lucia escribió: ↑17 Nov 2005 12:29
Aterido. Así es como se encontraba aquel pobre hombre después de esperar media hora a que llegase su cita en medio de la tormenta. Había buscado un refugio en los alrededores, pero nada, ni una mísera cafetería en las cercanías. Y debido a lo sorpresivo de la ventisca, el coche estaba con la gasolina justa para regresar, por lo que no podía encender la calefacción. Todavía no.
Esperaría al menos diez minutos, pues era una cita importante. La mujer le había prometido toda clase de cosas, menos el ser puntual. De eso se daba cuenta ahora. Pero se estaba quedando helado, por lo que debería moverse un poco si quería entrar en calor. Intentó algunos ejercicios para aumentar la circulación en pies y manos, pero nada. Tendría que salir del coche.
La nieve le azotó en la cara, lanzada con fuerza por el viento. Le lloraban los ojos y la nariz comenzó a moquear. Ojalá estuviese cerca de una chimenea encendida, y no ahí, dejado de la mano de Dios. Trató de despejar un trozo de acera antes de ponerse a saltar, pero ésta quedaba cubierta inmediatamente. No podía correr, y no se le ocurría ninguna otra cosa. Volvió al coche. Seguía aterido. Desistió, intentó arrancar el coche, pero no se oía el familiar ronroneo del motor. Estaba atrapado. Atrapado en medio de una tormenta de nieve que iba a acabar por enterrarlo dentro del coche. Volvió a intentar arrancar el coche y esta vez el motor se encendió. Engranó la marcha y pisó el acelerador. Se caló. No se había movido ni media pulgada. Tendría que esperar a la mujer para salir de allí, y esperaba que tuviese un 4x4. El frío comenzó a atenazarlo y sus pensamientos se desvanecieron.
Tres horas después amainó la tormenta y comenzaron a pasar los quitanieves. Un coche se acerca y se para. Se baja una mujer que se dirige al coche aparcado. Llama a la puerta. No responden y decide abrir. Dentro, el hombre de su cita, helado como Ötzi. En fin, siendo tan estúpido como para adentrarse en medio de una tormenta sin equiparse lo suficientemente bien, se lo merecía. El trabajo que tenía que ofrecerle era demasiado peligroso para dejarlo en manos de un amateur.
La mujer regresa a su coche, efectúa una llamada por el móvil, enciende el motor y se marcha, dejando al hombre muerto en su coche.
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Ahora mismo estoy casi tan atontada por el catarro como el hombre por el frío, pero espero que os guste.