Terminado (al fin llegué a algo
).
Aquí está la prueba de que no se necesitan "palas y parrillas" para padecer un infierno que, en este caso, es eminentemente psicológico. El ambiente es sofocante: no hay espejos, no hay ventanas o camas (ni libros
). La aparente necesidad del cepillo de dientes que se menciona al principio supone un rasgo tan humano que quizá representaría la última ilusión de visualizarse en una especie de hotel.
Me encantó la idea del parpadeo como una pequeña evasión, y la del sueño como un escape en el cual hasta el personaje más aberrante puede encontrar cierto sosiego.
Otro punto que me llamó la atención es el hecho de que pueden "ver" los sucesos terrenales (que aún les conciernen y les causan molestia).
Una vez en el "infierno", por más que deciden apartarse de los otros dos, no lo logran (esta intención sólo tiene un efecto momentáneo), ya que la urgencia de compartir sus errores, miserias e inclinaciones (y paradójicamente, también de ocultarlas), resulta más fuerte que cualquier intento de evasión. En esta obra el infierno representado bien podría trasladarse a un hogar de la vida real, situación que se manifiesta al hablar de lo que Inés, Garcin y Estelle experimentaron durante su permanencia en la tierra.
La reunión de esos tres personajes es tal vez menos azarosa de lo que parece: cada uno tiene las características precisas que pueden dañar al otro.
Y tal como leí en alguna parte del libro, en esa habitación están
más vivos que nunca.
eskarina escribió: Da que bastante que pensar sobre cómo acepta cada uno su culpa, la obsesión por guardar las apariencias, y sobre todo la influencia de la opinión de otros en la propia conciencia.
Mira que esta última idea aplica a Garcin de manera sorprendente. ¡Cuántas personas sólo encuentran sentido a sus vidas a través de la opinión ajena!
¡Excelente!
Hyp, espero tus comentarios para empezar a destripar en serio.