"... La Voz de Skopelos, septiembre de 2023.
... El gobierno de la pequeña isla de Skopelos en el conglomerado de las islas griegas, conocido por ser el escenario de una de las películas más icónicas de nuestros días, ha decretado la zona de la ermita Agios Ioannis Prodromos y la pequeña costa con sus pequeñas playas como intransitable y cerrada al público. Debido a los sucesos que han acontecido este verano. La muerte por accidente de hasta 5 personas, ha provocado todo tipo de especulaciones: que la zona no es segura, que hay una maldición... Haciendo que el número de turistas que la visitaban, haya disminuido de manera bastante considerable. Entre los habitantes del pueblo hay controversia; por un lado, los comerciantes están bastante molestos, ya que el descenso del flujo de turistas ha provocado que muchos de sus negocios hayan visto mermados sus ingresos. Por otro lado, los habitantes de siempre han respirado tranquilos de ver como su pequeño remanso de paz vuelve a ser eso... Paz... "
Tina Medus sonrió. Pero no era una sonrisa amplia, ni era una sonrisa de estar alegre; apenas era una media sonrisa. Lo justo para que sus finos labios se movieran en su comisura derecha. Se sentía bien y justa. Miró hacia la ermita, que se encontraba justo enfrente de su casa; en el acantilado. Hacía poco que no veía la línea de turistas que parecían hormigas durante todo el día y sobre todo cuando se avecinaba el crepúsculo. Su rumor de voces, de gritos y de suciedad acústica flotaba por el ambiente hasta su pequeña casa en el acantilado. Ya no venía gente preguntando si esa era la famosa casa de "Mamma Mia" o gente que, sin ser invitada, se le colaba en el jardín y pretendía hacer fotos a la pequeña península desde su patio. Los carteles de "No Pasar" o "Propiedad Privada" se las "rempampinflaba" a algunos. Todo por tener una foto exclusiva. Y si ella les echaba de malos modos de su propiedad, la filmaban o le hacían fotos. Menos mal que Tina Medus no tenía redes sociales... si no, hubiera visto su cara muchas veces en "stories" y comentarios con insultos de todo tipo: "una mujer amargada que no nos dejó hacer unas fotos en su casa" "La costa es de todos, solamente estábamos en el patio" "... Los lugareños podrían ser más amables, ya que les dejamos dinero en el pueblo"... Pero ella, como no leía nada de eso, pues estaba inmersa en la ignorancia que produce el dicho de "ojos que no ven..."
Tina se sentía una heroína en la sombra. Había conseguido salvar su lugar de paz, su hogar de los que ella denominaba: "insectos brillantes".
Todo comenzó hacía aproximadamente 2006, cuando empezaron a llegar gente extranjera, americanos buscando un enclave para rodar una película de Hollywood. Tina era una mujer de 40 años, soltera, que vivía con su madre. Aunque había nacido en Francia, su padre había fallecido hacía 20 años y se habían trasladado a la casita familiar de Isla del Egeo. Su madre era matrona y aunque ejerció durante un tiempo; cuando se jubiló, adquirió el pequeño negocio de artesanía familiar. A Tina le gustaba la cerámica y hacía sus vasijas y sus figuras cuando ya su madre no podía por el reuma y la artritis. El taller lo vendieron y lo montaron en su propia casa, donde vendían las piezas a los negocios de la zona. Les iba bien, pero su madre falleció cuando ella apenas tenía 35 años. Cuando empezaron a rodar la película a solo unas casas más allá de la suya. Vio como su pequeño mundo iba a ponerse "patas arriba", ya que el trasiego de personas iba en aumento día tras día. Eso la irritaba, pero también le daba trabajo.
La cosa fue a peor después del estreno de la película. El número de turistas aumentó, empezó lo que ella denominó "el camino de las hormigas" en la ermita y los primeros intrusos en su patio. La demanda de artesanía empezó a aumentar y ella no daba a basto. También los negocios locales tuvieron que acceder a las empresas de artesanía "al por mayor" que se presentaban en sus puertas y que evidentemente eran más competitivas; el "hecho a mano" muchas veces es una estafa... y ella, gracias a que tenía algunos fieles, fue sobreviviendo. Pero empezó a perder algo, a la vez que creía que lo iba perdiendo su maravilloso hogar: Su Paz.
Sobrevivía con resignación. Pero hacía unos 10 años, más o menos, llegaron las redes sociales masivas, y poco después el negocio de los contenidos y el término que más se empezó a escuchar y a utilizar en la sociedad: "influencer". Ella no sabía lo que era aquello, pero veía como aquel remanso de la naturaleza, era asaltado y mancillado por una horda de personas que vestían extraño que les daba igual saltarse las normas. Cada día veía como se saltaban los carteles de propiedad privada, como atentaban contra la naturaleza, cómo dejaban su isla y la pequeña ermita llena de porquería; sin contar con la erosión que estaba haciendo mella en los enclaves que habían sobrevivido a todo durante muchos años. Y que no conseguirían sobrevivir a aquella horda de personajes estrafalarios que aparecían cada día, a cada hora.
Un día de junio, Tina Medus necesitaba ir a la ermita cómo todos los años a poner velas a sus seres queridos. Emprendió el trasiego con la enorme cantidad de personas que recorrían y subían los 105 escalones hasta la ermita. Se fijó que en un año, aquello había ido a peor, caminos ya casi medio derruidos, escalones que se habían desprendido y personas saliéndose del camino pisando vegetación, destruyendo su paraíso. Arrugó la boca en señal de desagradado, pero siguió ascendiendo. Ese día, sin ella saberlo, todo iba a cambiar...
Llego a un punto en que había un pequeño saliente, ella se solía parar a descansar ahí y además tenía por costumbre comerse una fruta. Se veía la ermita muy bien y la costa. Solía alimentar a los pájaros se posaban en las ramas de los árboles cercanos. Ya apenas quedaban pájaros; y las ramas de aquellos árboles estaban rotas o alguien las había seccionado con tal de tener mejores vistas del mar azul. Había un grupo de personas haciéndose fotos en aquel lugar. Y además vio otro grupo que parecía que hacía fila para acceder al muro del enclave. Ella no se fijó en ello y se dirigió como siempre a uno de los bancos de piedra que dominaban el mirador.
"¡Señora, no se cuele que estamos haciendo cola!" Le dijeron, en inglés. Ella entendía el inglés, pero no creía que fuera con ella, y siguió avanzando. De repente una mano la asió por la rebeca.
"¡Señora que hay cola!" Ella miró la mano y lo que seguía la mano era un chico joven, que iba vestido de manera tan estrafalaria como los demás, con gafas de sol y con ropa muy brillante.
"No me toque." Le espetó en griego. Y se soltó de manera abrupta. Prosiguió su camino sin escuchar el coro de voces que la jaleaban, indignadas.
Llegó al banco, donde una chica estaba subida haciendo posturas a un fotógrafo con cámara y objetivos descomunales. Y se sentó a solo unos centímetros de los zapatos de 3 metros de tacón de la chica.
"¡Eh! ¡Señora! ¿Puede apartarse? ¿No puede esperar su turno?", la chica con cara de pocos amigos la miraba como si fuera un bicho y quisiera aplastarla con uno de aquellos zapatones. Ella, sin escucharla, sacó de su bolsa de lona su naranja y una navaja y empezó a pelarla con parsimonia.
La muchacha le dio en el hombro con el zapato.
"¿Me está escuchando? - Luego se giró hacia el fotógrafo – "Luciano, esto nos va a desbaratar todo el planning del shoot, ¡por favor haz algo!". Tina le echó una mirada furibunda a la chica y le volvió a decir que no la tocara en un griego alto y fuerte.
El fotógrafo y otra mujer que llevaba una especie de cometa blanca enorme, se apresuraron a intentar hablar con Tina en inglés.
"Disculpe, señora...¿Nos permite hacer unas cuantas fotos más y ya la dejamos tranquila? - se escucharon voces quejándose desde la fila. Y ella impasible se comía la naranja mientras miraba al mar y al sol. Intentando abstraerse y absorber la paz que ese lugar se había dejado en el camino.
La chica, ya muy enfadada. Hizo un movimiento brusco para bajarse del banco, con tan mala suerte que se le quedó el zapato enganchado, y se torció el tobillo. Y... como una cosa lleva a la otra... perdió el equilibrio. Lo siguiente pasó todo en cámara lenta: hizo una floritura al aire, alzó los brazos coronados por unas uñas afiladas, pero inservibles como una bailarina, mientras su cuerpo acompañado por una ráfaga de viento la mar de oportuna, caía hacia atrás. Intentó aferrarse a alguna rama inexistente, ya que las habían roto o cortado, y voló por encima del banco y del muro hacia el vacío del acantilado cómo un pájaro... con garras maravillosas, eso sí.
En aquel momento todo estalló en caos, ya que tanto el fotógrafo como la asistente y los que estaban esperando turno en la fila, corrieron hacia el lugar, mirando hacia el vacío y la montaña que se extendía debajo, hacia el mar.
"¡Rápido! ¡Una ambulancia!" "¡Que alguien llame a emergencias!" "¡Socorro! ¡Dios mío!"
Ninguno se dio cuenta ,a medida que eso se iba llenando de personas que iban llegando del ascenso y descenso de la ermita, como Tina Medus guardaba su navaja y la piel de la naranja en la bolsa, se levantaba, e impasible seguía su camino hacia la cima de la Ermita. Como si no hubiese existido en aquel instante... como si ella no hubiera estado presente.
Curiosamente, se había quedado bastante despejado, ya que unos metros más para abajo había empezado el revuelo. Uno diferente. Pero allí, en la Ermita, por una vez en muchos años... sentía algo que hacía mucho que no experimentaba. Paz.
Se quedó un buen rato allá arriba, y vio como acudían los servicios de rescate, por mar y aire. También por tierra. Desalojaban el peñón y las escaleras e impedían el paso.
Cuando consiguió bajar, se sentó en su terraza con un café fuerte mirando el atardecer; había encendido el pequeño candil dónde depositó la cáscara de la naranja y dotando al ambiente de un plácido olor. Únicamente se escuchaban las chicharras, no el rumor de los clics o de la gente gritando en la cercanía. Ahora sabía qué tenía que hacer para poder recuperar su paraíso y su remanso. Sonrió, pero de esa manera tan especial... solamente con un leve gesto de la comisura derecha de sus labios.
Los días siguientes se vivió un poco de calma en el lugar, las autoridades habían limitado el acceso durante unos días; y aunque seguía habiendo turistas, estos eran más responsables. Pero poco a poco aquello se fue olvidando y todo volvió a la normalidad. Aunque ahora Tina Medus sabía qué era lo que tenía que hacer. Y estaba pensando en volver a ello, ya que con el calor, se multiplicaba el número de hormigas con atuendos variopintos...
Era ya finales de junio y el día se había levantado no especialmente bonito, con lo cual no había demasiado trasiego de gente subiendo a la ermita. Así que cogió su bolsa con su fruta, en este caso un delicioso melocotón y se preparó para el ascenso. Cuando llegó al tramo del mirador, este está precintado y no se podía pasar. Pero ella saltó la cinta de plástico y se sentó en el mismo lugar. Alguien había depositado velas y flores en la base del banco y en el asiento En ese momento estaba sola; apartó lo que le molestaba a un lado, sin miramientos y se colocó a sus anchas. Sacó su melocotón y su navaja y empezó a trocearlo siguiendo el hueso. Algunos turistas pasaron y se la quedaron mirando. Pero ella impasible seguía a lo suyo. Algunos, le lanzaban miradas curiosas y hasta reprobadoras, pero ella dirigía su mirada hacia el mar y hacia la ermita. Cuando se comió la última porción de melocotón, prosiguió su camino; un poco contrariada porque no había encontrado ninguna víctima de la tecnología.
Siguió ascendiendo y, casi al lado de la cima, vio como uno de esos insectos de brillantes colores se había salido del camino y estaba situado muy cerca del borde. Estaba solo e intentaba hacerse una foto a él mismo. Se mantenía ajeno a la vista, escondido entre los árboles, así que fue una suerte que lo hubiese visto. Levantó la comisura derecha de su boca y sin hacer ruido se dirigió hacia allí, amparada por los pocos árboles supervivientes y se escondió tras uno de los más cercanos.
El personaje colorido cambió de posición y se situó totalmente al borde a solo un paso del abismo; Tina rastreó a su alrededor, no había nadie. El chaval parecía que estaba ajustando la cámara y cuando terminó, alargó el brazo para probar una nueva posición. En ese momento ella abrió la boca para emitir con voz pausada y no muy alta ¨Proseche" y dejó que la ráfaga de viento se la llevara...
Y entonces, todo empezó a desarrollarse como en un baile lento. El personaje levantó la vista de la sorpresa echó para atrás su pie derecho en un acto reflejo , mientras daba un paso hacia el abismo. De repente las piedras que se desprendieron hicieron el resto. Con un baile parecido al de su compañera, la que parecía un pájaro, intentaba batir sus brazos como si fueran alas. Pero detrás solamente existía el vacío. En tres segundos, ya no estaban ni el insecto, ni el artilugio del demonio, ese llamado teléfono móvil... solo quedaba el ulular del viento, que se había "comido" el grito del insecto al caer hacia el mar un tanto enfurecido. Ella, en esa ocasión, se apresuró a volver al camino dejando allí la mochila de la que era ya su segunda víctima.
Aquella tarde se sentó en su patio oteando el horizonte, el temporal había amainado. Puso en su candil las cortezas del melocotón para dejar un olor agradable en el ambiente. Tuvo que esperar ya hasta casi el crepúsculo para ver como el acantilado y sobre todo el mar se llenaba de barcos de rescate y personas de los equipos de emergencias. Sorbió su café fuerte, levantando la comisura derecha.
Su plan comenzaba a ser un éxito, ya que se empezó a recuperar un poco de paz en el lugar ,después de tantos años; lo estaba haciendo bien. Así pues, se entretuvo las siguientes semanas en organizar cosas para que ocurrieran accidentes en los alrededores del ascenso a la pequeña cima y a la ermita.
A las horas que estas estaban menos concurridas, cavaba estratégicamente algún agujero o soltaba alguna piedra del borde, dónde sabía que solían encaramarse aquellos insensatos para lograr la mejor foto. A mitad de verano, ya había habido varios accidentes y otra víctima. Una muchacha, un poco joven que se subió a una de esas piedras sueltas para poder tener la mejor foto para mostrarla al mundo, cuando la piedra cedió e hizo que se precipitara al vacío. Estos sucesos trajeron consigo un gran revuelo y muchas habladurías: que si el enclave estaba maldito; que si se había degradado de tanto turista... y por fin las autoridades hicieron algo, y fue restringir el acceso fuera del perímetro del camino marcado y las escaleras. También pusieron supervisión y limitaron el número de visitantes.
Tina Medus estaba contenta, por fin habían hecho algo y las autoridades habían visto la gravedad del asunto. Sin embargo, esto atrajo otro tipo de personas. Las amantes de los fenómenos o el turismo de sucesos. Y como ya no podían acceder a la Ermita, pues se quedaban en el pueblo o bordeaban los acantilados, así como abarrotaban la pequeña playa que se extendía en entre la isla y su pequeña península. También aumentaron el número de personajes que se colaban en los jardines y patios de su remanso de paz. Normalmente, los despachaba con cajas destempladas, pero debía hacer algo...
Su golpe maestro se le ocurrió una tarde, cuando descubrió una pareja, que merodeaba por el camino a su casa.
"Disculpe, no queremos molestarla, pero... ¿Sabría usted si hay alguna pequeña cala por aquí que no esté tan abarrotada?" La mujer, rubia y en un inglés bastante fuerte, al menos fue amable. Estaba a punto de contestar como siempre, o directamente no contestar... pero su semblante cambió. Miró al hombre que poseía una maravillosa cámara negra que parecía una mosca colgada de su cuello. Y pensó en tarántulas, y en sus hilos. Sonrió con las dos comisuras. Un gesto que muy pocos conocían.
"Claro, hay por aquí una cueva que da a una parte del mar cuyas aguas cristalinas son muy buenas para bañarse" – Dijo en un inglés un tanto arcaico – y solo lo conocen los lugareños"
"¡Oh! ¡Muchas gracias!" Le dijeron la pareja abriendo el Google Maps y apuntando el punto que les había indicado Tina.
Después de que se marcharan, volvió a poner la boca en su posición rígida y se fue a hacer un poco de artesanía, se sentía inspirada... el día pasó sin mucho más sobresaltos que el de espantar "moscas vestidas con brillantes colores". En su candil aquel crepúsculo, puso cáscara de limón, que hizo que el ambiente fuera refrescantemente pacífico.
"... La voz de Skopelos, 30 agosto de 2023...
... Desafortunadamente, hay que hablar de otro suceso en las inmediaciones del maravilloso enclave de Gossa, en este caso, hablamos de la denominada "Cueva de las Almas" un maravilloso lugar tan bonito como letal. En el que aunque es de difícil acceso y hay una idílica laguna interior, bañarse en sus aguas puede ser fatal Ya que las corrientes son continuas y hacen que el agua te engulla en determinados sitios. Los lugareños saben que es muy peligrosa, y hay carteles de advertencia. Pero ayer, dos aventureros alemanes decidieron darse un refrescante último baño en sus aguas. Tan magníficas y brillantes que atrae zambullirse en ellas sin tener en cuenta lo traicionero de sus corrientes. Los cuerpos han sido rescatados esta mañana, por un equipo de submarinistas (...) la voz de alarma la dieron unos compañeros de viaje de la pareja ayer por la tarde, cuando vieron que no regresarban para la cena que tenían programada... otro desafortunado accidente que engrosa la lista negra de sucesos de este maravilloso lugar conocido ya no por haberse rodado la película "Mamma Mía" sino como: El punto negro de Skopelos ..."
Tina Medus revolvió el periódico y levantó la comisura derecha de sus labios, mientras bebía su café cargado y negro. Como la paz que sentía, como el rumor de las chicharras que volvían a oírse más fuerte el rumor de otros insectos... más brillantes y molestos.