Lo leí hace unos años y me dejó la sensación de amargo triunfo, o quizás de dulce derrota, ese sabor que nos deja lucha cuando la afrontamos por el mero placer de vernos inmersos en ella, de enfrentarnos a lo que nos impide ser nosotros mismos. La novela nos impulsa a echar un pulso al convencionalismo, a la rebeldía, al gusto por la libertad, a luchar sin que importe el resultado final.Javier García Sánchez, en la contraportada, escribió:La soledad del corredor de fondo nos deja la impresión mágica de vernos retratados en esa carrera solitaria contra las circunstancias que toda persona con inquietudes cree haber realizado alguna vez en su vida. Es un canto a la libertad y al inconformismo. Poniendo descarnadamente el dedo en la llaga, nos reconcilia con el concepto de "lucha", tan olvidado en literatura y arte en este nuevo siglo y milenio, en el que no se premia precisamente a quienes, como escribió Thomas Bernhard, "se empeñan en ir justo en la dirección opuesta". También ellos, a su modo, cambiaron el mundo.
La historia es un monólogo interior de un joven presidiario que goza del privilegio de salir a diario de prisión para entrenar, gracias a sus condiciones atléticas, ya que el responsable de la prisión espera obtener una medalla en el campeonato que se celebrará entre diferentes prisiones. A lo largo de sus entrenamientos y la carrera, el protagonista nos contará fragmentos de su vida, de sus sentimientos y de su relación con el entorno del presidio.
Muy cortito y muy recomendable