CN8 - Una vida en la basura - Iliria (1°)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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CN8 - Una vida en la basura - Iliria (1°)

Mensaje por kassiopea »

UNA VIDA EN LA BASURA


Gregorio no necesitó despertar una mañana convertido en escarabajo para saber que su existencia daría un vuelco inesperado. Tan solo hizo falta que el tiempo transcurriera como siempre, sin nada reseñable. Casi.
Una noche de tantas – trabajaba en la recogida nocturna de residuos – mientras esperaba a que el brazo automático del camión devolviera el primer contenedor, Gregorio quedó paralizado. Entre un montón de basura demasiado grande para ser depositado dentro de los cubos, aparecieron apoyadas unas fotografías de gran tamaño y cuidadosamente enmarcadas. Las de su boda.
Incrédulo, sostuvo una entre sus manos para cerciorarse de que, en efecto, eran ellos. Algún perro había orinado en su cara, respetando el rostro de Estela, tan impoluto y radiante como mostrara una ya lejana mañana de abril ante el altar, y la sonrisa que ahora parecía devolverle a Gregorio reflejaba un tinte quizá sardónico.
Así que los rumores eran ciertos.
—Zorra de mierda.
El cristal de la foto se hizo añicos al caer al suelo. Gregorio echó a correr, sin hacer caso a las llamadas de los otros dos operarios. El velo rojo de su ira no le dejó preguntarse qué hacían las imágenes tan lejos de su casa. Sólo la fatiga al llegar a su portal le asistió con la dudosa calma de la incertidumbre. ¿Encontraría a Estela en casa? ¿Con quién? ¿Y qué explicación le daría ella? Entró en el bloque a la vez que un chihuahua sacaba a pasear a un vecino de casi dos metros. Subió de dos en dos los escalones hasta el rellano del tercer piso y comenzó a golpear la puerta y a llamar a su mujer a voces. Apenas los goznes habían comenzado a chirriar, Gregorio entró en tromba en el interior de la vivienda.
—¡Eh! ¿Pero qué coj…?
Quien había dejado a medias el exabrupto, una chica rubia, delgada y con un rostro claveteado de piercings más allá de donde era posible imaginar, mostró el mismo asombro que el propio Gregorio. No tardaron en enzarzarse en ladridos inconexos: una, tratando de echar a gritos a aquel desconocido; él, reclamando a voces a Estela.
—¡Que aquí no hay ninguna Estela! ¡Lárguese o llamo a la policía!
Alarmado por el escándalo, el vecino de enfrente salió al rellano. Gregorio casi se lanzó sobre él:
—Vicente, tienes que decirme qué ocurre ¿Dónde está mi mujer? ¿Qué hace esta tía en mi casa?
—¿Tu casa? —interrumpió la chica—¿Pero qué dices, capullo? Que yo vivo aquí…
—De eso nada—Gregorio señaló hacia el interior de la vivienda con tal énfasis que su brazo bien hubiera podido salir disparado—. Esos son mis muebles, esa es mi tele, mi sillón, mi…
El tal Vicente vino a añadir aún más confusión:
—Oiga, ¿y a mí de qué me conoce?—no esperó a que un balbuceante Gregorio pudiera responder—. Venga, ya está bien. Márchese de aquí y no moleste a la chavala.
—P… pero…
Al barullo se sumaron más vecinos. Gregorio los reconoció a todos: a Lola, de cuya cocina subía un continuo olor a sardinas, a Carlos, un apasionado durante sólo cinco minutos del bricolaje cada domingo a las nueve de la mañana, a Hugo, que siempre aparcaba invadiendo la plaza de Gregorio—cualquier día le pincho las ruedas al mamón este— y a la majadera de Susana, cuya hija de cinco años chillaba igual que ella. Se sumó a la fiesta Nacho, el gigante del chihuahua, que volvía en ese momento.
Ninguno de ellos parecía haberlo visto nunca. Y todos le echaron a patadas del portal. A Gregorio, muy confuso y un poco dolorido—lo normal cuando uno rueda escaleras abajo—le engulleron las sombras mal ahuyentadas por un parco alumbrado público.
.
«Aparecerá. Tiene que aparecer». Como cada noche, aunque cada vez con menos convencimiento, Gregorio esperaba a Estela cerca de su portal. Casi siempre desde el interior del coche. Una faena, teniendo en cuenta que toda la manzana estaba perimetrada por la Zona Azul y vivía en un lugar muy turístico. «Paga y calla». Y, como cada noche, esperaba en vano. Con las manos vacías, volvía otra vez a casa de Roberto, un compañero de trabajo que había acogido a nuestro atribulado protagonista y quien, según todo el mundo, era un pedazo de pan.
Era de esperar que la situación fuese perjudicando a Gregorio, y a su vida laboral. Roberto y los demás trataban de darle apoyo, pero como podían:
—Qué putada, tío. O sea, que en tu casa se ha metido una okupa. Pues ahora tendrás que pagarle la luz, el agua y a saber cuándo la echas…
Gregorio, sin percatarse de la patada que había recibido por debajo de la mesa del bar el bocazas de Adrián, seguía en bucle:
—¿Y mis vecinos? ¿Cómo es posible que no me reconozcan?
—Goyito, ¿otra vez?—suspiraba Roberto con toda la paciencia que podía—Que no vives ahí, que ya te llevé a tu casa…
—Que no, coño. Que esa no es mi casa. Quiero volver con Estela, quiero que todo sea como antes, quiero…
Y vuelta a empezar. Lo cierto es que días atrás Roberto había acompañado a Gregorio hasta un callejón donde, pegadas unas a otras, sobrevivían en hilera antiguas casuchas de pueblo. Llegaron hasta la tercera. Roberto se las vio y se las deseó para convencerle de que su vivienda era ésa y no digamos para que entrara.
—¿Cómo va a ser ésa si no tengo llaves?
Roberto suspiró, puso los ojos en blanco y sacó su DNI del bolsillo. Hurgó en la ranura de la puerta hasta que el resbalón cedió. Una vez dentro, le señaló el sillón y la tele donde algún domingo toda la pandilla veía el partido de fútbol de turno, la desvencijada cocina en cuyo microondas recalentaba las pizzas y la terraza donde tomaba el fresco las noches de verano. Pero Gregorio no reconocía nada. Al final Roberto se resignó a que siguiera con él, al menos hasta que aquel presunto episodio de locura remitiera.
Pero fue a peor.
Deambulando por la calle, Gregorio descubrió junto a un contendor una foto de su coche. «No puede ser», pensó al ver el número de la matrícula. Corrió al lugar donde lo había estacionado, y respiró con alivio al ver su viejo Renault Megane intacto. Un primer impulso—no supo muy bien por qué— fue tratar de llevárselo.
—¡Eh, cabrón, deja mi coche!
Lo último que recordó antes de despertar en el hospital fue cómo una mole de más de cien kilos se le echó encima dándole patadas y puñetazos. Gregorio no entendía nada. Por más que juraba y perjuraba que era su Megane de toda la vida, sus amigos, que iban y venían de visita, le trataban de explicar en vano que él no tenía coche, ni siquiera carnet.
—¿Cómo qué no? ¿Y con qué os creéis que iba al curro, y he estado vigilando el portal de mi casa, y…?
—¿Otra vez? Que esa no es tu casa….
—Dadme la cartera, que os saco el carnet del coche, panda de mamones.
—Estate quieto, coño, que aún te saltarás un punto…
—¿Y Estela? ¡Quiero que vuelva Estela!
—Pero, ¿quién es Estela?
—¿Le habéis contado ya lo de la denuncia por intento de robo? —intervino Adrián, antes de recibir una colleja.
Roberto, una vez más, intentó poner orden:
—Goyo, tío, estás mal. Deja que te busquemos ayuda o hagamos algo. Sigue en mi casa hasta que estés recuperado del todo…
Pero como las cosas que van mal sólo pueden ir a peor, recibida el alta, pasó al lado de otro contenedor. Apoyadas en él, fotos de sus hijos. Por suerte, le acompañaba Roberto, que bastante tuvo que correr detrás de él hasta el colegio de los críos. A mediodía la puerta del centro era un hervidero de padres y alumnos. Gregorio comenzó a llamar a voces a dos niños que echaron a correr asustados. Aquello no acabó en secuestro porque Roberto contuvo a su amigo con todas sus fuerzas. En torno a ellos comenzó a arremolinarse cada vez más gente, con gestos no muy amables, por cierto, y de refilón comenzó a reflejarse en un escaparate un destello intermitente de luces azules. «Esto se está poniendo feo. Tendremos que largarnos o este gilipollas la lía pero bien».
—Es una cámara oculta. Muchas gracias, señores—saludó Roberto, antes de darle a su amigo un sopapo: —Y tú, deja ya de sobreactuar.
La multitud iba a echárseles encima, pero un patinete eléctrico sobre la acera hizo algo útil por una vez y se llevó por delante al más avanzado del tumulto. Los allí congregados trataron de reanimar tanto al padre treintañero como al cuarentón del patinete, y la atención dejó de recaer sobre nuestros dos amigos, que aprovecharon para escabullirse.
Eso fue un poco antes de que Gregorio viese apoyadas en otro montón de basura unas fotos de su perro. Decidió pasar de largo; no tenía muchas ganas de comprobar si un American Staffordshire terrier de más de cuarenta kilos podría reconocerle. Por entonces, Gregorio estaba irreconocible: delgado, demacrado y con pinta de vagabundo. Sólo Roberto iba a recogerlo y lo volvía a meter en su casa, pero volvía a escaparse al que decía que era su barrio, intentando entrar en el piso en el que—según Gregorio—comenzara a vivir con una tal Estela, que nadie había visto nunca. Los vecinos del bloque empezaban a alarmarse de ver cómo aquel desconocido con tan mala pinta les llamaba por sus nombres y conocía sus vidas tan bien.
.
Una tarde de noviembre, de esas en las que oscurece tan pronto, un grupo de amigos tomaba unas cervezas en el interior de un bar. Hablaban de alguien que no estaba con ellos:
—Pobre Goyito. Con lo bueno que es, y cómo ha acabado.
—Ya ves.
Uno de ellos, que acababa de sacar un paquete de tabaco de la máquina, volvió a ocupar su lugar en la mesa.
—¿De quién habláis?
Desde el exterior, un hombre con aspecto de vagabundo, sucio, con una larga barba gris, los observaba haciendo visera con las manos sobre el cristal. En el contenedor de basura de al lado se apoyaba una foto: la de él mismo.
—No sé. ¿De qué hablábamos?
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Iliria
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Iliria »

Empiezo con este :D

Te has montado una buena paranoia a costa del pobre Gregorio, autor/a :cunao: A destacar el guiño inicial a Kafka y un sentido del humor bastante cáustico... :twisted: Al leerlo me ha venido a la mente "Sin noticias de Gurb", de Eduardo Mendoza, precisamente por esa crítica implícita (o no tan implícita...) :roll:

Lo más flojo, faltitas y repeticiones que empañan alguna frase y alguna incongruencia como que Gregorio "desaparezca" dos veces: primero para sus vecinos, y segundo para sus amigos. Pero en conjunto se lee bien.

Gracias por participar, y suerte :hola:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Jarg
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Jarg »

Llevo pocos relatos leídos, pero veo que el nivel está alto. Me ha gustado desde la primera frase. Seguro que al protagonista de tu relato hubiera preferido ser Gregorio Samsa y convertirse en cucaracha en lugar de perderlo todo y ser olvidado.
Lo de él gritando el nombre de Estela desde el rellano ha quedado muy Stanley Kowalski, un buen detalle ;)
Gracias por compartirlo y buena suerte
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Casper
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Casper »

El relato está bien, sin tropiezos pero debo reconocer que me quede colgado, no entendí el final o quizás el trasfondo de la historia. Y así es difícil poder emitir una opinión, gracias por participar :60:
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Gavalia
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Gavalia »

Eso digo yo. De qué hablábamos?
Conste que me gusta el punto de locura canalla de todo el relato, sin embargo, peca de absurdo. Puedo entender sin que nadie me lo cuente que Gregorio está enfermo, que parece lo está, y vea esto o aquello, o se crea lo que se quiera creer, está como una regadera, pero lo que no entiendo, es la razón por la que él conoce a los vecinos incluso con detalles. No puedes esperar que me lo trague y ya está. Dame alguna pista, una razón, algo, aunque sea de pasada, por frívola o inconexa que pueda parecer, que yo me montaré mi película. Quizá no lo he entendido del todo. El final tampoco me cuadra mucho con el mendigo. ¿Es Gregorio? No me casa del todo, pero podría ser. Lo cierto es que lo he pasado bien durante la lectura. Se lee con facilidad y es divertido.
Saludos y suerte.
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Berlín
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Berlín »

A ver, cada cuadro descolgado es algo que pierde el pobre Gregorio. Gregorio, Gregor, que una vez, hace ya mucho, se levantó convertido en un escarabajo patatero, o sea que no nos vamos a espantar a estas alturas de la película. Nadie le reconoce pero él reconoce a todo el mundo, con lo cual aquí ha pasado algo muy gordo que se escapa de nuestro entendimiento humano y perruno. No sé, por ejemplo, me viene al coco ese clásico navideño "qué bello es vivir" donde el prota conocía a todo el mundo pero la gente del pueblo lo tomó por un sonado de la hostia. Pues eso. Y ya está.
Hombre, socio, no hubiera quedado mal que en la ultima escena hubiera salido una gitana en una esquina encogiéndose de hombros y diciendo: puto payo, eso te pasa por no haberme comprao los ajos, desaborio.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Gavalia
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Gavalia »

:meparto: :meparto:
Pero si te voy a votar igual. Qué más da que te de un poco de leña. Sé que te gusta 8)
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Berlín
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Berlín »

Gavalia escribió: 08 Ene 2020 21:36 :meparto: :meparto:
Pero si te voy a votar igual. Qué más da que te de un poco de leña. Sé que te gusta 8)
:lengualarga: Doy por hecho estimado can, que el comentario vuestro viene por el comentario mio, mas no puedo darme por aludida, como comprenderéis, amado perro, pues hacerlo sería como reconocer que el legajo, papiro, escrito, relato de marras es mio, y eso no cabe duda que no se debe hacer so pena de quedar descalificado. Así que, como no sé si os referís a mi, solo puedo deciros que le votéis a quien os salga de la aguerrida entrepierna, entrepierna tan amada por mi en un tiempo, antes de que me abandonarais, sin motivo ni razón, en la puerta de aquel convento asolado por la peste.

Quedad con Dios.

Y por si no fuera conmigo la cosa, que sepas, apreciado compañero de concurso, que el perro te va a votar igual, que te da leña porque sabe que te gusta y eso.
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Megan
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó tu relato.
Es muy tragicómico, pero creo que prima lo divertido ante lo triste.
Pobre Gregorio, va de mal en peor, pero me divirtió mucho.
Al final ya no existía, al menos lo entiendo así, porque apareció un cuadro suyo, pero entonces ¿quién era el indigente de la ventana del bar?
Eso me quedó un poco atado por los pelos.
Pero es un buen relato, divertido y muy bien redactado.

Suerte y gracias por compartirlo :D
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Ororo »

Oh, me gusta, me encanta la idea de este relato. Por supuesto, con la primera frase me has cautivado, aunque luego...

Bueno, el argumento es muy bueno y el final demoledor. Sin embargo, el desarrollo del mismo no me ha gustado tanto. La redacción creo que es mejorable, aunque hay frases muy monas como "el velo rojo de la ira" o "la dudosa calma de la incertidumbre". La ordenación de los acontecimientos no me acaba de convencer, un poco lineal, y se vuelve algo repetitivo.
Los diálogos, asimismo, mejorables.

Una pena, porque me gusta mucho el caos en el que cae Gregorio y el posterior olvido.

Ah, la aparición del patinete, estelar :lol:
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Ororo
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Ororo »

Gavalia escribió: 08 Ene 2020 20:04 Eso digo yo. De qué hablábamos?
Conste que me gusta el punto de locura canalla de todo el relato, sin embargo, peca de absurdo. Puedo entender sin que nadie me lo cuente que Gregorio está enfermo, que parece lo está, y vea esto o aquello, o se crea lo que se quiera creer, está como una regadera, pero lo que no entiendo, es la razón por la que él conoce a los vecinos incluso con detalles.
Ficción.
Eso que algunos ya no conocen.
Pues está claro: él ha existido y ha conocido a toda esa peña, pero está desapareciendo, como aquel reino de la historia interminable porque, quizá, ya nadie crea en él. O él ha dejado de creer en sí mismo. Porque se ha convertido en un desecho social. Viva el existencialismo. Yuju. Es muy divertido.
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Gavalia
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por Gavalia »

Vale, acepto pulpo como animal de compañía. Me queda claro.
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por ACLIAMANTA »

Se me extravió esta historia por varios días. Por poco y se me queda sin leer.

Me gustó. La historia interesante, muy ceñida a las reglas del concurso, bien escrita, fácil de leer . Lo que más me gustó es esa mezcla de sentimientos que despierta a lo largo de la lectura: no sabe uno si reir o llorar.
Con ese final me di cuenta de que no lo entendí del todo y como en otros, también a ratos me pareció más extenso de lo necesario, pero en este me surgió una duda:
será eso o será que soy muy ansiosa? :oops: :oops:
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kassiopea
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por kassiopea »

Genial idea, autor!! :eusa_clap: :eusa_clap:

Me ha encantado reencontrarme con Gregorio, gran homenaje al protagonista de "La metamorfosis". En lugar de convertirse en cucaracha, en esta ocasión va perdiendo su identidad, hasta el punto de que nadie lo reconoce, como si nunca hubiera existido. Van desapareciendo trozos de su vida a medida que van apareciendo las fotografías apoyadas en los contenedores: su mujer Estela, sus hijos, su coche, su perro y, finalmente, él mismo. Una idea tan surrealista como retorcida, me ha encantado. Además, también me han gustado mucho los toques de humor. A medida que iba leyendo me daba penita Gregorio, pero al mismo tiempo me he divertido mucho. Enhorabuena :60:
De tus decisiones dependerá tu destino.


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pmarsan
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Re: CN8 - Una vida en la basura

Mensaje por pmarsan »

¡Pobre Gregorio! Empaticé con él desde el principio, hasta el punto de que ahora me gustaría saber qué fue lo que desencadenó su desgracia. ¿Por qué se volvió loco? ¿Quién es de verdad en su vida y quién no? ¿Por qué no escribes una segunda parte para aclararlo?

Ya en serio, pienso que está bien escrito y que saca más de una sonrisa por gamberro. Gregorio merece un buen puñado de puntos. Felicidades y muchas gracias. :)
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