Libros sobre Azaña - Arturo del Villar

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lucia
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Libros sobre Azaña - Arturo del Villar

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Os voy a poner las reseñas de tres ensayos sobre Azaña escritos por Arturo del Villar, aprovechando que voy a hacerle un micrositio.

El precio de cada ejemplar es de seis euros. Pueden solicitarse al autor, en el apartado de Correos 53.301 – 28080 Madrid, o al Colectivo Republicano Tercer Milenio, en el correo electrónico info@crepublicano3m.com.
Última edición por lucia el 16 Dic 2005 22:51, editado 2 veces en total.
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Manuel Azaña en Galicia

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Manuel Azaña en Galicia,

En cinco ocasiones visitó Manuel Azaña tierras de Galicia, con destino principal en La Coruña. Las ha seguido Arturo del Villar, en el ensayo titulado Manuel Azaña en Galicia, publicado por Fresdeval, título asimismo azañista (Madrid, 2004, 64 páginas). A lo largo de dieciséis años, entre 1918 y 1934, esas cinco visitas se debieron a motivos muy distintos: la primera fue turística, acompañando a su amigo Cipriano de Rivas Cherif, entre el 27 de junio y el 2 de julio de l9l8; las dos siguientes, entre julio y setiembre de 1924, y entre agosto y setiembre de 1927, se debieron a su designación para formar parte de tribunales de oposición a Notarías; la cuarta, en setiembre de 1932, la hizo como jefe del Gobierno, aunque de carácter privado, y la última tuvo como finalidad participar en un mitin político en la plaza de toros de La Coruña el 27 de mayo de 1934, cuando se hallaba en la oposición .
Arturo del Villar ha analizado los cuadernos de apuntes de Azaña y sus cartas a Rivas Cherif para documentar los tres primeros viajes, mientras que para comentar los dos últimos se ha basado en las informaciones aparecidas en los principales diarios gallegos de la época. En las primeras ocasiones el visitante no interesó a los periodistas, pero en las dos últimas se trataba de un visitante ilustre, al que era preciso seguir en sus desplazamientos.
Esas tres primeras visitas a Galicia dieron motivo a unas observaciones privadas sobre las gentes y los paisajes que descubría. La forma de vivir de los campesinos y los marineros gallegos le impresionó siempre, así como la manera de divertirse de los coruñeses. Interesado por los problemas sociales, escribió su malestar ante una situación social que le parecía lamentable, más aún porque los interesados la padecían con resignación.
Durante su estancia en La Coruña en 1924 hizo imprimir clandestinamente el folleto Apelación a la República, lo que en plena dictadura del general Primo de Rivera constituía un delito gravísimo. Tanto es así que ningún impresor madrileño se había atrevido a editarlo. Para preservar el anonimato, Azaña trató por personas interpuestas con el impresor, sin llegar a saber quién era. Después se encargó de transportar los ejemplares a Madrid con grandes precauciones, las mismas que debió tener para difundirlo: una indiscreción podía ser trágica.
El viaje realizado con su esposa en setiembre de 1932 era de carácter privado, pero al tratarse del jefe del Gobierno y ministro de la Guerra, fue imposible evitar que adquiriese una resonancia popular. Iban a La Coruña invitados a pasar unos días de descanso en casa de Santiago Casares Quiroga, ministro de la Gobernación, y el mejor amigo que tenía Azaña en el Gobierno, según él mismo escribió. Entre las autoridades que les cumplimentaron se hallaba el jefe de la Decimoquinta Brigada de Infantería, general Francisco Franco, que aparece a su lado en varias fotografías.
El quinto y último viaje resultó muy accidentado, porque algunos alborotadores procuraron impedir el mitin en la plaza de toros, y hubo un muerto y varios heridos. El ensayista ha recogido las reseñas de todos los actos, en estas dos visitas de carácter político, con los discursos de Azaña, no recopilados por él ni tampoco recogidos en sus ediciones posteriores, lo que da a este libro un valor documental además de testimonial.
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El primer estreno teatral de Azaña: La carroza del Santísimo

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El primer estreno teatral de Azaña: "La carroza del Santísimo"

El miércoles 17 de junio de 1931, a las 10,45 de la noche, la compañía de comedias de Irene López Heredia y Mariano Asquerino estrenó en el madrileño teatro Muñoz Seca La carroza del Santísimo, sainete de Prosper Merimée traducido por Manuel Azaña. Este acontecimiento de carácter literario tuvo una repercusión social y política, por ser el traductor ministro de la Guerra en el Gobierno provisional de la recién estrenada República. Sin embargo, no es tenido en cuenta por los tratadistas de Azaña, lo que animó a Arturo del Villar a estudiar la obra y las reseñas del estreno, en el ensayo El primer estreno teatral de Azaña: "La carroza del Santísimo", que edita el Colectivo Republicano Tercer Milenio (Madrid, 2004, 64 páginas).
Comienza por referirse al españolismo de Merimée, demostrado no sólo en su archiconocida novela Carmen, sino en otros escritos, como la colección de obras cortas teatrales recopiladas bajo el nombre supuesto de una escritora granadina, Théatre de Clara Gazul, comédienne espagnole. En la segunda edición de esa obra, hecha en París en 1830, incluyó Le Carrose du Saint-Sacrement, pieza calificada por su autor de sainete, que provocó un gran escándalo cuando pudo ser estrenada en París en 1850, al considerarla una burla a la religión catolicorromana.
Manuel Azaña la tradujo por gusto a comienzos de los años veinte, pero no consiguió convencer a ninguna compañía para que se atreviese a representarla, hasta que la proclamación de la República liberó de miedos a los actores. El sainete presenta a un virrey español en la Lima del siglo XVIII, enamorado de una actriz, apodada La Perricholi, que le hace cometer toda clase arbitrariedades, hasta regalarle una espléndida carroza recién llegada de España. Tras lucirse en ella, la actriz regala la carroza a la catedral, con objeto de que se utilice para trasladar al Santísimo, lo que motiva los elogios del obispo hasta santificar a la desvergonzada Perricholi.
El mismo día del estreno en Madrid aparecieron en la Gaceta unos decretos del Ministerio de la Guerra, entre ellos el que suprimía los cargos de los capitanes generales de región. En el preámbulo de ese decreto se decía que eran como los virreyes coloniales. Este dato proporcionaba actualidad al sainete.
Además, ese mismo día los periódicos publicaban una nota del Gobierno provisional, en la que se explicaban las razones que motivaban la expulsión del cardenal Pedro Segura, arzobispo de Toledo y primado de España. Puesto que el sainete estaba considerado anticlerical, la coincidencia le daba más actualidad todavía.
Arturo del Villar recopila y comenta las críticas publicadas en los periódicos madrileños sobre el estreno. Los divide en dos capítulos, según la tendencia política de las empresas editoras. Los periódicos de izquierdas hicieron comentarios favorables, pero con gran mesura, refiriéndose a los continuados aplausos del público; los de derechas clamaron al cielo contra la obra, calificándola de volteriana y amenazando a los espectadores con castigos eternos. Es asombroso comprobar cómo las que debieran ser críticas teatrales se convirtieron en juicios morales al margen de los valores literarios. Las críticas representan la división de las dos españas, que iba a dar lugar a peores enfrentamientos durante la etapa republicana, hasta culminar en la guerra.
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Manuel Azaña, símbolo del ideal republicano

Mensaje por lucia »

Manuel Azaña, símbolo del ideal republicano

En una carta que Francesc Maciá dirigió a Manuel Azaña el 21 de octubre de 1933, le decía estar seguro de que él, Azaña, era el hombre que había sabido encarnar en sí el verdadero espíritu de la primera etapa republicana. Era una convicción sentida unánimemente por los españoles, los de derechas y los de izquierdas: para todos Azaña estaba tan identificado con el ideario republicano, que se había convertido en su personificación. Es el tema que desarrolla Arturo del Villar en su ensayo Manuel Azaña, símbolo del ideal republicano, que ha editado el Colectivo Republicano Tercer Milenio (Madrid, 2005, 64 páginas).
Comienza recordando algunos testimonios del momento, debidos tanto a los correligionarios como a los adversarios políticos. Unos llegan en ocasiones al panegírico, y otros al insulto. La figura de Manuel Azaña no dejaba indiferente a nadie. Durante la guerra y la posguerra, su nombre fue identificado por los sublevados con todas las abominaciones y errores posibles en un ser humano, porque así pretendían denigrar la institución republicana, encarnada en él.
Después el ensayo se centra especialmente en las opiniones que Azaña dejó escritas sobre él mismo en sus diarios, con algunas referencias a comentarios ajenos. En realidad este recorrido por los escritos de Azaña con carácter de autorretrato, constituye un repaso a la vida española durante la etapa republicana, esos ocho años que significaron una renovación de todas sus estructuras.
Manuel Azaña sabía que las campañas lanzadas contra él por las fuerzas de derechas tenían como finalidad desbaratar a la República. Así lo manifestó en un mitin celebrado en el Frontón Euskalduna de Bilbao, el 16 de noviembre de 1933, confesando que eso le causaba gran alegría. Pero no toleró nunca que las insidias y calumnias pudieran alcanzar a la República: todo lo que quisieran decir contra él lo escuchaba con una sonrisa de desprecio, pero cualquier intento de descrédito contra la institución que él representaba lo impedía por todos los medios legales.
Recuerda Arturo del Villar que reiteradamente se opuso Azaña a aceptar que hubiera un "partido azañista", porque decía que el único azañista era él. Sin embargo, el pueblo que acudía en masa a escuchar sus mítines, identificaba con él a los partidos que lideró, primero Acción Republicana, y después Izquierda Republicana tras la fusión del primero con otros dos.
Este libro está escrito con apasionamiento. El autor demuestra conocer muy bien los textos de Azaña, que le sirven para ir organizando su tesis: Azaña es el símbolo del ideal republicano. Esta tesis no es nada original, desde luego, puesto que fue compartida por sus partidarios y sus adversarios. Lo que tiene de novedad es precisamente que se demuestra con las confidencias hechas por el propio Azaña a la intimidad de sus diarios. La intención de Arturo del Villar consiste en ordenar esos escritos con carácter de autorretrato, para exponer los pensamientos de Azaña acerca de su papel en aquel momento histórico trascendental para España. Sus comentarios son partidistas, pero probablemente sea imposible estudiar figura de Azaña todavía hoy sin tomar partido, en una de las dos opciones permitidas. Se propuso demostrar lo que el título afirma, y lo ha hecho, con un buen acopio de testimonios, para justificar la tesis anunciada.
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