Elrik del viento gélido (Fantasía)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

Moderadores: Megan, kassiopea

Responder
Avatar de Usuario
escritor.novato
Lector voraz
Mensajes: 114
Registrado: 03 Ago 2011 16:35

Elrik del viento gélido (Fantasía)

Mensaje por escritor.novato »

Buenas a todos, hacía mucho que no publicaba por aquí :mrgreen:
Hoy traigo un texto que escribí hace como 5 años ya (mae mia). Está vez lo he retocado y, haciendo caso a las recomendaciones que me hicisteis en su momento, sé como voy a continuar la historia. Así que publicaré las dos partes del prólogo antiguas retocadas e iré subiendo capítulos más adelante cuando pueda.
Espero que lo disfrutéis :)

PRÓLOGO
Poco a poco fui abriendo los ojos. No recordaba nada en absoluto, sólo tenía una sensación en la mente, la misma que había sentido antes de desmayarme y la misma que sentía en aquel instante: Frío, un frío húmedo y desgarrador.

Comencé a levantarme. Mis rodillas temblaban y la nieve blanda solo hacía más difícil la tarea de intentar mantener mi precario equilibrio.
Conseguí ponerme en pie y miré a mi alrededor. Era de noche, me encontraba frente a un pequeño lago cubierto por una fina capa de hielo, que aparentaba resquebrajarse lentamente con el peso de mi mirada. Alcé la vista hacia la luna, completamente llena y demasiado cerca de los árboles de aquel bosque. Parecía rozar con sus mejillas gélidas las copas más altas, contándoles cómo había recorrido todo el mundo, cómo había visto reflejada su fría hermosura en las cálidas y mansas aguas del mar y cómo, con su caricia helada y acogedora, había conseguido dormir a los bebés más llorones de los pueblos lejanos.

El viento comenzó a soplar. Al principio una ligera brisa que acariciaba mis brazos desnudos, después un viento algo más fuerte que agitaba mi ropa y me removía el pelo. Pero poco a poco fue empeorando, y con rapidez se tornó fuerte y violento. Las ramas a mi alrededor crujían y se levantaban del suelo, las copas de los arboles más débiles se retorcían y agitaban con fuerza. Al final, a brisa se había convertido en un vendaval que tiraba de mí con violencia y me quemaba la piel. Traté en vano de aferrarme a la nieve, luchando contra las potentes acometidas de un enemigo invisible.
Segundos después, me vi a mi mismo en medio del claro, con los dedos entumecidos y la espalda congelada, encima del hielo intentando luchar contra el viento. Sin previo aviso el vendaval se detuvo, y escuché una voz, un silbido entre las hojas, un susurro al lado de mi oído:

—No te muevas o el hielo se romperá— una voz fuerte e imponente habló.

Me quedé un rato quieto mirando de un lado a otro. No veía a nadie.

— ¿Quién eres?— pregunté, con voz ronca.

—Querrás decir quiénes somos. Somos varios y a la vez uno solo- esta vez era una voz melodiosa, cargada de misterio.

—De acuerdo ¿Quiénes sois?

En ese momento me fijé en algo en lo que no había reparado hasta entonces. Alrededor mía se arremolinaban volutas de humo de color azulado, formando figuras danzantes y cambiantes enzarzadas en un eterno baile. Se alejaban y acercaban, se retorcían y estiraban sin desaparecer nunca del todo.

— Somos el viento, el viento del Norte para ser exactos ¿Ya te has olvidado de nosotros?

Tras oír esas palabras mi mente chasqueó. Lo recordaba todo.

—¿Qué queréis de mí?— dije aún conmocionado.

—Necesitamos tu ayuda Elrik, necesitamos que vuelvas.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

—Hace tiempo que estoy retirado. De hecho, nunca estuve realmente "dentro".

—Desde el momento en el que te elegimos has estado dentro- una voz grave y áspera tomó la palabra esta vez.

Las volutas de humo se agitaron con violencia y se acercaron más a mí.

De repente, un gélido susurro tras de mí.

—Elrik, hijo, tienes que ayudarme.

Esa voz me resultaba demasiado familiar, me di la vuelta lentamente.
Vi a mi padre. El dolor comenzó a brotar en mi cerebro, cual parásito, intentando infectar todo mi cuerpo. Lo miré de arriba abajo, incrédulo. Sus pupilas reflejaban la ternura con la que sólo él podía mirarme. Llevaba la misma chaqueta de cuero negro y los mismos pantalones vaqueros desgastados...
Entonces me fijé mejor en su cuerpo. Una especie de halo azulado delineaba su figura, brillando con timidez.
Acallé a duras penas ese virus de sufrimiento que me había tomado como huésped y martilleaba mi cabeza.

—No eres mi padre— dije con la mayor firmeza que fui capaz.

Segundos después la figura que se hallaba ante mí borró toda expresión de su rostro y comenzó a deshacerse en volutas de humo azules, sin dejar de mirarme.
La rabia golpeó mi pecho, me pitaban los oídos y comenzaba a sentirme mareado.

—¿Qué coño estáis haciendo? No vais a conseguir manipularme.

—Nuestros hermanos están desapareciendo Elrik, la magia se desvanece. Algo oscuro y muy poderoso se está gestando en las entrañas de la ciudad, tienes que averiguar qué es.

Aquel aire extraño se acercó a mi brazo. Tan pronto como rozó mi piel el frío me invadió desde el hombro hasta los dedos, congelando los huesos y helando mis venas. Apreté los dientes e intenté alejarme a rastras, pero el hielo comenzó a resquebrajarse.

—Lo lleváis claro si pretendéis asustarme usando el frío— escupí en tono desafiante.

Los vientos volvieron a acercarse a mí. De súbito un escalofrío recorrió mi brazo derecho. Y sonó otra voz, una voz tan dulce como la miel, salvaje como el bosque, fuerte y decidida.

—La luna está preciosa hoy, ¿Verdad Riky?

Sólo una persona me llamaba así. Aquello no podía estar pasando, giré lentamente la cabeza.
Y allí la vi, mirándome con su expresión risueña, con la dulce inocencia de un niño.

—Elena...— susurré.

Levanté la mano con cuidado, tratando de acariciar su mejilla. Pero cuando mi mano se acercó a su rostro la imagen se deshizo en humo, dando paso a un nuevo retrato.
Volvía a ser Elena, tirada en el suelo. Un grotesco tajo cortaba su vientre, haciendo que la sangre brotara de su estómago tiñendo el hielo de rojo. Me miraba aterrorizada.

—¿Por qué lo has hecho? — fue un gemido apenas audible, que retumbó en mis pensamientos amplificado mil veces.

De nada servía intentar decirme que aquello no era real. Bajé la cabeza, completamente destrozado. Las lágrimas rodaban por mis mejillas.

—Matadme de una vez— dije con la voz quebrada.

El mundo daba vueltas al compás de las punzadas en mi cabeza y el pitido en mis oídos.
El viento volvió a tocarme. Noté como el frío invadía mi cuerpo, pero ya nada importaba, solo podía pensar en Elena.

En ese momento empecé a escuchar todo tipo de voces dentro de mi mente:
"Me has decepcionado, hijo" ..." No vuelvas a hablarme nunca más "..."Rata asquerosa" ... "Borracho de mierda" ... "Psicópata, asesino".

No pude aguantarlo más. Me levanté y comencé a correr, con el hielo rompiéndose a mi paso. El viento intentaba agarrarme, se arremolinaba alrededor mía congelando y entumeciendo mi maltrecho cuerpo. Pero yo seguía corriendo.
Me encontraba a escasos metros de tierra firme, pero al dar el siguiente paso el hielo ya se había roto. Caí al agua y una roca me golpeó la sien.
Me quedé allí, con medio cuerpo dentro del agua y medio cuerpo fuera, sin conocimiento, con todas aquellas voces retumbando en mis pensamientos.
1
Avatar de Usuario
escritor.novato
Lector voraz
Mensajes: 114
Registrado: 03 Ago 2011 16:35

Re: Elrik del Viento Gélido (Fantasía)

Mensaje por escritor.novato »

CAPÍTULO 1: TRABAJO
Hay quién dice que existe una magia especial en los sueños. Que son portales al plano onírico, que esconden algo que tu interior muere por decir, te advierten de tu futuro o te hacen rendir cuentas con tu pasado. Menuda estupidez. Los sueños son sólo eso, sueños. No esconden nada tras su velo y no merece la pena darles más importancia de la que merecen.
Sin embargo, lo que yo acababa de vivir no era un sueño. Había sucedido mientras dormía, cierto. Pero era real. Una advertencia, un mensaje, una… ¿misión? Los elementos tenían formas muy peculiares de comunicarse con sus elementalistas. Y adoraban ser misteriosos y poco concisos. Puro teatro.

Desperté entre jadeos, gritos y sudor. Aquella sensación me resultaba familiar. Aunque era solo eso, una sensación. No era palpable, ni siquiera podría decir si era real o no: Frío.
Mi cabeza retumbaba por culpa de algún sonido infernal que escuchaba de fondo, notaba la boca seca y el cuerpo molido. No estaba mal, con el paso de los años el cuerpo se acostumbraba a la resaca. A los mareos, las náuseas, la sensibilidad a la luz y el taladro en los oídos cuando me despertaba ese condenado teléfono…
El puto teléfono de mesa, ese era el sonido de fondo. Ese trasto era el culpable de mi agrio despertar, y de mi dolor de cabeza actual.
<< ¡Ring ring!>> << ¡Ring ring!>>.
Cada maldito “ring” se colaba en mi cerebro, perforándolo desde dentro. Tanteé nervioso la mesita cerca de mi maltrecha cama, tirando un par de botellas por el camino y manchando el suelo enmoquetado. Maldije por lo bajo a la vez que encontraba mi ocarina y me sentaba en la cama.
<< ¡RING RING!>> << ¡RING RING!>>.
Me llevé el instrumento a la boca sin apartar la vista del teléfono y entoné tres notas rápidas y furiosas. El aire polvoriento se removió delante de mí, formando una pequeña masa, y se propulsó con fuerza contra el teléfono, descolgándolo y acallando por fin ese sonido infernal.
Se produjo el silencio, bendito silencio. Volví a tumbarme en la cama, dispuesto a dormir un poco más.
<< ¡Ring ring!>> << ¡Ring ring!>>
¿Pero qué cojones…? ¿Desde cuándo tenía yo otro teléfono en mi piso?
Volví a maldecir mientras me levantaba de la cama y comenzaba a buscar ese segundo teléfono. Se encontraba escondido bajo un montón de ropa sucia, en una esquina del apartamento, conectado a un enchufe. Descolgué con resignación.

- ¿Qué quieres, Jess? – gruñí, bastante irritado.

- ¿Te he dicho alguna vez que cuando estás borracho eres más listo y divertido? Quiero decir, sigues sin sonreír, pero eres más simpático…- contestó una voz socarrona, al otro lado del teléfono.

- He dicho que qué quieres.

-… De hecho, hasta me sorprendió que tu “yo borracho” tuviese la idea de esconderle a tu “yo resacoso” otro teléfono por la casa, muy astuto- continuó, ignorándome.

- Jess…- le advertí, a punto de colgar el teléfono.

- ¡Oh, venga ya! Tenía que terminar de contarte la broma al menos. Me había preparado una historia más larga y entretenida, pero supondría que me aguarías la fiesta, como siempre- su voz aguda y llena de vida retumbaba en mis sensibles oídos.

-Dime ya qué es lo que pasa- dije mientras me masajeaba la sien con los dedos.

-Colin no me deja en paz. Dice que hace semanas que no sabe de ti. Que si el papeleo se acumula, que si llegan clientes y no sabe qué hacer y bla bla bla… Estoy harta de cubrirte, ve a la oficina de una vez. Deja de ser un despojo humano tirado en casa. O sigue siendo un despojo, me da igual, pero un despojo que va al trabajo y hace que Colin deje de dar el coñazo a su amiga-

Casi podía ver cómo Jess sonreía al otro lado del auricular. Experta policía de operaciones paranormales a jornada completa y toca-huevos a tiempo parcial. Ni siquiera se molestaba en ocultar lo mucho que le gustaba irritarme.
Durante un instante me limité a pensar. Volver a la rutina se me antojaba agotador. Por otro lado, si no hacía caso Jess acabaría dándole a Colin la dirección de mi piso. Y lo último que quería era darle a ese chaval un medio más directo para poder importunarme, bastante tenía ya con Jess. Finalmente suspiré con resignación.

-Hablaré con él.

-Claro que hablarás con él- afirmó en tono burlón- Tengo cosas que hacer, luego hablamos.

-Adiós Jess… y gracias.

Ella calló durante varios segundos, luego volvió a hablar.

-No hay de que, viejo cascarrabias- dijo, esta vez sin rastro de mofa en su voz.
Y colgó.

Desenchufé el teléfono de la pared y observé mi apartamento unos segundos. Bastante cutre, aunque no me importaba. La luz matinal se filtraba por la ventana dejando entrever una pequeña cama junto a una simple mesita de noche, un armario empotrado prácticamente vacío, y una pequeña cocina. Todo ello salpicado con distintos papeles, ropa sucia y botellas de alcohol. Sacudí la cabeza y entré en el baño, me detuve unos minutos en el espejo.
Un canoso pelo largo y una barba poco cuidada enmarcaban mi rostro, aderezado con unas considerables ojeras y un nada desdeñable número de arrugas de expresión. Mis cansados ojos se posaron en mi torso desnudo. El cual tenía tantas marcas y cicatrices que un ciego podría haber leído en braille por encima.
Mi cuerpo aparentaba unos cuarenta y tantos años mal cuidados, mi mente había vivido más de cien… o eso creía. Dejé de contar a los setenta y seis. ¿O fue a los ochenta y seis? Estaba convencido de que había un seis al final...
Dejé a un lado mis divagaciones, y tras una refrescante ducha me puse mi mejor (y única) chaqueta americana, desayuné mi café “especial” y salí del apartamento. Era hora de volver al trabajo.

Dos minutos después volví a entrar, había olvidado mi ocarina.
1
Avatar de Usuario
escritor.novato
Lector voraz
Mensajes: 114
Registrado: 03 Ago 2011 16:35

Re: Elrik del Viento Gélido (Fantasía)

Mensaje por escritor.novato »

Nada más salir a la calle una pequeña esfera de aire se colocó a mi lado, acompañando mi marcha. La luz del sol se reflejaba en las pequeñas partículas de polvo de su interior, confiriéndole un hermoso tono dorado. El río de transeúntes que circulaba a nuestro alrededor no se percató de su presencia.

-Buenos días, señor- resonó la esfera con voz mansa y melodiosa.

-Buenos días Aer, hace semanas que no te veo.

-Hace semanas que no sale usted de casa, señor.

- ¿Y qué? Tampoco has entrado en ella.

Aer suspiró. Con esa clase de suspiro que entona una madre ante un hijo que no tiene remedio.

-Me prohibió entrar meses atrás, señor. Tras la velada con la señorita Jess y el señor Colin. Los tres bebieron bastante.

Era completamente incapaz de recordar esa conversación. Estas desconexiones durante la embriaguez comenzaban a preocuparme, algún día yo mismo intentaría matarme.

- Bueno, a partir de ahora solo atenderás ordenes cuando no haya bebido ¿de acuerdo? -le señalé con el dedo- Y no suspires así conmigo. No sé ni cómo puedes suspirar, eres todo aire, te exhalarías a ti mismo.

- ¿El whisky que echa todas las mañanas en el café cuenta, señor? - preguntó, ignorando mi segundo comentario.

- Eso no es beber, es desayunar.

-De acuerdo, señor.

-Y no me llames señor todo el tiempo. De vez en cuando está bien, a todas horas resulta irritante.

- Si, señor.

Esta vez fui yo quien exhaló ese suspiro maternal.
El resto de la caminata se produjo en silencio. Observé los altos e imponentes edificios que vigilaban la ciudad y examiné de pasada a las personas que conmigo se cruzaban. Todos emergidos; humanos corrientes. Mi mente voló hasta años atrás. A las historias narradas por mi padre de cómo los humanos habían ganado la batalla por la superficie y la libertad. Y de cómo habían aceptado respetar nuestra vida, a cambio del anonimato. De pequeño no podía comprender como los seres mágicos habían sido derrotados. Ahora, viendo la diferencia de efectivos entre un bando y el otro, resultaba evidente. Eso, sumado al avance tecnológico que presentaba su sociedad actualmente, los mantenía con el control.
Encontrándonos a escasos minutos de la oficina, Aer volvió a hablar.

- ¿Qué piensa hacer con el mensaje del Viento?
Me detuve en seco y miré incrédulo a la pequeña esfera, la luz que lo conformaba era ahora de un tenue tono plateado.

- ¿Cómo sabes tú eso? - le recriminé, retomando la marcha.

-Soy un Iris, señor. Un hijo del Viento. Esa clase de noticias vuelan entre los de nuestra especie, incluso si...

-Vale, vale- le interrumpí, mientras asentía con desgana- De todos modos, no deberíais prestar tanta atención a los desvaríos de un elementalista - concluí, intentando en vano que Aer dejara el tema.

-Los elementos no entregan esos mensajes a la ligera. Debería hacer caso a sus advertencias.

-Está bien. Me lo tomaré en serio- zanjé, mientras entrábamos en un edificio y subíamos hasta la primera planta.

Aún no había llegado a la oficina y ya me arrepentía de la decisión matutina de volver al trabajo. Las conversaciones con Aer terminaban cansándome, y siempre acababa cediendo ante sus recomendaciones. Normalmente porque solía tener razón, aunque no se lo reconociera.
Esa sensación no hizo sino empeorar cuando entré por la puerta y me topé con aquellos tres hombres trajeados. Colin se encontraba junto a ellos, mirándome aterrorizado. Antes de poder preguntar nada, uno de los extraños se acercó a mí a paso lento, se recolocó una corbata que ya estaba bien puesta, y habló.

-Señor Evergar, qué coincidencia más agradable- sus ojos azules me miraban curiosos, y su voz profunda concordaba a la perfección con la inquietante sonrisa que dibujó su rostro.
1
Avatar de Usuario
lucia
Cruela de vil
Mensajes: 84617
Registrado: 26 Dic 2003 18:50

Re: Elrik del viento gélido (Fantasía)

Mensaje por lucia »

De la parte en el lago tengo un vago recuerdo, del resto no recuerdo nada. ¿También lo habías subido ya?

Por cierto, lo de la esfera personal del ser mágico me gusta :D
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

Imagen Mis diseños
Responder