Otro sueño
- Alfredo Rueda
- No tengo vida social
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- Ubicación: México
Otro sueño
Sueño.
Este sueño se ubica en las calles del peligroso Distrito Federal en México, aquel día debería ser un domingo cualquiera de visita familiar a la catedral, paseo, helados y globos a los niños; pues resulta que caminaba por la acera con mi esposa y mis dos hijos de 7 y un año cuando me doy cuenta que dos tipos nos miran con insistencia, pronto he caído en cuenta que estaban en la nevería donde compramos hace mas de media hora, mi esposa carga al niño pequeño y mi impulso ha sido tomar a mijo mayor de la mano, el cual ha protestado airadamente diciéndome que ya es grande, yo no le he respondido nada pero no le he soltado de la mano, he dado una mirada de reojo y vienen caminando tras nosotros desde hace cuatro calles, o por lo menos eso recuerdo, de repente doy un cambio sorpresivo a la acera de enfrente, buscando algún lugar o comercio donde meterme, mil ideas me dan vuelcos en la mente: ¿secuestro?, ¿robo? Estoy sumamente nervioso, la mano de mi hijo se me resbala por el sudor, el de nuevo protesta y ahora ni volteo a mirarlo, mi esposa extrañada, me pregunta que, que me pasaba, simplemente le respondo que quiero ir al baño, que en el primer café o restaurante abierto nos metamos, doblamos en la esquina y por el rabillo del ojo he podido ver que ellos también, ahora si… estoy seguro que esos dos no tienen buenas intenciones, ahora volteo mas asiduamente casi cambiando miradas con ellos, trato de recordar cada detalle de sus ropas y rostro para futuras declaraciones en la delegación; el tipo mas alto mide mas de uno ochenta, tez castaña, cabello café oscuro entrecano, y ojos grises, viste un traje beige sucio, zapatos gastados, se ve que no se ha bañado en días, y rasurado en meses, cojea de la pierna izquierda, trae vendadas las manos a la altura de las muñecas, el otro hombre es de estatura normal, morenísimo, de complexión gruesa, el viene vestido completamente de negro, desaliñado también, pero no como el otro. Vienen todavía caminando tras nosotros en la otra acera, ahora mi corazón se me sale del pecho, tomo a mi esposa del antebrazo y camino a paso acelerado, ella contrariada me pregunta -¿Qué tienes?. –Nos vienen siguiendo. Respondo, ahora si comienza el drama, casi vamos corriendo por la calle, ellos han acelerado el paso también, cruzan la calle y están a dos palmos de nosotros, yo suelto a mi hijo de la mano y se doy a su madre, lo único que queda es afrontarlos, le digo a mi esposa que no se detenga, yo me volteo de súbito y doy dos pasos hacia ellos, el hombre del traje beige se adelanta y con una voz modulada, sumamente tranquila me pide la hora, yo no respondo, estamos frente a frente, escudriño su rostro por lo que parecieran horas, cada arruga, las ojeras, la boca blanca y seca, su rostro que denota alguna evidente enfermedad, no puedo dejar de verlo, de pronto el otro hombre me toma del brazo y me inyecta algo en el brazo, yo reacciono gritándole a mi esposa desesperadamente ¡corre! Intento detenerlos pero es demasiado tarde, mi brazo está muy caliente, se me está adormeciendo, siento la cabeza pesada y alcanzo a escuchar llanto de niños. ¡Vete de aquí! Le he gritado a mi esposa nuevamente, ha sonado muy lejano, como en cámara lenta, estoy completamente sedado y aturdido, el hombre del traje beige me trata de reconfortar, con esa voz tan dulce me dice: -Sólo quiero hablarte, tranquilo; yo completamente resignado y decidido a que esos dos tipos se alejen lo más pronto de mi familia he dejado de oponer una irrisoria resistencia, pues me llevan en vilo por la calle, tranquilamente paran un taxi, abren la puerta, y me aviento impulsivamente en busca de resguardo y comienzo nuevamente a gritar ¡me secuestran! Ayúdeme, mis dos captores abordan el taxi y el moreno le dice al conductor, -Disculpe a nuestro amigo, ¡ya está algo ebrio!, -Al hotel tal, le indica el hombre del traje beige, y es eso lo último que alcanzo a escuchar pues caigo completamente dormido.
Despierto… de pronto me incorporo de una cama extraña en un cuarto extraño, no ha sido un sueño el moreno esta de pie frente a una ventana, y el hombre de beige está sentado en la cama, ahora mas lúcido miro buscando la puerta, casi todos mis sentidos están bien, torpemente articulo algunas palabras, -¿Dónde estoy?, ¿Quiénes son ustedes?, ¿Qué quieren de mi?, cuando nuevamente viene un mareo y caigo aturdido en la cama, -tranquilo, estas con amigos. Responde el hombre de beige. –solo quiero darte un mensaje. -Yo no conozco a nadie en común con ustedes. Respondo. –tranquilo, no te vamos a hacer daño, solo escucha. En eso el moreno me sienta en la cama y el hombre de beige jala una silla y se sienta frente a mi, toma mis manos a la altura del antebrazo y comienza a frotarme los antebrazos, las muñecas, las manos y los dedos, ahora siento un calorcillo correr desde la punta de los dedos hacia todo mi cuerpo, me siento mucho mejor ahora, y en un movimiento rápido tomo fuertemente en mis manos las muñecas del hombre que me estaba masajeando y alcanzo a ver dos sendas heridas en sus muñecas, -¿eres tu? Le pregunto con una mezcla de asombro y de incredulidad? –Si. Responde el con tranquilidad, yo le suelto atónito, el se pone en pie y camina cojeando lastimosamente por la habitación, evidentemente tiene dislocada la pierna izquierda, el otro hombre se retira de la ventana y se dirige a el, lo ayuda a sentarse y le quita los zapatos, yo enmudezco al mirar las tan ya conocidas heridas, solo que estas no son en los pies, sino en los tobillos. –Los tengo rotos, por eso ya no puedo seguir cargándolos, ¡pesan demasiado!, “ahora tendrán que usar sus pies.”
Continuamos así durante bastante tiempo y me comento, con mucho énfasis lo cansado que estaba, que caminaba solo, con todos en la espalda, yo comprendía que se trataba de mi familia, de los creyentes, de los no creyentes, de los justos y de los pecadores, lo cual me hizo sentirme muy infeliz, que ganas tenía de bajarme de su fardo y caminar por mi mismo, es mas bajar a unos cuantos antes de que el soltara inevitablemente ese fardo tan pesado y todos se vinieran abajo.
Fue en esa reflexión cuando me vino un rayo de lucidez y comprendí que se trataba de un sueño, me desperté con la certeza de que había hablado con el por muchas horas acerca de muchos temas, pero lo único que recordé al despertar fue su rostro cansado, exhausto, y esas palabras que nunca voy a olvidar “Pesan demasiado, ahora tendrán que usar sus pies”.
Este sueño se ubica en las calles del peligroso Distrito Federal en México, aquel día debería ser un domingo cualquiera de visita familiar a la catedral, paseo, helados y globos a los niños; pues resulta que caminaba por la acera con mi esposa y mis dos hijos de 7 y un año cuando me doy cuenta que dos tipos nos miran con insistencia, pronto he caído en cuenta que estaban en la nevería donde compramos hace mas de media hora, mi esposa carga al niño pequeño y mi impulso ha sido tomar a mijo mayor de la mano, el cual ha protestado airadamente diciéndome que ya es grande, yo no le he respondido nada pero no le he soltado de la mano, he dado una mirada de reojo y vienen caminando tras nosotros desde hace cuatro calles, o por lo menos eso recuerdo, de repente doy un cambio sorpresivo a la acera de enfrente, buscando algún lugar o comercio donde meterme, mil ideas me dan vuelcos en la mente: ¿secuestro?, ¿robo? Estoy sumamente nervioso, la mano de mi hijo se me resbala por el sudor, el de nuevo protesta y ahora ni volteo a mirarlo, mi esposa extrañada, me pregunta que, que me pasaba, simplemente le respondo que quiero ir al baño, que en el primer café o restaurante abierto nos metamos, doblamos en la esquina y por el rabillo del ojo he podido ver que ellos también, ahora si… estoy seguro que esos dos no tienen buenas intenciones, ahora volteo mas asiduamente casi cambiando miradas con ellos, trato de recordar cada detalle de sus ropas y rostro para futuras declaraciones en la delegación; el tipo mas alto mide mas de uno ochenta, tez castaña, cabello café oscuro entrecano, y ojos grises, viste un traje beige sucio, zapatos gastados, se ve que no se ha bañado en días, y rasurado en meses, cojea de la pierna izquierda, trae vendadas las manos a la altura de las muñecas, el otro hombre es de estatura normal, morenísimo, de complexión gruesa, el viene vestido completamente de negro, desaliñado también, pero no como el otro. Vienen todavía caminando tras nosotros en la otra acera, ahora mi corazón se me sale del pecho, tomo a mi esposa del antebrazo y camino a paso acelerado, ella contrariada me pregunta -¿Qué tienes?. –Nos vienen siguiendo. Respondo, ahora si comienza el drama, casi vamos corriendo por la calle, ellos han acelerado el paso también, cruzan la calle y están a dos palmos de nosotros, yo suelto a mi hijo de la mano y se doy a su madre, lo único que queda es afrontarlos, le digo a mi esposa que no se detenga, yo me volteo de súbito y doy dos pasos hacia ellos, el hombre del traje beige se adelanta y con una voz modulada, sumamente tranquila me pide la hora, yo no respondo, estamos frente a frente, escudriño su rostro por lo que parecieran horas, cada arruga, las ojeras, la boca blanca y seca, su rostro que denota alguna evidente enfermedad, no puedo dejar de verlo, de pronto el otro hombre me toma del brazo y me inyecta algo en el brazo, yo reacciono gritándole a mi esposa desesperadamente ¡corre! Intento detenerlos pero es demasiado tarde, mi brazo está muy caliente, se me está adormeciendo, siento la cabeza pesada y alcanzo a escuchar llanto de niños. ¡Vete de aquí! Le he gritado a mi esposa nuevamente, ha sonado muy lejano, como en cámara lenta, estoy completamente sedado y aturdido, el hombre del traje beige me trata de reconfortar, con esa voz tan dulce me dice: -Sólo quiero hablarte, tranquilo; yo completamente resignado y decidido a que esos dos tipos se alejen lo más pronto de mi familia he dejado de oponer una irrisoria resistencia, pues me llevan en vilo por la calle, tranquilamente paran un taxi, abren la puerta, y me aviento impulsivamente en busca de resguardo y comienzo nuevamente a gritar ¡me secuestran! Ayúdeme, mis dos captores abordan el taxi y el moreno le dice al conductor, -Disculpe a nuestro amigo, ¡ya está algo ebrio!, -Al hotel tal, le indica el hombre del traje beige, y es eso lo último que alcanzo a escuchar pues caigo completamente dormido.
Despierto… de pronto me incorporo de una cama extraña en un cuarto extraño, no ha sido un sueño el moreno esta de pie frente a una ventana, y el hombre de beige está sentado en la cama, ahora mas lúcido miro buscando la puerta, casi todos mis sentidos están bien, torpemente articulo algunas palabras, -¿Dónde estoy?, ¿Quiénes son ustedes?, ¿Qué quieren de mi?, cuando nuevamente viene un mareo y caigo aturdido en la cama, -tranquilo, estas con amigos. Responde el hombre de beige. –solo quiero darte un mensaje. -Yo no conozco a nadie en común con ustedes. Respondo. –tranquilo, no te vamos a hacer daño, solo escucha. En eso el moreno me sienta en la cama y el hombre de beige jala una silla y se sienta frente a mi, toma mis manos a la altura del antebrazo y comienza a frotarme los antebrazos, las muñecas, las manos y los dedos, ahora siento un calorcillo correr desde la punta de los dedos hacia todo mi cuerpo, me siento mucho mejor ahora, y en un movimiento rápido tomo fuertemente en mis manos las muñecas del hombre que me estaba masajeando y alcanzo a ver dos sendas heridas en sus muñecas, -¿eres tu? Le pregunto con una mezcla de asombro y de incredulidad? –Si. Responde el con tranquilidad, yo le suelto atónito, el se pone en pie y camina cojeando lastimosamente por la habitación, evidentemente tiene dislocada la pierna izquierda, el otro hombre se retira de la ventana y se dirige a el, lo ayuda a sentarse y le quita los zapatos, yo enmudezco al mirar las tan ya conocidas heridas, solo que estas no son en los pies, sino en los tobillos. –Los tengo rotos, por eso ya no puedo seguir cargándolos, ¡pesan demasiado!, “ahora tendrán que usar sus pies.”
Continuamos así durante bastante tiempo y me comento, con mucho énfasis lo cansado que estaba, que caminaba solo, con todos en la espalda, yo comprendía que se trataba de mi familia, de los creyentes, de los no creyentes, de los justos y de los pecadores, lo cual me hizo sentirme muy infeliz, que ganas tenía de bajarme de su fardo y caminar por mi mismo, es mas bajar a unos cuantos antes de que el soltara inevitablemente ese fardo tan pesado y todos se vinieran abajo.
Fue en esa reflexión cuando me vino un rayo de lucidez y comprendí que se trataba de un sueño, me desperté con la certeza de que había hablado con el por muchas horas acerca de muchos temas, pero lo único que recordé al despertar fue su rostro cansado, exhausto, y esas palabras que nunca voy a olvidar “Pesan demasiado, ahora tendrán que usar sus pies”.
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Como si nos estuviese abandonando a nuestra suerte, ufff.
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
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Lo dicho, Alfredo. Un océano de misterios.
Esta semana hablaron en las noticias sobre el aumento y la impunidad de los secuestros que se producen en Méjico. Algo de eso debía haber en tu subconsciente.
Como dice Vargas Llosa en “La verdad de las mentiras”, todo lo escrito, incluido las autobiografías, son inventos del escritor. Incluidos los sueños, que son interpretaciones y variaciones sobre lo que recordamos.
Está claro que tú lo haces bien. Saludos.
Esta semana hablaron en las noticias sobre el aumento y la impunidad de los secuestros que se producen en Méjico. Algo de eso debía haber en tu subconsciente.
Como dice Vargas Llosa en “La verdad de las mentiras”, todo lo escrito, incluido las autobiografías, son inventos del escritor. Incluidos los sueños, que son interpretaciones y variaciones sobre lo que recordamos.
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Lucía escribió:Como si nos estuviese abandonando a nuestra suerte, ufff.
cierto, a mi me dejó un sentimiento de desamparo, y eso que no soy muy religioso, por otra parte ciertmente me influí por los crecientes índices de secuestro en la ciudad lo bueno es que donde vivo (Puebla) es donde están las cifras mas bajas.
saludos
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¡Vaya sueño! Empieza como una aventura del invencible Jack Ryan y termina... sorprendentemente. Alfredo, aunque sea un sueño, los narras de manera fantástica. Consigues dejar absorto al lector. Además, es un sueño con mensaje.
Última edición por JANGEL el 04 Oct 2005 14:20, editado 1 vez en total.
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