Pues ha sido una de mis lecturas veraniegas!!!
¿Es posible matener viva una relación sin deseo físico, sin pasión, sin erotismo, sin sexo? ¿Qué pasa cuando esa pasión se desvanece? ¿Qué queda después de eso?
Esa es la idea, el hilo central, sobre el que Philip Roth construye El profesor del deseo, con David Kepesh como narrador protagonista, un profesor de literatura (tan típico de Roth) que nos cuenta a lo largo del libro su relación con cuatro mujeres, desde su juventud hasta su primera madurez: Elisabeth (infeliz, capaz de humillarse por amor), Birgitta (y sus desenfrenos sexuales), Helen (compleja y atormentada, vanidosa, egocéntrica, destructiva) y, finalmente, Claire (las antípodas de Helen, una mujer sensata, estable y equilibrada y que ¿aparentemente? libera a Roth de sus obsesiones).
Es Kepesh un tipo inconformista, inseguro, superado por sus relaciones, para quien el presente es algo sólo provisional, un tipo que no acaba de encontrar su sitio y para quien la vida solo tiene sentido alrededor de las mujeres (y de la literatura), con quienes no es capaz de mantener una relación normal, porque nada es duradero, porque el deseo se desvanece.
Página 245:
¿No llega un momento en el que el camino de la vida en que acatamos el deber, damos la bienvenida al deber, como antes se la dábamos al placer, a la pasión, a la aventura; un momento en el que el deber es un placer, y el placer deja de ser un deber?
Esa es la pregunta que Kepesh se hace y que deja sin contestar. ¿Será Claire su tabla de salvación?
Por cierto, el protagonista, David Kepesh, es el mismo que veinticinco años más tarde, ya en el declive de sus capacidades físicas, volverá a la carga con el mismo asunto (el deseo físico y el sexo, la pasión erótica) en
El Animal Moribundo (adaptada al cine con el confuso título Elegy).
La relación entre el protagonista y su padre es la trama accesoria del libro, y sirve para apuntar la segunda obsesión literaria de Roth: la decadencia física, que desarrollará mucho más en
El Animal Moribundo y, sobre todo, en
Elegía.
En fin, como casi todo lo leído de este escritor,
El profesor del deseo me ha gustado, por esa capacidad que tiene Roth tiene para radiografiar el alma humana, para describir las pasiones y los miedos que atormentan a sus personajes.
El libro está plagado de citas y guiños a
Chejov, uno de mis eternos pendientes, y como unos libros siempre llevan a otros .......
Abrazos!
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