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Tomar mate comenzó siendo una costumbre campestre, pero con el tiempo, se fue extendiéndo en las ciudades también y hoy día es muy difícil encontrar un sitio en el territorio nacional donde no se reúna la gente a “matear”.
El recipiente del mate es un envase, generalmente de calabaza o madera, de forma cilíndrica con una base más amplia. Actualmente hay versiones más modernas de metal, plástico o acrílico.
Para beber se utiliza una bombilla que es un elemento hueco y alargado, generalmente de metal o caña, que tiene un pequeño filtro en la punta que va dentro del mate. Algo parecido a un sorbete.
La hierba que va dentro del mate es la Yerba Mate. Se agrega agua caliente y se bebe.
Se puede tomar dulce o amargo.
En la zona del litoral argentino se bebe frío y se lo llama “Tereré”.
En los Valles Calchaquíes se le agrega alcohol y alguna otra hierba (como la peperina) y se lo llama “Yerbiao”.
Actualmente la Yerba Mate se ha extendido a los países limítrofes, e incluso en Paraguay tienen su propia leyenda de la Yerba Mate.
LA YERBA MATE, Leyenda Argentina
De noche Yací, la luna, alumbra desde el cielo misionero las copas de los árboles y platea el agua de las cataratas del Iguazú. Sólo esto conocía de la selva: los enormes torrentes y el colchón verde e ininterrumpido de follaje, que casi no deja pasar la luz.
Pero a la Diosa esto no le bastaba, quería contemplar las maravillas que le estaban vedadas. Fue así que un día bajó a la tierra junto a Araí, la nube rosada del crepúsculo, las dos convertidas en muchachas.
Recorrieron la hermosa selva de tierra roja paseando entre los árboles, admirando sus frutos olorosos, contemplando sus rostros en las aguas límpidas de los ríos.
Era mediodía y distraídas no percibieron la llegada de un yaguareté que agazapado se disponía a atacarlas.
Sorprendidas, las muchachas se quedaron inmóviles sin atinar a abandonar sus formas terrenales. Pero en ese mismo instánte una flecha disparada por un viejo cazador guaraní se clavó en el costado del animal dándole muerte.
El viejo aborigen las invitó a conocer a su familia y cuando llegaron a su humilde choza les presentó a su mujer y a su hija, quienes les dieron la bienvenida y con suma hospitalidad les ofrecieron a las diosas lo poco que tenían. Yací y Aria quedaron maravilladas por la belleza de la joven que era la luz de los ojos del viejo cazador.
Agradecida ante tanta bondad, Yací le dijo al anciano:
_ Mañana cuando despierten van a encontrar ante la puerta una planta nueva llamada “Caa”. Con sus hojas, tostadas y molidas, se prepara una infusión que acerca los corazones y ahuyenta la soledad. Es mi regalo para vos, tus hijos y los hijos de tus hijos. Será el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Y tu hija vivirá eternamente y jamás perderá la inocencia ni la bondad del corazón.
Esa noche, mientras la familia guaraní dormía, Yací fue sembrando unas pequeñás semillas celestes en el claro que se extendía delante de la choza. Después la luna volvió a su morada y desde el cielo oscuro iluminó fuertemente ese lugar, a la vez que Aria dejaba caer suave y dulcemente una lluvia menuda que empapaba amorosamente la tierra.
Llegó la mañana y Yací quedó oculta bajo el sol radiante, pero su obra estaba concluída.
Ante la choza habían brotado unos árboles menudos, desconocidos, y sus blancas y apretadas flores asomaban tímidas entre el verde oscuro de las hojas.
El viejo cazador y su familia recordaron las palabras de la joven y siguieron sus instrucciones. Tostaron las hojas, las molieron y las colocaron en una calabacita hueca. Buscaron una caña fina y vertieron agua caliente. El anciano probó la nueva bebida y luego el recipiente fue pasado de mano en mano: Había nacido el mate.
Pasaron algunos años, y al viejo matrimonio les llegó la hora de la muerte. También la hija desapareció de la tierra, pero de vez en cuando se ve por los yerbatales misioneros la imagen de una joven muy hermosa con ojos llenos de inocencia y bondad.
