El bujío de Santa Catalina 1 (Bordeando la realidad)

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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

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Después del Diluvio


Arca de Noé.jpeg

En cuanto la idea del Diluvio se sosegó, una liebre se detuvo en los pipirigallos y en las campanillas móviles, y dijo su plegaria al arco iris, a través de la tela de araña.
(Después del Diluvio, A. Rimbaud)



Durante incontables días e incontables noches, las fuentes del gran abismo y las compuertas del cielo estuvieron abiertas. Llovió sin parar y las aguas crecieron tanto que hasta las cumbres más altas del planeta quedaron sumergidas. Y toda carne viviente, todo lo que hasta entonces pululaba sobre la tierra, pereció. Solo los protegidos de la divinidad, los pasajeros del Arca de Noé, se salvaron. Al menos eso fue lo que contaron, años después, los autores de las Sagradas Escrituras convencidos de que estaban diciendo la verdad. Porque, tras tanto tiempo de total inundación, nadie que estuviera en sus cabales podía pensar que, una vez el Creador cerró las fuentes del abismo y las compuertas del cielo, y con su poderoso hálito evaporó las aguas hasta que estas retrocedieron a sus cotas anteriores, quedaría ningún superviviente terrestre fuera del Arca. Pero el milagro ocurrió y, al término del Diluvio Universal, además de los elegidos, algunos otros antiguos habitantes de la Tierra permanecían con vida.

Haciendo las veces de tabelión, en este texto pretendo narrar la historia de compañerismo vivida entre dos de esos náufragos anónimos que sobrevivieron a aquellos días de lluvia incontinente y pertinaz. Una relación entre criaturas antagónicas que se complicó una vez que la idea del diluvio se sosegó y las aguas retrocedieron. El Arca llevaba varada en el monte Arat cuarenta días y fue entonces cuando un cuervo surcó los cielos y rompió la recién instaurada calma con su desagradable graznido. No se produjo ningún eco y aquel protegido de la divinidad repitió su viaje varias veces, hasta que al fin un día encontró donde posarse y ya no regresó a la barcaza. Luego fue la paloma la que surcó el firmamento por orden de Noé, pero demostró ser mucho menos hábil que su antecesor pues tuvo que regresar. Y aunque nadie parecía estar siendo testigo de ese trasiego de los seres alados que el viejo patriarca enviaba para saber cómo estaban las cosas en las cotas más bajas, desde su precaria balsa, diez ojos —ocho simples y dos compuestos— acechaban atentamente sus vuelos.

Mientras había durado el maremágnum, a pesar de ser de natural incompatibles, aquellas minúsculas criaturas se habían aliado para no morir de miedo y de soledad. Las primeras gotas de lluvia habían sorprendido a la araña guardando a su última víctima en el interior de una resquebrajadura de la corteza de un nogal: aquel árbol era su coto de caza y usaba la grieta como despensa de sus presas. Luego, antes de que arreciara la lluvia, había acudido en busca de una mosca que se había quedado atrapada en su tela. Pero la ferocidad del agua había arrancado el nogal de raíz y ahora hacía también las veces de balsa salvavidas. Incapaz de comprender a cuento de qué venía aquella repentina brutalidad de la Naturaleza, la araña había optado por acurrucarse en la oquedad. En un primer momento, apretujada entre los suculentos bocados; luego, cuando la temporada de lluvias se prologó más de lo habitual, rodeada de un gatuperio de restos incomestibles. Y junto a aquel voraz arácnido, a escasos milímetros de distancia, en una posición nada prudente, se hallaba posada una escuálida mosca.

Cuando por fin cesó la lluvia y se hizo la calma, el sol brilló en el cielo de la mañana a la noche. La superficie de la tierra, que de nuevo se hallaba emergida, experimentó su benéfico efecto. Al irse solidificando los lodos, se fueron también resquebrajando y produjeron un turbador crepitar que paralizó tanto a la mosca como a la araña. Como si las simientes estuvieran esperando esa señal para salir de su larga hibernación, entre las grietas de la tierra cuarteada comenzaron a brotar los primeros asomos de verdor. La araña se paseó sobre la corteza del nogal y concluyó que la tregua de las aguas prometía ser ya duradera. Llevaba dos largas semanas de estoico ayuno y se dispuso a confeccionar una nueva tela. Su antinatural camarada de naufragio la observaba con suma atención. Había logrado salvarse gracias a que supo convencer a la araña de que teniendo en la despensa otros muchos bocados, ella le podía prestar un mejor servicio como camarada de desdicha.

Y es que el comienzo del caos había sido para la mosca providencial. Ella se acababa de enredar en los pegajosos hilos de la tela e intentaba en balde liberarse cuando se escuchó el atronador sonido de las compuertas del cielo al abrirse. La araña, a la sazón en trance de clavarle sus ponzoñosos quelíceros, se detuvo en seco. La mosca comprendió que no había tiempo que perder y se valió de aquel primer momento de pánico para negociar su perdón a cambio de darle compañía. Y justo cuando la araña se hallaba cavilando sobre si aceptar o no la propuesta, había comenzado la lluvia torrencial y eso inclinó la balanza a su favor. Recordaba, sin embargo, cuáles fueron las condiciones pactadas y ver a la cazadora desplegando de nuevo su arte de caza le indicó que la tregua de paz entre ambas se había terminado.

Era una mañana tibia, en la que el sol brillaba con una intensidad especial. Una vez acabó de tejer la tela, la araña se situó en el centro dispuesta a aguardar la llegada de su primera víctima. Después de meses sin haber volado, vio que su vieja compañera de naufragio agitaba las alas como si se preparase para levantar el vuelo. Le tenía aprecio y que se dispusiera a ponerse a salvo le produjo una gran alegría. Pero cuál no sería su asombro cuando vio que, tras sobrevolar la tela trazando un par de círculos perfectos, la mosca se posaba en un extremo de la tela. Aquel inopinado desafío la irritó de tal forma que los profusos pelos, que recubrían su quitinoso cuerpo, se le erizaron de golpe. ¿Qué hacía aquella estúpida mosca? ¿Acaso no le había dejado claro que, en cuanto las aguas volvieran a su cauce, retomaría sus hábitos de caza?, se preguntó la araña con irritación.

El conflicto en ciernes quedó, con todo, aplazado con la aparición de una prístina liebre blanca. La limpieza extrema de su pelaje ponía en evidencia que formaba parte del grupo de los elegidos y que se encontraba recién desembarcada del Arca. Cada uno de sus saltos ponía en evidencia que se hallaba muy ufana de volver a pisar tierra firme. Se detuvo al lado de las campanillas y los pipirigallos que había justo debajo de la tela de araña. Levantó entonces las patas delanteras y, mientras miraba hacia el cielo a través los hilos de seda perlados de lluvia, dijo una plegaria. Las antiguas compañeras de naufragio miraron hacia donde lo estaba haciendo la liebre, y se quedaron extasiadas con la visión de un arco que, irisado de colores que viraban del rojo al violeta, unía lo más alto del cielo con la tierra. Aquello simbolizaba la alianza de paz que el Creador establecía con los supervivientes del Diluvio. Un símbolo que, en adelante, se desplegaría cada vez que los rayos de sol iluminaran las primeras gotas de lluvia para que las criaturas terrestres no se olvidasen de lo pactado con la divinidad.

Nada más acabar su plegaria, la liebre sintió un repentino desasosiego y se alejó con premura. Iba en busca de su compañero de Arca porque, una vez restablecida la calma, tocaba cumplir con el mandato divino de crecer y multiplicarse hasta repoblar de nuevo la faz de la Tierra. La marcha de la liebre propició que la araña y la mosca se quedaran de nuevo a solas con sus cuitas. Aunque las horas compartidas en condiciones tan adversas habían establecido entre ellas un estrecho vínculo, no podían evitar ese antagonismo que nacía de lo más profundo de sus respectivas naturalezas. Como habría hecho con una cualquiera de sus posibles víctimas, la cazadora observaba con atención los casi imperceptibles levantamientos de patas que la mosca estaba haciendo en ese momento. Tenían como finalidad demostrase a sí misma que no estaba aún atrapada en la tela de araña, sino solo posada. De súbito las vibraciones de los hilos cesaron y, sin poder evitarlo, al arácnido se le planteó una duda existencial: si le atacaba, se sentiría culpable; pero no hacerlo significaba actuar contra natura y rendir luego cuentas ante el Creador.

Aunque en apariencia confiada, la mosca no dejaba de estar alerta. Tantas horas pasadas pata con pata en el interior de la grieta, le habían valido para conocer muy bien a su compañera. De que se profesaban mutuamente aprecio no tenía la menor duda, pero recordaba también las numerosas ocasiones en las que la araña le había advertido que, una vez se acabara el Diluvio, recuperaría de inmediato su condición de cazadora al acecho. La mosca era, sin embargo, de natural fiel; y la fidelidad siempre le había redundado en beneficios, como cuando descubría una fuente de alimento copiosa y no se separaba de ella hasta haber logrado agotarla a base se succionar de ella con su trompa. Pero sabía también que era fiel en exceso, hasta el punto de resultar pegajosa y, por ende, molesta. Además, haber sido cómplices durante el Diluvio no era ninguna garantía en la nueva situación. No se podía, pues, permitir bajar la guardia.

Con todo, después de aquel primer “atelizaje” hubo otros. Era una conducta peligrosa, la mosca lo sabía, pero no era capaz de comportarse de otra manera. Durante las adversidades habían sido compañeras de balsa, luego confidentes y al final intimaron de una forma inconfesable. Que las aguas hubieran vuelto a su cauce no era suficiente motivo para romper el lazo de afecto que las unía. Tampoco la araña se sentía cómoda en el nuevo escenario. Deseaba conservar aquella ligazón contra natura y, sin embargo, no podía dejar de comportarse como la cazadora nata que era. Y en aquel equilibrio inestable, la mosca fingiendo que solo estaba posada —ya casi no podía separar las patas de la tela—, la araña haciéndose la longuis para no tener que atacarla, permanecieron hasta que el Creador tuvo noticias de la extravagante situación y, sin poder evitarlo, se conmovió.

Que una voraz araña se resistiese a clavar sus quelíceros en una mosca, o que esta se mostrara imperturbable pese a hallarse atrapada en su tela, desafiaba a todas las leyes y normas por él dictadas a través de la Evolución. Para más inri, aquel par de insensatas criaturas no habían sido ni siquiera pasajeras del Arca de Noé. Afortunadamente, gracias a la bondad infinita con la que los autores de las Sagradas Escrituras habían dotado al Creador, este pudo tomar sobre la marcha la decisión de que en sus siguientes vidas la mosca y la araña fuesen de la misma especie y coetáneas. De esa manera, más pronto que tarde, sus caminos se cruzarían; y cuando eso ocurriera, podrían convivir sin temerse y sin necesidad de quebrantar ninguna norma.

Y así sucedió, muchos siglos después, el día en que Dolomedes y Lucilia se encontraron. Ambos creyeron que se veían por primera, cuando lo que en verdad estaban haciendo era reanudar una vieja amistad. Muy pronto se hicieron inseparables y decidieron compartir sus vidas. Por las noches, sin embargo, tenían una pesadilla muy extraña —los dos la misma— que no solo les hacía despertarse angustiados, sino que creaba una barrera insalvable entre ellos. Ninguno se atrevía a dar el paso de contárselo al otro y eso hacía, a su vez, que ambos ignorasen que tenían sueños idénticos. Dolomedes soñaba que los colmillos se les convertían en unas púas ponzoñosas y, cuando se acercaba a Lucilia para besarla amorosamente, no podía evitar darle un tremendo puyazo en el cuello. A su vez, ella soñaba que se recogía el pelo e inclinaba la cabeza para dejarle la nuca al descubierto, momento en el que Dolomedes, en lugar de darle el beso anhelado, le mordía.

Una pesadilla que no cesó hasta la noche en la que los dos vieron en sueños una tela de araña perlada de gotas de lluvia y una liebre blanca que, con sus dos patas delanteras en alto, decía una plegaria al arco iris, a través de los hilos de la tela. Luego la vieron partir dando grandes saltos, con una premura y un desasosiego que resultaron ser muy contagiosos. Abrieron, pues, ambos los ojos y, enfebrecidos, se fundieron en un ardoroso abrazo. Esta vez, además, no necesitaban ocultarse nada y no se sintieron culpables. Y quizás por ello, tras el abrazo, también Dolomedes y Lucilia pudieron al fin afanarse en cumplir con el mandato divino.


abrazo de Klimt.jpg
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Última edición por jilguero el 26 Mar 2020 13:29, editado 7 veces en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

:hola: ¡Buena anochecida, Cata! Como habrás visto, esta mañana te he dejado una pamplina escrita estos días y, por ende, acorde con la situación que vivimos de confinamiento. :luf:

Por lo demás, decirte que tengo las palmas de las manos calientes de aplaudir. Ya sabes que no soy de participar en actos comunitarios, pero con este momento compartido a diario cada cual desde su casa, me ocurre lo mismo que ya te conté que me pasaba en Semana Santa, cuando veía a la multitud y escuchaba la marcha procesional, que se me ponen los pelos de punta, como si se despertara en mí una vía de comunicación ancestral. Una comunicación no verbal, instintiva, que habitualmente debo tener reprimida. Además, el vecino que pone luego música, siempre nos dice que no decaiga, que ya mismo vamos a estar fuera y, como soy de agradecer mucho los gestos, pues ahí que estoy cada tarde al pie del cañón :cunao:.

¿Cómo van esas subidas de escaleras? También en eso sigo al pie del cañón. :martillazos:



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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »


¡Buenas tardes, Cata! Esta mañana ha sido mi salida semanal en busca de víveres. ¡Qué sensación más rara estar en la calle…! Al final vamos a terminar con agorafobia. :batman:

He estado viendo los cuadros de HA! atrasados y he visto uno con una historia bíblica detrás que desconocía y, ante la duda de si también tú la desconocerás, te voy a hacer un resumen. Es además, un tema de suma actualidad, pues en el fondo se trata de un intento de abuso sexual aprovechándose de la situación de poder.

El cuadro en cuestión es La bañista de Élisabeth Vigée-Lebrun.

La bañista (ElizabethVigeelLbrun).jpg


La modelo es Julie Lebrun, hija de la pintora, y se la ve desnuda pero envuelta en una pieza de tela. Además, se ve de fondo vegetación y, dado el título del cuadro, podríamos suponer que está recién salida da darse un baño en algún estanque. Hasta ahí lo que yo hubiera visto en el cuadro sin ayuda de nadie. Pero tras leer el comentario que acompaña al cuadro en AH! podemos notar, también, que sus ojos miran con aprensión a alguien que no vemos.

Pues bien, resulta que la pintora recrea en este lienzo una escena bíblica, que aparece como un añadido al libro de Daniel, en la que se habla de la Casta Susana. Una joven muy bella, casada con un tal Joaquín de Babilonia, que era rico y tenía una hermosa casa con jardín. A la casa acudían gente principal y, entre ellos, dos ancianos que ese año habían sido elegidos como jueces. Unos ancianos de los que el Señor diría: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y de los jueces que se tenían por guías del pueblo».

Y es que Susana tenía la costumbre de pasear por el jardín con su esposo después de comer y los ancianos la veían pasar y la deseaban. Total, que un día caluroso Susana decidió darse un baño en su jardín y ordenó a los criados que lo cerraran para que nadie la viera. Pero los ancianos, que llevaban ya días al acecho de una oportunidad de obtener el favor de la bella Susana, quedaron también encerrados en el jardín con ella. En cuanto se supieron a solas salieron de su escondrijo, momento que recrea el cuadro, y se aproximaron a ella para decirle que ardían de deseo y que, dado que nadie los veía, que aceptase tener relaciones carnales con ellos.

Ante su reticencia, la amenazaron con que, si no aceptaba, la acusarían de que la habían sorprendido con un joven en el jardín. Viéndose entre la espada y la pared, Susana le dijo que no, que prefería ser condenada a muerte por su testimonio calumnioso antes que acceder a su proposición indecorosa. Comenzó a gritar y los ancianos hicieron otro tanto, con lo cual se acusaron mutuamente. Pero dada la buena fama que tenían los ancianos, cuando al día siguiente pidieron que la trajeran ante la asamblea y ellos la acusaron en público de haberla sorprendido en compañía de un joven, los creyeron y condenaron a muerte a la Casta Susana.

Ella, al escuchar el veredicto clamó en alta voz: «Dios eterno, tú que conoces los secretos, tú que conoces todas las cosas antes que sucedan, tú sabes que ellos han levantado contra mí un falso testimonio. Yo voy a morir sin haber hecho nada de todo lo que su malicia ha tramado contra mí». Y se supone que el Señor escuchó su voz e hizo que, cuando ya la llevaban al lugar de su ejecución, un joven Daniel gritara en su defensa que se equivocaban, que los ancianos habían levantado un falso testimonio contra ella, que volvieran al lugar del juicio.

Una vez estuvieron allí, el joven Daniel le preguntó a los ancianos por separado debajo de qué árbol había visto juntos a los amantes y uno respondió que debajo de una acacia y el otro que debajo de un ciprés. Entonces los miembros de la asamblea comprendieron que los ancianos metían y les aplicaron a ellos la misma pena que habían pretendido aplicarle a la joven.

Y azulín, azulado, la historia de la Casta Susana se ha acabado :clown:.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por lucia »

Y el cuadro y la historia nosotros hemos disfrutado :cunao:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

Susana no sólo era casta sino también hipertrópica.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 23 Mar 2020 19:46Después del Diluvio
Otra pamplina maravillosa, jilguero.

¿Puedo hacerte una sugerencia? En el último párrafo, a no ser que la cacofonía sea intencionada, yo sustituiría...
jilguero escribió: 23 Mar 2020 19:46 Abrieron, pues, los dos los ojos y,...
... por Abrieron, pues, ambos los ojos y,...

Por cierto, referente a los nombres, creo adivinar el por qué del apelativo de Dolomedes. Pero, ¿y el de Lucidia?
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Greto, gracias por leerla y por la sugerencia. Le tengo horror a las cacofonías pero a veces se me cuelan.
En cuanto a tu duda, pues un error al teclear el nombre de ella, pues se llama Lucilia, por lo que también ya imaginarás.

Pero como pudiera ser que Cata esté in albis, dejo aquí una imágenes de quiénes son en la actualidad Dolomedes y Lucilia.

Lucilia.jpg
Dolomedes.jpg
Misterio desvelado de por qué he escogido esos nombres para el hombre y la mujer en que se reencarnaron las dos náufragas.

PD: Greto, ¿qué significa que Susana es hipertrópica?
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 26 Mar 2020 12:35Misterio desvelado.
Conformado.
jilguero escribió: 26 Mar 2020 12:35... ¿qué significa que Susana es hipertrópica?
Pues que tiene estrabismo, a tenor del cuadro, ya que uno de los ojos mira ligeramente hacia arriba.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Edgardo Benitez »

Atrapado quedo, de nuevo.
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Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

La verdad es que el relato de Después del Diluvio prometía pero una vez que se pone la liebre rampante ya me he perdido y no he entendido nada. :cry:
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Esta mañana, Cata, recibí un correo electrónico de una amiga nuestra. Me adjuntaba un par de fragmentos de sendas obras de Roberto Bolaño -poeta chileno que cita a menudo Jilguero en este y otros hilos del foro-, en concreto Estrella distante y 2666.

Que había recordado estos fragmentos tras leer cuatro pamplinas mías. Estilos diferentes, pero con el mismo trasfondo poético, dice, :dragon:.

Llevo mucho tiempo sin leer, no me ha apetecido. Pero en ese instante he buscado el lector para comprobar si tenía Estrella distante a mano para volver a leerla. Negativo november.

Da igual, seguro que ya mismo alguien me lo envía. De todas formas la que sí tengo es Una soledad demasiado ruidosa, novelita que me recomendó en su día Isma y de la que guardo un gratísimo recuerdo. Acabo de leer la reseña que hice en el foro cuando la acabé y recuerdo ahora que se me desinfló conforme la terminaba, y, sin embargo, ha dejado un poso, un sabor de boca inmejorable. Así que la empiezo en un rato o esta noche, cuando se duerman la mitad de las fieras.

Ocurre siempre en primavera, al poco de terminar el relato que envío al concurso, que me surge el gusanillo de emprender una novelita corta, de imaginármela, de escribirla. Hoy ando en esas. Por suerte sé que es un mal pasajero...
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Leído el relato del diluvio. Lo que yo he pillado es que la liebre se va a poner fina con el conejo repoblando la tierra. Y que otro tanto hacen la araña y la mosca porque su autora nos dice que "intimaron de una forma inconfesable". Ahí hubo jaleo, :cunao:.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Tolomew Dewhust »

¿Y de la casta Juana no tienes noticias? Si es negativo november te cuelgo el vídeo.

Edito: lo cuelgo igualmente, jaja.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 26 Mar 2020 12:50 Pues que tiene estrabismo, a tenor del cuadro, ya que uno de los ojos mira ligeramente hacia arriba.
Yo le veo unos ojos grises muy bonitos y no soy capaz de notarle el ojo hipertrópico.
Edgardo Benitez escribió: 26 Mar 2020 13:06 Atrapado quedo, de nuevo.
Edgardo, una alegría verte aparecer por aquí. Mientras le daba forma a En la anochecida hubo momentos en que acordé de esas mujeres también solitarias de tus textos. :wink:
hexagono69 escribió: 26 Mar 2020 17:35 La verdad es que el relato de Después del Diluvio prometía pero una vez que se pone la liebre rampante ya me he perdido y no he entendido nada.
Te hago un resumen de lo que y me he enterado (aunque yo hago de mediúm, las historias van a veces por derroteros propios): una mosca y una araña que logran sobrevivir al Diluvio haciéndose compañía sobre el tronco de un nogal flotante. Como bien te ha dicho Catulo, llegaron a intimar al máximo y se cogieron mucho aprecio. Pero cuando vuelve la calma (la liebre tomada de Rimbaud la considero el momento del perdón de la divinidad), la araña tiene que volver a ser cazadora y la mosca no puede evitar seguir siendo de una fidelidad pegajosa (¿no lo has notado en el verano? :lol:), con el riesgo que eso conlleva. La divinidad se entera de la extraña relación entre esas dos criaturas antágonicas (predador/presa) y decide que en sus siguientes vidas serán de la misma especie y se encontrarán. Y así sucede, pues la araña y la mosca se reencarna, siglos después, en los jóvenes (humanos, por supuesto) Dolomedes y Lucilia, respectivamente. Se encuentran y no se reconocen, pero por las noches tienen una pesadilla que es una suerte de regresión al pasado, donde Dolomedes no puede evitar emponzoñar a Lucilia (de ahí yo deduzco que al final la araña le acabó clavando los quelíceros a la mosca) y eso hace que tengan miedo a intimar. Pero una noche el sueño es también una especie de regresión pero al momento en el que, después del diluvio, la liebre hizo su plegaria y, sintiéndose ya perdonada, se fue veloz en busca de su compañero para procrear. Esa vez no han soñado con que se hacen daño y, como se despiertan contagiados del ardor de la liebre, se abrazan y por fin pueden también ellos cumplir con el mandato divino de multiplicarse y poblar la faz de la Tierra.
Tolomew Dewhust escribió: 26 Mar 2020 17:53 Que había recordado estos fragmentos tras leer cuatro pamplinas mías. Estilos diferentes, pero con el mismo trasfondo poético, dice.
Oye, pues ahora que lo dices, por las pamplinas que te he leído creo que no le falta algo de razón a esa amiga tuya.
Tolomew Dewhust escribió: 26 Mar 2020 18:16 ¿Y de la casta Juana no tienes noticias?
Jajaja, no, no tenía noticias de la casta Juana. ¡Qué buenos son Les Luthiers! :D


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 27 Mar 2020 14:00Yo le veo unos ojos grises muy bonitos y no soy capaz de notarle el ojo hipertrópico.
Quizás el estrábico sea yo, entonces.
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