¡Ya regresé de Cuba!

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JANGEL
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¡Ya regresé de Cuba!

Mensaje por JANGEL »

Hola, amigos.

Bien hallados seáis. Echaba de menos estos momentos con vosotros. Aún estoy poniéndome al día, pero quería manifestar mi presencia anunciando que estoy de vuelta, como algunos ya habréis notado.

El viaje a las Américas estuvo muy bien. Lo hemos pasado en grande. Os iré contando la visita a Cuba poco a poco.
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Laurana
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Mensaje por Laurana »

Que bueno que te la hayas pasado bien Jangel!!! se te echó de menos por el foro, y claro que esperamos que nos cuentes todas las anécdotas que nos trajiste, que de seguro han de estar muy buenas. Vi en el otro hilo que te decidiste por comprar muchos libros, genial!!!, también esperaré que nos cuentes de ellos.

Bienvenido nuevamente. Besos y cariños.

Laurana
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Fiorella
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Mensaje por Fiorella »

Hola Jangel!!! :P

ya se te echaba de menos!!!!!
Finite to fail, but infinite to venture E. Dickinson
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merxe
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Mensaje por merxe »

La verdad es que se te ha echado de menos (pero yo poco.. porque he tambien he estado fuera unos dias y no me pasaba por el foro).

Bueno ahora te toca contarnos que tal fue todo, anecdotas, que tendras muchas (como en todos tus viajes) y sobretodo que libros te has traido.. que seguro que ha caido alguno..

Bueno me alegro de que te tengamos otra vez cerca. :wink:
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JANGEL
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Crónicas de Cuba

Mensaje por JANGEL »

Gracias por la bienvenida.

Voy a contaros mis experiencias durante el viaje a Cuba, a modo de crónicas. No obstante, trataré de ser breve y no aburriros.

Episodio I. Las vísperas del viaje.

A pesar de nuestra insistencia, fue imposible encontrar conexión aérea desde Sevilla, por lo que tuvimos que improvisar para salir directamente desde Madrid. Nos desplazamos a Madrid en AVE. Además, como salíamos el sábado 1 de enero, supuestamente a las 13:00, había que estar cuatro horas antes en el aeropuerto y no había AVE hasta las 9:00, nos marchamos para pasar la Nochevieja en la capital.

No pude avisar a nadie en Madrid porque, como veréis a continuación, no había tiempo material para quedar y tampoco quería comprometer a nadie en una noche tan especial. Lo cierto es que a las 19:30 del último día de 2005 estábamos en Madrid, concretamente en la estación de Atocha. Para nuestra sorpresa (muy desagradable), no había ni un solo taxi disponible y la cola de gente esperando era enorme. Así que sólo tardamos treinta segundos en salir de la cola y correr hacia el metro.

Aquello me recordaba a Londres, porque los ingleses son muy dados a hacer colas para cualquier caso. Lo digo porque, cuando llegamos a la estación de metro, también había colas. Y las máquinas automáticas que expenden billetes no funcionaban muy bien (no aceptaban billetes), así que compramos dos billetes individuales y accedimos a los andenes (imaginadnos por las escaleras cargados con dos pesadas maletas y dos o tres bultos más). La travesía en metro duró más de una hora, porque teníamos que cruzar toda la ciudad hacia el aeropuerto, donde se ubicaba nuestro hotel.

Teníamos un problema. A las diez comenzaba la función en el Nuevo Teatro Alcalá y teníamos entradas para asistir a Cabaret. Al ritmo que llevábamos, no íbamos a llegar a tiempo y se nos iba a fastidiar la noche.

Cuando hacíamos trasbordo para tomar la línea que lleva al aeropuerto, conseguimos llamar al hotel y nos confirmaron que, aunque llegáramos a la estación del aeropuerto, desde allí no íbamos a tener forma de trasladarnos al hotel para dejar el equipaje, a pesar de que sólo había cuatrocientos metros de separación. De manera que decidimos apearnos en Campo de las Naciones y probar suerte.

Finalmente la tuvimos, pero lo pasamos muy mal. Fue duro, cargando con el equipaje todo el rato. Lo que hicimos finalmente fue dirigirnos al Hotel Sofitel que hay en esa zona de la ciudad. Vimos que pedir un taxi era inútil, porque no acudían. Había pocos de servicio y demasiada clientela. De manera que explicamos nuestro problema y rogamos encarecidamente que nos dejaran cambiarnos y depositar las maletas en algún sitio, para luego recogerlas antes de dirigirnos a nuestro hotel.

¿Por qué cuento todo esto con tanto detalle? Bueno, porque me recordó la Canción de Navidad que había leído y encontramos almas caritativas que con espíritu navideño hicieron su última buena obra del año o la primera del siguiente, según se mire. Lo cierto es que nos permitieron cambiarnos de ropa en un salón de actos y luego llevaron a la consigna el equipaje, a pesar de que no estábamos hospedados allí, de que tenían un gran follón con la cena de Nochevieja y de que ni siquiera nos pidieron identificación. Confiaron plenamente en nosotros y no nos cobraron absolutamente nada (hoy mismo les he enviado un mensaje agradeciendo el gesto). A las 21:30 estábamos camino del metro de nuevo y a las 22:03 entrábamos en el teatro. ¡Un milagro de Navidad!

La función empezó más tarde, precisamente porque era difícil para el público llegar a la hora. Así que vimos el espectáculo de principio a fin y lo disfrutamos. Además, teníamos sitio en la segunda fila (la platea está compuesta por mesas, como en un cabaret de verdad); las entradas nos habían costado un pastón, pero era nuestro regalo de Navidad. Y mereció la pena. Sólo os voy a contar que, tras comernos las doce uvas, el maestro de ceremonias, un actor de tomo y lomo, me sacó a bailar al escenario. En fin, os recomiendo que vayáis a verlo.

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Cuando terminó, como era previsible, no encontrábamos taxi. Y sólo pudimos movernos en metro hasta Colombia, donde dieron las 2:30 y cerraron todas las líneas. Salimos a la calle y, gracias al Cielo, un taxi fue a dejar a su pasajero ante nosotros, por lo que nos adueñamos de él sin contemplaciones. Con un taxi en nuestro poder, aunque se pagaba un suplemento de seis euros esa noche (la escasez hace valorar las cosas de modo distinto), recogimos las maletas en Campo de las Naciones y luego fuimos a por nuestra habitación al aeropuerto, donde descansamos unas cuantas horas.
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Fiorella
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Mensaje por Fiorella »

Vaya que si empieza bien!!!! :P
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Atram
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Mensaje por Atram »

Rebienvenido!! al parecer te lo has pasado pipa, q envidia
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

Inevitablemente, me acordé de ti, Fiorella, aunque la ciudad del Kit Kat Klub no era la misma donde tú resides. :wink:

Episodio II. En Cuba.
Puntualmente, antes de las nueve de la mañana estábamos en la cola de facturación para nuestro vuelo a Cuba. Allí nos enteramos que el vuelo se retrasaría dos horas (empezábamos bien) y estuvimos más de dos horas (que pasamos leyendo como pudimos, sentados en las maletas) esperando nuestro turno, porque hasta las once no apareció la persona con la capacidad de activar la cinta transportadora de equipajes. Vamos, que habían demorado todo dos horas sin avisar a los pasajeros, cuya cola parecía infinita. El hecho de ser tan puntuales nos supuso una espera mínima (ya digo, más de dos horas). No quiero pensar lo que tuvieron que esperar los últimos de la cola. El resto del tiempo hasta la hora de embarque lo pasamos desayunando, leyendo y de tiendas.

¡Y qué viaje más largo! A pesar de las regulares películas que proyectaron y de la agradable lectura de El juego de Ender, la travesía se hizo interminable: más de diez horas. Cuando llegamos a La Habana, a pesar de que su horario registraba cinco horas menos que en Madrid, ya había caído la noche.

Pero antes de salir al exterior nos llevamos otra sorpresa. Nos dos maletas, junto con otras cuatro, no aparecieron. Así que de nada servía que hubiéramos distribuido por igual la ropa entre ambas maletas por si una de las dos se perdía. No teníamos ninguna y no podríamos cambiarnos hasta que aparecieran. Para colmo, aún llevábamos ropa de invierno (mi pobre mujer, un jersey de cuello alto porque estaba resfriada). Imaginaos en pleno calor caribeño, así vestidos, sin poder cambiarnos de vestuario. Como habían desaparecido ambas maletas, confiamos a primera instancia en las indicaciones del operador. Según nos indicaron, con toda probabilidad habían sido llevadas al puerto, pues la mayor parte del pasaje iba a participar en un crucero por el Caribe.

Sin maletas, empezamos el viaje hacia nuestro hotel. Pero estaba agotado y ya nada me parecía bonito. La primera impresión de La Habana: oscuridad. Los problemas de energía eléctrica la hacen parecer un monstruo negro por la noche, donde apenas hay alguna farola encendida. Lo segundo, el desamparo. Decenas de personas se apiñaban a ambos lados de las calles y carreteras, esperando algún autobús o algún conductor que se apiadara de ellos y los llevara. Afortunadamente, los cubanos son muy solidarios entre ellos. Cuando vimos en qué consistían sus autobuses, a los que llamaban "camellos" (ya veréis uno más adelante), se nos contrajo el corazón. Eran como contenedores ambulantes con agujeros como ventanillas en los que cabían unas cien personas pero se hacinaban más de doscientas. De hecho, hablaban sacando la cabeza por las ventanillas. "No se os ocurra entrar ahí", nos advertiría dos días después un cubano de a pie, "que están tan apretados que las mujeres pueden salir embarazadas".

El desconcierto me llenó al empezar a deambular por las calles de La Habana. Me pareció horrible. No era un ambiente decadente lo que estaba viendo, sino la más triste miseria, en medio de una casi absoluta penumbra, y cientos de edificios que parecían a punto de derrumbarse. En efecto, según los datos de una revista, sólo en La Habana caen sin aviso unos trescientos edificios al año y hay unos ochenta mil en total en peligro de derrumbe.

Como veis mi llegada a Cuba fue algo descorazonadora. Sólo tenía ganas de volver a casa o de acostarme esperando que el día siguiente fuera mejor. ¡Pero estábamos sin maletas! Si no hubiera sido por el neceser que llevaba mi mujer ni siquiera habríamos podido asearnos en condiciones.

A todo esto, me había llevado un bonito cuaderno comprado en la estación de Santa Justa de Sevilla (en una de esas tiendas Natura), con portadas inspiradas precisamente en La Habana y Cuba. Lo he utilizado con cuaderno de viaje, anotando todo lo que me pareció interesante.
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merxe
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Mensaje por merxe »

Como no, a ti te tenia que pasar algo en el viaje.. y veo que ha sido mucho.

Me gusta como lo estas contando, pues según leia me imaginaba el caos de Madrid es noche, además de el agobio por no llegar a ningun lado.

Como no, se os tenian que peder las maletas..

Y despues en La Habana, cuando describias lo de los edificios, y lo de los "camellos"... ufff

Espero impaciente el siguiente episodio... :wink: :P :P
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Alfredo Rueda
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Mensaje por Alfredo Rueda »

Jangel... que inicio, me tienes intrigado, seguramente todo cambiará cuando amanezca y los primeros rayos iluminen las blaquisimas playas, jejeje a mi también me gusta como lo estás relatando.

espero con ansia lo que sigue.

saludos
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bblanco
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Mensaje por bblanco »

Jejejejejeej, sencillamente eres genial, Jangel, ya tardas en contar lo que sigue!

Saludos,
Begoña
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Fiorella
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Mensaje por Fiorella »

También lo estás describiendo todo que me lo he podido imaginar perfectamente. :P
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madison
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Mensaje por madison »

Hola jangel que tal?
Todavía no lo he leido todo pero como te veo por aquí quiero saludarte :P
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

¿Verdad que siempre tiene que pasarme algo?

Episodio III. Primeras impresiones
Lo de perder el equipaje no es algo tan inusual, lamentablemente. Después de tantos viajes, tantos vuelos, tantas experiencias ajenas que nos habían contado, alguna vez tenía que tocar. De hecho, no sé si me creeréis, pero, sinceramente, en este viaje tenía el presentimiento de que algo iba a pasarle a nuestro equipaje. Por ese motivo, nos tomamos la molestia de repartir toda la ropa entre las dos maletas (por cierto, son idénticas salvo por el color, una roja y la otra granate). Cuando digo toda es toda: una camiseta mía aquí y otrá allá, unos calcetines de Mª Carmen aquí y otros allá, un pantalón de ella aquí y otro acullá...

Los que me conocen bien, saben que no exagero. Soy extremadamente previsor y precavido. Pero, al contrario de lo que nos cuentan en las películas, esta "cualidad" no es infalible. El azar siempre juega en nuestra contra y es más poderoso. Por eso me fastidió doblemente que se perdieran simultáneamente ambas maletas, a pesar de mi intuición al respecto.

Pero no quiero alargar la angustia. La guía del operador que nos atendió la primera mañana nos confirmó que todas las semanas ocurría esto y se llevaban maletas de más al crucero, algo que venía sucediendo para su desazón desde hacía más de un año (otro punto menos para el operador). Sin embargo, esto nos tranquilizaba porque era muy posible que, en efecto, ambas maletas estuvieran esperando dueño en el puerto de La Habana. El crucero zarpaba esa noche, a las nueve. Como la guía no localizaba al responsable del operador en el barco (tenía el móvil desconectado), nos sugirió con franqueza que fuéramos nosotros mismos al puerta a recoger las maletas y llevarlas al hotel, pasando factura luego a quien correspondiera. Es lo primero que hicimos. Una vez en La Habana, nos dirigimos a la terminal, donde estaba fondeado el único buque de pasajeros de toda la ciudad (el del operador), y buscamos al responsable que, según nos dijeron, ya estaba llevando las maletas perdidas a sus propietarios. Horas más tarde, hablaríamos con él para corroborar que nuestras maletas estaban entre las que iba repartiendo.

De todas formas, el día había amanecido luminoso y el hotel era tan confortable que olvidabas los problemas. Desayunamos abundantemente y, tras hablar con la guía, tomamos el primer autobús al centro. Este hotel, el Meliá Habana, se encuentra en el barrio de Miramar, uno de los más lujosos -si puede decirse así-, bastante distante del casco histórico. Pero desde hace poco han puesto a disposición gratuita de los clientes una lanzadera que conecta el hotel con la ciudad durante casi todo el día. Es una ventaja, porque ahorras mucho dinero en taxis, el único medio de transporte alternativo.

Una vez en la ciudad, comprobé que lo que había visto por la noche era cierto. La Habana estaba que se caía a trozos... Pero, con la luz del sol, todo tomaba otro color. La gente, los mercadillos, daban vida a La Habana.

Desde la Plaza de San Francisco, donde se encontraba la terminal portuaria, emprendimos la marcha por la calle Brasil hacia el Capitolio. Tal como veis en la foto, se aprecia la extrema pobreza de la ciudad. Esta larga calle, por ejemplo, era principal, pero se apartaba tan sólo una manzana (una cuadra, dicen en América) de los itinerarios turísticos. Por la noche, al contrario que ocurría con la iluminada calle Obispo, la Brasil aparecía tan oscura como la boca del lobo.

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Lo más caro de Cuba son las entradas para visitar los museos y monumentos, está claro por qué. Sin embargo, nos pareció que entrar en el Capitolio bien merecía la pena. Así lo hicimos. Se trata, seguramente, de uno de los edificios más ostentosos de La Habana. Vimos la cámara de las cortes, utilizada sólo para actos académicos hoy en día, el lujoso salón Simón Bolívar, la rotonda bajo la cúpula en cuyo centro un diamante hace de punto cero para todas las carreteras cubanas...

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Y, al salir del Capitolio, el mundo real. Edificios despintados, con fachadas desconchadas, andamios por doquier, coches de los años cincuenta, algunos muy cuidados y otros oxidados, y -prestad especial atención al gran vehículo de color morado y rosa en la foto- enormes "camellos" transportado gente como ganado.

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Aparte de la amabilidad de los cubanos, siempre risueños y dispuestos a ayudarte, me sorprendió ver que había papelerías y librerías, muy sencillas pero bien dotadas. En cambio, en los supermercados había grandes carencias. Por ejemplo, los artículos de perfumería escaseaban y siempre estaban vigilados por un dependiente, como también pasaba con la leche y otros productos.

Para que lo entendáis, los habitantes tienen cartillas de racionamiento para abastecerse de los productos básicos (poca cantidad de todo: huevos, aceite, arroz, frijoles, carne de puerco) y cobran su sueldo en pesos cubanos, pero casi todo se vende en pesos convertibles (CUC). Cada CUC equivale a 24 pesos cubanos. Si un cubano necesita un bote de champú, tiene que ir al banco para conseguir CUC y luego ir a la tienda. Si tiene suerte y hay algún bote a la venta, se lo llevará a casa. Pero le habrá costado un pastón. ¡Tienen que ahorrar para comprar algo tan elemental como un bote de champú!

Sin embargo, no hay un solo cubano con el que tropieces que no huela bien; todos llevan algún tipo de fragancia que esconde su pobreza y aumenta su dignidad. Puede parecer petulante por mi parte este comentario, pero es que en otros países como Egipto, injustificadamente, los lugareños no eran muy dados a acicalarse. En Cuba hacen todo lo posible por tener buen aspecto.

Continuamos el paseo hacia el casco antiguo de nuevo, para conocer la Plaza de la Catedral, monumento que me pareció más pequeño de lo que esperaba, pero, en cambio, más hermoso. A pesar de nuestros repetidos intentos, no conseguimos visitar su interior.

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Muy cerca, se encuentra uno de los rincones más visitados y afamados, La Bodeguita del Medio, donde puedes probar los más conocidos mojitos -cóctel de ron, cómo no, con limón- y saborear la rica cocina criolla y cubana. A pesar de que los precios eran altos, en comparación con otros establecimientos, recomiendo probar. Nosotros cenamos, pero sólo tuvimos que pedir un plato principal para dos, porque ponen mucha cantidad.

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Y al atardecer, el malecón, tantas veces mencionado por poetas y novelistas. Impresiona este paseo de nueve kilómetros que bordea toda la ciudad, la cual alberga a unos dos millones y medio de personas. Pero he de decir que es mucho más encantador el paisaje de Cádiz, ése que dicen que fielmente recuerda al Malecón habanero y así se muestra en la última película del agente 007, por ejemplo.

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Antes de la cena en la Bodequita del Medio, hicimos parada en el Floridita, otro establecimiento digno de una visita, particularmente por la noche. Tal como reza el anuncio de neón, allí pueden tomarse los mejores daiquirís. Doy fe de ello.

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Nuestra parada en el Floridita sirvió para relajarnos al son de la música (en todas partes encontrarás una pequeña orquesta cantando buenas canciones, todos son unos artistas) y con el sabor del cóctel. Era de agradecer después del duro paseo por las oscuras calles de La Habana. Para volver a la Habana Vieja no tomamos por el Malecón, sino por las calles del interior y los silbidos de los chiquillos haciéndose señales al acecho de los turistas nos inquietaron. Vuelvo a ser fiel a la realidad, pues un ciudadano al que preguntamos para orientarnos nos advirtió por qué calles tomar para eludir la alta delincuencia. Puedo decir que finalmente, siguiendo la dirección de las calles más transitadas, aunque fueran oscuras, nada nos sucedió y pronto volvimos a la multitud.

Antes de abandonar el Floridita, le pedí al buen señor Hemingway que me permitiera posar con él como recuerdo.

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Nota: Si viajais a Cuba, hacedlo con euros en metálico. Los dólares están sometido a un 20% de retenciones por impuestos en el cambio. Y el uso de tarjetas de crédito o débito a un 12%, sean cuales sean. De eso no advierten las agencias de viaje. De hecho, el catálogo de nuestro operador queda completamente anticuado en ese sentido. A propósito de esto, evitad viajar con Pullmantur. A nosotros nos ha ido bien después de todo, pero estamos descontentos con ellos.
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

Hola, Madison. Me alegra verte por aquí. Si lees mi crónica del viaje es posible que hasta sonrías. :lol: Tú me hablaste de unos libros en los que se basaba la película Cabaret, ¿verdad? ¿Adiós, Berlín no era uno de ellos? No recordaba que el argumento de Cabaret era tan duro...
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