Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Aquellas maravillosas cartas.

Moderador: natura

Responder
Avatar de Usuario
madison
La dama misteriosa
Mensajes: 41128
Registrado: 15 May 2005 21:51

Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Mensaje por madison »

Imagen

CARTA A MI MUJER
de UMBRAL, FRANCISCO

EDITORIAL PLANETA, S.A. 2008
250 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788408078050
Colección:
Nº Edición:1ª
Año de edición:2008
Plaza edición: BARCELONA 22.00€
($34.54)


Obra póstuma, intimista, en la que el autor rinde homenaje a su mujer.

Con la belleza de su mejor prosa poética, Francisco Umbral, describe su vida y la de su mujer en los primeros ochenta, cuando aún viven en Madrid y acaban de comprarse una casa en las afueras, La Dacha. Bellas descripciones del jardín son el escenario en el que se disecciona su matrimonio y, en esencia, todos los matrimonios, la convivencia, con su complicidad y su distnacia.
"No debieras leer, María, este capítulo, para no saber que eres feliz cuando lo ignoras, porque entonces lo sabrías y se estropearía el encanto. Pero aquella niña de los pinares adolescentes, que iba para nada, que luego se me extravió en Madrid, aventura en que yo mismo la metí, es de nuevo una criatura natural, hembra y sencilla, que riega los ciruelos con fervor".
casa del libro

Editado por moderación
Avatar de Usuario
xana83
No tengo vida social
Mensajes: 1468
Registrado: 18 Abr 2008 15:40
Ubicación: en las nubes

Mensaje por xana83 »

he oído hablar muy mal de este libro a un profesor de la universidad, según él es un tostón insoportable :wink: , pero visto lo que escribes y que los lectores de casa del libro también lo ponen bien, a lo mejor me animo :D
1
Avatar de Usuario
triste
Foroadicto
Mensajes: 4009
Registrado: 25 Abr 2012 12:15

Re: Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Mensaje por triste »

Cuánta poesía hay en esta carta. Y qué ganas de ser María. No lo he terminado, pero quiero poner algunas citas. Lo he leído toda la tarde. Me regreso algunas veces pero no porque me pierda o no se entienda, es solo que es muy bello.

El dinero ha desaparecido del mundo, porque todos nos avergonzamos un poco de él...

El magnolio de mi ventana ha dado una magnolia. Realmente, entre las puntas del magnolio hay ahora una magnolia, abierta como un farol, que recuerda un poco a los faroles que le ponían a la Virgen de Fátima (...) mi ventana tiene una magnolia, al extremo de una rama. El primer día (ya van tres días o así), la magnolia empezaba a ser un glande que se descapullaba o una mujer que se desnuda; el segundo día era ya magnolia total, desde la ventana, como una monja blanca y obscena, joven y en camisón. Y al tercer día, la magnolia era una ceniza marrón y recordaba vagamente la estructura de una magnolia. (...) Monjas impúdicas y perfumantes, las magnolias duran poco, dentro de la poquedad de las flores, en seguida se quitan el camisón de un blanco espeso, lechoso y casi amarillento, para abrasar su cuerpo en ese infierno exterior que es el sol, que las deja en ceniza. Por ahora, el magnolio/convento, bienoliente y pleno, con un aroma que no deja de ser conventual, femenino, sensual, aparece poblado de vírgenes mínimas y lúbricas, enjambre de vocaciones, antología de muertes y de muertas.

...recuerdo aquellos paseos por veranos que ya entonces eran antiguos, la malicia infantil y morena de su risa, una luz que había en sus ojos oscuros y que no era luz, sino velocidad, esa manera que tienen los muy jóvenes de beberse la velocidad con los ojos.

Contra lo que dicen las religiones, la edad (la muerte) no nos va acercando al cielo, sino distanciándonos de él para siempre. La edad sólo acerca a la tierra.

Te lo dije, mi niña, amor, ya te lo dije, no me gusta que poden los sauces, no me gusta que poden los sauces. En realidad, no me gusta que poden nada. Quiero un jardín salvaje... Sentado en el porche, sumergido en la piscina, tú lo sabes, amor, yo miraba los sauces, su ondear en el cielo, la masa movible de su verdor, y esto serenaba mi vida...

Es verdad, yo no sé nada de árboles, tuve que esperar a los cuarenta años para oler una rosa que no fuese literaria.

Yo sé cuándo han herido de muerte a un hombre o a un árbol. Un árbol, en mi vida, no es más que un hombre tardío. Los árboles son unos hombres que he descubierto tarde, unos amigos fijos y fieles, grandiosos. Uno, entre los árboles —ya me entiendes, amor—, siente que ha perdido la vida entre los hombres.


Somos unas Venecias que, generalmente, ni siquiera han estado en Venecia.

Serías un ángel si no te obstinases en ser un ángel contable: es decir, una mujer.

El coche, el citroen, el viejo citroen GS, el coche que ya no usas (ahora sólo sacas el alfa), el viejo coche, María, como habrás ya comprendido, no es otra cosa que yo. No una metáfora de mí, no una imagen, sino yo mismo, María, yo mismo, que he venido a encerrarme en un cuadrilátero de sombra y sosiego, cansado de ciudad, por destilar en silencio el aceite pesado de mi prosa y mi muerte. El citroen y yo nos parecemos, reconoce que nos parecemos. Estuvimos de moda y nos han superado otros modelos. El citroen no quiere competir y yo tampoco. No sé si te enteras muy bien, María, de lo que me pasa por dentro, porque yo sigo escribiendo todas las mañanas, entre el jardín y el alba, en mi máquina roja, obsequio de una novia treinta años más joven que yo, y cómo acabó aquello, ya lo sabes.

(Sabes que odio el sol: Sartre decía que es siniestro.)

Pero la abundancia y el tamaño de las rosas han llegado a cabrearme. ¿Y a qué vienen tantas rosas? Es como si la fiesta se estuviese dando en otro sitio, y yo sin enterarme. Estas rosas/monstruo son el síntoma de algo. De una felicidad que me es hostil, siquiera porque la ignoro.

El agua es una desaparición, seguramente ya lo tengo escrito, y uno, a cierta edad, sólo busca formas de desaparecer: el agua, la escritura, el sueño.

Sigue, María, haz cosas, genera más presente, no sea que nos hundamos, complica más la vida con la vida, rodéame de un presente grato y neto.

El ciprés no es cementerial ni mucho menos. El ciprés es aristocrático, renacentista, pagano y esbelto. Aquí en España se tiene por costumbre (y en otros sitios) meter a los cipreses entre tapias de cementerio, pero es precisamente por alegrar la muerte, por quitarle su cara y su carácter, y la gente lo ha entendido al revés.


...mis libros siguen allá, por la ciudad, por las ciudades, luchando entre los libros, como pedradas largas que arrojé en la Luna y se perdieron lentamente en la nada. No. No se perdieron. La piedra cae en algún sitio, regato de provincias, plaza de gran ciudad, piedra en llamas de idioma, piedra ardiendo de mi cielo inverso, con chispas que son letras. La piedra incendia un quiosco, hiere a una adolescente en el costado, despierta a un joven escritor, a un buen lector, y se compra y se vende mi escritura, como desde hace veinte años (aquellos primeros libros intrépidos y abrileños), y alguien se lleva a casa, desde el sol de la calle a la penumbra de leer, este volumen mío, como quien se lleva un melón del melonero.

Los libros no son buenos ni malos, mejores ni peores, María. Los libros (he escrito medio centenar, ya sabes) son inquietantes por su comportamiento. Unos se van como piedras muertas al fondo del silencio y otros siguen atravesando el mundo con su punta que hiere y su curare.

...un artículo feminista que trae la prensa de hoy, denunciándome como «misógino, cínico y benevolente». La autora, pese a que me conoce personalmente, no acierta en nada. Me ha brindado una página de publicidad gratuita, con una de las fotos mías de prensa que más me gustan. (...) En todo caso, soy un misógino muy explotado por las mujeres.

«No te interpongas entre el dragón y su cólera», dice Shakespeare. Yo me interpuse entre el tiempo y su cólera para hacer otra tú que eras más tú...

....qué has hecho de tu vida, qué he hecho yo de mi vida, qué ha pasado, dime, dime, de pronto algo me falta, algo se me ha olvidado...

¿Esta casa es un medio o es un fin, nos lleva a nuestro sitio o nuestro sitio es éste?

Yo te he inventado, tú existes porque yo escribo de ti. Pero yo no tendría un presente en que escribir si tú no me lo creases, cada día, con tu insistencia en todo lo menudo, ritos del desayuno, esa ropa que se seca al sol, como jarcias del navío de mi pecho, tu rumor por la casa, limpiando, ordenando, trayendo a su presente, que es el nuestro, todas las cosas que hemos dejado atrás.

...me va el género epistolar y me van todos los géneros, siempre que se cobren. A uno lo único que no le va, ya, es no cobrar.
1
Avatar de Usuario
triste
Foroadicto
Mensajes: 4009
Registrado: 25 Abr 2012 12:15

Re: Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Mensaje por triste »

O también lo del baño. Voy a contarlo aquí:
—¿Quieres darte un buen baño? Te he preparado el baño...
Desnudo, me asomo al baño. Está lleno de agua jabonosa, usada, residual.
—Pero...
—Te preparé un buen baño y, mientras te desnudabas, me he bañado yo. Lo hice para ti.

Una mujer nunca es peligrosa por lo que tiene ya de mujer, sino por lo que aún tiene de niña.

La niña buena se muere. La niña mala pervive en la mujer adulta, y a esto es a lo que llamamos su gracia, la gracia de una mujer.

Hay un jardín debajo del jardín. Nunca sabemos hasta qué punto es nuestro lo nuestro. Nunca sabremos hasta qué punto no es nuestro lo nuestro. Jardines bajo tierra, árboles que se pierden en el cielo.

Tenemos unos metros cuadrados de tierra, con una casa en medio. Hacia arriba, yo diría que somos dueños del espacio que alcanzan nuestros árboles más altos. ¿Y hacia abajo? ¿De dónde nace una rosa roja como la que he cortado esta mañana, y que ahora me mira, congestionada de agua, mientras escribo? ¿En qué profundidad canta la rosa? Por una rosa se deduce el universo. Me interesa más la alquimia subterránea de la rosa que su producto final, farol del aire.

Hay un jardín profundo debajo del jardín. Hay una tú profunda debajo de tu pelo. Hay un mundo de riqueza y de tiniebla, en la mujer y en la tierra, adonde se dibuja ya la mujer que ahora eres, florecilla que conversa, y la flor sin nombre con la que no contaba el jardinero. Nunca sabemos hasta qué punto es nuestro lo nuestro. Nunca sabemos en qué momento deja de ser nuestro. Las ciruelas te expresan mejor que las palabras.

Hubo un tiempo en que los nombres se fueron depositando en las cosas, como el líquido que quedara en un cuenco. Hubo un tiempo en que nombre y cosa hacían el objeto juntamente. Luego, la mujer perdió su inocencia. La palabra también. Y marchaba cada una por su lado. La palabra sin cosa es palabra diabla; una cosa sin su nombre es otra vez el caos.

Sólo la mujer y el poeta conservan el lenguaje de las cosas, el instinto de la cosa justa, siempre más justa que la palabra injusta. Las ciruelas te expresan mejor que las palabras, María. Perteneces al reino de las cosas. Siempre traes algo entre las manos. Las cosas hacen nido en la mujer. Todo es pájaro en torno tuyo.

Cuánto hemos enterrado, María, cuánto hemos enterrado. Oficio de enterradores es el nuestro. Por enterrar, hemos enterrado hasta cadáveres, pero no hablo ahora de eso, sino de lo que la vida entierra entre los dos, o del cementerio particular de cada uno. Tú tienes el tuyo, con tus tumbas, tus cruces, tus secretos, tus nombres, y de vez en cuando lo visitas, andas perdida como por un invisible cementerio (yo te observo), y hasta quizá cantas algo sin voz. Yo, que he profesionalizado el tiempo, sólo visito mis cementerios interiores por motivos literarios, que siempre sale algún tema bueno para escribir, para hacer autobiografía y autocompasión.

Somos enterradores, los vivos, hasta que nos entierran.

Somos enterradores, María, pero no restauradores. Los colores se vuelan, los matices se borran, se pierden las luces. Y visitamos ya el museo del museo. El cementerio del cementerio.

Todo movimiento es retroactivo, María. Cualquier cosa que hagamos —coger un plato del vasar, oler esta rosa rosa— modifica nuestra vida, hacia atrás, indefinidamente, influye en la cadena de los actos, como ese vagón que recula un poco y va haciendo recular a todo el tren. Más que retrospectivos, somos retroactivos.
1
Avatar de Usuario
triste
Foroadicto
Mensajes: 4009
Registrado: 25 Abr 2012 12:15

Re: Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Mensaje por triste »

Bueno, subrayé demasiadas cosas, ya me duelen los dedos. Y no sé si puedo poner tantas acá, que igual leídas así no dicen ni mucho ni poco de la carta entera. Por la mitad subrayé muchas sobre sus gatos y sobre el amor. A ver si las pongo después, que son importantes, creo.
1
Avatar de Usuario
Sue_Storm
Vivo aquí
Mensajes: 12135
Registrado: 22 Jun 2009 12:57
Ubicación: En la ciudad del Paraíso

Re: Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Mensaje por Sue_Storm »

Triste, no idealices tanto ese matrimonio. Umbral escribía como los propios ángeles, pero la verdad es que María España fue la clásica esposa sufridora, y él un donjuán sin remedio que se pasó la vida corriendo detrás de todas las faldas con las que se cruzó. Sin duda los dos tenían su arreglo y les iba bien, pero no eran Carl y Ellie de "Up" ni mucho menos.
Avatar de Usuario
triste
Foroadicto
Mensajes: 4009
Registrado: 25 Abr 2012 12:15

Re: Carta a mi mujer.-Francisco Umbral

Mensaje por triste »

:( me pone triste eso, Sue. La verdad no sé mucho sobre Umbral como persona, solo sé lo que he leído en sus libros. Estoy, de hecho, medio enamorada de todo lo que escribe. Pero sí me han dicho algunas cosas de su personalidad que me entristecen. ¿Cómo podía escribir cosas tan bellas para España y luego irse con cualquiera?

Quiero creer en el amor y en los buenos hombres pero la realidad no me deja. Ay.
1
Responder