El bujío de Santa Catalina 1 (Bordeando la realidad)

[jilguero]

Un cero a la izquierda

La tarde en la que por primera vez hubo lluvia de migas de pan yo estaba en la terraza observando las hormigas. Tanta comida junta las volvió locas. Pero ellas no fueron las únicas afectadas. Mi padre, que en ese momento había salido a fumarse un cigarro, miró hacia arriba, se puso rojo como una amapola y se metió para dentro enseguida.

Me he olvidado de presentarme. Me llamo Pedro, soy hijo único y en casa nunca pasa nada. Gracias a dios vivo en un bloque de pisos con un patio central rodeado de viviendas. El trasiego del vecindario es mi salvación. Si no fuera porque me entretengo observando a los vecinos, ya me habría muerto de aburrimiento. Me gusta espiarlos, ver lo que hacen cuando creen que nadie los ve. También vigilo a los perros, a los gatos, a las hormigas de las macetas de mi madre, a las cucarachas de la cocina y, antes de que mi padre fumigara la despensa —un verdadero genocidio que ha acabado con todo lo que se movía en ella—, a los gorgojos del tarro de la harina.

Por eso, porque tengo bajo vigilancia a todo bicho viviente, cuando vi los picudos de la panadería de la esquina en los moldes de resina comencé a sospechar que mi padre había dejado de ser un cero a la izquierda. De pequeño iba con mi madre a comprar el pan a ese obrador y me entretenía viendo como los gorgojos picudos asomaban la cabeza por las costuras de los sacos de harina.

En cuanto mi padre me mostró orgulloso su nueva obra y los vi inmovilizados en aquella masa transparente, los reconocí. Mi madre, en cambio, es muy ingenua y todavía está en Babia. Seguro que cuando vea a los picudos atrapados en el bloque de resina pensará que no sirven para nada y, una vez más, le dirá a mi padre: «¡Por dios Pedro deja ya de ser un cero a la izquierda!».

Nunca para decírselo, es su frase favorita. Pero yo sé que, desde que la lluvia de harina es de migas de pan y, sobre todo, desde que inmortaliza en resina los gorgojos de la panadería de la esquina, mi padre ya ha dejado serlo.

Mi madre nunca para de hacer cosas y siempre tiene algo en la mano: la fregona, la escoba, el plumero, o cualquier otro útil de limpieza. Él, en cambio, como sabe que haga lo que haga ella seguirá pensando que es un inútil, en lugar de disimular, agacha la cabeza y hace lo que le da la gana.

El vecindario está también enterado y, tal vez por eso, a mi padre no le gusta salir a la calle. Se pasa el día encerrado en su taller de inventor haciendo cosas maravillosas. Yo soy su ayudante y ahora estamos haciendo un zoológico casero.

En realidad, lo que les acabo de contar es lo que ocurría antes en casa. Aunque últimamente él trata de disimular comportándose como si nada hubiera cambiado, a mí no me engaña y, desde que en la terraza hay lluvia de migas de pan, se ha vuelto más callejero. Y el día en el que el vecino del bajo nos ayudó a deshacernos de la cocina vieja, como al mediodía había habido festín para las hormigas, mi padre no estaba en casa.

Se me ha olvidado decirles que nosotros somos los vecinos del primero izquierda, y que vivimos emparedados entre el señor Ojeda y Charo. El señor Ojeda vive en el bajo rodeado de gatos y, cada vez que sale al patinillo de atrás, yo lo vigilo desde la ventana del cuarto de baño. Charo es la inquilina del segundo izquierda y la autora de la lluvia de migas que revoluciona a las hormigas y a mi padre. Tenemos muchos más vecinos, pero desde que mi padre ha dejado de ser un cero a la izquierda no me da tiempo a vigilar al resto.

El señor Ojeda es viudo y, sin ninguna duda, otro cero a la izquierda. La verdad es que, pese a que está todo el día en pijama, viste de forma muy elegante: un batín sin una sola arruga y con unas pantuflas siempre a juego. Le encantan los gatos y tiene una jauría en el piso. Las raras ocasiones en las que se quita el batín y las pantuflas es cuando sale a la calle para llevar sus mininos al veterinario.

Como os iba diciendo, el día en que el vecino del bajo nos ayudó a deshacernos de la vieja cocina, mi madre y yo habíamos logrado sacar la puta cocina de casa y, con mucho esfuerzo, la habíamos bajado un escalón; y fue estando a punto de bajarla al segundo peldaño cuando apareció el señor Ojeda. Subía a tender la ropa a la azotea y llevaba puesto mi conjunto favorito: el de las rayas moradas y azules con unos gatitos negros y blancos bordados en las solapas del batín y en la lengüeta de las zapatillas. El señor Ojeda creyó que estábamos subiendo la cocina; y mientras nosotros empujábamos aquel mastodonte hacia abajo, él lo hizo hacia arriba. Con el esfuerzo se le escapó un minino de los otros, de los olorosos, y se puso rojo como una amapola. Desde entonces sé que, como mi padre, el señor Ojeda es un cero a la izquierda, y también por eso mi vecino favorito.

Charo, la vecina de arriba, es panadera y tenía la costumbre de, antes de meter la ropa de trabajo en la lavadora, sacudirla desde la baranda de su terraza. Caía entonces en la nuestra una lluvia de harina que cubría de blanco las macetas de mi madre y, de paso, a las hormigas que viven en ellas. Aunque a mi padre y a mí nos gustaba ver caer esa nieve seca a destiempo, mi madre se ponía de tan pésimo humor que el cero a la izquierda se armó un día de valor y subió al piso de arriba. La regañina a Charo debió ser larga porque mi padre tardó bastante en regresar. Mi madre, la muy ingenua, está convencida de que, por una vez en la vida, él hizo algo de provecho: desde entonces, la pandera no sacude en el balcón la ropa de trabajo y ya no hay lluvia de harina. Eso sí, algunos mediodías, cuando termina de comer Charo sacude el mantel desde su barandilla y caen a nuestra terraza las dichosas migas de pan que vuelven locas a las hormigas; y también a mi padre.

Desde que soy su ayudante, mi misión es cazar insectos para nuestro zoológico casero, y la de mi padre inmortalizarlos metiéndolos en resina trasparente. Aunque con los picudos no me deja ayudarle en nada. Ha fabricado un molde de papel muy grande y, después de cada salida a la calle, coloca su nuevo trofeo dentro y vierte sobre él un chorreón de resina. No hace falta que les diga que la opinión de mi madre es que tener un zoológico en casa no sirve para nada. Pero ella se equivoca porque mi padre se está convirtiendo en el mejor cazador del mundo de gorgojos picudos. Los mejores días para su caza son aquellos en los que la vecina deja caer las migas de pan en nuestra terraza. Por eso, antes de salir de safari, mi padre se pone nerviosísimo; en cambio, cuando regresa con el nuevo trofeo en la caja de cerillas, se le ve muy feliz y relajado.

Ayer le dije a mi madre que, de mayor, quiero ser como el señor Ojeda para pasarme el día en pijama y tener batines y pantuflas a juego. Y aunque no se lo he dicho a ella, por miedo a que deje de estar en Babia y le prohíba a mi padre ir de caza, de mayor también yo quiero ser cazador de los picudos de la señora Charo.

Sí, lo tengo ya decidido: de mayor quiero vivir rodeado de gatos y ponerme batines y pantuflas a juego, tal como hace el señor Ojeda; y quiero además que, como le pasa a mi padre, una lluvia de migas de pan me ponga rojo como una amapola y me haga salir corriendo en busca de un nuevo trofeo.

Y es que de mayor yo quiero ser también como ellos un cero a la izquierda…

[Aben Razín]

Desde luego que promete, este relato promete mucho, porque en casa de Pedro suelen pasar cosas,

Por cierto, gracias por tu invitación a este rinconcito. A lo mejor cambio y lo visito, aunque mis historias tienen que ver con la naturaleza, con mis cultivos y jardines y con los sentimientos que me producen mis lecturas,

[jilguero]

Repetido .

[jilguero]

Desde luego que promete, este relato promete mucho, porque en casa de Pedro suelen pasar cosas,

Por cierto, gracias por tu invitación a este rinconcito. A lo mejor cambio y lo visito, aunque mis historias tienen que ver con la naturaleza, con mis cultivos y jardines y con los sentimientos que me producen mis lecturas,

Nuestra santa es todo terreno y estará encantada de leer tus aportaciones y de que yo le ancle algunas en el índice .

PD: Hexa, mira mi firma y verás que ahora vamos a tener por un tiempo las memorias del isótopo en promoción ; he puesto el título abreviado, Memorias inconexas, porque no me caben más caracteres en la firma; y como no me dejan meter tres vínculos, he quitado de momento Los hilos de Ariadna que quiero reformarlos.

[Tolomew Dewhust]

Hi, .

[Estrella de mar]

Qué cosa tan mona.

[jilguero]

¡Ya tenemos foto de Cata niña!


En cuanto acabe la pamplina de Pedro miro a ver qué se me ocurre que se puede hacer con las fotos que ya tenemos

[Aben Razín]

La tierra necesita agua y mis pulmones necesitan la lluvia para quitar tanta sequedad y contaminación del aire. Cada mañana lo noto y esta invalidez la suplo con los remedios de la abuela. En la página web de AEMET, no me dan muchas esperanzas y el señor anticiclón sigue de invitado por nuestros parajes,

[jilguero]

La tierra necesita agua y mis pulmones necesitan la lluvia para quitar tanta sequedad y contaminación del aire. Cada mañana lo noto y esta invalidez la suplo con los remedios de la abuela. En la página web de AEMET, no me dan muchas esperanzas y el señor anticiclón sigue de invitado por nuestros parajes,

Iré tomando nota, Aben, y según la deriva que tomen tus reflexiones así las organizaré, si te parece bien, claro

[Aben Razín]

Iré tomando nota, Aben, y según la deriva que tomen tus reflexiones así las organizaré, si te parece bien, claro

Mis reflexiones sobre mi salud no las tienes que incluir en una supuesta hipocondría, sino en una visión pesimista de este final de invierno con una primavera adelantada, sin agua y con mucha contaminación,

En cuanto a tu certera clasificación, me rindo a tus indicaciones,

[Aben Razín]

Desde hace tiempo, lo venía pensando: hay gente mala, muy mala y despreciable. Son chulos de barrio que no saben de educación y que se creen que por tener algún estudio pueden estar por encima del bien y del mal. Son, en definitiva, unos indeseables y tóxicos que no valen para convivir en una sociedad medianamente madura.

Dicho esto, que no lo quería decir, pero lo he tenido que soltar. Veo que cada día mis pulmones están peor, porque sigue sin llover y con unas temperaturas fuera de lo normal. Me pregunto, ¿me encuentro en ese porcentaje que sufre directamente los efectos del cambio climático? Estos días, mis árboles lo están padeciendo.

[jilguero]

Pues ya tienes, Cata, la pamplina pamplinera lista. Es una historia sin demasiada enjundia que solo pretende ser un divertimento. Fue la idea que tuve para el concurso de humor de años atrás pero, como la veía demasiado liviana, la dejé inacabada y mandé El cementerio de Noceda que, por cierto, a nadie le pareció tener humor. Àunque es posible que tampoco este les hubiera parecido de humor , que ya se sabe que esto del humor es muy particular y cada hijo de vecino tiene el suyo.

El señor Ojeda, por cierto, era vecino nuestro en la época en que vivíamos apiñados en el piso, con la abuela incluida, Eufemia, el cangrejo de río y demás inquilinos. Y siempre subía a tender la ropa con batín y pantuflas: me daba envidia que se paseara por toda la casa vestido tan cómodo. En realidad no era viudo (luego lo fue) sino que vivía con su mujer y sus tres hijos: dos niñas y un niño, Manolito. Manolito es una Juanita la loca que ahora se dedica a bordar mantos de las vírgenes. O eso me han contado, porque hace muchos años que no los veo y ni siquiera sé si el señor Ojeda sigue vivo o no.

Y rota la racha de sequía con este cero a la izquierda a ver si cojo de nuevo el ritmo .

[Aben Razín]

Voy a tener el gusto de leer tu relato, porque creo que será un solaz para estos momentos de tanto desasosiego, jilguero

[Gretogarbo]

Pues ya tienes, Cata, la pamplina pamplinera lista. Es una historia sin demasiada enjundia que solo pretende ser un divertimento.

Un divertimento que desborda imaginación, jilguero. Es un gusto volver a leer tus pamplinas y una satisfacción saber que tienes ánimo, sosiego y tranquilidad para escribirlas.

[jilguero]

Pues ya tienes, Cata, la pamplina pamplinera lista. Es una historia sin demasiada enjundia que solo pretende ser un divertimento.

Un divertimento que desborda imaginación, jilguero. Es un gusto volver a leer tus pamplinas y una satisfacción saber que tienes ánimo, sosiego y tranquilidad para escribirlas.

Gracias, Greto, por dedicarle tiempo a las pamplinas pajariles.

Y sí, parece que el panorama va mejorando. Recuerdo que me preguntastes si en las visitas a los que suele frecuentar Hexa iba de principal o de acompañante. Te respondí que de principal, pues en ese momento era así; pero, al final, resulta que también de acompañante. Pero todo parece indicar que el invierno ya va quedando atrás. No hay nada más que mirar a los almendros y, en breve, a los naranjos.

Otra cosa es la inspiración que es muy libre y muy caprichosa. A ver si consigo de nuevo meterla por vereda y volver a mis hábitos.