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Cien noches
Premio Herralde de Novela 2020
por Luisgé Martín /Luis G. Martín
Editorial: Anagrama
ISBN: 978-84-339-9910-8
Fecha de la edición: 2020
idioma: Castellano
Encuadernación: Rústica
Nº Pág.: 264
Anagrama dice:
¡Disponible a partir del 25 de noviembre!
Alrededor de la mitad de los seres humanos confiesa ser infiel sexualmente a su pareja. ¿Pero la otra mitad dice la verdad o miente? Solo hay una forma de comprobarlo: investigar su vida a través de detectives o de medios de espionaje electrónico. Este es el experimento antropológico que plantea esta novela: investigar sin su consentimiento a seis mil personas para elaborar por fin una estadística fiable de los comportamientos sexuales de nuestras sociedades.
Irene, su protagonista, busca en la sexualidad los secretos del alma humana. De joven, viaja de Madrid a Chicago para realizar sus estudios universitarios en Psicología, y allí, lejos de su familia, empieza a analizar casi científicamente a los hombres con los que se cruza y con los que se acuesta. Su mirada fría de investigadora cambia cuando se enamora del argentino Claudio, que arrastra consigo un doloroso secreto y cuya familia tiene un pasado oscuro vinculado con la historia de su país.
Cien noches es a la vez una novela de reflexión sentimental, de indagación erótica y de persecución policial de un asesino que no ha dejado ningún rastro de su crimen.
En Cien noches se exploran las distintas formas de amor –algunas radicales y extremas– y los diversos comportamientos sexuales –algunos igualmente radicales y extremos–; se levanta acta de la lealtad, la infidelidad, los deseos inconfesables, los tabús, las medias verdades y los engaños que envuelven nuestras relaciones. Se habla de máscaras y de mentiras. Y a modo de juego se incorporan una serie de expedientes de adulterios que el autor pidió a los escritores Edurne Portela, Manuel Vilas, Sergio del Molino, Lara Moreno y José Ovejero, en un estimulante ejercicio de promiscuidad literaria.
Bajo tierra seca de César Pérez Gellida. La campana de cristal de Sylvia Plath
—Quizás yo lo recuerdo mal, no importa. Quizá yo tampoco tenía sentimiento de culpa. Pero un día, con mi semen todavía en la boca, me preguntaste si era razonable lo que estábamos haciendo. Tú amabas a Claudio y yo era feliz con Harriet como nunca lo había sido con nadie.
Ella sintió celos de Hugo. El amor dejó de ser un juego social y se convirtió en un torneo de guerra en el que no se respetaban las lealtades ni las jerarquías. Adela se había transformado en una jovencita gorda y con la piel llena de escamas. Los carrillos le caían blandos sobre la mandíbula, y los molledos de los brazos y las piernas blancuzcos se le escurrían sin consistencia. Incongruentemente, era corpulenta en todo menos en el pecho: tenia unos senos pequeños, casi masculinos
Tal vez si le hubiera contado que la belleza me había vuelto tan insegura como a ella la fealdad, habríamos seguido siendo amigas siamesas. Pero yo me escondí en mi concha de perla y ella en su concha de molusco hinchado