Después de una intensa semana de exámenes...
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Muevo la cabeza en busca de un sitio donde aposentar mi mirada sin molestar a nadie. Una parada más. Entran personas, salen personas. Todas tienen ojos, todas tienen nariz y boca, todas tienen extremidades y con toda probabilidad todas tienen ideas. No noto la diferencia. Resoplo y tarareo mentalmente la melodía que suena en mis auriculares.
Cierro los ojos y subo el volumen de la música. Intento recordar las últimas tres canciones que he oído y no lo consigo. ¿A caso estaba escuchando?.
Unos pies juguetones y que no paran de moverse con cierto ritmo me desconcentran. Visten unos mocasines algo viejos y gastados por los lados. Miro hacia arriba, les sigue un hombre mayor, algo calvo y con un aspecto poco cuidado. Su cara llena de arrugas se ve ocupada en gran parte por una barba canosa y escasa, a diferencia de sus cejas que son de un color oscuro y muy pobladas, arqueándose sobre sus ojos tal si fueran las ramas de un sauce llorón. Le dan cierto aspecto cómico. Está cogido a la barra metálica, o eso intuyo ya que apenas se le ven las manos. Viste una chaqueta verde de terciopelo, al menos tres tallas mas grande. Me recuerda a un niño jugando a vestirse con la ropa de su hermano mayor. La chaqueta le alcanza hasta las rodillas, después asoma un pantalón chino de color azul. El pantalón cae sin arrugarse ni tomar forma, como si no hubiera una pierna dentro.
El hombre no para de mover la cabeza de lado a lado, a modo de negación e incluso a veces cierra los ojos y asiente al mismo tiempo. También parece mover los labios como si masticara las palabras antes de decirlas, saboreando cada una de sus letras. De repente abre los ojos, de un color azul cielo, y mira a todos los presentes. Sus ojos parecen abrirse más y más hasta lograr un tamaño descomunal respecto a las proporciones de su cara. Inmediatamente los cierra y se sumerge de nuevo en sus quehaceres. Sonrío maravillado por aquel curioso comportamiento. Su cuerpo flacucho y débil me transmite una fragilidad parecida a la de un bebe recién nacido. Lo observo con asombro. ¿Que pasará por aquella mente?.
Se acerca a la puerta y pone su mano derecha encima del botón. Al frenar el vagón, su cuerpo se tambalea y parece que cae, desmoronándose sobre sus piernas, pero recupera la compostura increíblemente. Piiiiiii. La puerta se abre y antes de poder dar un paso, varias personas le han tomado la iniciativa y entran, propinándole codazos y empujones. Pero él no lo nota o no lo parece notar. Está absorto. Una vez que han entrado todos, comienza a mover sus piernas, lentamente. Un paso, y después otro y ya esta fuera del vagón. Piiiiiii. Las puertas se cierran y me abalanzo sobre ellas para poder ver por el cristal a mi curiosa criatura. Está parado en el andén, tocándose el pecho como si manoseara su corazón, palpando sus latidos. Retoma el paso de nuevo en dirección contraria al resto de gente. Pronto se haya solo.
El vagón comienza a moverse en el mismo sentido que el anciano. Al llegar al final de la parada, descubro que en aquella dirección no hay salida. Me pregunto si lo sabrá. Algo me dice que sí y una sonrisa se dibuja en mi cara.
Y segundos después ya no hay salida ni anciano.
Y segundos después ya no hay nada. Solo hay un color negro que me hace girar, cerrar los ojos y subir un poco mas el volumen de mi reproductor.
El anciano de ojos azules
Me ha dejado fría. Tanto anciano para que al final dé lo mismo que es de él.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
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Todo es tan fugaz y efímero allá abajo. Estás en un lugar, pestañeas y ya no estás. Ni siquiera la gente de tu alrededor es la misma.
Quizá me lo encuentre otro día, tambaleándose por esos pasillos endemoniados que pueblan el subsuelo de Barcelona, en aquella misma estación o quizá en otra. Son todas iguales. Mascando palabras y mirándome con sus grandes ojos.
Entonces volverás a saber del anciano de ojos azules.
Quizá me lo encuentre otro día, tambaleándose por esos pasillos endemoniados que pueblan el subsuelo de Barcelona, en aquella misma estación o quizá en otra. Son todas iguales. Mascando palabras y mirándome con sus grandes ojos.
Entonces volverás a saber del anciano de ojos azules.
Última edición por icrave el 11 Dic 2011 14:11, editado 1 vez en total.
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- dualidad101217
- Me estoy empezando a viciar
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- Registrado: 12 Mar 2006 19:30
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Comentario a icrave
Aloja,
El relato está. Uno se ubica en la escena y se mete también con ambos protagonista, con el anciano y con quien lo ve. Ahora, el cierre, me deja con las ganas. Entiendo que puede dejarse a la suerte del lector cualquier interpretación, pero le esperaba más fuerza, o alguna sorpresa mayor.
Un abrazo.
El relato está. Uno se ubica en la escena y se mete también con ambos protagonista, con el anciano y con quien lo ve. Ahora, el cierre, me deja con las ganas. Entiendo que puede dejarse a la suerte del lector cualquier interpretación, pero le esperaba más fuerza, o alguna sorpresa mayor.
Un abrazo.
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