados en previos simulacros. Universos que se materializan por mera sugestión y se desdibujan cuando se los olvida. Un planeta de demiurgos que tejen mundos cuando los sueñan y los destejen en cuanto su memoria los relega… ¿Acabaremos descubriendo que también nosotras somos meras apariencias?

Anoche nos despedimos del año desde la cubierta de Barco Mundo. Lu y Mona se quedaron pronto dormidas en dos de las hamacas y Cata las tapó con sendas mantas: el contacto con Caín y Abel ―Cata ha bautizado así a los mellizos de Detmmar, espero que no sea una premonición― ha despertado su instinto maternal y ahora nos cuida también a nosotras. Además, a Lu le está sentando el viaje de maravilla y cada día está más joven. Si no supiera su edad, con ese pelado a lo garçon pensaría que es una adolescente. No me extraña que Cata se sienta inclinada a cuidarla como si fuese su propia hija.

Yo me acodé en la barandilla al lado de Cata y me dispuse a dar la bienvenida al Año Nuevo mirando a las estrellas. Pero ayer el cielo me resultaba extraño y, como no lograba localizar ninguna de las constelaciones habituales, me dediqué a pensar en el transbordador Orca navegando a gran velocidad hacia el planeta plateado. Hacerlo me produjo un profundo vértigo. Un vértigo parejo al que habría sentido de hallarme en el borde de la grieta abismal que vislumbró China Mieville en medio del océano terrícola. Esa cicatriz en la que, en vez de agua salada, hay una masa amorfa donde se ocultan las cosas que ni han sido ni son, pero que podrían ser. Una materia primigenia recorrida por canales que conectan todos los mundos posibles. Incluso me pregunté si no estaríamos viajando, de la Tierra a Casiopea, a través de uno de esos agujeros de gusano en cuyo interior las distancias se acortan y el tiempo se dilata.

Sobre nuestras cabezas seguía estando aquel cielo nocturno desconocido. Pero yo había dejado ya de escudriñarlo y me encontraba ensimismada en mi vértigo planetario, cuando una exclamación de Cata me hizo mirar de nuevo hacia arriba. Y de súbito, como si hubiesen aparecido por arte de magia ―yo había examinado esa zona del cielo antes y no estaban allí―, vi al Cazador Celeste y a Casiopea. Sus estrellas brillaban de manera inusual, como si estuviesen más próximas que ese otro conjunto de lucecitas, más tenues y dispuestas de manera tan extraña, que tenían como telón de fondo. Recordé entonces las turbulencias sentidas la noche previa y de repente lo vi claro: ¡Barco Mundo ya no estaba en las entrañas del transbordador espacial Orca!

Es la explicación más lógica: desde ayer navegamos en uno de los mares del planeta plateado y posiblemente fue Cata quien, por sugestión, hizo aparecer anoche patrones estelares propios de la Tierra en el cielo de Tlön. Quizás nunca llegue a saber si estoy en lo cierto o no ―he perdido el contacto con Detmmar―, pero es algo que no me preocupe ahora. Me gusta el lugar de dónde venimos y sé que me gustará el lugar hacia el que nos encaminamos. Entre tanto llegamos a nuestro destino, aprovecharé las noches estrelladas del planeta de Chaqueta Blanca ―doy por hecho de que estamos ya en él― para contemplar el cielo en compañía de Cata. Voy a surcar este mar de Tlön con el convencimiento de que, una vez lleguemos a nuestro archipiélago, tendremos la oportunidad de disfrutar de esa otra vida que podría haber sido y no fue, pero que por fin ahora será…


PD: Tras casi una década sin tener noticias de él, el transbordador espacial Orca regresó a los Mares del Sur terrícolas. En su interior se hallaba Barco Mundo sin nadie a bordo. Esta versión informatizada del diario de la Operación Casiopea fue hallada por un empleado de la NASA en el ordenador del camarote principal del buque escuela. El paradero de sus tripulantes sigue siendo un misterio.
Última edición por jilguero el 22 Nov 2018 08:03, editado 46 veces en total.


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Tolomew Dewhust
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

¡Por fin zarpamos, :074:!

Buena ocasión para volver a leer Barco Mundo, :101:.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por lucia »

Espero que sea al menos un velero, ¿eh?
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

lucia escribió:Espero que sea al menos un velero, ¿eh?
Ya sabes que un diario es algo muy personal. Me refiero que en él recoge su autor solo las cosas que son relevantes para él. Así, pues, si al final ves que hay detalles importantes que se omiten, siempre tienes la opción de hacer tu propio diario. :D
Cata, te comunico que vamos a ciegas, pero te prometo que naufragar, lo que se dice naufragar, no nos va a pasar. De hecho, ya parece que sabemos cuál es nuestro destino inmediato. Tranqui, pues. :mrgreen:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Como en esta operación el espacio tiempo tendrá que ser alterado en algún momento, yo he empezado ya por escribir en el diario de a bordo lo que ocurrirá mañana. Pero es que de aquí al fin de semana voy a estar un tanto desubicada e igual no puedo hacerlo. :60:

Por cierto, les comunico a Cata, Mona y Lu, que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Eso es lo que dicen los profesionales y yo no voy a ser menos. :mrgreen:

:hola:
Como ya he puesto en el índice la ubicación del diario, aunque le añada cosas seguiré dejándolo en el mismo sitio, la página 22 que es la de los dos patitos. :wink:
¡Uy!, ¿habrá patos en el archipiélago o será más bien en Casiopea? :chupete:

PD: por cierto, Cata, espero que siguieras mi consejo y que en tu cuaderno estés llevando un diario paralelo. Ya sabes que los jefes creen estar la tanto de todo :honores: pero en realidad no se enteran ni de la mitad de lo que ocurre a su alrededor. :faga1:
Además, cuatro ojos ven más que dos. Y quien dice cuatro, dice ocho... :cunao:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Santa Catalina, lee lo tapadito :wink:
Mira la foto de la cajita de música (página 13).
Hoy Jilguerito se ha levantado travieso y se ha dedicado a mirar a través de la cerradura. :meparto:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por Estrella de mar »

:hipnotizado:
¡Qué sorpresón, pajarini de mi alma! :128: ¡Nos vamos a Casiopea en Barco Mundo! :08: Creo que te resultará fácil imaginar de qué estoy muriendo ahora mismo. :lol: :60:

El comienzo me ha puesto tós los pelos de punta. ¡Qué bonito!

Me intriga un montón quiénes son Ellos. :mrgreen:

Chaqueta Blanca me ha soplado que está encantado de estar conectado con el atolón. Está un poco intrigado con el individuo que come arena, pero no me extrañaría nada que al final se convirtiera él mismo en un Jonás. :boese040:

Mucho ánimo para Catita. Esperemos que los dos embriones no le den mucho trabajito. :lol:

Me descargo el pdf de Kafka, que aún no lo he leído. :wink:

Espero que hayamos llevado un buen surtido de chuletones para darle a la tigresa Lu y se pueda calmar ante tanta inactividad. :cunao:

¡Qué interesante se pone todo! :128:
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por Berlín »

Yo solo vengo a decirle a Estrellica que me ocuparé de hacer su dibujo para su cuento Violeta, si a ella le parece bien.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por Estrella de mar »

Justo vengo de responderte en el hilo, Berlinota. :lol:
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Berlín escribió:Yo solo vengo a decirle a Estrellica que me ocuparé de hacer su dibujo para su cuento Violeta, si a ella le parece bien.
Una lástima, Ber, que ya estemos en altamar. Con tu flequillo habrías podido ser la quinta tripulante. :roll: Pero, claro, teniendo pendiente ese arreglito de mano tampoco era cuestión de meterte en semejante lío. :wink:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »



¿Sabes, Santa Catalina? De haberse puesto en marcha la operación hace unos años, igual hubiera invitado a mi abuela a la expedición.Hubiera estado bien... Nos habría amenizado el viaje con sus sentencias basadas en dichos populares. :cunao: Bueno, la verdad es que algunas de sus expresiones solo se la he escuchado a ella. Por ejemplo, aunque ella no tocaba ningún instrumento ni jamás le oí hablar de música, si quería decir que algo era "fastidiosamente" complicado, exclamaba: "¡Esto tiene tres bemoles!". A nadie más se lo he escuchado. Alguna vez lo uso, porque me gusta mucho, pero sin abusar que si no me toma por repelente. :361:

Cuando me escuchaba hablar de un mundo utópico en el que todo el mundo pudiera ser igual, ella solo me replicaba diciendo: "Cinco dedos tiene mi mano y ninguno es igual que el otro". Y para indicar que dos personas se llevaban muy bien o que eran cómplice en cierto tema, recurría a "Fulanito y penganito están a partir un piñón". Pero su frase estrella con los nietos (representábamos para ella lo novedoso, la ruptura de la tradición) era esa de "Yo ya no tengo edad de aprender sino de olvidar". Pero, tú ya bien sabes, Cata, eso era una pose, pues estaba dispuesta a aprender como la que más. Fíjate, de estar viva, no me extrañaría que hubiese terminado siendo una asidua internauta. :user: Eso sí, el ordenador lo habría guardado cada noche en su fundita y esta la habría metido, a su vez, dentro de una cajita que, pro supuesto, habría guardado bajo llave en su taca. :meparto:

Me da penita pensar la de cosas que se han ido al garete con la desaparición de todos ellos...

Pero en relaidad, yo venía a decirte otra cosa. Que ando :luf: :loco: :luf: y por eso toca poner un mínimo de orden en la información recibida. Reflexionar antes de anotar nada en el diario. :roll: :mrgreen:
Barco Mundo navega a la perfección él solito pero, cuando desembarquemos, tampoco quiero que sea todo una pura improvisación. :dragon:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por Berlín »

Estrella de mar escribió:Justo vengo de responderte en el hilo, Berlinota. :lol:
Santa Catalina, perdona que me cuele de nuevo, pero es que le traigo un barquito a Estrella. Un barquito y algo más, pero tendrá que venir a verlo. :oops: Hay varios homenajes en ese dibujo mio para ti, caletita. No te asustes, que está sin terminar.

https://www.abretelibro.com/foro/viewtop ... start=2415
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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Berlín escribió:
Estrella de mar escribió:Justo vengo de responderte en el hilo, Berlinota. :lol:
Santa Catalina, perdona que me cuele de nuevo, pero es que le traigo un barquito a Estrella. Un barquito y algo más, pero tendrá que venir a verlo. :oops: Hay varios homenajes en ese dibujo mio para ti, caletita. No te asustes, que está sin terminar.

https://www.abretelibro.com/foro/viewtop ... start=2415
Ber, no te disculpes con Cata que ella te conoce de sobra. Tiene, además, un conocimiento nuestro muy evangélico. ¿Te acuerdas de aquelllo de "por sus obras los conoceréis? Pues eso mismito hace ella: lee nuestras obras y así nos conoce. :mrgreen:

PD: ¡Cata, ya estamos en el Hemisferio Sur! :alegria: Ya mismito estamos en órbita :batman:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Resulta, Santa Catalina, que haciéndole una reflexión a Caleto me acabo de dar cuenta de que ahora soy más petirrojo que otra cosa.
Me da que el jilguerito voló a tierras cordobesas para estar cerquita de la niña de los ojos garzos,
Sí, de esa que, con las manos cruzadas bajo la barbilla, mira por la ventana mientras aguarda... :roll:
Mañana mismo me pongo un avatar adecuado a las nuevas circunstancias... :clown:


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Re: El bujío de Santa Catalina (bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

:hola: ¡Buenos días, Cata! Solo para decirte que el bueno de Detmmar Gansler (siempre me cayó simpático) se nos ha colado en la misión. Pero no a bordo :no: , no, que ya sabes que no puede haber más varones que los embriocitos que ya mismito tendrás que cuidar. :wink:


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