La esclava
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La esclava
'Hola, ¿cómo estás?'.
Esas fueron sus palabras al entrar esa madrugada en casa.
Sorprendido, me aparté a un lado para dejarla pasar. Estaba extrañado por su visita a esas horas; pero la mezcla de sueño y sorpresa me impidieron articular palabra alguna.
Le pregunté si quería café. Me contestó afirmativamente; yo, que odio hacer café... no se me da bien (yo no bebo café en casa por no hacérmelo)... Entré en la cocina y lo preparé en una vieja cafetera metálica. El silencio era la única característica destacable que había en el salón. A los cinco minutos regresé a su lado con dos tazas de café. La mía con hielo. Me senté a su lado y la miré. Ella me miró también y me dijo fríamente:
'Me he ido de casa. Ya no aguanto más a ese imbécil.'
Y se puso a llorar. Le dí un kleenex que llevaba en el batín y le acaricié el pelo. Al cabo de unos minutos se tranquilizó y se pasó las manos por la cara. Se levantó y fue al baño. Conocía perfectamente el camino; ella había estado infinidad de veces en casa cuando éramos amantes. Mientras ella se secaba las lágrimas en la intimidad del pequeño aseo, pensé que no entendía muy bien que hacía en casa. Nuestro último encuentro fue una pesadilla de gritos, insultos y con algún que otro bofetón recibido. Ella nunca entendió que zanjara nuestra relación. Es cierto que tirarme una casada era excitante y morboso; sobretodo si ella mostraba una necesidad efusiva de pasión y sexo... pero no me aportaba nada que una buena prostituta no hiciera por dinero.
Salió del baño y volvió a mi lado. Me pidió disculpas por haberse presentado de tal forma y pidió si podía quedarse a dormir. Le dije que sí con la cabeza y me levanté para prepararle una cama. Me siguió por el pasillo hasta la habitación de invitados, se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos. Saqué unas sábanas del armario y un par de mantas, preparé la cama y le deseé buenas noches. Al volver a mi habitación no tardé más de cinco minutos en dormirme de nuevo.
A la mañana siguiente, después de desayunar, salí hacia mi oficina. No pensé en ningún momento que tenía 'invitados' en casa. Por la noche, cansado, al abrir la puerta de mi pequeño apartamento, me la encontré sentada en el sofá, con los ojos hinchados y visiblemente irritada. Al verme entrar se levantó y vino como una furia hacia mi:
'¡podías haberme dicho que no vendrías a comer. Había preparado durante toda la mañana el almuerzo en la cocina para comer juntos!'.
La miré incrédulo, me separé un palmo de ella y me fui directamente a su habitación; cogí sus cuatro cosas, las puse en una bolsa de Alcampo y le dije:
'¡Márchate de mi casa. No soporté a mi mujer para soportar ahora a la de otro!'.
Ella se fue por una puerta que soportó el portazo estoicamente.
No volví a verla hasta muchos años después. Casada de nuevo y volviendo a preparar menús para hombres, que regresaban a la hora de comer, puntuales. Y seguramente volvía a tener otro amante que se tiraba furtivamente al que lloraba sus penas de mujer maltratada por hombres que la esclavizaban continuamente...
Esas fueron sus palabras al entrar esa madrugada en casa.
Sorprendido, me aparté a un lado para dejarla pasar. Estaba extrañado por su visita a esas horas; pero la mezcla de sueño y sorpresa me impidieron articular palabra alguna.
Le pregunté si quería café. Me contestó afirmativamente; yo, que odio hacer café... no se me da bien (yo no bebo café en casa por no hacérmelo)... Entré en la cocina y lo preparé en una vieja cafetera metálica. El silencio era la única característica destacable que había en el salón. A los cinco minutos regresé a su lado con dos tazas de café. La mía con hielo. Me senté a su lado y la miré. Ella me miró también y me dijo fríamente:
'Me he ido de casa. Ya no aguanto más a ese imbécil.'
Y se puso a llorar. Le dí un kleenex que llevaba en el batín y le acaricié el pelo. Al cabo de unos minutos se tranquilizó y se pasó las manos por la cara. Se levantó y fue al baño. Conocía perfectamente el camino; ella había estado infinidad de veces en casa cuando éramos amantes. Mientras ella se secaba las lágrimas en la intimidad del pequeño aseo, pensé que no entendía muy bien que hacía en casa. Nuestro último encuentro fue una pesadilla de gritos, insultos y con algún que otro bofetón recibido. Ella nunca entendió que zanjara nuestra relación. Es cierto que tirarme una casada era excitante y morboso; sobretodo si ella mostraba una necesidad efusiva de pasión y sexo... pero no me aportaba nada que una buena prostituta no hiciera por dinero.
Salió del baño y volvió a mi lado. Me pidió disculpas por haberse presentado de tal forma y pidió si podía quedarse a dormir. Le dije que sí con la cabeza y me levanté para prepararle una cama. Me siguió por el pasillo hasta la habitación de invitados, se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos. Saqué unas sábanas del armario y un par de mantas, preparé la cama y le deseé buenas noches. Al volver a mi habitación no tardé más de cinco minutos en dormirme de nuevo.
A la mañana siguiente, después de desayunar, salí hacia mi oficina. No pensé en ningún momento que tenía 'invitados' en casa. Por la noche, cansado, al abrir la puerta de mi pequeño apartamento, me la encontré sentada en el sofá, con los ojos hinchados y visiblemente irritada. Al verme entrar se levantó y vino como una furia hacia mi:
'¡podías haberme dicho que no vendrías a comer. Había preparado durante toda la mañana el almuerzo en la cocina para comer juntos!'.
La miré incrédulo, me separé un palmo de ella y me fui directamente a su habitación; cogí sus cuatro cosas, las puse en una bolsa de Alcampo y le dije:
'¡Márchate de mi casa. No soporté a mi mujer para soportar ahora a la de otro!'.
Ella se fue por una puerta que soportó el portazo estoicamente.
No volví a verla hasta muchos años después. Casada de nuevo y volviendo a preparar menús para hombres, que regresaban a la hora de comer, puntuales. Y seguramente volvía a tener otro amante que se tiraba furtivamente al que lloraba sus penas de mujer maltratada por hombres que la esclavizaban continuamente...
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Comentario a El Ekilibrio
Aloja,
Me ha gustado cómo a medida de la lectura te vas dando cuenta de qué va la cosa. Es como que "un paso a la vez" para ir pillando cómo es, al menos a mí me pasó. De la trama, en donde dado lo breve del relato, el final tiene mayor peso, hasta a me sentí incómodo con el reproche, juas. Esas cosas/reacciones que no te las esperas, tipo Atracción Fatal. A mí gusto, hubiese preferido que el tipo simplemente saque las cosas afuera sin decirle nada, pero que su conclusión la exprese por dentro, a manera de pensamiento, sin verbalizarlo.
Por lo demás, la cocina es toda una variable. Cuando el del buen comer se topa con alguien de buen cocinar, está todo dicho. Pero para que eso ocurra, como que no siempre es muy sencillo. Juas!
Me ha gustado cómo a medida de la lectura te vas dando cuenta de qué va la cosa. Es como que "un paso a la vez" para ir pillando cómo es, al menos a mí me pasó. De la trama, en donde dado lo breve del relato, el final tiene mayor peso, hasta a me sentí incómodo con el reproche, juas. Esas cosas/reacciones que no te las esperas, tipo Atracción Fatal. A mí gusto, hubiese preferido que el tipo simplemente saque las cosas afuera sin decirle nada, pero que su conclusión la exprese por dentro, a manera de pensamiento, sin verbalizarlo.
Por lo demás, la cocina es toda una variable. Cuando el del buen comer se topa con alguien de buen cocinar, está todo dicho. Pero para que eso ocurra, como que no siempre es muy sencillo. Juas!
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