Henry Miller
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A mí en su día me gustó tanto su locuacidad y la facilidad con que podía usar los términos más duros sin que quedaran mal, que acabé convirtiéndome en un "adicto" al Miller. Pero de eso hace ya años. Luego, no sé por qué, sin restarle méritos me ha ido pareciendo menos interesante (sin haber vuelto a leer nada, excepto Trópico de Cáncer y Días tranquilos en Clichy). Ahora, la verdad, tengo por ahí pendiente las "cartas a Brenda" (o algo así) desde hace años y nunca encuentro el momento. Primavera Negra nunca he he visto en librerías, por cierto.
Si he de elegir algo, me quedo con los tres de "la crucifixión rosada".
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Ese no me lo he leído, aunque el título promete mucho. Además, como el hombre se entusiasmaba tanto con la literatura... Es una de las cosas que quizá más me gustan de sus historias: que son la historia de un escritor. En relación a ésto, leyendo en su día las Cartas a Anais Nin y no sé si el Coloso de Marusi (no recuerdo exactamente, igual me estoy colando) me animé a leer varios libros que de otro modo seguramente no hubiera leído. Y todo por cómo vivía el hombre la literatura.
En cambio, me sorprendieron negativamente los dos últimos que leí: Opus Pistorum y Crazy Cock. Del segundo sólo recuerdo la impresión. Del primero algo más, porque había cosas demasiado desagradables para olvidarlas.
Pero bueno, el caso es que durante un tiempo Miller fue "mi héroe".
En cambio, me sorprendieron negativamente los dos últimos que leí: Opus Pistorum y Crazy Cock. Del segundo sólo recuerdo la impresión. Del primero algo más, porque había cosas demasiado desagradables para olvidarlas.
Pero bueno, el caso es que durante un tiempo Miller fue "mi héroe".
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Empecé por Sexus. No por nada, sino porque estaba en casa. Me sorprendió la fuerza de las "arengas", el recurso a palabras gruesas que lejos de resultar soeces reforzaban la contundencia de las ideas y, para qué negarlo, las escenitas subidas de tono. El tono, en general, era muy enfático. O estabas con él, o contra él. Y daba explicaciones de todo. En realidad, era un poco un libro "sobre todas las cosas". Sobre todas las cosas de la vida de una persoan claro, de su vida.
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Entre muchos motivos es un autor que no me deja indiferente porque fué un hombre autodidacta, que se formó a él mismo.
No me es indiferente porque su referente fué Dostoiveski un autor para mi imprescindible, ( ya he afirmado en varios hilos que para mi la literatura rusa es la mejor)
Me gusta que una persona pase de la doble moral e intente vivir a su aire actuando como le venga en gana mientras no sea irrespetuoso.
Es un gran autor que muchos de la generación beat (de la cual no he leido casi nada, porque no me gusta) se formaron con sus lecturas...........
y además hablaba y escribía sobre sexso sin nimgún tapujo.
También me gustó y leí la amistad que mantuvo con Durrell, de hecho hay alguna carta entre ámbos formidable, gracias a esas cartas descubrí que Durrel ultilizaba un pseudónimo cuando mantenia conversaciones escritas con Miller.
No me es indiferente porque su referente fué Dostoiveski un autor para mi imprescindible, ( ya he afirmado en varios hilos que para mi la literatura rusa es la mejor)
Me gusta que una persona pase de la doble moral e intente vivir a su aire actuando como le venga en gana mientras no sea irrespetuoso.
Es un gran autor que muchos de la generación beat (de la cual no he leido casi nada, porque no me gusta) se formaron con sus lecturas...........
y además hablaba y escribía sobre sexso sin nimgún tapujo.
También me gustó y leí la amistad que mantuvo con Durrell, de hecho hay alguna carta entre ámbos formidable, gracias a esas cartas descubrí que Durrel ultilizaba un pseudónimo cuando mantenia conversaciones escritas con Miller.
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Por culpa de esa amistad me compré un par de libros de Durrell... que aún no he leído.
De lo de ser autodidacta, creo que, en el fondo, hay muchos más escritores de los que creemos. Lo que pasa es que Miller hizo bastante ostentación de ello, creo yo. No sé si por orgullo o por complejo. O quizá por una mezcla de las dos cosas. Lo de ser autodidacta también me llamó la atención, como a ti, pero mucho más aún el hecho de que el tío fuera capaz de vivir durante años sintiéndose escritor... sin haber esrito una línea. Quizá eso nos pasa un poco a todos: que creemos ser -más o menos- lo que aspiramos a ser. Claro que en su caso fue capaz alcanzar su objetivo, y eso es mucho menos frecuente.
Lo de ir a su aire y hablar de sexo sin tapujos puede que sea, en realidad, dos caras de lo mismo. Por cierto: lo del sexo en Miller es curioso: la fama que crió gracias a él fue tremenda (no digo que buena, pero sí mucha) cuando en realidad hay infinitos autores que han narrado escenas más fuertes que las suyas (exceptuando Opus Pistorum, claro, pero es que esa creo recordar que la sacó bajo pseudónimo para ganarse unas perrillas). En su época no era tan normal, eso es cierto, pero que a día de hoy siga conservando esa fama como un "valor absoluto" (es decir, sin enlazarla con su época) habiendo lo que hay en las librerías, no deja de sorprenderme.
De lo de ser autodidacta, creo que, en el fondo, hay muchos más escritores de los que creemos. Lo que pasa es que Miller hizo bastante ostentación de ello, creo yo. No sé si por orgullo o por complejo. O quizá por una mezcla de las dos cosas. Lo de ser autodidacta también me llamó la atención, como a ti, pero mucho más aún el hecho de que el tío fuera capaz de vivir durante años sintiéndose escritor... sin haber esrito una línea. Quizá eso nos pasa un poco a todos: que creemos ser -más o menos- lo que aspiramos a ser. Claro que en su caso fue capaz alcanzar su objetivo, y eso es mucho menos frecuente.
Lo de ir a su aire y hablar de sexo sin tapujos puede que sea, en realidad, dos caras de lo mismo. Por cierto: lo del sexo en Miller es curioso: la fama que crió gracias a él fue tremenda (no digo que buena, pero sí mucha) cuando en realidad hay infinitos autores que han narrado escenas más fuertes que las suyas (exceptuando Opus Pistorum, claro, pero es que esa creo recordar que la sacó bajo pseudónimo para ganarse unas perrillas). En su época no era tan normal, eso es cierto, pero que a día de hoy siga conservando esa fama como un "valor absoluto" (es decir, sin enlazarla con su época) habiendo lo que hay en las librerías, no deja de sorprenderme.
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Acabo de conseguir una versión en e-book de Los libros en mi vida. A ver cuándo le puedo hincar el diente. Me he conformado con leer un párrafo al azar (muy bueno) y la lista final de libros. Hay varios que ya he leído, otros que quise hacerlo al leer cartas donde Miller los citaba, y otros -muchos- que ni lo uno ni lo otro.
De los que conozco de la lista, me da la sensación de que todos comparten algo, pero no sé exactamente qué. Me ha llamado la atención el "excepto Shakespeare".
De los que conozco de la lista, me da la sensación de que todos comparten algo, pero no sé exactamente qué. Me ha llamado la atención el "excepto Shakespeare".
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tengo (entre muchos) este fragmento que me encantó
En la tumba que es ahora mi memoria la veo a ella, a la que amé más que a nadie, más que al mundo, más que a Dios, más que a mis propias carne y sangre. La veo pudrirse en ella, en esa sanguinolenta herida de amor, tan próxima a mí que no podría distinguirla de la propia tumba. La veo luchar para liberarse, para limpiarse del dolor del amor, y sumergirse más con cada forcejeo en la herida, atascada, ahogada, retorciéndose en la sangre.
Veo la horrible expresión de sus ojos, la lastimosa agonía muda, la mirada del animal atrapado. La veo abrir las piernas para liberarse y cada orgasmo es un gemido de angustia. Oigo las paredes caer, derrumbarse sobre nosotros y la casa deshacerse en llamas. Oigo que nos llaman desde la calle, las órdenes de trabajar, las llamadas a las armas, pero estamos clavados al suelo y las ratas nos están devorando. La tumba y la matriz del amor nos sepultan, la noche nos llena las entrañas y las estrellas brillan sobre el negro lado sin fondo.
Pierdo el recuerdo de las palabras, incluso de su nombre que pronuncié como un monomaníaco. Olvidé qué aspecto tenía, qué sensación producía, cómo olía, mientras penetraba cada vez más profundamente en la noche de la caverna insondable. La seguía hasta el agujero más profundo de su ser, hasta el osario de su alma, hasta el aliento que todavía no había expirado de sus labios. Busqué incansablemente a aquella cuyo nombre no estaba escrito en ninguna parte, penetré hasta el altar mismo y no encontré… nada.
En la tumba que es ahora mi memoria la veo a ella, a la que amé más que a nadie, más que al mundo, más que a Dios, más que a mis propias carne y sangre. La veo pudrirse en ella, en esa sanguinolenta herida de amor, tan próxima a mí que no podría distinguirla de la propia tumba. La veo luchar para liberarse, para limpiarse del dolor del amor, y sumergirse más con cada forcejeo en la herida, atascada, ahogada, retorciéndose en la sangre.
Veo la horrible expresión de sus ojos, la lastimosa agonía muda, la mirada del animal atrapado. La veo abrir las piernas para liberarse y cada orgasmo es un gemido de angustia. Oigo las paredes caer, derrumbarse sobre nosotros y la casa deshacerse en llamas. Oigo que nos llaman desde la calle, las órdenes de trabajar, las llamadas a las armas, pero estamos clavados al suelo y las ratas nos están devorando. La tumba y la matriz del amor nos sepultan, la noche nos llena las entrañas y las estrellas brillan sobre el negro lado sin fondo.
Pierdo el recuerdo de las palabras, incluso de su nombre que pronuncié como un monomaníaco. Olvidé qué aspecto tenía, qué sensación producía, cómo olía, mientras penetraba cada vez más profundamente en la noche de la caverna insondable. La seguía hasta el agujero más profundo de su ser, hasta el osario de su alma, hasta el aliento que todavía no había expirado de sus labios. Busqué incansablemente a aquella cuyo nombre no estaba escrito en ninguna parte, penetré hasta el altar mismo y no encontré… nada.