mi experiencia como invitado por Planeta

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emiliomorote
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mi experiencia como invitado por Planeta

Mensaje por emiliomorote »

Aquí os pongo un artículo que publiqué hace un año como consecuencia de mi clasificación en la fase final del premio Fernando Lara, que se llevó Dragó. Un saludo
Un escritor en la corte de Fernando Lara.


Hace unas semanas viví una experiencia que no cabe calificar sino de surrealista (cuando no de algo parecido a lo sobrenatural). Puesto que la mayoría de los que leen esta revista desconocen mis antecedentes como novelista, me permito incluir aquí el dato de que hasta la fecha tengo dos novelas publicadas (Náufragos y Lágrimas Privadas en la editorial gaditana Catellarte). Con mi tercera novela (El sendero eterno) concurrí al premio Fernando Lara de la Editorial Planeta. Cuál sería mi sorpresa cuando recibí una llamada de la Editorial (sí, de Planeta, como lo oís, troncos) por la que se me invitaba a una “cena de gala” (esa fue la expresión que utilizó la amable señorita que habló conmigo) a celebrar en Sevilla con motivo de la entrega del premio al ganador, cuya identidad aún no se había dilucidado.



Al parecer, un servidor, junto con otros nueve afortunados, había sido seleccionado de una lista de 172 escritores del mundo hispanohablante (lo que incluye toda Hispanoamérica y un par de escritores de Estados Unidos) para concurrir a la final.



Venciendo mi natural disposición a la desidia y la vida sedentaria, agarré el buga, me despedí por un par de días de la Puerta de Toledo (bua) y me planté en Sevilla. Decir que estaba tranquilo sería una falsedad. Cuando llegué al Casino de la Exposición Universal, comprendí que yo allí pintaba más bien poco: bellas azafatas elegantemente ataviadas me recibieron y me dieron una invitación, que procuré no perder en toda la velada, pues entre gentes de postín, trajes caros y relojes de marca, yo me sentía como Peter Sellers en El guateque.



Lo gracioso del caso es que, a diferencia del bueno de Sellers, a mí no me habían invitado por error. Cuando empezaron las votaciones, en la primera ronda, cayeron cuatro de los diez escritores, para la segunda sólo quedábamos seis; para la tercera cinco, para la cuarta, tres; y en la penúltima votación sólo resistíamos un servidor y un tal Juan sin Tierra, pseudónimo utilizado por el anónimo escritor que competía conmigo y con quien hasta el momento había quedado empatado con puntuaciones máximas (ambos llevábamos el tope de veinte puntos).




La cosa estaba que ardía, o por lo menos mi móvil, que no paré de utilizar para tener al tanto a mis colegas de lo que en aquel enorme salón con más de cincuenta mesas se estaba cociendo. No mentiré (o intentaré no hacerlo). Uno se considera un provinciano, una persona de miras más bien cortas que se satisface oyendo heavy metal y escribiendo cuentos, novelas y artículos. Antes de la última votación, en la que se decidiría si me iba a llevar el premio (veinte millones de las antiguas pesetas), me había dado cuenta de que por allí rondaban ciertas luminarias de la vida intelectual española. Mientras paseaba por el patio del Casino rodeado de grupos de gente sonriente y ataviada con todo tipo de joyas y trapos de lujo, vi cómo llegaba al lugar el ínclito señor Sánchez Dragó. Su presencia allí debió haberme causado ciertas sospechas; pero, ingenuo de mí, supuse que su llegada a la entrega del premio era algo así como una visita de cortesía, una deferencia que tanto él como Fernando Lara habían tenido para darnos a nosotros, los escritores de a pie, la sensación de que de verdad éramos algo importante, gente que tenía cierto peso en el mundo literario o que, como yo, íbamos a empezar a tenerlo en cuanto acabara la ceremonia y la prensa nos hiciera caso.
Sánchez Dragó fue de inmediato rodeado de un grupo de periodistas, escribas y televisivos. Éstos no podían permanecer indiferentes ante la presencia de alguien tan particular como el señor Dragó, un hombre que se ha labrado una extraña y tal vez merecida fama de polémico (esto lo cuento de oídas, porque hasta la fecha apenas sé nada de él: tengo la sana costumbre de ignorar la televisión; y la única vez que intenté leer una novela suya, de Dragó quiero decir, desistí a la página decimoquinta, qué le vamos a hacer).




A todo esto, he de añadir que una amable y simpática azafata me informó de que también andaba por allí el señor Eduardo Mendoza, otro pope de las letras españolas cuya presencia, ay, no pude confirmar.
No les canso más. En la última votación, la que con tanta impaciencia estaba esperando, el jurado decidió darle al pseudónimo Juan sin Tierra tres puntos más que a mí, con lo cual mis ilusiones se fueron a la porra. Se da la circunstancia de que, a diferencia de la mayoría de los premios de esta naturaleza, el Fernando Lara no prevé nada para el segundo finalista, es decir, un servidor, con lo cual, a efectos prácticos, tanto me daba haberme quedado el segundo como, si a eso vamos, no haber siquiera concurrido al premio o haber sido eliminado por el comité de lectura que pasaba las novelas seleccionadas al jurado (compuesto, entre otros, por Fernando Delgado, Ángeles Caso y Juan Eslava Galán) en una primera preselección. Pero, amigos, no acaba ahí la cosa. Cuando el jurado abrió el sobre en el que se contenían los datos del misterioso Juan sin Tierra, resultó que éste no era otro que ¡Fernando Sánchez Dragó! Confieso que no tuve paciencia ni humor para oír su discurso de salutación a la peña que allí se congregaba. Por unos minutos (muchos, pues la votación se prolongó casi hora y media), se me puso la miel en los labios. Ingenuo de mí, vuelvo a repetir, pensé que iba a ganar el premio Fernando Lara, o que, al menos, jugaba en igualdad de condiciones con los demás novelistas. Ay, cuánto nos queda por aprender, me dije mientras caminaba en la noche de Sevilla con la extraña y contradictoria sensación de ser ganador y perdedor a un tiempo.




Sí, había quedado segundo, pero nadie me iba a dar nada y, como supe después, la editorial Planeta tampoco tenía mucho interés en mi novela; pero, caramba, segundo detrás de Sánchez Dragó. No sé, supongo que sería, en términos musicales, como si Dr. Explosion o Los Planetas, hace diez años, hubieran concurrido a un certamen de bandas noveles y hubiesen quedado por segundo lugar después de unos Rolling Stones que se hubieran colado allí no se sabe muy bien a guisa de qué.
En fin. Esto tampoco es una pataleta. No había ninguna condición en el premio que impidiera presentarse a escritores consagrados. De hecho, la lista de ganadores de otras ediciones del premio es, en cierto modo, impresionante: Zoe Valdés, Terenci Moix, Francisco Umbral, Ángeles Caso. La repanocha, oyesss. Lo terrible es que... bueno, creía que iba a ganar. Lo creí durante unos instantes, justos los que mediaron entre la penúltima y última votación. Luego, todo fue un jarro de agua fría.
Pero bueno, por lo menos salí de mi ciudad y pude comprobar que hay edificios mucho más bellos que la Puerta de Toledo, eso sin dudarlo. Como tampoco dudo de que seguiré con mis aficiones, con mis placenteros vicios. Igual que a otros les da, por ejemplo, por el rock maduro, por fotografiarse con hijas de muertos exquisitos o por rellenar sudokus, a mí no me queda otra opción que seguir escribiendo novelas; y escuchar heavy metal.
Emilio Morote Esquivel.
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Fenix
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Mensaje por Fenix »

Esa es la sensación que tenemos los mortales, que los premios literarios están bastante apañados :wink:
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

Bueno, Emilio. Sé que no consuela, pero quedar segundo en un premio como ese siempre es algo importante. Menuda experiencia.
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madison
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Mensaje por madison »

Emilo leí un post tuyo en otro foro.
El post en si es muy desagradable aunque tú te lo tomaste como todo a broma.
Encontraste la ayuda que pedías para desacreditar a la chica que te acusaba de algo?

Por cierto Emilio.....en este foro hay moderadores y administradores
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emiliomorote
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Mensaje por emiliomorote »

JANGEL escribió:Bueno, Emilio. Sé que no consuela, pero quedar segundo en un premio como ese siempre es algo importante. Menuda experiencia.
Pues sí, la verdad es que salí de allí con tal descarga de adrenalina (imagínate: estuve a punto de no ser nada a ser famoso en el mundo hispanoamericano), que conduje sin parar desde Sevilla hasta Murcia, no podía quedarme quieto. Fue algo alucinante, de verdad, una experiencia que me ha marcado de por vida; porque yo antes de eso me tenía por un escritor a ratos; desde ese día sé que esto es lo mío; y desde luego que ahora escribo más que nunca, más tiempo, con más ganas, con más ilusión; y eso es algo muy grande, tener ilusión, que no lo puedes comprar con dinero.

Aunque un poco de fama no hubiera venido mal, pero bueno. :wink:
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